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Gori: “No tocar con la guitarra eléctrica era un desafío y una locura”

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“Si no me tomo un café con leche a la mañana, no sirvo para nada… después tampoco”, exagera Gori apenas se enciende el grabador. Estamos en su departamento de Constitución y, preparada la merienda, el hombre detrás del nombre se largará a hablar de todo con total predisposición: la actualidad de Fantasmagoria, con novedades internacionales en su formación; los coqueteos con la música académica y la influencia de sus tíos santiagueños a la hora de tocar fuerte y desenchufado; la marca de sus letras y cómo recibe el público aquello que se canta.

La charla sólo se interrumpirá cuando sus dos gatos lloren o ataquen la mesa con sus garras. Y cuando ve algo a través de un ventanal que da a la autopista 25 de Mayo. Gori advierte sorprendido que “pasó un loco corriendo al costado de los autos”. Quizá no sepa que esa postal podría ilustrar su propio devenir en los últimos 15 años de rock local: un loco que banquinea de a pie, a bordo de su guitarra acústica, con velocidad y corazón, pero sin tanta urgencia como el resto.

El mago Mandrax, salido en agosto del año pasado, será el centro de este diálogo que empieza por las noticias de último momento: la partida del baterista Augusto Giannoni en el verano porteño, y el reemplazo tras los parches a manos de un baterista inglés.

¿Cómo es eso de que Fantasmagoria tiene un miembro extranjero?
Sí, Ollie Hipkin. En enero de este año escribió un mail a Scatter Records diciendo que le gustaban las bandas del sello, que es de Londres, hace un año vive acá y tenía ganas de tocar pero no tenía banda. Entonces, Pol Scatter [se refiere a Pablo Hierro Dori] me reenvió el mail, y lo citamos una tarde a la sala.

¿Cómo fue la prueba? ¿Lo probaron sólo a él?
No, probamos a unos cuantos bateristas. Le habíamos pasado cuatro canciones que se aprendió a la perfección. Y nos comunicamos en un inglés más que básico, con algunas palabras en español. Le contamos cómo nos manejábamos con la banda, si quería probar de tocar, y se quedó. Ya le pasamos diez canciones más.

¿Se entienden bien? Idiomática y musicalmente hablando.
Es un flash porque toca distinto, está virgen de la influencia de acá -Charly García, Cerati, Calamaro, Spinetta- y a veces nos cuesta un poco explicarle los chistes. Marian [Acosta, el pianista del grupo] habla muy bien inglés y Dani [Rollano, el bajista] habla. Nacho [Piedrabuena, el guitarrista] y yo hacemos buenas onomatopeyas (risas). Ollie también habla algo de español, muy poco. Pero cuando tocamos hay una conexión silenciosa que es genial.

Es importante porque el disco es relativamente nuevo y ya hubo un par de cambios después de grabado. ¿Te sigue pareciendo lo mejor que hiciste con Fantasmagoria?
Me sigue pareciendo lo mismo que cuando lo terminé, salvo por comentarios externos de la gente que lo escucha, sobre todo de gente que me conoce. Me hacen notar cosas que por ahí no me había dado cuenta. A medida que va pasando el tiempo y se va alejando el día de la grabación o de la mezcla, te empezás a desprender y a escuchar un montón de cosas que antes no escuchabas.

¿Creés que pasa porque es un poco inconsciente el momento  creativo? Porque todas las canciones las componés vos…
Claro, las armo yo, pero después cada uno le da su toque, tampoco podés estar en todas. Y también escucho cosas en las letras. Mis amigos me dicen “¿quién es John?”. “No sé, vos”, les digo. No es nadie en particular pero podría ser un estado de todos que en algún momento pueden tener. Le puse John porque las melodías a veces las compongo en un inglés ficticio y después las traduzco. Cuando armamos la lista de temas, a “Las cosas de verdad” le ponemos “Why?” porque cuando hice la canción yo cantaba “Why tarararará…” Los tres primeros versos hacían preguntas y el cuarto las contestaba. Eso imaginaba, después cuando hice la traducción cambió completamente la letra pero quedó como “Why?”.

¿Esas preguntas no te dieron ganas de cambiar las letras?
No, a las letras no les cambiaría nada. Se dio que el comienzo y el final son dos canciones que hablan de un mago, me gusta que empiece con “La araucaria” y terminé con “El mago…”, fue como un tetris, que vas acomodando las cosas hasta que queda perfecto. Así pasó con el proceso de buscar sello, hasta que cerramos con Scatter.

No te desvive editar por las tuyas, ¿no?
El primero y el segundo disco los edité por las mías y me volví loco, tenía pilas de discos para distribuir y me daba una paja terrible. Y cuando me ponía las pilas, los llevaba a una disquería, abría una planilla Excel y después no me daba cuenta dónde estaban los discos, a quién le tenía que ir a cobrar. Es un laburo para el que tenés que tener otra cabeza. Yo soy el manager -o hasta ahora fui el manager, porque nos está empezando a ayudar una chica-, y también es otra cosa que no tiene nada que ver, tenés que estar viendo que todas las bandas toquen a horario. Cosas que está bien hacerlas pero te sacan un poco del rol de músico.

Hace poco contaste una experiencia que, decís, te influyó a la hora de componer y tratar de abordar el silencio y los matices de otra manera: la vez que fuiste a ver a una orquesta sinfónica. ¿Cómo se dio eso?
Ya había visto orquestas pero hacía mucho que no. Esta vez fue en el aula magna de la facultad que queda cerca de Medrano y Córdoba. La mitad del lugar la ocupaban los músicos y la otra mitad, el público. Yo estaba a la distancia que está esa guitarra (señala una guitarra a un par de metros) de los músicos que estaban más cerca, entonces veía todo y me flasheó un montón. Venía hinchando las pelotas con eso de los silencios, más ahora que somos cinco: si tocamos todos al mismo tiempo es un quilombo, estás siempre arriba, siempre en diez. Ahí dije “hagamos una cosa, ¿qué pasa si vos no tocás ningún platillo en esta canción?”. El tema no va a tener brillos de batería y va a tener una personalidad, porque vos decís “¿qué pasó con los agudos?”. Y el batero me decía “bueno, pero en el estribillo sí”. Y yo: “¡No, en el estribillo no!” (Risas).

Se pusieron restricciones.
Sí, y es redifícil, porque yo lo quiero hacer y estoy todo el tiempo tocando. Pero bueno, intentamos hacer eso, en vivo cuesta bastante más… Para las próximas canciones lo tendré más en cuenta.


¿Todo eso te pasó después de ver a la orquesta?
Hubo otra vez. Augusto me regaló unas entradas por mi cumpleaños, para ir a ver el ensayo de la orquesta del Colón. Así que fui a las diez de la mañana con él, otro flash. El director va explicándole a la gente de qué se trata cada obra: “en un momento aparecen los truenos, que son las percusiones….”. Después paró el ensayo y cuando volvieron dijo “bueno, vamos del compás 67, desde el La y el Fa”. Yo pensaba “está hablando como cuando yo digo ‘vamos desde el estribillo’”. ¡Tiene todos los instrumentos en la cabeza!

¡Te gustó el lugar del director! Salvando distancias, es lo que vos hacés en la banda.
El que organiza… Eran dos obras, entre una y otra fuimos a dar una vuelta, ¡y en el baño me lo encontré a Tito Fargo! (Risas). “Hola, qué hacés, ¿cómo andás?”.“Vine a aprender”, le dije, y se cagó de risa. Me flasheó verlo ahí, solo, a la mañana.

¿Las otras veces que fuiste, eras chico?
De pendejo también había ido… La vez que fui a Medrano habían pasado el dato en una cartelera del Gobierno de la Ciudad y a mí me parecía mucho mejor plan que ir a ver a una banda de rock. Iba a ir solo pero llamé a un amigo. Cuando terminó, nos fuimos caminando, parando en todos los supermercados chinos: él se compraba una birra normal y yo una birra sin alcohol porque no estaba chupando en ese momento. Fuimos así hasta Palermo. Y ese día me inspiró a hacer una introducción para “Caballos negros atravesando el desierto de noche”. Ahora la tocamos con una intro que se me ocurrió mirándolos a estos chabones.

¿Se te proyectó la música viéndolos, en el momento?
Sí, aunque seguramente no tenía nada que ver. Se me ocurrió la idea y después la grabé en el teléfono, caminando. Me la canté y cuando fuimos a ensayar a la casa de Mariano, que tiene un piano vertical, lo saqué tocando con un dedo. Le decía “a ver, Marian, quiero esto y esto a la vez, ¿lo podés hacer?”. Y me decía que sí, entonces traducía lo que yo quería hacer.


“El mago…”, la canción, tiene una estructura compleja. ¿Es el tema más largo que hiciste?
Creo que sí. El disco de Gori-Nekro, Golden hits, empieza y termina con unos ruiditos. Eso lo hacía en tiempo real: desparramaba una caja de ritmos, un teclado, una guitarra, y a todo le ponía delay. Ponía un casete de 60 minutos y me colgaba haciendo eso durante media hora. Cuando terminaba, reseteaba todo, daba vuelta el casete y hacía lo mismo del otro lado. Entonces si me quería dormir o estaba aburrido, ponía ese “disco” y era un ambient recontra colgado. Y se ve que se lo hice escuchar a Carlitos y me dijo “pongamos un tema de estos”, entonces pusimos un par de fragmentos. Pero eso no eran canciones, era una zapada de uno solo. Improvisar hasta llenar el lado del casete.

¿Con Fantasmagoria quieren volver a grabar rápido?
No me desespero. Es más, no tengo muchas canciones para un disco y disfruto de éste todavía. Salió en agosto del año pasado, vamos a tratar de darle un poco de rosca. Además, si me cebo con canciones nuevas no voy a querer tocar las otras, ya me van a parecer viejas (risas). Eso sí, estamos hablando con Exiles Records para editar Atravesando el camino… en vinilo.

¿Estás a favor del retorno del vinilo o te es indiferente?
Acá tengo unos cuantos vinilos pero no dónde escucharlos. Escucho música en la compu, haciendo otras cosas, ya no tengo la paciencia para sentarme y escuchar. Y el vinilo lo ponés y a los 21 minutos te tenés que levantar y darlo vuelta, tengo que cuidar que estos forros no se tiren arriba de la púa (señala a los gatos y se ríe). No soy de comprar vinilos hoy, tampoco.

Te parece una idea romántica, pero si no llegara la propuesta desde un tercero, no lo harías por las tuyas.
Mm… (Piensa). No, me encantaría que El mago… salga en vinilo, pero es muy caro hacerlo. Me parece que garparía por el sonido.

Y ¿estructuralmente, te parece que tiene un lado A y un lado B para pasarlo a ese formato?
No lo había pensado. Me interesa mucho cómo empezaría el lado B. Pará que me fijo cuál sería la canción indicada (busca el disco para ver los temas). Y, el seis es “La bolsa agujereada”, ese sería el último del lado A… Podría ser “Miserere Park”, estaría bueno que empiece con ése. Me encantan los vinilos y me encantaría que todo saliera en vinilo, pero es muy caro hacerlo acá. Y comprarlos también, todo eso (señala) lo compré afuera.

¿Te traías de a muchos o viajaste bastante?
Me traía de a unos cuantos, no viajé tanto. Me gustaría viajar más, con Fun People viajábamos una bocha pero ahora hace mucho que no viajo y estaba pensando en hacer algo este año.


Salir ayuda a despejar un poco.
Sí, como que te vas y ves al país desde afuera, te ves vos… me pasaba eso, como que veía la foto de lejos y decía “allá estoy yo, y ¿qué onda? ¿Qué estoy haciendo?”. Y después, cuando volvía, venía con otra energía. Fantasmagoria empezó así, de una gira con Fun People donde dije “bueno, ya sé lo que tengo que hacer, me tengo que ir de esta banda y empezar con la mía”. No porque me pareciera una decisión inteligente, sino porque me iba a pelear con el Nekro.

Era más por una cuestión humana que una estrategia comercial.
Claro, nada que ver. Preferí hacer algo que fuera más noble a lo que a mí me gusta, a la búsqueda que tengo. Hubiera sido recontra obvio y muy poco original hacer algo parecido, estaba buscando una vueltita de tuerca, ¿no? De movida, no tocar con la guitarra eléctrica era un desafío y una locura.

Era y es. Sigue siendo la marca de Fantasmagoria. ¿Nunca va a cambiar eso de tocar con guitarra acústica?
No, es al pedo cambiarlo ahora porque empezaría a sonar otra cosa. Además ahora me puedo apoyar en el teclado y en el otro violero, entonces estoy más libre. Sacar la guitarra acústica, qué sé yo… Sería como que los Ramones hubiesen usado máquinas (risas). No le veo sentido. Hay algunos que vienen y me dicen (imita el tono ofendido): “boludo, tenés que tocar con la guitarra eléctrica”. ¿Qué te pensás, que no se me había ocurrido? (Risas). Entonces agrego cosas, teclados con sonido de piano posta. Cuando veo a la orquesta sinfónica me flashea porque digo “¡de estos hijos de puta no enchufó ninguno!”. Están todos sonando de aire, y se mezclan porque los que suenan más bajito están adelante y los que suenan más fuerte -las percusiones, los trombones- están atrás. Hacen más con menos cosas, eso me parece genial. Yo nací en este departamento, y mi vieja acá metía como treinta personas para los cumpleaños.

¿Era tu casa familiar?
Claro. Había una mesa redonda, ovalada, grande. Los tíos de ella son de Santiago del Estero, todos folcloristas. Eran, ya cayeron un par… Cantábamos el feliz cumpleaños, soplábamos las velitas, y después de que se cortaba la torta, los chabones sacaban las violas y empezaban a tocar, ¡a un volumen zarpado! Se sentaban en círculos y le daban. Las guitarras gastadas y los chabones cantando refuerte (imita y se ríe). Para mí tocar fuerte está bien visto, la primera vez que escuché sonar una guitarra al lado mío fueron ellos.

Lo de la guitarra acústica puede que venga por esa mano…
A lo mejor sí, lo de tocar fuerte seguro que sí, quizá lo de la acústica también. Pero era un flash.

¡Quién lo hubiera dicho! ¡La guitarra acústica de Fantasmagoria viene de la chacarera! (Risas).
¡El folk psicodélico era folclore psicodélico! (Más risas). Nunca me gustó la chacarera y el folclore, igual, no me llama tanto la atención. La actitud sí, los veía a ellos tocando y ya en esa época me daba cuenta de algunas cosas. Ahí descubrí la diferencia entre mayor y menor, por ejemplo.

¿Te acordás de lo primero que aprendiste?
Fuimos a una colonia de vacaciones con mi hermano y nos enseñaron a tocar “El oso”. Me enseñaron La, Re y Mi y empecé a sacar algunas canciones con esos tres acordes. Después empecé la investigación autodidacta, que me parece noble y divertida… Bah, no sé si noble: más interesante que ir a estudiar. Yo la cejilla la hago así (muestra con la mano que no la hace con el dedo índice, sino con el pulgar).

¿Y en tus letras creés que está esa cuestión noble? Tienen una línea bastante fuerte, una reivindicación de los perdedores que es propia de cierto rock.
Puede ser, yo empecé escuchando Kiss y después seguí con el punk. Y las letras de punk son bastante crudas y basadas en cosas reales, entonces de ahí me habrá quedado eso de escribir basado en la realidad. No tan crudo, medio enmascarado y como cuentito, porque después vino la psicodelia, pero siempre hablando de algo real. Las letras de amor que tengo por ahí hablan de otra cosa, por ejemplo, cosas que le pasaron a gente que tengo a mi alrededor… O me pasaron a mí y te las cantó en tercera persona para no quedar muy expuesto (risas). O invento un personaje y le pongo John (más risas). Me cuesta hacer letras, no me gusta poner cualquier cosa, pero me encanta cuando viene alguno y me dice “che, boludo, ¿sabés que me pasó lo mismo?”. Cuando el otro se siente acompañado por la letra es un golazo. Por ahí no me lo dicen con esas palabras, pero cuando pasa eso, que se sienten acompañados por una cosa que hice para canalizar algo, está buenísimo. Si no le pasa nada a nadie es un embole.

[Publicado en ArteZeta el 07/04/2016. Fotos por Loreley Ritta]

Valle de Muñecas: rock bueno

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No, no vamos a mentirles. El día en que esta nota comenzó a desarrollarse, la situación de El final de las primaveras, cuarto disco de estudio en doce años de Valle de Muñecas, era incierta a niveles más que significativos. Todo estaba grabado, pero los detalles a resolver iban desde mezclas por terminar (tuvimos el privilegio de probar las canciones a la vez que salían del horno) hasta lo siguiente:

¿Ya tienen el nombre del disco?
Manza Esain: No (risas). De acá a diez días tiene que estar porque hay que laburar el arte y todo, que lo va a hacer nuevamente Pablo Font.
¿Va a ser problemático?
ME: Siempre es problemático hasta que deja de serlo (Risas).
Mariano López Gringauz:¿Si el título va a ser más corto que el anterior, decís? (Más risas).

Con el transcurso de los días fueron cayendo las novedades: “éste va a ser el nombre del disco”, “de esta canción no pongas el nombre en la nota por si las dudas”, y así hasta que los melones terminaron de acomodarse en el carro. Las pistas que teníamos antes de la entrevista (apenas unas pocas canciones, para ser precisos: tres) fueron en incremento hasta que con las pruebas suficientes pudimos confirmar que Mariano y Luciano Esain (o Manza y Lulo, como mejor se los conoce), Fernando Blanco y Mariano López Gringauz lo hicieron de nuevo: El final de las primaveras, publicado en noviembre de 2015, es otro discazo con la firma de Valle de Muñecas y está entre los momentos cumbres de la canción de rock en la Argentina del año pasado. El que sepa buscar encontrará, y piezas como “La cura y el dolor”, “1000 kilómetros” o “Insomnio” quedarán adheridas en su memoria emocional, ese lugar intangible que las melodías del grupo interpelan.

Pero la historia de este disco comenzó a gestarse a fines de 2013, entre demoras por problemas de locación, según cuenta Manza: “Arrancó todo un poco más tarde que lo usual porque una vez que salió La autopista corre del océano hasta el amanecer (2011) estuvimos casi un año sin sala. Estábamos yendo a ensayar a salas por hora y eso te tira para atrás las ideas nuevas, entonces las fuimos acumulando hasta que en un momento dijimos ‘vamos a ponernos con esto’ y en la primera mitad del año pasado no tocamos casi nada y terminamos de armar el grueso de los temas”.

Ahí nomás, los cuatro se largan a hablar de las nuevas canciones. El Mariano de doble apellido marca la primera diferencia respecto del antecedente de La autopista…: “Hubo un laburo consciente de los matices en el estudio, ya desde la banda”. Sus compañeros coinciden y profundizan la idea:

ME: El hecho de estar todo el tiempo trabajando con lo de uno y con otras bandas hace que más o menos tengas una imagen de lo que querés hecha en la cabeza, entonces tanto en la grabación como en el laburo en la sala ya se apunta a eso (se refiere a su labor como productor, que le valió hace unos pocos meses el Premio Kónex por su trabajo de los últimos diez años en esa área; galardón que compartió con la dupla Toth-Guyot, Fabián Tweety González, Cachorro López y Gustavo Santaolalla). Lo que no hubo en el disco anterior es ese laburo con la cosa en mente, porque en realidad no estaba esa cosa. Ahora entramos con una idea de las canciones sonando y tocadas por los cuatro en el estudio y eso te da un lugar desde donde arrancar.
MLG: Está el bagaje que viene de tener tres discos previos. Ya encontramos eso de sonar en la sala y conocer los espacios de cada uno como para armar las voces, sabemos cómo entremezclarnos. Y te da una especie de producción previa en los arreglos, ¿no?
Fernando Blanco: También pasa que empezamos tirando todo y después vamos extrayendo. El trabajo es ése, básicamente, un poco de todos. Empezamos con un quilombo y de pronto, a sacar. Uno escucha el tema y dice “ah, se me ocurre esto”; se me ocurren diez cosas y después quedan tres, o quedan pedacitos de cada una de esas diez cosas.
Luciano Esain: No es una búsqueda en donde decís “quiero esto”, a veces es al revés: “Esto no lo quiero”. Esa manera de buscar las cosas también está buena y es divertida.
FB: Por ahí pasás a escuchar lo que toca él o lo que toca él (señala a sus compañeros) y funcionás distinto, vos solo vas editándote también. Porque en principio uno escucha lo que hace uno.
LE: Vas editándote… ¡En otra década no hubiéramos usado esa palabra! (risas).
FB: Bueno, yo trabajo de director, así que… La edición no sólo funciona en un workflow, funciona también en la vida real (más risas).

Más allá de que casi todos los temas los compone Manza, el trabajo sobre las partes de cada uno, ¿es individual?
ME: En general, sí. Obviamente, cuando traigo una idea tengo otras ideas previas sobre qué quiero del tema, o por lo menos de la sensación que quiero que genere. Entonces, muchas veces vengo con ideas claras. A veces quedan, a veces no y otras se modifican.
MLG: Cuando él nos dice su sensación, uno sabe cómo interpretar eso y hace un arreglo. Sabemos cómo encarar una canción que trae Manza, eso es lo que decía de los espacios.
ME: A veces no… (Carcajadas).
MLG:¡A veces no! Pero no es tocar Do Re Mi Fa Sol.
FB: Es difícil hablar en abstracto, explicar cómo es el sistema. Pero hay veces en las que llegás con una idea y alguno dice “no, esto no va”; y otras veces traés algo y queda para siempre. También pasa que digo “¿y acá qué mierda puedo meter?”, porque no se me ocurre.
ME: Muchas veces una idea de ellos modifica el concepto original que yo tenía. Fernando trae una idea de guitarra y termino de armar mi parte de guitarra arriba de la de él, por ejemplo. Cuando empezamos a tocar los temas, por lo general yo toco una base muy base, como si el tema fuese en trío, ¿no? Y cuando él empieza a definir sus arreglos, yo empiezo a tocar con él.
FB: Incluso algunos temas cambian la intensidad. Ahora yo escucho el disco anterior y digo “ah, pero este tema no lo tocamos así”, porque fue mutando y fue hecho más quirúrgicamente. Cuando llevás eso al vivo, la batería que él tocaba tiqui-taca

Suena con todo. Eso es muy de ustedes, potenciar en vivo los temas, aunque quizá Días de suerte ya traía esa fuerza.
ME: Sí, porque es un reflejo de la banda en vivo.
MLG: Los discos, al no sonar sacados… Tienen un buen audio y todo eso, entonces cuando vas a ver a la banda parece que es otra cosa. ¡Pero la banda cuando graba está sonando así de fuerte!
ME: Igual creo que son dos mundos distintos, no necesariamente uno tiene que replicar al otro.
FB:Hay cosas que el mismo disco te va tirando para un lado, temas que en la sala suenan refuertes y después lo escuchás y él (señala a Manza) les hace una edición que queda súper cool. Ahí, después de escucharlos, bajamos el nivel de intensidad.
LE: Una vez que el disco se termina los temas vuelven a acomodarse, te vuelven de otra manera y eso es relindo también.
ME: Después de La autopista… hicimos una serie de singles que están grabados en vivo en los estudios MCL y un disquito que regalamos en La Trastienda. Y eso fue hecho con el mismo concepto de grabación que Días de suerte pero con mucha más experiencia haciendo ese tipo de grabaciones. La idea con El final… era lograr esa intensidad de la grabación en vivo pero sin perder todo el laburo de texturas y profundidad en la producción que tiene La autopista. Creo que conseguimos el objetivo.

¿Y cómo fue sumarlo a Juan Stewart en la producción?
ME:Juan es una persona en la que confiamos. En algunos procesos trabajamos con él y tiró y grabó muchas ideas. Al mismo tiempo que nosotros terminamos la mezcla, estuvo grabando algunos teclados y cosas así, muy de estudio, que forman una gran textura que acompaña a la banda. Todo lo que puso aparte del cuarteto está en función de lo que hay, partes que se doblan: una línea de bajo doblada por otro instrumento arriba; una cuerda que toca lo mismo que un arreglo de guitarra. Orquestaciones sobre lo que ya existe.
Igual hay una parte del proceso que no cambia en mí, eligiendo las tomas en casa o haciendo algún laburo que a nadie le gusta hacer y yo sé que lo puedo hacer bien (se ríe). Ese laburo fino de editar o elegir las tomas que van de las voces. No sé si usar la palabra editar, porque a veces no es así, a veces va una toma entera. Digámosle el ajuste fino de la cosa. Como sé que soy bastante obsesivo y puntilloso, eso me gusta hacerlo a mí.

¿Pero cuánto cedieron ustedes a la hora de la mezcla, por ejemplo?
LE: Las mezclas se desarrollaron en total paz y armonía, no es cuestión de ceder o no ceder, creo, no hubo mucho “a mí no me parece”, o “a mí sí”. Fue más decir “esto no va, ¿no?”, o “uy, esto está bueno, dejalo así que está buenísimo”. No sé si se entiende, como ir proponiendo e ir acercándose de a poco a la idea final. Pasa que Manza y Juan pueden llegar a lo mismo pero desde diferentes lados, por ejemplo: Juan puede armar una batería súper pulcra en cuanto a sonido y al final la destroza; en cambio Manza arranca ya con toda la mugre directamente (risas). Es lo que veo yo. Y nosotros tres (señala a Fernando y Mariano) estamos ahí señalando o pequeños detalles ultrapequeños, o ideas generales muy generales, en mi caso a través de onomatopeyas o palabras inventadas en el momento (risas).
FB: Durante la grabación, Juan estuvo muy atento, sugiriendo, el laburo de él está reflejado ahí también.
ME:Juan es un minimalista, pero yo lo veo muy contento. Tengo bocha de conversaciones con él sobre el disco y hubo un montón de ideas que me pasó y de alguna manera, filtradas por mí, llegaron a la sala o al estudio. Muchas cosas vienen de hablar.
LE: También pasó que él le prestara atención a algo que nosotros no, al menos no tan puntualmente. Podés tener una mezcla terminada y pensar “el tambor está refuerte”, pero venía Juan con una cosa que ni te imaginabas y te hacía parar en otro lado para ver la mezcla.

Recién marcaban las diferencias en cuanto al proceso de gestación entre este disco y La autopista… En la música en sí, ¿cuáles son las diferencias entre El final de las primaveras y los anteriores?
ME: A diferencia de Días de suerte, este es más guitarrero pero menos rockero. Al menos en el sentido tradicional, casi no tiene rock clásico. En Días de suerte y Folk había cosas que remitían claramente a los Beatles o a los Stones, y creo que en este disco hay muy, muy poco. Todo eso ya está muy filtrado y muy deglutido (risas). Es difícil a esta altura que una influencia sobrepase la impronta de la banda. Valle de Muñecas ya tiene un sonido y una personalidad, puede ir un poco más para un lado o para el otro.
LE: Este es un disco de la banda, estuvimos todos juntos, todo el tiempo.
FB: Y creo que este disco suena mucho mejor.

¿“Mejor” en qué sentido? ¿Sienten que está mejor tocado?
MLG: Es la experiencia.
LE:Las baterías de La autopista… las grabé solo, ¡los temas todavía no existían, loco! (Risas).
ME: Estábamos en el estudio y mientras íbamos grabando yo le decía “este tema es así: acá viene el estribillo, acá viene el puente y acá paramos; cuatro vueltas y el final” (risas). Toma uno, toma dos, toma tres, chau: terminábamos de armarlo. Había una base de batería con una guitarra de referencia y una voz, también de referencia, que cantaba cualquier cosa. Pero de algunos temas hasta cambió la melodía.
LE: Hay un par de temas de este disco que sobrevivieron esas sesiones. ¡“Las cosas perdidas” estaba terminado!
FB: Pero le encontramos la vuelta ahora, qué sé yo, esa es la cuestión.


LO QUE SE GUARDA Y LO QUE SE TIRA
La charla se dirige, entonces, hacia aquel material que no sobrevive a los discos. En los últimos años se instaló en los medios una fantasía santaolalleana según la cual los grupos se encierran a escribir sin parar ante cada nuevo álbum y producen un mil por ciento respecto de lo que después verá la luz: así, el artista escribirá cien canciones y elegirá las diez mejores. Valle de Muñecas no parece responder a esta consigna: las canciones que conforman El final de las primaveras son las que mejor cerraron entre los cuatro y no hubo demasiado que raspar en la olla de las sobras. Manza cuenta cómo funciona esa dinámica compositiva: “Somos de tirar muchas ideas, pero después capaz quedan en una estrofa y un estribillo y no les terminás de encontrar la vuelta, o no termina de armarse entre los cuatro. ¡O suena tan diferente a como imaginaba, que lo descarto! El disco iba a tener diez temas pero ‘Esta vez’, se metió por la ventana, salió redondito”.

¿Pasa seguido eso?
ME: El tema así del disco pasado fue “Cosas que nunca te digo”, que de hecho está grabado completamente distinto al resto, todos juntos en el cuartito del estudio.
MLG:El clima de los temas es medio parecido.
LE:Sí, igual que con “Cosas que nunca te digo”, Manza vino con el tema entero, con la letra y todo. Pero “Esta vez” lo grabó él solo y fuimos poniéndole cosas encima. “Cosas…” se grabó con la banda entera tocando en vivo. “Esta vez” también tiene como un clima más “íntimo”, por llamarlo de alguna manera.

Digamos que si una canción se completa entre los cuatro es más probable que no se descarte definitivamente.
ME: En esta grabación nos quedaron dos temas afuera, que pueden volver en algún momento. Uno no me gustaba cómo había quedado, y el otro es un tema que el disco no necesita. Era el más fácil de dejar afuera, no por ser el más flojo sino que el disco se arma conceptualmente bien sin ese tema.
FB: Es encontrarle la vuelta para que no sea como esos discos de los noventa, que tenían cinco o seis temas al pedo.
ME: Eso era por la fiebre de decir “uy, ahora tenemos 74 minutos: hay que llenarlos” (risas). La tecnología determina, siempre. Cuando salió el CD, todo el mundo quería llenar los 74 minutos que tenía.
FB: Sí, pero en un disco de noventa minutos, cuando llegaste a los noventa -si llegaste- te querés pegar un tiro (risas).

Queda claro que le encontraron la vuelta. El final de las primaveras funciona y no por duración o equilibrio. Es ese canto épico que habita entre la desazón y la esperanza lo que lleva la magia, el mando del timón. A estas alturas se puede decir que la marca de fábrica del grupo se halla en el contrapeso entre el bajón del bajón y la belleza del amanecer (con o sin autopistas). No por nada Manza entona que “la cura y el dolor/ son caras de la misma suerte”. Otra vez la suerte, una temática recurrente que esta vuelta aparece al menos en la superficie de tres canciones (las otras son “La llave de los días mejores” y su “nada sucede al azar” y “Una hoja en blanco”, donde se asevera que la buena suerte es “saber dónde pisar”); siempre la noche, su flagrante decadencia y su fugacidad. Ése es el terreno donde Valle de Muñecas sabe moverse a sus anchas (insistimos: chequeen “Las cosas perdidas” e “Insomnio”, una gema compuesta hace años por Lulo).

“Más guitarrero pero menos rockero”, dicen ellos mismos más arriba y puede que sea cierto, por el agregado, aunque sean detalles, de algunos timbres poco usuales en su sonido -el glockenspiel- y un pulso de rock que sin embargo no invita al pogo. Parece haber más aire que el habitual (“A un lado”, “Reinvención”) y así la vedette melodía se eleva por sobre el resto: destaca como nunca el trabajo del dúo de guitarras, con Blanco en un rol marcadamente shoegazer dando el golpe tronador, el ruido que de tan fuerte astilla el cristal; y Manza en su eminencia rítmica, chingui-chigui que algunos guitarristas de rock olvidan para siempre o prefieren no aprender nunca. El cruce de mundos es notable en, por ejemplo, “Una hoja en blanco”, con un duelo digno de la dupla de Television, Verlaine–Lloyd: tan frenético como la canción, que desaparece en lo que un chasquido de dedos. Mariano y Lulo también hacen un laburo fino que pone en manifiesto ese trabajo previo a la grabación: los huecos serán de ellos y el protagonismo a la hora de apretar el switch en una canción tendrá que ver con lo que ambos hagan (limpios y al frente en “La cura…”, sigilosos a la espera del ataque con el cuchillo en la mano en “El final de las primaveras”, el cierre del álbum).

Pero volvamos a lo nuestro. Fernando opinó sobre los discos “largos” y no deja otra opción que preguntarles, entonces, por qué el año pasado reeditaron sus dos primeros álbumes (Días de suerte, de 2005, y Folk, de 2007) en una versión doble. Según Manza, esa era una idea que había surgido al momento de publicarse Folk: “Inicialmente Folk iba a ser varios EP relativos a Días de suerte. Pero por un tema de costos terminó siendo un disco, en el que el arte gráfico tenía referencias a Días de suerte e incluso había temas en común. Desde el momento en que salió pensamos que si alguna vez se reeditaban, era juntos”. “Aparte se da que es justo una etapa de la banda, con el otro guitarrista”, agrega Fernando. Y vuelve a dejárnosla picando para rebobinar casi hasta el comienzo del cuarteto.

¿Podría dividirse la historia de la banda justo en dos? Esos dos discos marcan una etapa y estos dos últimos, otra.
FB:Sí, aunque Mariano entró cuando apenas salía Días de suerte.
ME:Mariano entró el día que salió Días de suerte (risas).
MLG: A la semana de ensayo me dicen “tenemos un show en La Plata, ¿venís?”. ¡Y toqué todo un disco grabado por otro bajista!
LE: Es loco porque él tiene mucho más que ver, incluso, con la idea original que tiene la banda, todo ese bagaje pospunk.
ME: En ese momento había una idea de algo más rockero, uno siempre se mueve por reacción a lo que hizo antes. Días de suerte fue sacarme las ganas de todas las cosas que no había podido hacer en Menos que Cero, ese pulso más stone y pesado. Después se estabilizó la cosa.
MLG:Si volvemos a hablar del tiempo que le lleva a una canción llegar al disco, cuando me llamaron ellos, saco todo Días de suerte, voy a ensayar y me dicen “estamos probando este tema”. Manza tiró un riff, Lulo un beat de batería, yo hice un arreglo ese mismo día… ¡Y eso después fue “Gotas en la frente”! Todo esto que cuento fue en 2005. Pero cuando volví a tocarlo hice el mismo arreglo (la canción se editó recién en 2011).
LE:¡Por eso te contratamos! (Risas).
MLG: Son cosas que van rondando y ahí ves como cambia todo con la acción: cuando vino Fer fue un cambio rotundo. Cuando salí a tocar Días de suerte también, porque uno no toca lo mismo que otro ni aunque lo intente. Siempre está tu oído de por medio y la impronta que le das termina siendo distinta.


EL ROCK INDIE Y LAS ETIQUETAS: SER O NO SER
Una simple pregunta -¿cómo se llevan con la etiqueta de indie?- lleva la charla hacia lo difícil que les resulta convivir con los formulismos de la prensa especializada. Aunque los años parecen haberles enseñado que es mejor no descartar los rótulos, estos no gustan demasiado. Manza recoge el guante y todos se van a sumar al debate: “Lo primero que hay que aclarar es que para mí son cosas distintas lo independiente y lo indie pero, más allá de eso, lo que me parece que está mal es relacionar lo independiente o indie como algo que es para pocos y de culto. Son etiquetas que necesita la gente para hacer una nota, para vender algo o para consumir. Uno hace la música que tiene ganas de hacer y listo: nosotros no nos vamos a poner nunca una etiqueta porque no estamos cómodos con ninguna. Y al mismo tiempo si alguien nos pone una etiqueta, qué sé yo… ya aprendí: con los años, me pusieron 28 etiquetas, renegué de ellas y me di cuenta de que es ridículo”. Fernando coincide: “Renegar de las etiquetas termina alejando a la gente en vez de acercarla”.

ME:¡Claro! Una vez estuve toda una nota tratando de desestimar la propuesta del periodista de etiquetarnos de determinada manera. Y cuando el tipo escribió la nota, más allá de que puso cosas que yo dije, ¡mantuvo eso de lo que me quería convencer!

Algo así como el sketch de Capusotto, “Vas a decir lo que necesito que digas”.
ME: Yo leía la nota y pensaba “qué hijo de puta”, pero unos años después volví a leerla y me dije “qué boludo, todo el tiempo tratando de contradecir al tipo que vino a hacerme una nota, ¿para qué?”. Él ya venía con la idea de hacer esa nota. Y uno, como se mueve siempre por reacción, quiere demostrar que hay mucho más, que tenemos un montón de música escuchada y por eso no queremos quedar pegado a una etiqueta. Pero tratando de negar lo que me decía ese periodista me perdí decir cosas mucho más interesantes. Así que ya no me molesta que digan que somos independientes, porque lo somos, y tampoco que digan que somos indies. Si agarrás la historia de lo que se cataloga como indie rock, nosotros seríamos una banda de indie rock. ¡Y creo que este es el disco más indie que hicimos en nuestra historia! (Risas).
LE:Igual hay muchos indies, hay un indie más desajustado y a ese indie no le gusta Valle de Muñecas.
MLG:El pulso nuestro no sé si es indie.
ME:La palabra indie es como la palabra rock, cada uno hace lo que quiere. Pero pedirle al indie que sea independiente es ridículo, es como pedirle al blues que sea siempre triste (risas). Es un tipo de música con el que yo crecí y me siento identificado, toda la cultura que baja de los Smiths en Inglaterra y de R.E.M. en Estados Unidos. Lo que vino a partir de eso se llama indie rock, no tiene otro nombre en el mundo. Pasa que acá cada uno dice indie rock y se imagina lo que se quiere imaginar. Con el rock pasa lo mismo: pará una vieja en la calle, preguntale qué es rock y mostrale Joy Division. Para mucha gente el rock es sólo AC/DC.

El costado pappista del rock argentino.
FB: Acá durante mucho tiempo rock era Creedence y Johnny Rivers (risas).
LE: ¡Eso porque vos sos del Oeste! (Más risas).
FB: Igual, si a mí me preguntan qué hacemos digo “rock”. Si preguntan “pero ¿rock cómo?”. “Bueno, escuchalo” (risas). Si la persona tiene sesenta años, le decís “Elvis Presley más fuerte”.
MLG: Al final lo que habla es la música. Decís rock y hay gente que se imagina algo mucho más pesado. También depende de cuánta música haya escuchado esa persona.
FB: (Imita) “Ah, ¡pero estaban buenas las canciones!” (risas).
ME: Tenemos dos definiciones históricas de nuestra música. Una la dio Lulo una vez que nos subimos a un micro (se ríe y no puede continuar con la anécdota). El chofer preguntó qué música hacíamos y le dijimos rock. Volvió a preguntar “pero ¿qué rock?” y Lulo le dijo “rock bueno” (risas). Y la otra fue una vez que tocamos en Goya, en un festival. Había un presentador, como si fuese Julio Mahárbiz, todo de traje. Antes de subir al escenario te preguntaba un par de cosas, entre ellas “qué música hacen”. Y otra vez lo mismo: “rock”, “pero ¿qué rock?”. “No sé, rock, a secas”, le digo. Entonces, sube el tipo al escenario mientras nosotros terminábamos de armar y empieza (imita una voz épica): “Ellos son Fernando, Lulo, Mariano y Manza, se llaman Valle de Muñecas, hacen… ¡rock a secas!” (carcajadas).
LE: El tipo era un remador de la palabra, en los quince minutos que había entre banda y banda hablaba todo el tiempo. No es que ponían música y él sólo te presentaba. De Bicicletas tiró “la banda que viene pedaleando” (risas).

Pero ¿quién había organizado ese festival?
MLG:¡La Municipalidad de Goya! Fue todo surrealista. Tomamos un micro, todos arriba: Los Pakidermos, Bicicletas, Superlasciva y nosotros. Había un mozo, que sacó vino, champagne.
FB: Nos cagamos de calor terriblemente, 35 grados a la sombra, pero estuvo buenísimo.
LE: Y al otro día tocamos en Bella Vista, en la playa. Mariano y Fernando se habían ido, entonces Manza y yo hicimos un dúo, Lulo Viaja en Bondi con Manzana (risas).
ME: El show era a las cuatro de la tarde en la playa. Hacía 44 grados. No podías agarrar los pedales porque eran como una olla de agua hirviendo. El escenario miraba al río y tocábamos para un montón de cabecitas, ¡gente que estaba metida hasta acá adentro del río! (Risas).

¿Cuándo sacan un disco, se plantean sí o sí tocar por todo el país?
ME: Es algo natural. Tratamos de generar la situación nosotros, porque cuando sacás un disco empiezan a salir los comentarios en distintos lugares, entonces estás en boca de la gente que escucha rock y hay que aprovechar esos momentos para salir a tocar lo más posible, sobre todo a lugares fuera de Capital. Tratamos de volver a donde ya fuimos, porque de a poco se va construyendo algo y el que ya te vio quizá vuelve, le avisa al hermanito menor (risas).

¿Se ve un crecimiento?
ME: Es mínimo, son laburos a largo plazo. Pasa con todas las bandas que van a tocar mucho al interior; ahora Pez, en su momento El Otro Yo. Fueron a tocar mucho y por ahí no es que les iba bárbaro pero se genera algo.
FB: Y es un público mucho más fiel que el de Buenos Aires.
ME: También porque es un público, de alguna manera, más chico. La gente que quiere ir a ver bandas es gente que quiere ir a ver bandas, no es que tiene dieciocho grupos por fin de semana para elegir. Entonces el tipo que te va a ver a vos, al día siguiente va a ver a Almafuerte.
LE: Igual, en realidad, tratamos de ir siempre a tocar por todo el país.
ME: Lo que pasa también es que este último año, pensábamos “no vamos a quemar un show en Neuquén ahora, que podemos ir dentro de poco cuando salga el disco”.
FB: Capaz la gente ve “Valle de Muñecas”, googlea y le salta lo mucho o lo poco que salió del disco que estás por tocar.

¿Y qué otras expectativas se traza una banda como ustedes cuando saca un disco?
ME: Y… llenar un Luna Park (risas).

Por supuesto me refiero más a si se fijan en la recepción de la crítica o la gente; o si fabrican cierta cantidad de copias de un disco y esperan venderlas todas (risas).
ME: No hay objetivos de ese tipo, obviamente para uno siempre es mejor que a la gente le guste el disco y tener buenas críticas, pero no es la razón por la que hacemos las cosas. Yendo por ese lado, lo que esperamos es un poco lo mismo que esperábamos con el disco anterior: subir un par de escalones más de donde estábamos. Si ahora estamos haciendo un show “importante” por año, lograr hacer dos shows así y que estén a full de gente. Eso lo fuimos logrando, antes de La autopista… no lo podíamos hacer.
LE: El objetivo siempre termina siendo el mismo: que gire la rueda. Que haya una continuidad de shows y de cosas para hacer con la banda. Tocar mucho, que eso nos lleve a grabar y volver a salir a tocar. Y en el medio hacer algo lindo. Por ejemplo, filmar un video. Ahora hicimos el de “La cura y el dolor” en Carlos Keen.
ME: Queríamos tocar en una especie de bosque.
FB: El video lo hicieron Emiliano Cativa y Federico Pérez Losada y vamos a editarlo juntos. Hoy, casualmente, estuve viendo el material. Está bueno haberlo filmado ahí para salir un poco de que Valle de Muñecas es una banda urbana, de ciudad.
LE: Igual a mí esa me cabe.
MLG:¡Es que somos urbanos! ¡Se nos acercaban las vacas por la música! (Risas).
ME: Cuando arrancamos el tema, que dura tres minutos y pico, las vacas estaban lejos. Pero de pronto, en el medio de la canción, las teníamos acá al lado.
FB: Pensábamos que venían por la comida, pero me parece que al final venían por la música.
ME: Claro, ¡si de comida no había una mierda! (Risas).

“Los músicos siempre pensamos que nuestro último disco es el mejor del mundo. Es indescriptible la sensación de tener un disco a punto de salir. La ansiedad de que el resto del mundo conozca eso en lo que uno estuvo tan metido durante la semana, los dos meses o los tres años que duró la grabación. La satisfacción de que sea como lo imaginabas. También el recuperar todas las otras cosas de tu vida que dejaste de lado en algún momento (generalmente el final) del proceso. Y poder pensar en otra cosa además del disco. Hemos pasado tanto tiempo con esas canciones. Les dimos forma, las mimamos, las detestamos, las rescatamos del tacho de basura y las volvimos a amar. Las que suponíamos no lo iban a lograr se convirtieron en nuestras preferidas, y nuestros supuestos hits quedaron en el camino. Así que tenemos mil razones para pensar que nuestro último disco es el mejor del mundo. Con el tiempo las cosas se ponen en su lugar, uno toma distancia y separa la paja del trigo. Pero ese momento ahora a mí no me importa. Porque estamos por editar el mejor disco del mundo”, escribió Manza en su perfil de Facebook el día que, al fin, terminaron el proceso de grabación y mezcla del álbum. Parece emoción, también debe ser la satisfacción de haber producido algo con este calibre de belleza.


[Publicado el 30 marzo de 2016 en Rock Salta. Fotos por Victoria Schwindt]

Pels: forma y fondo

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Esta charla sucedió hace tiempo, allá por febrero. Tres de los cinco integrantes de Pels, un grupo hermoso que tiene apenas dos discos de estudio pero un largo recorrido hecho desde su San Isidro natal, me recibieron en los Estudios NN: los hermanos Tingo (voz y guitarra) y Nacho Zucal (teclados y coros); el guitarrista y dueño del estudio Francisco Stuart Milne. Hacía un calor infernal que se combatió con cerveza y un anecdotario frondoso que abarca casi toda su vida musical y familiar. Salió sin querer, pero así suceden las charlas cuando fluyen.

Pels tiene dos discos oficiales -Ugo y Gospels, pequeñas obras maestras, de una- y un simple de dos canciones, Nancy y Julio, de tal tenor e importancia en su historia que podría considerárselo un álbum más. Pero hay otra historia a la que algunos llegamos tarde y se encuentra en los ¿discos? Disctorsión (2003) y Aquí están los Pels! (2006); y en Texas Manolo (2004), registro que Tingo se negó rotundamente a convidar ("hasta Disctorsión me estiro"). Alguna vez, los dos primeros estuvieron colgados en su extinto sitio web, ahora se puede encontrar Aquí están los Pels! en Deezer y Spotify. Manolo quedó afuera en primera ronda, pobre.

Hay un post fantástico en Taringa! -hecho por ellos, claro- en el que se presentan como "Los verdaderos Pels". La reafirmación, necesaria, viene a cuento de aquel novelón que protagonizaba Mike Amigorena, "Los exitosos Pells", aparecido entremedio de su incipiente existencia. Ahí describen, en poquísimas palabras, sus primeras grabaciones:
Disctorsión: "Grabado y mezclado gratis por estudiantes del curso de grabación nivel principiantes de TECSON.
Masterizado por Frank Black".
AELP: "Grabado en forma casera con el Adobe Audition".

También se pueden encontrar algunas -hermosas- canciones sueltas en YouTube, como "Autos voladores", que tiene su portada de single y todo, y "Me amanece", una rareza total en su repertorio, incluida en el compilado También dormimos.

De aquel período de prueba y error surgió parte del material que conformaría Ugo, el resumen -más prolijo o profesional que sus antecesores- de tiempos algo caóticos e indies. (Hoy, quizá, no harían una canción que se llame "La concha tuya"). Esa etiqueta no le sienta bien a la actualidad de Pels, ni al sonido ni a la actitud del grupo.

¿Por qué no comparten al mundo las primeras dos grabaciones? Después Texas Manolo, hubo una cirugía que cambió la voz de Tingo. En fin, que empiecen a hablar ellos de una buena vez:

Tingo Zucal: Una cosa que no te dije es que son discos pre-operación de amígdalas. Y mi voz, además de menos experta ,era obstruida por dos bolas de carne de un cuarto de libra cada una. Por eso no difundo los primeros dos discos.

¿Tan grandes eran?
TZ: La expresión "con los huevos en la garganta" la inventé yo (risas). Sí, en serio, eran gigantes. Cuando me las saqué fue como empezar a cantar de cero. Un cuarto de libra cada una, 150 gramos.

***

Y es cierto que en Disctorsión Pels era otra banda. La voz de Agustín era muy (muy) distinta y las referencias sonoras algo más evidentes y direccionadas a una época, los entonces cercanos '90. Sin embargo, tanto Disctorsión como Aquí están los Pels! -ya con la voz nueva- son eslabones necesarios para comprender la historia global del grupo: cada paso fue un salto al vacío y la posterior caída pisó suelo firme. Ojalá algún día se arrepientan y cierren el círculo para el público también.

Pero volvamos a lo que vendrá, ya habrá tiempo de cambiar futuro por pasado... Aunque Gospels tenga menos de un año, el quinteto se dispone a preparar un nuevo álbum y que no pasen otra vez ¡seis! años entre un disco y su sucesor (con el puente de Nancy y Julio, claro).
Largamos la charla por ahí.

GOSPELS, LOS TIEMPOS Y DESPUÉS
Ustedes tocan hace mucho y sólo tienen dos discos. ¿Por qué?
TZ: Justo el otro día estaba escuchando Aquí están los Pels!, un disco que grabamos en la casa de Mauma [Alejandro Ahumada, exintegrante del grupo].
Francisco Stuart Milne:Aquí están los Pels!... (Ríe). Yo escuché algunas cosas en el auto de Diego [Collins, el bajista], nada más.
TZ: Tiene seis temas, están bárbaros, y fueron grabados con una Soundblaster y un micrófono choto. Ahí hay otras versiones de “Hurón” y “Capital Federal”, “Hombre rana”, “Diafragma”, que es un tema lindísimo, no sabés lo bien que está grabado; y “Egoísta”, un tema de Mauma. Y sí, grabar acá está buenísimo pero también es algo faraónico porque como es tan accesible nunca lo terminás.
FM: Es una comodidad peligrosa...
Nacho Zucal: El límite lo pone la familia, te llama y te dice “che, volvé, ¡volvé!” (risas).
TZ: Panchi está arengando la idea de ir a grabar a ION, un disco un poco más facilongo, más despojado, canciones parte A-parte B, estribillitos. Y ya están todas esas canciones, hay de más. Yo ahora estoy laburando con una lista de 25 temas.

¿Hay mucho en ese cajón?
NZ: Hay que tener un backup, siempre.
TZ: Muchos temas estaban entre los 25 potables para Gospels. Al final dijimos “bueno, saquemos todo este tipo de temas, dejemos estos”. Y ahora quedaron ahí, de remanente, los sumamos a unos más nuevos y algunos viejos y tenemos el disco. Antes de ayer empecé a demear en casa, a hacer las estructuras y grabar la música.

¿Cómo te grabás, con la viola, solo?
TZ: Depende. Ahora estoy trabajando con un programa de secuencias y hago la estructura de baterías y de bajo, como para sacar una foto de la estructura. Y después, de ahí, empezamos a laburarlos. Es hacer un esqueleto... primal.

¿Siempre es así el laburo, vos llevás las canciones?
FM: En Gospels casi no hubo esqueletos. Andá a traerle un esqueleto a Margas... [Marcos Fernández Moujan, el baterista] Lo que no había era demos con batería y bajo, estaba la idea, la melodía.
TZ: Una melodía con dos acordes, “Los diablos” (tararea la estrofa). Y acá se fue armando.
NZ: Sí, u “11:11”, que históricamente fue una zapada.
TZ: Estaba la parte A, la parte B y la parte C, pero no cómo priorizar esas partes. Eso se arma y estuvimos casi dos años armando el disco. Lo que pasa es que tampoco había letras.

Es mucho tiempo e imagino que muchos cambios.
TZ: Nos frustramos como veinte veces, porque dijimos “bueno, en agosto lo tenemos”, después “bueno, en noviembre”, después en febrero... Pero cuando entramos a grabarlos, los temas ya estaban. Lo que nos llevó mucho tiempo fueron las guitarras, hay un trabajo de guitarras bastante dedicado. Entre que componíamos el arreglo, lo grabábamos y nos gustaba...
FM: Es que no había nada. Estaba la canción, y era mucho diálogo de guitarras, de decirnos “yo toco esto y vos acá vas a tener que hacer algo en el medio”. No estaba la respuesta, era como un laburo de ajedrez.
TZ: Y además era difícil porque en mi caso, yo tengo que poder tocar y cantar, es un desafío.
FM: Pero vos tocás, vos hacés arreglos, punteítos...
TZ: Sí, sí, me cuesta mucho, no me sale tan fácil. O sea, me es natural hacer un arreglo en guitarra y me es natural cantarlo, ahora, hacer las dos cosas al mismo tiempo... no tengo la escuela que tiene él (señala a Panchi).

¿Tuviste que practicar mucho los temas para el vivo? 
TZ: Sí, además tengo que hacer cosas a mi altura, a mi medida. Puedo tener una idea bárbara pero después no la puedo tocar. Él toca cualquier cosa, es un excelso pianista.

Imagino que estar todo el día acá adentro también te lleva a tocar los instrumentos para probar ciertas cosas.
FM: Más o menos, porque mientras más estás acá, menos tocás. Estás metido en la música del otro, te entra por otro lado. Lo que sé técnicamente de los instrumentos lo aprendí antes de hacer esto; cuando empecé a hacer esto aprendí otras cosas. Estar todo el tiempo con gente que está pensando arreglos y ver cómo los solucionan te trabaja la cabeza para arreglar y para ver cómo funcionan otras músicas, pero dejás de tocar un montón. Es muy mental, ves y escuchás mucho. Te cambia después para tocar, tenés ideas nuevas.
TZ: Te da mucho temple, saber hasta dónde llegar.
FM: Y el oficio de saber solucionar un problema rápido, por ahí no de la manera más creativa, más original, pero decir “acá hay un arreglo, toca esto, esto otro y va a funcionar”. Que a veces es necesario, no todo es inspiración, hay momentos donde hay que cumplir. Y eso se hace.



Más después de dos años de estar a prueba y error...
TZ: El disco lo sacamos en 2015 y Nancy y Julio en 2012, pero no es que en todo ese tiempo estábamos al pedo o no nos juntábamos. También es verdad que se fue un baterista.

Y Nancy y Julio sólo son dos canciones.
NZ: Pero tardamos un año en hacerlo (risas). 2013 fue como el año parado de Pels.
FM: Ahí había problemas de agenda también.
TZ: Sí, y nosotros dos nos metimos a tocar en La Perla Irregular [Nacho y Tingo son miembros estables de LPI]. Fuimos de viaje a Colombia y demás.
NZ: Yo volví de Colombia y me enteré que iba a nacer Ramón (señala a su pequeño hijo, que nos acompaña muy atento).

¿Cerraban los tiempos, no? (Risas)
NZ:¡Más o menos! (Más risas).
TZ: Ésta es la edad de Colombia.
NZ: La de Ramón más nueve meses.

UNA HISTORIA FAMILIAR
¿Sos el único padre de la banda?
NZ: No, Tingo también tiene.
TZ: Yo tengo hijos adolescentes, porque tuve hijos de muy pendejo, a los veinte. Tengo hijos de 17 y 15, músicos los pibes.

Digamos que tus hijos son más viejos que los Pels.
TZ: Claro, los Pels se formaron... Mirá, mi mujer quedó embarazada cuando teníamos 20 años; nos fuimos a vivir a La Rioja, familia, qué sé yo. Y cuando volví acá en el 2003, me reuní con mis amigos de la adolescencia. Yo tenía una banda, otros otra, nos juntamos y de ahí se armó Pels [inicialmente P.e.l.s.: Primero Están Los Segundos]. Ugo fue en 2009, en el medio pasaron años de grabar caseramente, tocar y qué sé yo.

En el medio hubo varias formaciones.
TZ: Sí, siempre desfilaron bateristas, el clásico fue ese, que desfilaran bateristas. Y ¿cómo lo solucionamos? El guitarrista histórico, Mauma, dejó la guitarra y empezó a tocar la batería; y nos convertimos en un trío. Yo tocaba la guitarra y cantaba, Diego en el bajo y Mauma en batería. Se puso con la batería y tocaba bárbaro, simple.

¿Eso cuándo fue?
TZ: En Ugo las baterías están tocadas por Mauma, arrancó un poco antes. ¡Y él grabó guitarras también! En Nancy y Julio también es el baterista.
NZ: En 2007 habrá sido, creo. Pero pará, ¿en Ugo grabó guitarras?
TZ: Hay muchas guitarras mías pero también muchos arreglos de Mauma.
FM: Yo pensé que había grabado Roleska [Matías Lascano]
TZ:Roleska también, pero Mauma grabó mucho, te diría que más de la mitad de las canciones tienen arreglos de él. Roleska era un guitarrista que pertenecía a otra banda, Toxipol. Y después, ¿cómo fue que nos fuimos cruzando con Panchi?

Pará. En Ugo, entonces, ¿eran un trío con uno de ustedes cumpliendo una doble función, más un invitado? ¡Un falso cuarteto!
TZ: Algo así, estaba Roleska entrando a la banda. No duró mucho, fue una linda época con él pero estuvo muy poquito. Y había teclados... él (señala a Nacho) vivía en La Rioja, todavía no estaba en la banda.

Ah, ¿la mudanza a La Rioja fue de toda la familia?
NZ: Nuestros viejos se mudaron para allá hace 20 años y, en distintas circunstancias, todos los hermanos vivimos en La Rioja. El Tingo ya fue con los hijos, yo tenía 10 años...
TZ: Me fui con uno y mi hija más chica ya nació allá. Él es 10 años menor que yo, entonces se fue de chiquitito. En Ugo, la tecladista era Paz Villahoz, que tocaba en Nikita Nipone también. Para Nancy y Julio vos estabas acá.
NZ: Sí, claro, yo vine para cuando salió Ugo.

Y... ¿la limpiaste rápido a Paz? (Muchas risas).
NZ: A Paz y a [MatíasGalindez.
TZ: ¡Ah, Galindez también se fue! Bueno, después conocimos a Pablo [Vidal] y La Perla e hicimos juntos Nancy y Julio. Ahí Mauma ya se había ido, pero igual estuvo. O sea, nos anunció que se iba pero como ya estábamos por grabar eso, le dijimos “che, ¿grabás?”.
FM:No, no fue exactamente así. Yo me acuerdo porque me fui con Nancy y Julio grabado a Córdoba, a trabajar con los [Un Día Perfecto Para ElPez Banana y ya habiendo grabado el disco ese. Volviendo de allá, ustedes me llamaron por teléfono y me dijeron que Mauma se iba.
TZ: Bueno, ahí está. Nancy y Julio fue como la retirada de Mauma.

¿Y vos entraste ahí, Panchi? 
FM: Entré ahí, grabé en Nancy y Julio, se grabó acá y toqué algunas guitarras.
NZ: Panchi entró cuando se fue Roleska, más o menos en 2011. Un año antes de grabar Nancy y Julio.

Nancy y Julio fue un quiebre, aunque fueran solo dos canciones.
TZ: Sí. Antes era un estilo más... obtuso, una música más enfocada. Y ahí fue “hagamos cualquier cosa”: violines, clarinetes y qué sé yo. Gospels fue un poco de los dos, un resumen de todos esos años.
FM: El bajo violín, el Höfner, quedó de ahí, es eso. Y Margas tocando la batería tiene ese estilo sesentas.

Él fue la última incorporación.
TZ: Sí, fue el último en entrar. Hubo un baterista, Pablo Valle, cuando ya estaba Panchi y Mauma se había ido. Él nos ayudó un poco a componer algunos de los temas de Gospels. Estuvo en ese bache que hubo en vivo.
NZ: Entre Mauma y Margas, en la batería.
TZ: Y bueno, cuando se fue Pablo entró el Flaco. Ya veníamos tocando en La Perla, era de San Isidro, le copaba Pels... “boludo, dale, vení y tocá, ya fue”.
FM: Aparte es un espectáculo, un baterista increíble, tremendo. Nadie toca así.
TZ: Es como Keith Moon.
FM: Ni siquiera, tiene eso pero como algo que es de él, cuando dice que toca calipso... te dice “acá entró un calipso”.
NZ: Juega con el tempo de las canciones, frena partes, las acelera.

Es un baterista que hace un uso del silencio poco habitual.
FM: Él toca así, sí, es indomable. Mucha dinámica.
TZ: Sí, deja vacíos, sobre todo en La Perla se ve eso, en América es increíble. Te da la sensación de que tenés una banda diferente, que tu banda es diferente si tenés ese baterista.



EL INDIE Y GOSPELS
La banda terminó de cerrar con la incorporaciones de Panchi y Margas, ¿no?
TZ: Con él (señala a Panchi) pudimos llevar Pels a otro lado. Si no hubiera sido siempre como ese estilo, para mí, muy... ¿shoegaze se llama cuando te mirás los pies? Muy para adentro, muy tímido.
NZ: Nunca indie en el peor de los aspectos (ríe).
TZ: Es que es una música acomplejada, ¿viste? Lo bueno a lo que llegamos con Gospels es la cosa extrovertida, de decir voy a hacer un tema como “Viva la pepa”, me chupa un huevo todo, ¿entendés? Todo, realmente. Cantar en falsete, hacer base de rock and roll...
FM: Esa cosa indie de que todo tiene que ser tímido y solemne. Yo escuché mucho esa música pero también llega un punto en que te aburrís, y es muy limitado lo que hay.
NZ: Aparte ya pasó esa época, ¡estamos en 2016! Ponele que hubo un renacer a principios de los 2000, pero ya está, pasaron 15 años.
TZ: ¡Eso viene de Jesus and Mary Chain, de Psychocandy!

Está evidenciado en el sonido del disco que evitan esa tendencia.
TZ: Sí, sí, sí. Hay algunas críticas que dicen que es un disco muy clásico, pero eso es muy loco, porque ese clasicismo en realidad para mí habla de algo más liberado que conservador.

Lo puedo llegar a entender, pero me parece que ese sonido es el punto de partida, no el final.
FM: Es que realmente se va a la mierda, se va de eso. Quizá hay algún tema que es más derechito...

Casi no hay temas con parte A y B, hay un desarrollo formal que evita esas estructuras. Pienso y se me ocurren “Dormiría” y “El tren de la juventud”. Y no es que “Dormiría” sea un tema cuadrado y convencional.
TZ: No es un standard.
NZ: Es lo más raro del disco para mí, y no por el hecho de que tenga coros.
TZ: Aparte no tiene guitarras. Una sensación que teníamos todos cuando hicimos el disco era “qué jodido que va a estar”, porque si bien nos copa a todos, es un disco que... no quiero caer en la obviedad de decir que no es fácil pero que no... (Se toma unos segundos). Eso que decís, no tiene cosas resueltas, no define nada. Abre todo el tiempo, son signos de pregunta constantes. Y eso me parece que es súper rico, o por lo menos nos deja conformes. Haber hecho algo que te hace preguntarte tantas cosas está buenísimo.
FM: Era lo que se podía y lo que había que hacer ahí, en ese momento había que hacer eso. No sé si ahora haríamos lo mismo.

Parece que el disco tuviera un hilo narrativo, ¿es así? ¿Cómo fue ese momento de ordenar las canciones? 
FM: Fue lo más difícil. Hubo mails y contramails...
NZ: Hay unas fórmulas hechas en Excel. Diego, el bajista, es un tipo muy minucioso, muy lógico. Entonces empezó a generar documentación (risas). Había una propuesta de una lista, de un orden, entonces la plantaba en un Excel y al lado salía la contrapropuesta de eso.

Y ¿cada lista y contralista estaba explicada?
FM: Era difícil porque había muchas maneras de leer el disco. Y en el momento que vos presentás y ponés el orden de los temas, decís “esto es el disco” en los primeros seis temas.
NZ: Y todas esas lecturas eran verdaderas. Los órdenes que no quedaron estaban buenos también.
FM: Yo tenía una pero me bajaron la caña (risas).
TZ: Vos disparaste la lista negra que fue la que quedó o casi.
FM: Ellos compraron y después fui en contra de lo que yo mismo había armado, que es algo que hago todo el tiempo. Me puse las pilas y empecé a hacer otra lista y a empujar por esa pero al final terminó reinando la lista original. Hoy creo que es mejor que la otra.
TZ: Yo tenía la idea fija de que “11:11” tenía que ser el primero. Era jodido porque son siete minutos.
NZ:¿Se acuerdan que antes de empezar a grabar estábamos convencidos de que empezaba con-- (tararea)?
TZ: ¡Con un tema que no está!
FM: Para este disco hubo una cantidad de ideas... se habló de un disco negro y un disco rosa.

¿Cómo era eso?
TZ: Los temas más poperos en el disco rosa y los otros al negro. Gospels es la parte negra, la idea era que salieran los dos juntos. De hecho, me lo llegué a plantear para este próximo disco pero no, es obvio que no vamos a hacer un disco doble (risas).

Gospels era el negro y el diseñador se los hizo rosa, ¡los cagó! (Risas).
TZ: ¡Y no dijimos nada encima!
NZ: Eran el dark y uno más primaveral.
TZ: Es medio bipolar el fruto de Pels porque hay toda una camada de temas re oscuro, o no sé si oscuros, más enigmáticos...
FM: No, bastante oscuros. “Deconstrucción de un castillo” es la muerte (risas). Pero es buenísimo.
TZ: Y hay otro aspecto que son los temas más divertidos para tocar en vivo y los tocamos mucho. Temas más fáciles, qué sé yo. Ahora estoy partiendo de una base de temas así, muy entradores, muy pegadizos, pero haciendo el esfuerzo por oscurecerlos, ya sea en las letras o en algún arreglo musical.

Pero ¿por qué querés oscurecerlos? Es como lo que hizo él con la lista, proponerlo primero y luego querer destruirlo.
FM: Es que de eso se trata todo.
TZ: Una tensión, siempre tiene que haber una tensión.

¿Y eso es una consecuencia de Gospels, querer oscurecerlos?
TZ: Quisiera llevarlos a un punto en que sean originales, y para eso... si los dejo como están, podría ser un tema grabado por Coti (risas).
FM: Bueno, no sé si tanto, pero ponele. Un Coti en un buen momento.
TZ: Necesitan una vuelta de tuerca... cuando tenga algo te voy a mandar. Pero a nivel efecto rápido, va a ser mucho más entrador éste de ahora que Gospels, eso sin duda. No le vas a recomendar a nadie que la quiera pegar que haga Gospels.

[Fotos gentileza Martín Santoro y Pels]

Aquí vuelven los Pels

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Se  hizo esperar unos días pero aquí está la segunda parte de la charla con Tingo ZucalNacho Zucal y Francisco Stuart Milne, 3/5 de Pels, en los Estudios NN. La cosa en esta segunda vuelta desanda un temario que va desde las anécdotas antológicas de la dupla de hermanos en sus presentaciones previas a Pels hasta lo que será el próximo material del grupo. Y también, un estreno: The Family Members, desprendimiento del quinteto que, como bien anuncia el nombre, cierra en familia.

Pero retomamos la charla con una revelación de Tingo a su compañero Francisco, que ni enterado estaba de algunas novedades que revela el horizonte cercano (si se perdieron la primera parte, retomen por aquí):

Tingo Zucal: En el disco nuevo hay una composición de Diego [Collins, el bajista del grupo], ¿sabías, Panchi?
Francisco Stuart Milne:¡No! (Sorprendido).

¿Va a estar en el disco?
TZ: Siii.

¡Y él no lo sabía, que es parte de la banda!
TZ: Se cae de maduro porque es un tema histórico que compuso Diego, está totalmente cerrado, tiene cuatro partes, letra escrita.
FM: ¿La escribió Diego?
TZ: No, no.
FM: La escribiste vos. Si Diego hubiese escrito la letra, me moría. ¡Lo que puede llegar a escribir Diego! (Risas).
TZ: Y hay un tema de Ignacio, iba a haber dos pero uno se va para La Perla Irregular. Hay conflicto de intereses con La Perla.
Nacho Zucal: Hubo litigio (risas).
TZ: Eso también va a estar bueno. Por lo cual, también te quería proponer, Panchi, que si te quedó un tema tuyo...
FM: Ya hay muchos temas, yo quiero tocar la guitarra (risas).

¿Te quiere empujar a componer?
FM: Sí, sí, sí.
TZ:Él compone.
FM: Pero no, mi mente es Pels es de guitarrista e ingeniero.
TZ: Igual viste que cada integrante pone su cuota palpable.

(ALGO MÁS SOBRE) EL SUCESOR DE GOSPELS
Encontraron una formación fuerte. Inclusive ver que cantan tres, precisamente ustedes tres.
FM: Eso está buenísimo, me encanta.
TZ: Son todos cantantes, cualquiera podría cantar en una banda. Eso es fundamental.

¿Cederías la primera voz en algún tema de ser necesario?
TZ: Sí, sí, siempre quise hacerlo. Pero hay algo que es muy ley, y es que generalmente canta la canción el que la hizo. Es jodido que alguien te cante una canción, tiene que ser un intérprete, que acá nadie lo es. La composición tuya (señala a Nacho) la vas a cantar vos, si Panchi mete una, también.

¿Ya está la lista tentativa?
TZ: Sí, sí. Este disco nos gustaría hacerlo rápido.

Si mantienen el promedio debería salir en 2020 (risas).
TZ:¡Ojalá que no! Juntamos unos mangos, vamos a ION, grabamos el disco en vivo...
FM: Y te vas con el 70% del disco hecho.
TZ: Es más, me gustaría grabar las voces en vivo, si hay que hacer overdubs que sean de otra cosa, no de voz.
FM:ION es ideal para eso, además el espíritu del estudio es una cosa muy contagiosa. Yo fui con varios proyectos, a laburar también, y está bárbaro. Para mí es el mejor estudio del país.
TZ: Además, yo tengo ganas de tocar la guitarra acústica únicamente. Un poco para poder hacer la toma de voz en simultáneo con la acústica.
FM: Es más laburo previo de todo, pero está buenísimo. He hecho discos así y es mejor, queda otro sonido.

¿Va a ser fácil extraer de todo lo que tienen?
TZ: Son todos hitazos, todas relindas canciones, soberbia aparte.

¡Modestia aparte!
TZ: Soberbia... (Se ríe solo). Son todas las canciones que por algún complejo se sacaron de Gospels. Por considerarlas portadoras de cierta facilidad, de cierta cosa entradora.
NZ: Igual, para mí se va a resolver en un mix entre ese descarte y las nuevas canciones. Va a terminar siendo algo nuevo.
TZ: Hacer un disco es cerrar una etapa, no abrirla. A nosotros nos pasa bastante así. Lo primero que se nos pasó por la cabeza cuando salió Gospels fue “grabemos otra cosa”. Siempre es la culminación de una etapa, un momento.

¿Las canciones de Gospels tenían sus años o había más novedad?
TZ: Algunas pocas tenían años.

Aunque bueno, las letras se terminaron ahí, eso le da otra entidad, otra unidad.
TZ: Eso me gusta, me gusta cuando hay que escribir las letras de una porque amalgaman el disco, es como un envoltorio del disco. En cambio... bueno, hay discos de mil formas, pero haber escrito todas esas letras en el mismo momento hizo que tuviera una cosa más conceptual.

No parecen letras escritas a las apuradas.
TZ: Es que fue un proceso de un año y medio. Fue a las apuradas... en ese año y medio (risas). Es difícil escribir en ese plan de canción que es tan laberíntica.

Y ¿qué extraés hoy de lo que escribiste? ¿Te significa lo mismo?
TZ: Fue todo medio inconsciente, porque no buscamos un criterio lírico. Hoy justo vino Mauma [Alejandro Ahumada, exintegrante de Pels] a comer a casa y le mostré el tema de Diego, que ya tiene la letra. Y mi hija me dijo “siempre estás escribiendo sobre la juventud, la vejez, el tiempo. Estás re obsesionado con eso”. ¡Y la letra esa la escribí hace diez años! “El tren de la juventud” es el más nuevo de Gospels.

¿Cuesta escribir?
A mí cada vez me cuesta más saber de qué escribir, sobre todo cuando uno está bien, feliz. Para el disco nuevo voy a intentar cambiar, eso desde ya. En éste hay bastantes letras que tienen que ver con algo en particular, hay uno que habla de una enfermedad de una persona que conozco; otro que habla del perdón... son temas más aislados, no sé si hay tanto concepto lineal. Pero sí, siempre tiene que ver con lo existencial, con las contradicciones propias. Me sale más cantar por eso. Después, otras canciones que me salen bien y fácil son las de amor: cuando le escribo canciones a mi mujer, son redonditas y claras.

Y te siguen saliendo después de 20 años, nada menos.
TZ: Sí, sí, y cada vez más lindas. Durante toda la vida le hice canciones a ella y, si comparo las primeras con las últimas, son mucho mejores en todo aspecto las más actuales. El tiempo llena, da documentos, hay más páginas. Loli, mi hija, heredó esa sensibilidad para la parte creativa, para crear su propia música.

¿La madre nada que ver?
TZ: En la familia de la madre también hay algunos músicos. En nuestra familia tampoco es tanto, somos nosotros dos.
NZ: Tenemos un antecedente musical pero es político, no es de sangre.
TZ: Bueno, y papá también. Toca muy bien la guitarra pero lo que aprendió cuando era chico, después no siguió.



BREVE ANECDOTARIO FAMILIAR
¿Ustedes estudiaron música?
TZ: Yo no estudié, no...
NZ: Yo sí estudié. Con un profesor, teclado y después un poco de piano. Pero re informal y de niño, a los diez años. Eso fue en La Rioja.

Y ¿qué te enseñaba, folclore?
NZ: Chacarera...
TZ: ¡Toca bien!
FM: Claro, tenés una... tocás... ¡Ahora me cierra! (Risas).
TZ: Cuando tenía 15 años, tenía un teclado que en ese momento era como... un Korg Trinity, que en La Rioja era superexclusivo. Y me llamaban de los grupos de cuarteto para que grabe con ese teclado (risas).
FM:¡Decime que tenés algo de eso grabado!
NZ: Sé cómo se llama el grupo pero nunca lo busqué, hay que buscarlo.
TZ: Una vez en La Rioja, yo tenía 22 años y él tenía 12. Era yo en la guitarra, él en el teclado; y una caja rítmica que nos hacía de batería. Y tocamos teloneros de Babasónicos (carcajadas de todos).
NZ:Babasónicos estaba presentando Jessico en ese momento.
TZ: El año pasado vi una nota a Adrián Dárgelos donde contaba “una vez fuimos a La Rioja a tocar y tocó un nenito con su profesor” (se detiene la charla un instante por el nivel de risas).
FM:¡Me estás cargando, boludo, no te puedo creer! (Más carcajadas).

¡Te liquidó! Deberían llevarle Gospels a Dárgelos.
TZ: Y explicarle, “¡somos nosotros dos!”. Yo llegué a La Rioja con 20 años y al mes de llegar toqué solo en un estadio, temas míos, hippies. Y después de eso... ¡Divididos!

Ah, en La Rioja fuiste telonero de estrellas.
FM: Boludo, tenemos que irnos a vivir a La Rioja, ¿qué hacemos acá? (Risas).
NZ: Fue gracioso porque eso se hizo por sorteo, el orden de los teloneros.
TZ: Claro, fue de pedo que quedara yo. Era “Tingo” y después “Divididos”. Solo y con una guitarra eléctrica, encima. En la reseña de una revista local me mataron, me hicieron mierda. Pero en La Rioja, rock era heavy metal. Si no, no es rock.
NZ: Y lo otro era el proyecto de Tingo, yo tocaba los teclados bancando y había un bajista de allá.

LOS PRODUCTORES
“¿Sabes a quién le gustó Gospels? A Gordon Raphael, que estuvo acá. Una amiga de Diego se lo mostró y al tipo le copó”, cuenta Tingo. Y es inevitable que la charla se vaya para ese lado y hablemos, entonces, de su decisión de autoproducir Gospels luego de haber trabajado junto a Pablo Vidal en Nancy y Julio:

¿Cómo fue el laburo de producción, contando que estaba Manza Esain en la mezcla?
TZ:Él venía acá a la mañana y nosotros veníamos a las seis de la tarde, nos mostraba y le decíamos “bajá, corré, subí”. Y cuando terminó hicimos un compendio de observaciones: “ponele el doble de efecto a todo, subí los coros”, un par de lineamientos así que eran más de nuestro criterio.
FM:Manza es bastante receptivo. Si la corrección es más o menos importante te dice “yo lo hago, pero no es lo que yo haría”. Si vos le insistís, él lo hace, cuando hay otros que no lo hacen. Pero él está muy sólido en su posición.

Y ¿los hizo dudar con algo o no? Porque los productores en este caso fueron ustedes.
TZ: Mirá, es raro laburar con una persona externa. Hasta con Pablo, que es íntimo amigo mío, cuando hicimos Nancy y Julio hubo momentos donde dije “lo mato, lo aniquilo” (risas). Es jodido, porque ahí tenés que tener un temple para entender que tu idea no es la mejor idea. Uno piensa que como hizo el tema, tiene la autoridad para decir “no, a mí me gusta así”. Y en realidad no es tan así, hay una cosmovisión sobre el tema.

Y después de un tiempo te das cuenta...
TZ: (Interrumpe) ...que estaba bien que alguien te haya sacado de ese lugar y de ese egotrip tuyo. Pero bueno, también le pasa a esa persona, ¿no? Esa persona también tiene que salir de su egotrip y ser más receptiva. Yo entiendo que tenemos la capacidad para autoproducirnos, mezclarnos...

O sea que para el próximo disco no piensan llamar a un productor.
TZ: Yo te iba a decir lo contrario. Como desafío, dejar de pensar en trabajar con un productor, sino convercernos de que nosotros lo podemos producir. Lo venimos haciendo pero con el fantasma de que “che, ¿llamamos a un productor o lo estamos haciendo bien?”.
FM: Ya está, a partir de esto sabemos que lo podemos hacer, la producción fue nuestra enteramente.
TZ: Sí, la producción de Gospels es 100% nuestra, Manza nunca nos sugirió nada en ese sentido.
NZ: Claro, una nota decía “se nota el acento en las guitarras de Manza”.
FM: Y yo decía “¡no!”. O sea, Manza sí hace muchos discos de guitarras y muy bien, pero es ridículo pensar que porque un disco lo mezcló él va a tener esa incidencia. Sí, por ahí puso la guitarra fuerte, qué sé yo.

Entonces, para el próximo harían todo ustedes.
FM: Para hacerlo todo nosotros tiene que ser un disco rápido, porque todos acá mezclando un año y medio... pero si vamos a ION, grabamos en tres días, grabás no sé qué... lo mezclamos acá, tranquilos. Si estás grabando un año y medio llega un momento en el que decís “basta, que venga Manza. Ojo, recordando, hubo un laburo de Manza en “Viva la pepa”, un viaje, que fue más de producción. Porque era jodidísimo pasarlo, lo encorsetó así, una cosa que era un delirio de muchas capas y ahí sí hizo más de productor.
TZ: También en la decisión de poner ciertos delays o ciertas cosas, ahí sí hay un criterio artístico, claro.

Tiene muchas partes “Viva la pepa”, cambia de climas.
FM: Claro. Igual, va a ser difícil que volvamos a hacer un tema tan delirante como ése. “Viva la pepa” era imposible de mezclar, el desafío... porque si vos tenés un tema que es todo el tiempo igual, ponés el compresor y va. Acá el laburo era mucho más difícil.
NZ: Todo este tiempo que pasó tiene su explicación, el movimiento de integrantes... no es que de cancheros grabamos cada cinco años o tardamos un año y medio en hacer un disco.
TZ: Tenemos mucho, mucho. Hoy podríamos hacer tres discos, porque hay otra camada que quedó olvidada, también. Lo que pasa es que también tenemos nuestras vidas, nuestras cosas, no estamos 100% dedicados a la música. Además, somos amigos.
NZ: A veces prima ir a comer antes que ir a ensayar. Para la presentación del disco ensayamos fuerte.
TZ: Todo, ensayamos todo lo que había que ensayar, no vamos a volver a ensayar Gospels. Si nos juntamos de vuelta va a ser para preparar el disco. Y cuanto menos lo ensayás, mejor sale.
FM: Lo tenemos de memoria, de atrás para adelante. Aparte el disco tiene un sentido que va para arriba, lo más festivo está en el final.

Empieza climático y termina con un rock and roll.
TZ: Con un golpe en el corazón, como dijeron en Tiempo Argentino. Pusieron “encima el disco termina con una canción de amor, con un golpe en el corazón”.

EL TRATO DE LA CRÍTICA
¿Qué les pasa con lo que leen sobre su música, con las críticas?
NZ: A veces están demasiado embellecidas las reseñas.
TZ: Te das cuenta que muchas veces los tipos están preocupados por escribir lindo, hacer una gran reseña. Y se nota, y decís “puta...”.
NZ: Está lleno de adjetivos (risas).
TZ: Igual nosotros en general tenemos suerte. De todo lo que hicimos, cualquier cosa que grabamos y que publicamos... nunca nos hicieron mierda, jamás.

¡Salvo en La Rioja! (Risas).
TZ: ¡Y salvo Dárgelos! No, en serio, nunca nos mataron. Me gustaría que alguna vez nos maten, para desvirgarnos.
FM: Yo con éste pensé que podía venir.
TZ: Yo también.

¿Pensaban que los iban a tratar de blandos?
FM: Y, algún obtuso... a mí me pasó. Yo hice discos que le pegaron por ese lado a gente del indie más obtuso, desde una posición estética a rajatabla. Ahora se aflojó un poco, pero en un momento estaba fuerte eso.
TZ: Sí, yo tenía ese miedo con Gospels, pero la verdad que no. En Ugo fue impecable, en Nancy y Julio también, que alguien nos podría haber hecho mierda. Pero no, siempre bien.
NZ: Nadie se nos anima. Ahora veo que vos después nos matás… (Risas).



THE FAMILY MEMBERS
Cuando terminó la charla con el trío, Tingo nos contó un proyecto en ciernes. Básicamente, se trata del grupo que completan todos los músicos de la familia Zucal, The Family Members. En la historia de Pels está omnipresente ese nexo, desde aquellos shows riojanos hasta esta banda de carácter mutante: “la idea es formar un grupo familiar que atraviese generaciones, esa sería la meta”. Por supuesto, tuvimos que preguntarle más, por lo que la charla continuó fuera de los Estudios NN, en la camioneta de Agustín:

Y ¿quiénes componen el grupo?
TZ: Por ahora, el núcleo duro está entre mis hijos y yo. Ya tenemos canciones, una de Loli, otra de Joaquin y algunas mías. Pero está Nacho, también, y Cote y Paco, mis cuñados. Encontré la manera de darles lugar a muchas canciones que prejuzgo que no encajarían en Pels. Empezamos reversionando en español algunas canciones originales en inglés, eso lo hacemos siempre, jugando.

¿Ahora salieron canciones propias?
TZ: Sí, ese fue el propósito en algún momento, pero los chicos empezaron a pelar canciones que me mataron, y fue tornándose en algo más serio. Fea palabra serio... en algo más personal. Debutamos en vivo en el Aula Rock, un concierto en su escuela. Para mis hijos es el laboratorio para componer y aprender, con toda la comodidad del mundo. ¡Lo mejor de todo es que no tenemos que organizar cuándo ensayar! Directamente se vive entre pequeños ensayos, a veces en el living con el piano y la guitarra, otras, en el cuarto de Joaqui, con batería y guitarra eléctrica, o en el jardín. Vamos a hacer de todo, hasta un tema de Cate Le Bon.

¿Cuál sería la formación, más allá de ustedes tres?
TZ: Paco y yo en guitarra, Loli en bajo, Joaqui en bata. Todos cantamos.

Y ¿dónde entran Nacho y tu otro cuñado?
TZ: Nacho en teclas, o también en guitarras; y además va a meter temas. Cote en batería. Y mi hijo querrá tocar bajo, supongo. Loli también podría tocar violín, o clarinete, o lo que quiera... lo importante es que hay grandes y lindísimas canciones, doy fe.

¿Piensan grabar y salir a tocar?
TZ: Por ahora es lo que te cuento, veremos cómo evoluciona. Supongo que será siempre un proyecto paralelo de todos. Ellos querrán hacer su propio camino, ¡o no! Yo, por mí, los suelto. Soy un desastre, perdón... ¡quise decir no los suelto! (Risas finales).

[Fotos gentileza de Martín Santoro y Pels]

Este cielo de estrellas caerá

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Era lógico y esperable, pero sorprendió igual: El Estrellero publicó Drama, uno de los grandes discos del año para el rock argentino.

¿Por qué lógico y esperable? Pues bien, El Estrellero es el grupo en que Juan Irio y Lautaro Barceló continúan una sociedad que nació en 2014, cuando Irio firmó a su nombre un disco de honda tristeza y poética oscura, El ideal de lo común, y convidó a Barceló para que acompañase con su guitarra las canciones más apesadumbradas que hizo hasta el día de hoy.

¿Y esos dos quiénes son?, podría seguir el cuestionario. Juan Irio fue, como en El Estrellero, el bajo y la voz de Thes Siniestros, uno de los grupos más huidizos a las etiquetas en la última década. Lautaro Barceló fue tan huidizo, él, que más o menos por los mismos años integró Orquesta de Perros, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete, Canto el Cuerpo Eléctrico y Campamento; además grabó algún disco solista que puede encontrarse buceando Bandcamp. El año pasado subió allí una sola canción que vale lo que un disco: “Los meses”, cantada a dúo con Jorge Serrano. Como en El Estrellero, poniéndole voz y guitarra a la causa.

Con todo ese bagaje -no esta data fría transcrita para explicar que hay un antes, sino las canciones que hay detrás-, la expectativa era: un álbum de esta dupla tiene que dar la talla. Lo que no sabíamos era que Drama iba a ser el mejor disco, quizá, casi seguro, por qué no, debe ser, que hicieron Irio y Barceló hasta hoy.

Pero a esta altura es injusto hablar sólo de ellos dos. Y más después de haber visto El Estrellero en vivo. El grupo realza las bondades más primitivas de la canción: la melodía reluce, las letras ganan cuerpo -más aún cuando todos cantan- y el resultante es una obra precisa, robusta y sofisticada. Gregorio Jáuregui (de Muerte al Tío Cosa) en batería, Alejo Klimavicius (de Fus Delei) en guitarra y coros, y Juan Baro Latrubesse (de Pájaro Escultor) en teclados completan el quinteto y aportan fuerza y juventud, floritura y atmósfera.

¿El disco? Al fin, vamos a Drama. Pónganse los auriculares. Escuchen esos primeros 45 segundos. Stop. Suspenso y ascensión: así construye El Estrellero desde el vamos. Capa tras capa resulta una textura vaporosa, quizá en consonancia con lo primero que se dice, entre ecos: “Suena ya la música de oriente, mágica, luciferal”. Stop otra vez.

Luciferal: De Lucifer, príncipe de los ángeles rebelados, y -al.1. adj. desus. Soberbio, maligno.

Mística y sombría, así es “La fórmula”, la canción que abre y, más que abrir el disco, envuelve. El tintineo de guitarras y teclas, el susurro del narrador, la fuerza coral del estribillo, el amor “que nunca tiene nada”; y el desborde de la guitarra hacia el final, entre ohohohs que se desinflan.

Qué decir de “Rima”, que lleva la épica pop un paso más allá. Menos oscura -bueno, el “hemos venido a morir, ¿no te diste cuenta?” puede llegar a contradecir esto- y más elegante, se impone a los guitarrazos -detalles deliciosos cortesía de Barceló y Klimavicius- una historia de (des)amor montada en una melodía que llega a su Everest en el estribillo, adherente y triunfal. A Daniel Grinbank le debe haber bastado con esta canción para programar al grupo en el Festival BUE el mismo día que Wilco: lógica pura.

“Pobre corazón” es lo único compuesto a dúo por Irio y Barceló y tiene un desarrollo similar -no se asusten por la comparación, es una mera cuestión formal- a “A day in the life”: el comienzo del tema, difícil de catalogar como estrofa sabiendo lo que sucede después, es lo primero que canta Barceló en Drama. De golpe se arriba a un microestribillo, arrebatado por un torbellino de guitarras que quiebra al medio el tempo y lo lleva todo a un pulso andante, ahora con la voz de Irio. En la parte de Barceló el corazón sufre, en la de Irio ya “no late”.

La historia, fragmentada, bien podría sintetizarse como el final, la muerte de, ay, otra vez, un amor. Aunque el segmento Irio culmine su galope estoico casi con una conclusión: “Breve historia de los átomos de luz”. De aquella estrofa + estribillo de Barceló no tendremos más noticias, como si se hubiera desintegrado y hecho perlas. De haber continuado así, también habría sido una canción grandiosa… pero como si la luz y sus latidos se apagaran, la intensidad deviene calma para que las guitarras reconstruyan desde el poco pulso que queda. Imaginemos: el corazón resiste hasta que explota, lejos de arrullar pero también de la muerte súbita. El minuto final narra el desenlace: aceleración, reposo, liberación, reverberación y… no queda más. Una canción elástica e impecable, con el toque de los dos autores bien marcado. Que se repita.

Después de semejante laberinto, “Deja que te guarde” asoma su nariz como la pieza más sencilla -no por eso menos amable-, justa y necesaria previo a la siguiente excursión de subibaja, otra gema: “Es mejor”. Qué apenado suena ése “Llueve dentro del sol”, más allá del pulso irrefrenable. Casi tanto como el estribillo de “Los traidores” (¿inspirado por cierta coyuntura política?): “Deberás saber algo que yo sé: los traidores no mienten cuando están detrás”. Para “Medicamentos”, Barceló se pone el traje de perdedor y vuelve a sentarle bien: un hipocondríaco necesitado de amor y con la autoestima por el piso.

Hecha la recopilación de tristezas y neurosis, el lector podría creer que el disco es un liso y llano bajón. Encima se llama Drama. Pero no se asuste, amigo: si usted escuchó canciones sabe que muchas veces, casi todas, funciona mejor así. La paradoja es contar la tristeza entre melodías indelebles y canciones que se sacan la mufa de encima (no olvide: llueve dentro del sol). O mejor, como dice “Llegará”: Necesito vivir más de la cuenta yo también /para saber por qué duele vivir así… / No sé.

Duele, pero hay que seguir para saber por qué y encontrar la solución. Ya estamos en el baile. ¿Baile? “Fiesta de lobos” sale a la pista con, otra vez, aroma a desencanto amarillento (“Vienen asomando ráfagas de miedo”; “Lo que de día nos hace reír/ llega la noche y nos asusta tanto”). Se baila pero, recordemos, duele.

“Preámbulo a la vigilia” debe ser el momento definitivo de contemplación, quizá por eso el cierre. Una resolución tan poética como aquel inicio incandescente, donde El Estrellero retoma la paradoja y la melancolía, hasta que un recurso bastante utilizado en el género canción -se silencia la banda y el cantor queda solo acompañado por su guitarra- nos da el último susurro previo a una coda que se detiene de repente, grotesca:

Allí abajo resonó su frágil voz,
el único lugar donde podría ser escuchado el tiempo que durara el eco.
Sólo aquella vez, logró hallar la luz y encontró la paz tapado de lodo,
bella aurora austral, una hoz cortando las estrellas.

“Una hoz cortando las estrellas”. Quizá se explique el nombre en ese gesto, tan precioso como este Drama. Estrellas, caigan en forma de canción.

[Publicado el 25 de julio en ArteZeta]

Truenos en suspensión

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El primer enigma de una obra, siempre, es el nombre. Y el disco nuevo de Atrás Hay Truenos se llama Bronce. Resultado de la fundición de un metal con otro, como dice el tema-título -“somos metales aleados, no se pueden separar”-, no hay juego olímpico que valga en esta escala de valores metálicos. No se trata del precio -por ahora- sino de la unión. Y “Bronce” la ¿canción?, abre el disco y el juego de preguntas que flotará en el viento.

Este bendito material fue la primera aleación de importancia obtenida por el hombre y se ganó, en la prehistoria, su período de auge, su propia Edad: con el bronce el hombre hizo armas y utensilios varios, esculturas y joyas. También monedas, claro; e instrumentos musicales (platillos, vientos, campanas y un largo etcétera).

Las pulsaciones que nos introducen en el bronce de los Truenos bien podrían tener poca relación con este material, pero... entre martillazos y sonidos oscilantes que emergen desde el más allá puede imaginarse un descubrimiento. El tempo flotante, la invasión de ultrasonidos, esa pugna entre lo que se percute y lo que oscila -vamos a lo técnico: la combinación de rítmica electrónica e instrumentos de percusión, más el mar de teclas que entra y sale, imbricándose- nos da una visión inicial fastuosa y reveladora. El bronce se figura verdaderamente: sinestesia. Y fuga.

Ahí está la clave de Bronce, en la puesta en escena. En las entradas y las salidas. En los efectos, en los planos, en la hipnosis que el grupo cocinó con paciencia en el estudio de grabación durante dos años y que estamos intrigados por ver cómo llevará al vivo. Este Bronce también es una creación humana, una composición brillante y valiosa y una gema de temer, como toda naturaleza manipulada por el hombre. Porque la historia sigue.

Empieza a contarse a partir de una fusión que hermana dos cosas -sin que sepamos cuáles- para siempre. Si nos ponemos minuciosos, todo lo que se presenta desde el minuto cero se descompone en el martillazo final de “Bronce” y su cola de reverb que parece tener respuesta en el comienzo de “Perro”.

El espacio íntimo se hace al exterior en la segunda, donde el protagonista ¡monta un perro abandonado! Y aquello que en un principio era inseparable ahora no está: pasamos, entonces, del dos al uno sin escalas. Ahora el cielo, contrario al inicio, se ve desde afuera. Pero si en el texto la narración se rompe -o mejor dicho, continúa con una ruptura-, en la tímbrica se profundiza. Los sintetizadores devoran todo y en su irregularidad preponderan o dan algo (poco) de protagonismo a la batería y a las guitarras que, tímidas, juegan a las escondidas. Este “Perro” debe ser Laika: espacial y eterna. Un perro que Daniel Melero sacaría a pasear orgulloso.

Si toda la canción es una excusa para el soplo del final, que se desinfla entre un simulacro de conexiones dial up, lo vale.


Lo  cierto es que Atrás Hay Truenos corrió el eje y comprendió que no siempre guitarra es rock: en el ritmo y la superposición de capas parece estar la papa esta vez. Las letras insinúan, y a partir de aquí parecen dar más pistas. El narrador se dirige a otros ojos en “Encuentro”

Entonces somos dos y somos gente, bien. El continuo tecla-secuencia-videojuego sigue su marcha triunfal: hay un hilo, ahora roto por el bombo. Otra vez el final (¿violines? ¿teclas? ¿pedales?, no importa qué) es clave. Cuarenta segundos de retirada tras un deseo que se pregona imposible: lo que importa es el final.

“Cara de mapa” es novedosa sólo en el contexto del disco: el ritmo machacante retrotrae al sonido clásico de AHT y a un modelo más arquetípico de banda de rock (aunque vuelve a combinarse el golpe humano con el sonido electrónico; este último, casi un látigo). Que la cara del otro sea el mapa significa que la memoria sensitiva es la que viaja, ve y recuerda todo aquello que el cuerpo no llega a  albergar porque lo desborda (o lo supera, puede ser una condición emocional o verdaderamente física). Al fin, las guitarras, aunque sutiles, ganan protagonismo. Parece haber un viaje y la sensación de llegada inminente al lugar -el Río negro, o Río Negro, de la siguiente canción- o al objeto ¿deseado?

¿Está esa continuidad en las letras o el viaje sonoro que propone el disco nos conduce a una narración que no es más que textos independientes, materia sin alear?

Es tan placentero el recorrido que en el fondo no importa demasiado. Diseccionado o completo, el viaje es el viaje. Y si no nos bajamos de esa idea de trip completo, la siguiente foto incluye el temor: representado desde el comienzo, suspensivo y elástico, de la mencionada “Río Negro”. Se dice, también:

Rio negro, tengo miedo
De las rutas y el desierto

¿La naturaleza es lo que abruma? ¿O el destino?

En un rayo, en el tiempo
El futuro ya llegó

El futuro que llegó y la inmensidad que no se puede evitar (“me di cuenta que te iba a seguir”, “me di cuenta que te ibas”). Atención: el que se va es el lugar, no la persona. Todo es enigma, en realidad, pero el que extraña se lleva un pedazo y el territorio es el que abandona“Consuelo” es Kubrick cuando empieza y Cure cuando se destapa. Lo que importa es el trasfondo, sea el “consuelo por lo que queda” o lo que resuena atrás de las guitarras (gritos, ruiditos, bocinas) como si hubiera dos charlas en simultáneo.

Aquello que persiste es “Para siempre”, sí (qué hermosa canción, un tratado de paciencia, como si ese “para siempre” borrara toda prisa). De golpe, casi entre máquinas registradoras que hacen clink, caja a lo “Money” de Pink Floyd, el viento, protagonista estelar, es el dueño que lleva al narrador de las orejas. “Euro, el reino de tu amor”, se llama la canción. ¿Qué está pasando acá? ¿Euro? Lo único que lleva ese nombre es la moneda de la comunidad europea. ¿Acaso el viento que nos arrastró hasta aquí es el tiempo que transformó aquella aleación noble en una de las monedas más codiciadas del mundo? ¿Ése era el viaje?

El cielo, que en un principio se contemplaba con vacilación, es dorado -vaya color- y falso. El reino está despojado de tesoros. Rosario Bléfari hace las veces (voces) de viento arrasador y sí, le hacemos caso como si fuera el valor más preciado. Caemos rendidos ante ella.

¿Se va de la naturaleza a la podredumbre humana? ¡¿Euro es mi dueño?! ¿El bronce no sirve para nada?

En el fondo, todo lo sólido se desvanece en el aire: de eso trata el final, una coda que es desahogo en forma de notas tenidas y fluctuantes. Atrás no hay truenos ni de cerca: esto es pura suspensión y podría ser, a eso juega, interminable. El viento del sur hoy es una respiración reverberada y honda, que no tiene precio.

Porque un viaje como éste es invaluable.-

[El arte de tapa es una fotografía de Javier Obando sobre la obra Variables de Ariel MoraLa foto de AHT la tomó Carlos Castel]

Florencia Ruiz y Mono Fontana: Música para las estrellas

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Que Florencia Ruiz y Juan Carlos Mono Fontana hayan hecho un disco juntos es uno de los grandes sucesos de la música argentina en 2016. Dos músicos de distintas generaciones que, sin embargo, parecían destinados a encontrarse. Ambos con un toque personal, volátil y disruptivo, forjaron su espacio y se ganaron bien ganado su prestigio en base a eso: la música que producen, juntos o separados, es especial, emotiva y única. Llena de preguntas, de misterio. No hay dos Florencias Ruiz, no hay dos Monos Fontanas. (En Europa tampoco se consiguen, ni se gasten).

Esta introducción no es un compendio de adjetivos elogiosos para Flor y el Mono en agradecimiento por la hermosa charla que tuvimos a cuento de la edición de Parte, la obra que resulta tras años de toques y toques. Es exactamente al revés: quisimos hablar con ellos porque lo que hacen conmueve y moviliza, inquieta y sorprende. Por suerte, aceptaron la invitación y no sólo eso: ésta fue la primera entrevista que hicieron juntos.

Entonces, no quedó otra que recorrer toda su historia juntos. Los primeros encuentros y shows, el código genético que sus músicas comparten, qué es eso que en los créditos del disco definen como fondos y cuánto lugar dan a la interpretación. Y más, porque se habló mucho: cómo juegan las emociones para Florencia a la hora de compartir sus canciones con un músico al que admira tanto. Cómo hace Mono lo que hace. Qué veremos en la presentación de Parte, este viernes en la sala Caras y Caretas.

Adéntrense y viajen... que esta es la parte uno, nomás.

EL PRIMER CRUCE
La pregunta es obvia pero inevitable para empezar, ¿cómo se conocieron?
Florencia Ruiz:¿Te acordás, Mono? Muchas cosas arrancan en la bizarreada... [Fernando] Kabusacki armó una especie de show -no era festival-, un concierto a beneficio de Japón, que justo había sufrido el tsunami con terremoto. Si mal no recuerdo, fue en Casa Brandon, éramos nosotros, Alan Courtis y el mismísimo Kabusacki.
Mono Fontana: Y Ale Franov.
FR:¡A Ale lo había borrado! Justamente, todas esas personas tenemos una relación con Japón, desde distintos lugares. Y el festival fue un fracaso total, porque vinieron cuatro personas que eran alumnos del Mono. Y bueno, así fue que nos conocimos personalmente, porque yo al Mono lo conozco desde siempre.

Ese día, ¿charlaron algo? Se rieron un poco de la situación, imagino.
FR: Sí, ese día charlamos y tocamos. No sé si nos reímos de la situación, un poco después, quizá. Al toque de eso yo me iba para Japón, es gracioso porque la plata en Japón no tiene nada que ver con la nuestra, calculá que en ese momento el dólar estaba a tres pesos, o algo así. Se habrán juntado dos dólares (risas). Para Japón es comprarte un agua. Pero bueno, los encuentros son lindos, con Kabu yo no soy amiga, con Ale sí, Alan Courtis siempre me gustó lo que hace, lo fui a ver mil veces. Esa fue la última vez que lo vi, ¡hay que mandarle un mail!

Así hiciste con el Mono el siguiente contacto, ¿cierto?
FR: Sí. Un mail no, un mensaje por Facebook.
MF: El día ese de Japón habíamos tocado todos en forma individual y después en un momento se hizo una especie de mitin, Florencia tocó algunas músicas de ella y con Ale tocamos atrás algunas cosas que se pueden orejear.

¿La habías escuchado a ella alguna vez?
MF: No, y me gustó. Me gustó y después...
FR: Yo te di unos discos, me parece. Justo de casualidad tenía, eso fue una suerte.
MF: Sí, después ya escuché mejor. Pero siempre al principio, esa primera impresión para todos sirve. Vos decís “acá sí, acá no” (ríe).
FR: El sonido era malísimo. Igual estuvo rebueno. Bah, no sé, yo no asocio, si bien uno siempre que va a tocar espera que vaya gente por un montón de motivos, también son circunstancias. No sé qué pasó, no me puedo acordar por qué fueron cuatro personas. Realmente me acuerdo del día y algunas cosas, ahora que me decís de Ale me acuerdo de estar riéndome con él porque es una persona muy divertida. Creo que después sí, fuimos a comer con él, o a algún lugar lo llevamos.
MF:For Japan se llamaba el show. Sí, terrible...

Gracias a ese show están hoy acá.
FR: Más vale, por eso te decía. Cuando yo le escribí al Mono estaba en Japón, y me habían dicho de hacer una fecha porque se inauguraba la capilla del Centro Cultural Recoleta, que estaba en desuso hacía años, si quería ir a hacer un show tranquilo. Justo era ese espacio, no sé si ahora se sigue usando porque nunca más fui.

¿Se te ocurrió a partir de ese día en Casa Brandon lo de invitarlo? ¿Pensaste “es el momento, ahora que ya lo conozco”?
FR: En Japón siempre ocurre que tengo más ánimo de hacer cosas. Como voy ahí, pasan cosas, estamos en una gira larga con un montón de amigos... Esos viajes son un poco agotadores, la gira te hace trabajar todo el día, 24 horas, pero me pareció que era una buena oportunidad. Justo habíamos sacado el disco con Villa [se refiere a Carlos Villavicencio, reconocido arreglador y productor que trabajó en su álbum de 2011, Luz de la noche] y era un disco redifícil de tocar. Imposible de tocar, porque si bien él tenía la ilusión de poder tocar eso en vivo, yo no sé cómo se le había ocurrido esa locura, ¿no? Eso nunca se iba a poder tocar.

Y terminaste postergando la presentación de aquel disco para tocar con él, ¿no?
FR: No es que la postergué, no surgía nada. No es que “uy, la voy a postergar”, no aparecía ninguna idea ni nada, un par de años después apareció una idea que en realidad la trajo un amigo. “¿Por qué no disparamos esto, por qué no hacemos aquello?”, y se hizo.

LOS ENSAYOS, LOS FONDOS
¿Cómo fueron las primeras pruebas, los ensayos?
FR: Haciendo. Como dice Carlitos Balá, “el movimiento se demuestra andando”, buscando fechas, haciendo shows. Empezamos a tocar, más o menos, seguido, a veces, según nuestros ritmos familiares (además, el Mono tiene un montón de otros proyectos).
MF: Sí, para el tipo de cosas que yo toco no me tenía que adaptar mucho a la música de Florencia. A ella le gustó eso y entonces es como decir, bueno, algo especial. Tener tus cosas y meterlas ahí, respetando y conociendo más la música que ella hace, las letras, su forma de tocar y de cantar... eso lo aprendí mucho con Spinetta [siempre hay algún desprevenido al que vale aclararle: el Mono tocó en infinidad de discos de Luis Alberto Spinetta, como miembro estable en la última formación de Spinetta Jade y de su banda cuando solista; también en calidad de invitado]. Sin que él me lo enseñe, lo aprendí de tener en cuenta los textos. Es como un cuadro: no ves que está todo adelante, esa perspectiva de hacer una canción, una composición. Uno se guía instintivamente, por lo menos adonde le parece que tiene que ir, incluso con elementos distintos a las cosas que yo he escuchado que hace Florencia. A veces, ella me decía “probá” y yo voy un poco más. Yo pruebo, trato de profundizar siempre un poquito más.

En esos momentos de prueba, ¿había un límite o era eso, ver hasta dónde se llegaba? En el librito del disco hay una palabra muy interesante para lo que hacés, Mono, dice “Mono Fontana, sintetizador y fondos.
MF:Fondos, sí. Eso es una cosa que hago desde chico, más o menos desde los trece años. De incorporar a lo que uno hace, poner sonidos como ahora, que se escucha el ventilador, la gente hablando... traté en ese tiempo de hacerlo con mi cabeza de trece años, después eso fue creciendo y creciendo hasta que ya se formó parte de un vocabulario. El primer recuerdo que tengo de hacer esto, así como puso Florencia, como fondos, fue con el grupo que teníamos con Lito Epumer y Pedro Aznar [se refiere a la formación original de Madre Atómica]. Ponía como fondo de una música que tocaba, no sé, alguien con la viola... yo tenía un recipiente con agua y tiraba unas Redoxón. ¿Sabés lo que son, no? Esas pastillas efervescentes. Y si teníamos un micrófono para los tres era mucho, así que imaginate, eso no se escuchaba, por ahí lo escuchaba el que estaba al lado mío, la primera butaca (risas).

Pero vos lo necesitabas.
MF: Sí, yo estaba como si tuviera los lentes 3D, así, igual. Y empecé a poner cada vez más cosas, y eso después lo empecé a grabar: de casete, no sé. Florencia ahora me regaló un iPad, lo tengo todo ahí. Viene todo de ese mismo lugar, y hay gente a la que le gusta y músicos a los que no, o no les hace nada. Pero a mí me condiciona la forma de tocar, toco de otra manera con eso que sin eso, me da todo un espacio, una cosa que si no la tengo, toco distinto. Y para la música de ella, aunque esté chiquito o sea algo atrás, cuando escucho el disco le aporta algo.
FR: Es tremendo. Bueno, es parte de tu modo, ¿no?

Si la idea era hacer algo juntos, eso tiene que estar.
FR: Además, qué sé yo... no sé cómo decírtelo, yo te tendría que hablar del disco pero en realidad a mí me encanta todo lo que toca el Mono. Lo que más quiero es que pruebe cosas y que la canción se vaya a otro lado. Sería muy limitado que yo pensara una cosa y pedirle, “hacé esto, hacé aquello”. Me parece que no avanzás nunca en nada, ni en la vida, ni en la música. Si hacés un dúo con él... Es circunstancial que justo todas las canciones sean mías, el disco también tiene mucho de frescura, el repertorio y todo, porque surgió un poco ahí.


PARTE, IMPROVISACIÓN Y EMOCIÓN
¿Las canciones nuevas surgieron en ese período de tocar juntos?
FR: Hay dos canciones que yo había hecho para una serie japonesa. Las otras -“A qué”, “Los peces”, “A través de ti” y “Llama”-, sí tienen como, digamos... yo no compongo igual desde que toco con él, a pesar de que sí, vos lo escuchás y decís “es lo mismo”. Yo no me siento la misma persona.

¿En qué pensás que te cambió?
FR: Primero, me parece que al compromiso de compartir con él, humildemente, le pongo todo. Justo me agarraron unos años de maternidad que son un poco difíciles, porque mi hijo es chiquito. Ahora que está creciendo tengo más tiempo. Hoy estoy acá, ponele, si esto hubiera sido el año pasado no estaba acá. Tocar con él y estar más o menos a la altura -aunque nunca estoy a la altura-, eso ya es terrible. Ayer me acerqué a Hugo [se refiere a Hugo Fattoruso, el gran músico uruguayo que se presentó en Buenos Aires el día anterior a esta entrevista, amigo de Florencia] y le dije “no puedo creer lo que escuché”. Y él me dice “pero pará, vos tocás con Mono Fontana, como diciéndome “vos estás con el número uno”. Terrible, lo dijo con una cara, como llorando.

Alguna vez dijo que eras el mejor músico del mundo. ¿Cómo lo tomás, Mono?
MF: Lo pongo en un lugar muy del sentimiento. Es algo lindo, alguien que te demuestra que te quiere, obviamente no en lo literal... que un músico como él te diga una cosa así, es un piropo gigante.
FR: Aparte lo dice desde un lugar... yo estaba con Julián dormido, a upa, y Hugo estaba haciéndole así con la camiseta, como quitándole el sudor. Y además, no es tan piropeador.
MF:Hugo es así para cualquier cosa, muy legítimo. Quiero decir, bancatelá si es así, eso es lo que me gusta, porque es re legítimo.
FR: Varias veces, hablando con él en situaciones hogareñas, me dice que no entiende lo que hace el Mono, que realmente... yo le explicaba que cuando grabamos...

¿No entiende en qué sentido? ¿Cómo hace todo lo que hace?
FR: Esto que me pasó a mí. Nosotros grabamos el disco y por suerte eso se registró en video, se filmó. Y yo mirando el video decía “ah, ¿así hace eso?” (Risas). Porque claro, yo voy escuchando una música pero como estoy concentrada en lo que hago no puedo estar mirándolo. Lo vi como espectadora, lamentablemente uno sólo tiene un lugar.
MF: Lo ves distinto.

Es genial que vos digas eso, ¡que lamentes no poder verlo!
FR: Claro, incluso trato de ir a verlo cuando toca porque me encanta lo que él hace, ¿entendés? Me parece increíble. Y cuando terminamos de grabar el disco, se acercó un amigo, Miguelius y me dijo “yo no puedo creer que una sola persona haga todo eso”.Él es más técnico del audio y estaba impresionado. Y me gustó también mucho toda la mezcla del disco porque me quedaba como “a ver, poné de nuevo eso que hizo ahí”, porque en el devenir del show se te escapa, no podés escuchar todo.

Escuchando Parte pasa eso, que siguen apareciendo cosas. Todo lo que sucede en “Hacia el final”, por ejemplo, da sentido al concepto de fondos. Hay un segundo plano que va apareciendo de a poco. Pareciera que uno, desde el lugar de escucha, nunca terminara de aprender esa cantidad de cosas que suceden. No sé si a vos te pasa también, Florencia, de escuchar algo que tocó él y pensar “¿esto estaba antes o es nuevo”.
FR: Pasa que la escucha es algo muy personal. Yo que soy bastante obse de escuchar, en general estoy escuchando los mismos discos que escuchaba de chica. Y ahora digo“uy, mira, eso no lo escuchaba, aquello tampoco”, como de avivarte, ¿no? Me parece que este es un disco para avivarte durante diez años porque, te digo, lo escuché un montón. Fue el disco mío que más escuché, por cosas técnicas, de estar mezclándolo y qué sé yo. Y no lo podía creer, decía “no puede ser lo que tocó acá”. En dos oportunidades del video yo me pongo a llorar porque no puedo creer...

Vos sos de emocionarte mucho en los shows también. Muchos músicos dicen que están tan concentrados durante el show que no se emocionan en ese momento.
FR: Una vez escuchaba hablar a Edgardo Cardozo en un programa de radio, el de Maxi Diomedi, [Patologías culturales] y él decía -después me lo dijo a mí una vez- que no hay que emocionarse, que la emoción hay que dejársela al otro. Yo, te digo la verdad, estaba renerviosa antes de grabar. Los primeros temas me temblaba la mano, decí que ya estoy vieja (ríe) o estudié y fui a dar muchos exámenes, que tenés que tocar cosas redifíciles. Todo eso me ayudó a hacer un muro un poco más fuerte y por eso, entre comillas, no pifié tanto y pude seguir tocando. Ya en la mitad del disco estoy más concentrada pero “Susurro”, la que toco con la guitarra española -que es la guitarra con la que tengo más relación-, es la que peor toqué. Es increíble, ahí se me caía todo. Estudié guitarra española pero cuando puse la guitarra no podía tocar.

¿Era por la situación del disco en general o por la canción?
FR: Esa canción es una de las que compuse para la serie japonesa, y Japón para mí tiene un lugar muy amoroso, no sé, de un montón de amigos que tratan de que mi música esté sonando ahí. Se juntan y es un grupo, y todos dejan sus casas y sus familias por un mes para estar en un auto girando por todos lados. Está ligado también a Hugo, que también es otro ídolo y que compartimos todo ese mundo y yo... ¡me hace llorar! No es que lo veo como algo bueno, pero qué sé yo, son cosas de la emoción. No sé si está bien, posiblemente no esté bien. Tampoco sé si en el disco se escucha, igual, si ves el video vas notando más cosas. Yo lo testeé eso, le pregunté a varios. Cuando hice el disco con Ariel [Minimal, hicieron juntos Ese impulso superior en 2008] era otra instancia de grabación, nada que ver. Y a la vez hay algo de conexión porque yo llevaba una canción ese día y ese día la grabábamos, no había ensayos ni nada. Ya con el Mono... para mí, él tiene una conexión con lo espiritual terrible.

Ustedes venían tocando hace varios años pero el disco se grabó en una sola sesión, en un día. ¿Se ensayó mucho antes de grabar o se dejó lugar a la improvisación?
MF: No... tenemos una manera de entrar ahí. Si entramos, entramos, si no entramos, bueno. Pero si entramos, entramos a ese lugar. Que no es del ensayo, ¿viste? El ensayo pasa, no es lo mismo cuando vos estás con las personas y vos estás recibiendo eso que viene, que no está en la sala. Eso lo tenemos y creo que los dos vamos con ese espacio ganado.
FR: En mi caso, yo estudié los temas fríamente, quizás ya sé lo que voy a tocar el viernes, voy a tocar eso. En el fondo, de alguna manera, lo tengo que ayudar para que él vuele, por decirlo de alguna manera.

¿Lo sentís así? ¿Qué vos aportás a las canciones la mínima estructura indispensable para que él construya desde ahí?
FR: Sí, por eso tengo que estar bien con el tiempo, con cosas bien técnicas que si no están es un desastre. Tocar bien, cantar bien, esas cosas que hacen que el otro diga “ah, bueno, está bien, qué bueno”.

Y la parte de improvisar quizá correría más por cuenta tuya, Mono.
MF: Claro, sí. Ojo, la improvisación no de la manera en la que a veces se conoce, que improvisación es hacer un solo. No. Va por otro lugar, cosas que vos podés aportar a un color que tiene la armonía, que tiene la letra, que tiene determinado tema en la manera como está cantado. Un montón de cosas que, a la hora de tocar... yo las tengo en cuenta y todas son distintas.

Es decir que en la presentación, la gente no va a escuchar el disco tal como es.
MF: Hay un lugar, tenemos un lugar ahí, hay como un sonido que logramos entre los dos.
FR: Quizá después las notas son otras o él pone otro fondo, no sé, pero yo me quedé recontenta porque fue eso, registrar el trabajo de años. Si hubiésemos hecho otras tomas, hubiera sido otro disco, sin esa frescura. Y veníamos hablando de tocar el disco entero.

Caras y Caretas tiene un sonido que ayuda a su propuesta.
FR: En honor a la verdad, creo que nunca habíamos tocado en un lugar con un sonido de decirte “che, nos escuchamos rebien”. El último show que hicimos, yo venía de tocar en Japón y cuando empezamos a tocar... a veces es medio cachetazo, después me acostumbré. De todos modos, no reniego de ningún lugar donde tocamos ni de nada, porque todo suma y es lo posible para nosotros, lo que nosotros podemos hacer. Y esta sala está pensada para que se suene todo. Tengo un amigo que organiza ahí y cuando se enteró del disco me dijo “por favor, vengan acá, qué bueno que sería”. Y yo le insistí al Mono también... por esto que tiene que ver con escucharnos.


*Florencia Ruiz y Mono Fontana presentan Parte el viernes 30 de septiembre en la Sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037). Entradas a la venta en TuEntrada.com (sin costo por servicio escribiendo a zumadiscos@gmail.com hasta el jueves 29).


[Fotos por Federico Caruso, flyer del show por Gogogoch]

Ruiz-Fontana: Tengo un cielo para vos

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Prosigue la charla con Florencia Ruiz y Mono Fontana. En el medio pasó un concierto fantástico, donde su disco Parte sonó completo y en orden. El dúo, además, trajo al presente (bueno, las canciones siempre son presente) un puñado de piezas de Luis Alberto Spinetta. Y hablando de eso empieza esta segunda parte: el repertorio, la escucha -como músico y como oyente-, Lennon, Spinetta, el canto.

Y más aún. El estudio de ambos lados del mostrador: siendo docentes y alumnos. La notación musical (un capítulo que podría titularse "Cómo hacen estos extraterrestres para anotar eso que tocan"). El tango, los planes, los músicos amigos. Y cómo sigue el viaje.

Si se perdieron la primera parte, aquí está. Retomen y terminen acá. Y vayan a verlos, no se encuentra todos los días una propuesta así de convincente y emotiva en la cartelera:

MÁS DE PARTE, LENNON Y SPINETTA
¿Cómo fue la elección del repertorio en Parte?
Mono Fontana: Es lo que venimos tocando, ¿no?
Florencia Ruiz: Sí, es lo que venimos tocando. Con las nuevas estaba medio perdida pero después traté de equilibrar un poco. Yo no tengo mucho ritmo, por eso quise que hubiera alguna canción con un poco más de beats, qué sé yo. No componerla especialmente, sino elegir de las que ya tenía compuestas, para que escuches el disco y no sea siempre lo mismo (porque a la larga somos siempre nosotros dos). Por suerte, él siempre va cambiando, y el piano le aportó una cosa terrible.

¿Ésa fue una decisión de estudio, la de incluir pianos?
FR: Les dijimos “por las dudas afinen, ténganlo pronto por si sale algo”.
MF: Sí, en “Los peces” y “A través de ti”, en esos dos temas me parecía que quedaba bien. Los otros también se podían hacer así, pero esos, como eran temas nuevos y Florencia no los había tocado nunca, capaz les podíamos aportar un color distinto.

¿Qué les sorprende cuando vuelven a escuchar el disco?
MF: Yo lo tengo que escuchar más. Lo escuché con auriculares y no soy de escuchar la música muy fuerte, me debo todavía una escucha muy fuerte, que eso tiene otro efecto. Yo toco así y escucho así (junta los dedos índice y pulgar de su mano para indicar que escucha a un volumen bajo). Pero súper. Y me ayuda a afilar la oreja, porque me hace esforzar más. Entonces, después, tengo un tiempo ganado ahí. La primera vez que escuché el disco entero me pareció que estaba bien parejo y que dentro de lo parejo tenía mucho degradé en los colores. Por ahí me quedó alguna duda con una entrebanda, que sentí o dije“uy, este tendría que haber durado dos segundos más de entrebanda mía”. Por ahí lo escucho otro día y no, pero bueno, estando ahí terminaste y sale el otro tema y el otro y el otro... uno tiene que tener la pausa que a veces no se puede.

Es el riesgo de grabar en una toma, lo que queda, queda.
FR: No se regrabó nada. La única cosa rara que pasó fue en “Susurro”, que tuvimos que cortar una nota porque entre los dos micrófonos hacían no sé qué. En tres cuartos de la canción, más o menos, pero después es todo lo que se tocó.

Y ¿por qué decías lo del volumen, Mono, de escucharlo bien fuerte? No parece ser una música que pida potencia.
MF: Bueno, pero hay música así, acústica que... salvando distancias y todo, yo escuchaba ponele, los Lost tapes de Lennon, que son grabaciones que él hacía con el grabador de la casa, así, y suena más que cualquier disco que yo ponga después. Eso solo, un tipo cantando y tocando, por cómo suena, es una cosa como gigante. En algunas escuchas le decía a Florencia que la voz, conociendo cómo canta, tenía que cubrir más, la escuchaba como que salía muy de ahí y me parece que ella tiene eso. Y eso después, a volumen, es como ver una peli en una pantalla así y en otra así (dibuja con las manos un tamaño chico y uno grande).

Mencionaste a Lennon, y al final de “Viviré” hay una cita a “Mind games”. ¿Cómo surgió incluirla?
MF: Una vez lo hicimos y quedó para siempre. Salió y yo después lo usé, siempre me gustó.
FR: Bueno, hablábamos de emocionarse... eso no hay modo que a mí no me haga llorar. No lo consigo, y mirá que yo sabía que iba a venir eso en algún momento. Me mata, no puedo evitarlo.

¿Esa coda se te apareció en un show, Mono?
MF: Sí, me pasó varias veces. En el show de Luis [Spinetta] de las Bandas Eternas hay un tema que se llama “Las cosas tienen movimiento”, de Fito [Páez]. Entonces bueno, sabía las partes que venían: la primera vez que viene el puente, toco lo que venía. Y hay un momento, cuando va a empezar de nuevo, que justo la cámara me enfoca y se me viene a la cabeza meter un tema de los Beatles. Y dije “a ver...”. Se ve eso, porque yo sé lo que me pasaba a mí. Y toqué “And your bird can sing”, atrás de (tararea las primeras notas del estribillo de “Las cosas tienene movimiento”: “Una voz/ como un sentimiento”- y luego la introducción del tema de los Beatles). Lo que hacen esas dos violas que hay, el final lo sanateé [en el video, a los 3:25, se escucha lo que cuenta el Mono]. Como esto de “Mind games”, a veces es una cosa que no tiene nada que ver, algo de [AlfredHitchcock, cualquier cosa. Si me viene y creo que tiene que ver y suena, lo mando de una.

Y ¿desde la primera vez les gustó?
MF: A mí me encanta, me parece que queda lindo y aparte Lennon y los Beatles son algo que abarca todo.
FR: No sé si alguna vez lo pensaste, pero la canción habla de que en el fondo estás en el aire, ¿viste? Muchas veces me pregunto por la muerte. Obviamente que cuando una persona se va, uno tiene como esa extrañeza de no ver más el cuerpo. Al final está en el aire. Y Lennon, te digo la verdad... yo no sabía que tenía un cariño tan grande hacia Lennon.

Te cayó la ficha ahí.
FR: Ahora, con los años, no sabía. Me parece que Lennon está en todo, es medio como Hugo [Fattoruso], también. Vos decís “no tengo nada que ver con Hugoy al final todos tenemos algo que ver con él, es la música con la que crecimos. Habrá quien ni se dé cuenta y gente que al revés, lo note.
MF: Es algo del patrimonio universal. No es que metí algo de Radiohead, no sé, entra en otro lugar.

¿Escuchás Radiohead?
MF: Más o menos, escucho a veces, pero no es que necesito escuchar a Radiohead así. A veces digo “uh, a ver, por dónde andan”.

¿Tu caso es como el de Florencia, que suele decir que es más la música que estudió o compuso que la que escuchó?  
MF: Yo escucho música, lo que pasa es que necesito meterme un poco más, no puedo con el mp3 y las discografías y toda esa bola. Escucho, sí, pero trato de, mínimamente, escuchar... porque si no, es como leer un libro, hacer así (simula pasar páginas velozmente) y decir “lo leí”.
FR: Si escucho un disco, lo re escucho. Me sé qué tema viene después, me acuerdo del orden, de todo. Una vez fuimos de vacaciones con familias amigas y llevaron como mil discos en el mp3. Terminado el viaje les dije “a ver quién de todos me dice qué disco sonó”. Y nadie respondió. “Bueno, no hinchen más, escuchemos los pájaros” (risas). Me pasa con Luis que me sé todos los temas de sus discos. Rara vez cuando hacemos los shows me decís una canción y no la tengo mucho. Tengo todos.

¿Cuándo cantan una canción de Spinetta también surge ahí?
FR: No sé, la otra vez tocamos “200 años”, que nunca la habíamos tocado [fue parte de la lista de temas en la presentación de Parte]. Justo era 9 de julio, eran 200 años, qué sé yo. Salió y la hicimos.
MF: Nos ponemos de acuerdo, “cuál querés hacer, éste o éste? ¿Probamos aquel?”. A los dos nos gusta cualquiera.
FR: El Mono organiza una juntada por año con los temas de Luis y en mi caso yo estudio un montón, que no sé si estudio así mis temas. Me siento a estudiar. Fue un lugar nuevo al que él me invitó, de cantante, porque ahí no toco nada. No es que no me considerara cantante, siempre me consideré cantante pero es como una cosa más...

Desde afuera te veo como una cantante tremenda.
FR: Pero por ejemplo, yo empecé a estudiar canto hace dos años. Empecé porque tenía que hacer las giras esas en Japón que eran terribles, y tenía miedo de quedarme disfónica o que me pasaran cosas de no estar a la altura. Había entrado en un plan medio profesional y eso no me podía pasar.

Y ¿seguís yendo?
FR: Sí, sigo, es complejo pero sigo. Porque es un entrenamiento, no cantás nada para que la voz esté más fuerte.


ESTUDIAR, ENSEÑAR... Y ANOTAR
Los dos son estudiosos y dan clases. ¿En qué creen que les sirve la docencia?
FR: Mirá, yo siempre pienso esto: “che, yo me voy a drogar, ustedes no se droguen”, una cosa así (risas). Porque yo les explico a los pibes cómo armar una canción o cómo alguien hizo una, qué grado puso, qué acorde puso... y yo nunca en mi vida sé qué acorde usé. Si tengo que cifrar un tema mío no tengo ni idea, yo hago la partitura.

Bueno, pero de alguna manera los escribís.
FR: Sí, pero no es lo mismo, no sé cómo explicarte... es como si yo no entendiera mi propia música. Muchas veces me pasa eso, que me preguntan y tengo que andar mirando. Yo estudié eso y realmente lo puedo comprender, pero si vos me decís “armate todos los no sé cuánto semis”, yo no sé cómo es la posición en la guitarra. Como si tuviera un rechazo a entrar en eso porque para mí componer es estar en otro estado. Estoy ahí, viene la música y no pienso en nada. No estoy pensando, no le pongo mucho pensamiento.

¿Es pura intuición?
FR: Claro, hay otros que piensan más, que dicen “si hice esto, ahora voy a hacer aquello”. No sé, toda mi primera música no conoce estribillos, no me importaba. Me acuerdo que el maestro de composición siempre me decía “es raro porque puede terminar en cualquier lado”. Me han llegado a echar de clases, un maestro que daba “Dos palomitas”, ¿se acuerdan de esa canción? (Tararea la melodía). Había que hacerla para coro y yo la hacía... y él me decía “bueno, vení acá, armame un coro”. Yo llamaba a mis compañeros y todos cantaban lo que yo había escrito. Y claro, es verdad, no tenía ningún acorde perfecto, ¡pero a mí me sonaba así! Yo era chica, tendría diecisiete años, y el tipo me decía “andate a tu casa porque no te aguanto” (risas).

Y ¿en tu caso, Mono, que sos autodidacta? ¿Cómo hacés para anotar todo eso que hacés?
MF: Me anoto todo de una forma muy extraña en una libretita. Tengo unas notaciones que más o menos me hacen acordar, pero si yo se lo doy a alguien, no entiende nada. Es un sistema propio, el Sistema Oscar (risas). Es rarísimo pero lo fui desarrollando precisamente por no saber y tener que anotar las cosas de alguna manera. Es una traba eso, pero bueno, hay otras cosas comunes que sí las anotás. Por lo general, entre mis alumnos hay músicos que tienen un buen oído, con ellos se hace más sencillo que para el que no tiene esa parte. Y bueno, las clases sirven para el alumno y para el maestro, a los dos nos sirven.

¿Por qué pensás que es así? Además vos no das clases de piano o sintetizador, son clases más generales.
MF: Viene de todo, cantantes, bandoneonistas. Si viene alguien que toca bandoneón, posiblemente le pases algo distinto porque por ahí el maestro de bandoneón le enseña más repertorio, entonces ahí tiro otras ideas. Siempre trato de dar ejemplos, vos después profundizás y lo llevás a lo que necesites. No es que le enseñás algo y le decís “esto pasa acá y solamente acá”, no. Porque así, al alumno le hacés ver chiquito.

Tratás de expandir un poco más. Eso es lo que a veces espanta de los conservatorios, que no se te permite correrte un centímetro de ciertos parámetros, lo que contabas recién del profesor que te echaba.
FR: Sí, pero también depende de tu personalidad, no sé, a mí nunca me hizo daño que me echara. Después me puso un siete, que fue la peor nota que tuve. El tipo estaba loco pero tenía cosas copadas. Por ejemplo, él ponía un disco para mostrar un ejemplo -era práctica coral de conjunto- y decía “esto está desafinado”. Y cambiaba el equipo cien veces. Y uno no puede creer que cambiando el equipo cambie la afinación, y sí, cambiaba la afinación. Era milimétrico pero cambiaba. Entonces, vos sos chico y estás al lado de esos locos y también entrás en esas locuras. Yo en el mundo de los chiflados siempre me manejé rebien (risas). De verdad te digo, me cuesta más en el mundo cotidiano.

LOS PLANES
¿Se sienten medio outsiders dentro del mundo de la música o no es para tanto?
MF: Yo me sentiría outsider si todo pasara por la alfombra roja, cuando entran cosas que no tienen nada que ver con la música. En ese caso sí, creo que no tengo nada que ver con lo que quiere una compañía, lo que espera.
FR: Ayer pensaba una cosa que está buena, de coincidencia entre nosotros. Fui a ver a Hugo con Mavi Díaz, y también había otros músicos que nada que ver. Eso de no diferenciar, ¿no? Que podés tener un amigo músico folclorista y uno re punkie, no sé, y otro que toca el bandoneón. No estar cuadrados. Ésa me parece una característica que tenemos en común, que nunca me había dado cuenta y está copada. Ahora, con el disco, me escribieron un montón de músicos diciéndome “quiero el disco, quiero ir”, y te puedo asegurar que el abanico es terrible. No sé, desde Machi hasta [QuiqueSinesi, gente que decís “nada que ver” pero a la vez sí, porque somos todos músicos y es una sola la música. Yo no me veo componiendo vidalas, pero en un momento puede pasar.

Aunque has cantado algún tango.
FR: Sí, eso es un tema familiar, de familia y de abuelos tangueros, esa conexión. Pero veía a todos los que agradezco en el disco y está Liliana [Herrero] que me ayudó y me llamaba, me decía “fijate esto, fijate lo otro”, o Tweety [González] que nos prestó el estudio para remezclar una cosa, que no es mi amigo y no tengo ninguna relación pero por cosas del estudio y calculo que cosas con el Mono y con Villa...
MF: Sí, claro, yo lo conozco, ¡yo le puse Tweety, también!
FR: Por eso, yo no participo de eso. Después, todos los que entraban, Hugo mismo que me decía “dale, yo te voy a acompañar a mezclar”. ¡Sacado! (Risas). Y bueno, el abanico de gente distinta que entre comillas encierra esta música me parece que también es la riqueza, de no estar con eso de“acá tengo que poner este sonido”. Que se le ocurre y lo pone y no está preocupado por si va a vender o no, o si va a gustar o no. Qué sé yo, ojalá que le guste a todo el mundo pero no hay nada pensado para agradar, ¿viste?

Sale así, básicamente.
FR: Creo que esta es una era pensada para agradar, todo está hecho así, todo lindo y... no es todo lindo. A veces pasan cosas que no están tan lindas. A mí me pasa que Villa me dice “che, ¿cuándo vas a hacer una canción pum para arriba?” (Risas). ¡Nunca! No sé si me va a salir. Cuando hice “Helados”, él me dijo que era la mejor canción que había hecho en mi vida. Estaba Julián [su hijo] en la sillita y yo empecé a molestarlo. Le hago el personaje Mamá Tanguera, que lo odia (risas), todo es con tango: “veníiii” (estira la I con sentimiento). Ahí salió esa canción y así como quedó la grabé, él estaba contento porque dice su nombre, era chiquito. Y a Carlos le parecía que estaba buena esa canción porque tenía cierta luminosidad. Porque bueno, nosotros nos reímos mucho, yo soy bastante... me río, me gusta divertirme.

Muchos músicos dicen que componen a partir del sufrimiento o de los malos momentos.
FR: No sé... yo agarro la guitarra y ya me sale ñeee (hace un sonido retorcido), no me sale un Do. En “Los peces” lo puse, era exactamente igual la canción, sólo que arrancaba con otro acorde. Y dije “lo voy a sacar y voy a poner un Do”. Me pareció que estaba el Do y yo no lo veía, a veces pasa eso. Hay cosas de uno que no tienen explicación, ¿por qué a él desde los 13 años le gusta escuchar los fondos? Es su esencia, qué sé yo, ser otra persona me parece una pérdida de energía.

Y no te lleva a ninguna parte.
FR: A mí me parece que no, a otros sí porque ganan plata o prestigio y les parece que está bien. Pero a mí me parece una pérdida de tiempo terrible, no tengo voluntad.

¿Cómo sigue esto? ¿Hay planes?
FR: Sí, nos vamos a Córdoba, que eso es terrible, vamos a ver cómo nos va.
MF: Vamos a mostrar el disco, a tocar en los lugares que se pueda. Ya nos llamaron de Azul y de otros lugares también, y eso a veces genera un movimiento, por ahí te llaman de otro lado “vi que tocaron acá, ¿no quieren venir?”. Porque somos dos, no hay que trasladar una banda. Hoy en día, muchos artistas hacen así, van solos o con la mitad de la banda a los viajes. Y gente que tiene música pum para arriba, ¿eh? Así y todo... así que lo nuestro es esto, es lo que es y podemos movernos un poco mejor.

Después no se sabe qué deparará. Nunca se planeó tanto, ¿o sí?
FR: Creo que nosotros nunca nos planteamos mucho nada, ¿no? De verdad.
MF: Me invitó al show, “Che, ¿podés?”. “Dale, sí”. Nada más.
FR: Me parece que eso es lo que...

Lo que hace que la cosa funcione.
FR: Sí, el otro día me preguntaban “che, pero vos tenés un plan”. Yo nunca tuve ningún plan, a pesar de que soy mujer y las mujeres somos más de planificar. Digo, tengo planes a full“a las once voy a hacer la cama”, ¿entendés? “A tal hora voy a buscar a mi hijo”“voy a tratar de tocar a tal hora”. Organizar el día, cosas así. Ojo, no es que con la música no hay trabajo, ahora fue llevar el disco aquí y allá, hacer notas...

Pero ni siquiera se pensó un futuro disco. A veces los grupos sacan un disco y ya quieren lanzarse a hacer otro.
FR: Me lo decís y ni se me había ocurrido. Hacer un disco con él siempre era un sueño que tenía ahí pero... terrible. Cuando llegó el disco y lo vi, dije “no...”. Estaba nerviosa porque no sabía si lo ponías y escuchabas uno de Los Parchís (risas), esas cosas que suelen pasar. No sé quién me dijo que a Luis le pasó.
MF: Sí, y con un disco de Nito [Mestre] donde tocaba yo. Fue con Artaud, con la primera edición: el lado A estaba bien y en el lado B empezaba tocando yo (risas). Increíble, habían hecho, no sé, dos mil discos de esos.
FR: Y de Privé yo tengo una edición fallada, en la que “La pelicana y el androide” estaba toda shh (imita ruido blanco). ¡Al oeste llegó esa versión! El mundo de las cosas que pueden pasar siempre es muy grande.

*Florencia Ruiz y Mono Fontana siguen presentando Parte. Este viernes 7 de octubre se presentan en Cocina de Culturas (Julio A. Roca 491, Córdoba).

El 22 de octubre tocarán en Estación Provincial (17 y 71, La Plata), el 17 de noviembre en Kirie Music Club (CABA). el 15 de diciembre en Azul y el 16 de diciembre en Tandil (Para más información sobre estas fechas, ingresar a la página de Florencia Ruiz en Facebook).

[Fotos por Federico Caruso]

Dos noches inolvidables con Wilco

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Esta nota puede llevar cualquier título ridículo  y cursi como el de arriba, sí. Pero nunca podrá explicar lo que Wilco hizo en escena el sábado 15 de octubre en el Arena Heineken de Tecnópolis. Tampoco lo vivido la noche anterior.

Disculpen si la mano viene demasiado en primera persona pero es inevitable. Tras el anuncio del debut sudamericano del grupo, el entusiasmo fue tal que decidí embarcarme en la mitad de la gira y ver los shows que Wilco daría en Montevideo y en Buenos Aires. Comprar entradas, sacar pasajes, reservar hotel. El plan era infalible tras dos años sin vacaciones: un paseo de fin de semana con mi novia y nuestra música preferida como banda sonora en un auditorio ideal. El show se presentaba como An evening with Wilco. Era la noche. Era. De tan infalible, falló. Cancelación en Uruguay, por cuestiones de logística que nunca se terminaron de comprender del todo. Devolución parcial del costo de las entradas -continúa el litigio para que la empresa Red UTS y la productora Gaucho, organizadoras del show en La Trastienda de Montevideo, devuelvan el dinero de un servicio no prestado-, resignación, angustia y puteadas. No quedó otra que pasear por Uruguay pero sin Wilco (estuvo divertido igual, claro). Y quedaba el show de Buenos Aires como revancha.

Pero la vuelta del país vecino trajo sorpresas. Una charla con el amigo -desde ahora es amigo y genio y figura- Lautaro Barceló, guitarrista y cantante de El Estrellero, y la bendición definitiva. A sabiendas de su fanatismo por Wilco y luego de hablar de otros temas, le pregunté a Lautaro cómo se sentía previo al show en el Festival BUE, donde compartiría cartel con su banda favorita. Me contó que tenía la posibilidad de conocer a los músicos pero no sabía qué hacer. No se animaba. Les había escrito una carta con recomendaciones para pasear por Buenos Aires -a pedido de la producción del festival- y ellos habían devuelto el favor con una invitación: vos recomendás, vos venís con nosotros. Le insistí para que fuera (si yo fuera vos...). Esa charla sucedió el miércoles, y al otro día, Lautaro rechazó una invitación para cenar con Wilco. Pero el viernes sí se animó, y me lo contó. No resistí la autoinvitación, un poco en chiste y otro poco para ver qué me decía, por supuesto. Al final de la charla me dijo “nos vemos a la noche”.

Y nos vimos a la noche, en la Catedral del Tango. Éramos pocos: Lautaro, Juan Irio -cantante y bajista de El Estrellero-, Lisandro Capdevila, María, una amiga de Lautaro, el hermano de Barceló, mi novia y yo. 

Y John Stirratt, el bajista de esa banda que fuimos a ver a Uruguay.


Había comprendido el temor de Lautaro por conocer a un músico admirado, pero John -quizá sin sospechar que estaba rodeado de gente que ama su música- resultó ser un tipo de lo más amable y copado. Ahora sí, nada podía fallar. Tomamos vino, lo atacamos a preguntas sobre el show, la gira, su familia. Le contamos que la gente los esperaba con ansiedad (la gente: los que estábamos en la mesa). Hablamos del Premio NobelBob Dylan, de El Estrellero, de Big Star, de la Selección argentina, de tango, de la ciudad... fue un momento genial e inesperado. Estábamos todos muy contentos y él se mostraba atento, curioso y charlador, también. Al rato llegó Pat Sansone -el hombre que le saca música a una mandarina- con su mujer y la charla prosiguió. Brindamos, les contamos que habíamos ido a Uruguay, pidieron disculpas y las aceptamos porque ¡eran dos Wilco pidiéndonos disculpas! 

Hasta que en un momento fue hora de irse para ellos, saludaron y dijeron adiós. Y nosotros, apenas salieron, marchamos también, entre abrazos de emoción incrédula. No nos sacamos una foto pero qué importa: el momento está grabado. Después de esa noche, si el show estaba más o menos bien, estaríamos felices.

Y el show fue el mejor que muchos de los presentes vimos en nuestras vidas.


Lo dicho a parte del grupo la noche anterior -aquello sobre la ansiedad de la gente- resultó extensivo a miles de personas que colmaron el fantástico microestadio que se erige en el predio de Villa Martelli (uno de los tantos despilfarros del kirchnerismo, je). Algo así como un Luna Park pero que suena bien, y donde un rato antes que Wilco, Juana Molina peló su propuesta inquietante y abrasiva: gustos al margen, es difícil no quedar hipnotizado ante la disposición visual y la retroalimentación sonora de Juana.

Pero Wilco. Había cosas que ya sabíamos de ellos: su discografía es más bien notable y está llena de grandes canciones, sí. Cualquier lista de temas se iba a quedar corta teniendo en cuenta dicha amplitud de repertorio y su consabida heterogeneidad. Ahora, ¿cómo se explica el sonido que resultó de esos seis tipos? ¿Es posible que seis humanos logren perfeccionar y mejorar el audio de un disco con semejante facilidad? 

Por un lado, es innegable que el escenario, un estadio cerrado, ayudó. Aunque es probable que Wilco suene muy bien en un espacio abierto, los escenarios indoor en el BUE sonaron mejor que el escenario principal. Por suerte les tocó adentro.

La suspensión del show uruguayo, según argumentó -de manera confusa- Gaucho Producciones, sucedió por“imprevistos de logística en relación al transporte regional de su (enorme) carga (...). Se hace imposible que pase por Montevideo en tiempo y forma”. (¿No lo sabían de antemano, muchachos?). Ver cómo los tres guitarristas -Jeff Tweedy, el demencial Nels Cline y el comodín de comodines Pat Sansone- cambian su instrumento casi canción tras canción explica un poco cómo la preocupación por el sonido es total, al nivel de un disco. Producción en vivo (y mucho trabajo y ensamble, porque se hace en cuestión de segundos).

La carga es enorme.


Si el disco es la obra estática, el vivo va a ser la obra extática: la banda es enérgica y sutil y desde la presentación del show introduce los climas por donde va a viajar. En solo cuatro canciones deja boquiabierto y desnucado al público: “Random Name Generator” es la apertura cancionera con las guitarras insinuando lo que vendrá, “I Am Trying to Break Your Heart” y su sensibilidad nerviosa y noise demuestra que cuando bajan las revoluciones pueden ser inquietantes, para “Art of Almost” ya te están volando la cabeza y “Misunderstood” es pura dulzura acústica (Stirratt se calza la guitarra de doce cuerdas, Cline la lap-steel guitar, todo está en su lugar: armonía pura). 

Luego mostrarán aun más facetas, como en la jazzy“Hummingbird”, una sorpresa que les sentó sensacional para probarse como banda de bar (una banda de bar que te volaría la peluca, por supuesto); o el repaso por su primer disco, A.M., y la canción americana derecho viejo, “Box full of letters”. Son los mismos seis tipos, mutando de un instante a otro, siempre al servicio de la música. No hay mucho circo ni boludeo, y Tweedy es un frontman más bien parco que esta vez parece estar de excelente humor y algo sorprendido por la respuesta y los coros de la gente. Bueno, al menos a los argentinos (!) nos encanta creernos esto: estaban contentos.

(La lista de temas fue toda una atención para con el público. Siendo esta la primera vez del grupo en el país, Wilco basó su repertorio en tres discos apreciados por los fanáticos -Yankee Hotel Foxtrot, A ghost is born y Being there- y eso se notó. Ojo, los temas de Schmilco y el único de Stars wars no desentonaron para nada con el resto).


Pero continuemos. 

Más allá del lugar, más allá de la logística, más allá del ensayo, el oficio y los stages. Hay una explicación que es la más elemental de todas y la única que cabe para comprender semejante nivel de excelencia. Primero, lo ya dicho: las de Wilco son grandes canciones, y en ellas se rescata una enorme y diversa paleta sonora. La lista de influencias y reminiscencias es interminable y va desde Neil Young y Lennon hasta Big Star, pasando por Television, Sonic Youth, The Band y un etcétera interminable. Wilco es una antena, sí, pero retransmite con frecuencia propia.

Otra: esta formación parece ser el seleccionado perfecto para ejecutar una colección tan vasta y ecléctica. A estas alturas, es la alineación más perdurable en la historia del grupo y resulta lógico: se escuchan todos, cada elemento está donde tiene que estar y porque tiene que estar. Parece sencillo pero es complejo manejar los silencios, los arreglos, los detalles, y eso no deja de sorprender en todo el show. La capacidad de Glenn Kotche para aporrear su batería -con un set de platos preparados que aporta sonidos poco usuales- como un demente, o repetir un beat preciso y dejar que destaquen las guitarras y las teclas. La ductilidad de Sansone para ser un violero de arreglos o guitarrazos, o sentarse a los teclados, o empuñar una acústica, o tocar una maraca que da pequeñísimas pinceladas (pero tiene que estar ahí), o el glockenspiel que lleva la melodía en “I’m always in love”. El tipo es un camaleón: cuando toca la guitarra tiene pose de guitar hero, tras los teclados se retrae. Y así con todos: John Stirratt toca y canta con una facilidad pasmosa, se planta como el ladero de Tweedy -son los únicos miembros originales- pero siempre cerca de Kotche.

¿Alcanza para explicar semejante demostración?

Sigue siendo difícil narrar momentos como “Via Chicago”, donde se superponen dos planos: el de la canción estoica y simple que sostienen a dos voces Stirratt y Tweedy, mientras que detrás de ese halo de belleza, Cline y Kotche producen lo otro, un océano de ruido desquiciado que, sin embargo, no parece perturbar a los cantores. Superposición de caos y lullaby.

Fue tal la euforia del cierre con “Spiders (Kidsmoke)” y “I’m a wheel” -un binomio que funciona por oposición, misterio compulsivo contra arenga rocanrolera- que seguir escuchando música era casi ridículo. La leyenda ya estaba escrita.


Igual se hizo el intento: Flaming Lips palideció ante lo hecho por Wilco y brindó un show muy preocupado por la purpurina y poco por la música, con más baches que la luna -demasiado tiempo perdido- y que nos echó del escenario principal al instante. Había que cerrar el círculo y El Estrellero tocaba a las diez en punto. Vamos para allá a escuchar ese puñado de canciones fantásticas.

Y vaya si el círculo se cerró: cuando entramos al escenario Music Box, la banda recién empezaba y entre el público pudimos divisar a uno de los músicos que nos había dejado sin palabras minutos atrás: John Stirratt escuchaba con atención a sus acompañantes de aquel inolvidable viernes por la noche. Terminó el show de los platenses -en media hora es difícil calentar, pero tuvieron la astucia de enganchar las canciones para ganar tiempo- y ya era suficiente. Nada iba a empardar esas casi dos horas de magia, por lo cual emprendimos la marcha mientras nos cruzábamos a infinidad de amigos que, como nosotros, se agarraban la cabeza y preguntaban “¿cómo hicieron lo que hicieron?”.

Podíamos asegurar que aquella evening with Wilco se convirtió en dos noches inolvidables. En Schmilco hay una canción, “Happiness”, que dice “Happiness depends on who you blame”.

Y sí. Fue culpa de Wilco.


[Fotos de Wilco por Victoria Schwindt]

Gastón Massenzio: de nuevo otra voz

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Esta charla con Gastón Massenzio sucedió hace algunos meses en un recreo laboral de ambos, y tras casi un año de intercambio. La mano arrancó en pleno verano de 2016, en otro receso con encuentro y charla que no fue grabada. Hubo revancha, lógico, porque Gastón tenía mucho por contar y nosotros queríamos registrar todo aquello que no está dicho en la música (aunque los procesos de un músico sugieran bastante).

Seis años de búsqueda en el mundo de la canción, en distintas vertientes -él mismo se define como noventista en sus inicios y algo más cercano al folclore argentino en La presencia, su disco más reciente, editado hace exactamente un año-, siempre con buenos resultados. Y una palabra que puede haber pasado por alto en la primera oración de este párrafo pero es cierta: búsqueda. De un sonido distinto, de la palabra en su idioma, de una voz que, descubrió, puede ir más allá de lo que creía. Del estudio como laboratorio sonoro, de los colegas como fuente de inspiración, de los maestros y los alumnos.

Sí, había bastante para hablar.

EL REPOSO PREVIO AL SALTO
Venís editando un disco por año desde 2010. ¿Éste va a ser el primero sin nada?
Este año me propuse aguantarme las ganas de sacar un disco, fue al revés. Saqué el Tributo a Elliott Smith en 2010, al otro año un EP [Las formas], al otro, otro EP [Lyd]. Ya en 2013 el primer álbum [Lapsus] y en 2014 y 2015 los siguientes [Otra luz y La presencia]. Y dije “bueno, ahora me voy a tomar un respiro”. Sobre todo por un tema económico, porque sabía que si me embarcaba en esa movida después iba a tener que estar a la altura de las circunstancias. Vengo mezclando y masterizando los discos bien, sacando discos bien producidos, entonces sabía que iba a tener que esperar un poco.

Además, los últimos vinieron con muchos invitados.
Siempre son amigos, gente que admiro y con los que compartimos fechas y tenemos un vínculo de amistad. Pero claro, eso también te lleva toda una movida y se hace una cosa más grande. Entonces, lo que voy a intentar para esto nuevo es cerrar un poquito la fila y hacerlo como un proyecto solista pero de banda. La banda, con la que toqué en el Festival Ciudad Emergente, la integran Juan Irusta en bajo -con él toqué mucho este año-, Sebastián Briganti en percusión y Mariano Poc en cello. La idea es grabar en el verano de 2017, muy probablemente en Kimono Studio de Claudio Lafalce. Tenía la idea de hacer un disco al estilo power trío, pero al final va a ser un disco folk, experimental y con la sonoridad propia de esta formación, investigando en distintas afinaciones y patterns rítimicos y yendo hacia nuevos rumbos. Estamos muy entusiasmados y no sé en qué decantará... ellos van a tocar en el show del 4 en Café Vinilo también, claro.

¿Ya tenés todas las canciones?
Sí, tengo muchas. Quiero que tenga una idea conceptual, no juntar canciones sueltas. Estoy viendo cómo darle una ilación y una continuidad estética y que a la vez haya un cambio con lo anterior. Lo que se hizo ya se hizo, quiero ir para otros lugares. El primer disco fue casi todo en inglés y con un sonido más noventas, o algo así. Y al segundo y el tercero, si bien los veo muy distintos, tienen cierta continuidad en cuanto a que aparece una personalidad más marcada.

¿Puede ser que eso tenga que ver con que empezaste a escribir todo en español?
Sí, empecé a darle forma a todo lo que yo escribía en mi casa y antes no ponía en canciones. Quedaba en un lugar de relato, poesía o sueños anotados. Hice un taller literario que era muy lindo, y ese trabajo me llevó a reconciliar la canción con mis letras, como una especie de encuentro. Me amigué con el idioma. Ya cuando saqué el primer disco me sentía muy ajeno a eso, me quedaba viejo. Y lo que me pasa ahora es que hay un intermedio en este último disco que es el cambio de registro en mi voz. Algo que yo empecé a llevar también al laburo en el estudio, utilizar otro registro de voz de cabeza, más alto, y ahora estoy usando mucho eso para mis canciones. Va a haber un cambio notorio.

Y ¿lo llevás a lo viejo a la hora de tocar?
Lo viejo está en un modo, entonces no lo puedo correr tanto. Ahora estoy escuchando mucho Queen, Jeff Buckley o Rufus Wainwright, entonces estoy tratando de que esas influencias que tengo estén mucho más presentes en la música que hago. Ojo, no quiero ni estoy haciendo algo pretencioso, pero sí voy a utilizar un registro que tengo y no solía usar. Y esos nortes artísticos para tener presentes... porque yo venía por otro lado, la influencia de Elliott Smith o Nick Drake, tonos muy susurrados. Eso se reflejó un poco en los primeros discos, pero ahora está cambiando y yendo por otro lado.

¿Lleva trabajo o sentís que sale con cierta naturalidad?
Está dentro de mis registros, aunque también tomé algunas clases con Paula Maffia y ella me ayudó mucho a tomar consciencia de eso. No quiero que suene como algo pretencioso, que parezca que ahora voy a cantar como Jeff Buckey (risas). Lo que quiero decir es que en el proceso de grabación de La presencia con Lucy [Patané] y también en esas clases con Paula, tomé consciencia de que tenía un registro del que no estaba haciendo uso. Entonces, eso está presente en el encare de las nuevas composiciones.

¿Lo probaste en distintas formaciones? Porque una cosa es en la vertiente acústica y otra en banda, que quizá cuesta más.
Lo probé con la banda y me es más fácil llegar a lugares dinámicos más altos. Y el otro día tuve un acústico en Duncan y todo se fue a un lugar minimalista. También tiene que ver desde dónde se construye la canción, si estás en el living de tu casa tocando, o parado en la pieza con el amplificador enchufado. Genera hasta ergonómicamente distintas cosas, no es lo mismo cuando me siento en el piano que cuando estoy tocando la criolla en la cocina, o si estoy con la guitarra y los pedales.

Pero esas situaciones son en soledad. ¿Qué pasa cuando le presentás una canción a la banda?
A mí me pasó con los temas de Otra luz, que los tuve que mover más de un tono y pico arriba. Empecé a trasponer todos los temas. Uno siempre piensa que todo va a ser mucho más lineal de lo que termina siendo pero no, no siempre pasa.


OTRAS VOCES
¿La grabación del nuevo disco te la planteás con tiempo, o rápido?
El grueso queremos que sea en pocas sesiones, dos o tres días. Después, los detalles de sobregrabación, la voz...

¿La voz no la grabarías en vivo?
No estaría mal, pero... me re gustaría. Puede llegar a quedar mucho más crudo. Los chicos son grandes músicos, así que confío en que se puede hacer rápido. Yo cuando voy a grabar y pongo rec me pongo nervioso, un poco, pero después se pasa. Son nervios constructivos, no paralizantes. La cuestión es cambiar, que sea un disco que vaya por distintos lugares, temas que sean en piano, bajo y batería... y después temas con guitarra solo, no sé. Toda una cosa que me gustaría englobar, pero hay un margen de desconocimiento cuando uno se embarca a grabar. Desde que grabé Lapsus, que lo hicimos con Hernán De Micheli, un artista al que yo admiro mucho, tenía ideas armadas pero había disparadores y cosas nuevas que iban para acá y para allá. Tiene que estar esa confianza mutua con el productor. Pero te enriquece mucho, y yo voy con esa idea. De decir “sí, pero...”, abierto a que puedan aparecer cosas nuevas.

Vos siempre trabajaste con productores, ¿te gusta tener esa opinión ajena?
Me gusta poder anclar en una opinión, porque uno pierde objetividad para bien o para mal (nunca es para bien). Podés creer que algo está mucho mejor de lo que realmente está. Así como fue con Hernán, lo mismo me pasó con Lucy: compartimos una visión estética enorme y entonces uno se retroalimenta, uno tiene una idea de un arreglo y se enriquece con el otro. Me gustó todo lo que hicimos con Hernán y también esta etapa nueva con Lucy. Hablamos con ella incluso, hay que ver cómo viene su agenda y sus tiempos pero me encantaría que produjera lo nuevo. Además, hizo de todo, desde mi disco hasta el último de Los Rusos Hijos de Puta, que es tremendo el sonido que tiene. Hay productores que pasan todo por un filtro Instagram propio (risas), entonces está bueno cuando se respeta la identidad de la banda. Y quiero que el disco sea representativo de esta etapa, porque si no, te queda viejo.

¿Te pasó eso en algún momento?
Me pasó más con el primero [se refiere a Lapsus], quizá, que traés composiciones de un tiempo atrás, sumado a que después dejé de cantar en inglés. Con los demás no, ahora los escucho y... no quiero poner que me encantan mis discos pero... (risas). Trato de no escucharlos mucho, igual, pero estoy en una etapa de madurez nueva, aceptando todas las cosas que hice. Creo que en mis discos no hubo azar, o cosas hechas a las apuradas, lo que se hizo está bien pensado. No hubo apuro, siempre se demoraron las ideas y todo fue más lento de lo que yo pensaba que iba a ser, aunque haya salido un disco por año.

¿Eso obedece a que sos muy prolífico, o tratás de ejercitar la composición?
Un poco de todo. Capaz se me ocurre una frase acá en el bar y la anoto. Y cuando estoy en casa, si no estoy haciendo lo que fuere con una guitarra encima, estoy sentado en el piano, es una cosa para la que no busco un momento. Si buscase un momento de paz y un lugar zen para ponerme a tocar, no podría tocar nunca. Entonces, discurre mi día, de una manera u otra, con el instrumento a mano. Pero no digo “ahora me voy a componer”. Casi que no puedo estar sin un instrumento. Lo que suelo hacer es levantarme y tocar, cuando empiezo el día. Antes de salir, mientras desayuno, es un reflejo que tengo desde siempre.


EL ESTUDIO Y LA DISCIPLINA
¿Seguís estudiando guitarra?
Sí, sigo estudiando. Por ejemplo, ahora quiero aprender un poco de técnica de guitarra española y de, no sé, folclore, tango. Yeites que nunca usé: digitación, arpegios, técnica de dedos. Me gusta mucho escuchar [AtahualpaYupanqui, el Dúo Salteño, Carlos Moscardini, mucha música de proyección folclórica, cosas que quizá en mi primera época no se evidenciaban porque venía de un lugar más indie americano. Después se van repercutiendo las influencias de mi casa de chico, más los gustos propios. Porque yo escucho tango instrumental o de guitarras de la primera mitad del siglo XX y me encanta. También me encanta el folclore de guitarras...

Y ¿seguís al tanto de esas movidas?
No demasiado. Pero sí, escucho, Juan Quintero me gusta, Aca Seca Trío. Estoy con eso y también tocando con el Ensamble de Guitarras de Coghlan, todos los sábados son repertorios que van de Tchaikovsky, Paganini, algunas cosas de Bach. Entonces ahí es técnica y repertorio, eso te corre del lugar de la canción y te enriquece mutuamente, no es que va enfrentado.

En el rock a veces está mal visto estudiar y pasarse con la técnica, ¿puede ser?
Yo creo que es la manera en la que cada persona se toma el estudio. No sé, siempre fui de estudiar con maestros, pasé poco tiempo por escuelas, siempre me costó. Estudié muchos años con Fernando Kabusacki, entonces hice todo un approach al sonido, a la técnica, a la guitarra, a la posición, que me ayudó para todo. También estudié jazz con Patricio Carpossi, pero en ningún momento... ojo, soy de los que creen que cuando el estudio formal es todo el acercamiento a la música puede llegar a cerrarte. Pero así como hay gente que estudia en un conservatorio, está todo el tiempo con la partitura y no toca nunca afuera -que es el gran defecto-, también está el otro ejemplo: la persona que tiene una formación académica y a su vez está participando de un montón de ensambles, y compone.

Vos preferís esa alternativa, la de salir.
Sí, porque es un lugar en el que se genera un feedback que te lleva a seguir creando. Cada uno tiene su lugar, hay gente que va a pasar su trayecto como músico analizando obras y tocando música académica, ojalá que siga existiendo eso porque me parece indispensable. Me gustaría tener un poco esa personalidad. Ahora voy a empezar a hacer un taller de ensamble y grupal, tengo muchas ganas. Es de lo que me gustaría vivir, viviría dando clases, porque es algo que me encanta.

Además de los estudios que contás, vos participaste de cursos con Robert Fripp.
Puff... hice dos cursos de esos y en el último tocamos con él y con el ensamble. Esos retiros, esa manera de desarrollar una relación con el instrumento, con la música y con uno mismo es... eran jornadas con una dedicación y trabajo bastante extenuante. O sea, muy placentero, pero levantarse muy temprano y hacer muchas cosas, no sólo tocar la guitarra, sino encargarse de la limpieza del lugar donde uno está. Una cuestión de disciplina. Y hacer esa traslación a la música es muy enriquecedor.



*Gastón Massenziodespide el año con amigos el viernes 4 de noviembre en Café Vinilo (Gorriti 3780, entre Salguero y Bulnes). Entradas: $100 (reservas en Alternativa Teatral). DiceGastón“va a ser el cierre de La presencia, manteniendo y respetando el formato acústico del disco. Uno lo escuchó mil veces y lo tocó, pero por ahí trata de que la gente que no escuchó el disco más o menos esté dentro de la estética. Para que no lleguen a la remake.

[Fotos de Gastón por Nat Motorizada
Afiche del show por Pedro Mancini]

16 discos de 2016

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Dejamos pasar unas horas de 2017 para publicar nuestro balance del año recién ido. La música es el lugar donde refugiamos nuestro estado de ánimo, y estos dieciséis discos elegidos sirvieron de abrigo y consuelo para horas bravas. Por eso -y por sus bondades más que evidentes- los elegimos. 

Como toda lista que se precie, ésta es caprichosa y exclusiva, podría cambiar mañana y no pretende abarcar todo el espectro de la música argentina (un hombre solo no puede hacer nada). Sí intentamos ampliar un poco la mirada y rescatar producciones que no vimos en buena parte de las listas de Lo mejor de 2016. Quedaron algunos discos afuera, por poco, y no llegamos a escuchar otro tanto (se sigue en 2017, claro). En fin, estos son los elegidos de La música es del aire.

Feliz año para todos y que la música salve.


El Estrellero - Drama 
(Fuego Amigo Discos)
El tándem creativo conformado por Juan Irio y Lautaro Barceló, a priori, esperanzaba. Pero el resultado final fue todavía más lejos de lo esperado: Drama es una colección de canciones impecable, que hace de la intensidad y la frescura su leitmotiv. El equilibrio exacto entre simpleza ("Deja que te guarde") y vuelo ("Pobre corazón"), del musical y del poético, no da respiro. Un álbum que va de cumbre a cumbre y lo logra desandando tópicos universales: el amor y la muerte (siempre hablamos de lo mismo). El heroicismo de "La rima" muestra lo que una buena canción es capaz de lograr: se canta esbozando una sonrisa de esperanza. Si todos los dramas fueran así de conmovedores...


Alucinaria - Días de fuerza
(Editorial Musical de Rosario)
Una jugada sorpresiva y triunfal de la banda rosarina: cambiar los guitarrazos de su primer disco por este conjunto de canciones ornamentadas en forma sesentista, melodiosa, lírica. Un trabajo que llevó años y, dicho por ellos mismos, terminó haciendo realidad en el seno del grupo lo que en principio era el concepto del álbum: la tensión de esos días de fuerza se hizo carne. Pero lo que salió a la luz es tan arengador como precioso. ¿Ejemplos? "Paz (excepto para las almas despeinadas)" y "Hermanos de la buena pérdida", o cómo hacer de la armonía un campo de batalla. En el medio, una banda precisa y un cantante notable. No es poca cosa.


Atrás Hay Truenos - Bronce
(Laptra Discos)
Otra apuesta con el estudio como laboratorio. Un viaje sonoro en el que se desplaza al instrumento tronador por excelencia -las guitarras- a un segundo plano. Es hora de dar paso al sonido oscilante de los sintetizadores, el corazón de este disco enigmático, quizá la mejor producción del sello Laptra en el último lustro. Una verdadera fiesta de la forma: de entradas y salidas, de efectos, de continuidades, irrupciones, superposiciones, fusiones y confusiones, historias que se cuentan pero hasta ahí. Si usted busca un disco en el que sumergirse y encontrar algo nuevo en cada escucha, puede que en Bronce esté la respuesta. O una pregunta que, por suerte, jamás termine de ser contestada.


Florencia Ruiz y Mono Fontana - Parte
(On'smusicayflia)
Al fin se concretó el disco de un dúo lógico por naturaleza. Florencia y el Mono venían tocando juntos hace años y era necesario este registro. El repertorio incluye versiones de canciones añosas de Ruiz y suma algunas novedades. Una de las más cautivantes voces de la música argentina entrega su garganta y sus arpegios a la magia de lo que Fontana denomina fondos (sólo se entiende escuchándolo). Cada uno construye su propio ruido de magia y en la conjunción logran una envolvente de belleza exótica con momentos interplanetarios -¡lo que toca el Mono en "Hacia el final"!- y otros que son un flechazo al corazón (la cita a "Mind games" en "Viviré", "Los peces").


Sanguinetti / Migma / Babjaczuk / Butelman / L'Argentiere - Cómo desaparecer completamente
(Independiente)
Un disco doble de versiones del grupo más prestigio del mundo. La propuesta es, en la previa, un desafío difícil de aprobar. Pero Marco Sanguinetti reconstruye la obra de los de Oxford valiéndose de recursos originales, como insuflarle sangre local a algunas versiones -"Everything in its right place", "Creep"- o convocar a Milena L'Argentiere para que sea la (impecable) voz en los temas cantados. Y lo más notable y meritorio, hacer de la música de Radiohead un punto de partida sobre el cual pintar la aldea propia, con iguales dosis de tensión -"Black star", "Little by little", "We suck young blood"- y belleza -"Motion picture soundtrack"-. De covers, nada: el homenaje es el riesgo. 


Melingo - Anda
(Sony Music)
Enfundado en su personaje de linyera errante -casualidad o no, el de 2016 es un linyera-parca-, Melingo vuelve a cautivar con su elegancia arrabalera y esta historia presentada como "Anda, diáspora en dos actos", un viaje a través del tiempo y el espacio que nos lleva de la casa de Osvaldo Pugliese a Japón, Constantinopla (!) y al mismísimo infierno. Tranquilos: si se pasa por alto la narración algo delirante del librito, Anda funciona igual, amparado en una banda siempre sutil y un cantor áspero que, apenas susurrando, lo hace mejor que nadie y muestra que el humus del blues y el tango es el mismo ("Intoxicated man").


La venganza de cheetara - Valles
(Fuego Amigo Discos)
Un debut tan redondo como auspicioso. El trío Rojas-Cases-Miyashiki crea un ambiente de reflexión a través de texturas lineales, armónicos y percusiones livianas, casi flotantes. Ejercicios de paciencia y temple oriental -"Milán", "Nueva playa"- que para el buscador de agite serían una tortura pero son un alivio para el oído atento. Aunque no todo es reposo en Valles: la curva es ascendente y, de a poco, el trío sube el voltaje -"Cobra Kai", "Keep it gangsta"- y suma accesorios que ayudan al viaje incidental (la fantástica "Komorebi" es el ejemplo cabal de esto). La proyección, después, es individual: hagan el esfuerzo y vean la luz del sol que se filtra a través de las hojas un árbol.


Excursiones Polares - Ya no habrá más veranos
(Concepto Cero)
El Chinese Democracy de zona Sur vio la luz sobre el cierre del año. Cinco años de espera podían jugarle en contra a Ya no habrá más veranos, pero Excursiones Polares se salió con la suya y editó el mejor disco de su carrera, con madurez para elegir y ejecutar el repertorio (suponemos que había más que las ocho canciones elegidas). El recorte es justo y la interpretación precisa y emotiva desde el comienzo: "¿A dónde vas a ir?" tiene todos los boletos para ser la canción de cierre de cualquier disco, pero aquí es la apertura. Y eso da una pista sobre el resto. ¿El objetivo? Llegar hasta el núcleo de la canción. Si no lo creen, escuchen "La historia de la sangre" y nos dicen.


Cabeza Flotante - Las afueras
(Laptra Discos)
La primera sensación que da Las afueras es la de llevar todo a un mismo pulso. Y aunque hay algo de patrón rítmico incesante, esa direccionalidad que en un principio parece jugar en contra es la que cimienta el tercer disco de Cabeza Flotante, algo así como un resumen de sus álbumes anteriores -Ningún lugar y Relámpago-, realzando la principal cualidad de toda buena canción: la melodía. En "Los besos" y "Algo mejor" están las pruebas fehacientes. No es sólo lo que se dice sino cómo suena. La dupla de cierre magnifica todo desde el dolor: "No sé vivir" (¡Siento el calor/ de quedarme solo!) y "Te esperé" (Después de la guerra/ yo me disparé/ Ahora quiero que me dispares vos). 


Casita de Salvajes - Sueños de invierno
(Mínima Discos)
Casita de Salvajes es una trampa (!) en esta lista. El grupo es en verdad el proyecto solista del músico estadounidense Charlie Higgins, radicado hace algunos años en Buenos Aires. Sueños de invierno llegó cuando concluía 2016 pero ingresa triunfal a la lista por su sonido árido y sus canciones de belleza borrosa (cantadas en español, por supuesto). Higgins deja claro de dónde viene y muestra sabiduría a la hora de vestir -con lo justo y necesario- estas nueve piezas de tono grisáceo. Si viviera en Estados Unidos, le pondrían la etiqueta alt-country. Acá, podemos situarlo en el espacio equidistante entre Sombrero y Los Álamos... aunque su toque sea más seco. Para seguir.


El Lenguaje Como Obstáculo - I
(Independiente)
La sorpresa pesada del año, así de simple. ELCO -suelen acortar su nombre a la sigla- es desarrollo y contracción, despliegue y reposo, notas tenidas hacia el infinito (pero inquebrantables) y distorsión a niveles demenciales, con un audio imposible de lo perfecto. Su costado clasicista no resulta pretencioso ni preciosista, sino que destaca como el factor clave en el juego de contrastes que es una constante en la música del grupo. Más allá de toda etiqueta -en este caso, parece que a los muchachos les funciona una acuñada por Simon Reynolds: post-rock-, lo que suena este debut es inaudito. Para sacarse el sombrero (e ir a ver en vivo, a ver qué pasa en esa faceta).


Cam Beszkin - Enamorar o morir
(UMI)
Q:¿Cuánta gente gritó más fuerte que Cam Beszkin en 2016? A: Poca o ninguna. En su tercer disco solista -segundo con la formación de power dúo que completa Arnaldo Taurel-, Beszkin se pone al frente de la arenga con un sonido furioso y líricas que proponen el combate desde el amor (basta de sobrevivir/ enamorar o morir). Siempre en primera persona, Cam pasa de personificar al macho en "El propietario" a la intimidad hogareña de "Mi casa, mi nena", hace del estribillo de "Pisco blues" un trabalenguas rítmico y baja los decibeles en "Ciertas cosas" y "Corazonotomía", para que no queden dudas de que su voz, como decía Flopa Lestani, también es dulce, fuerte y grave.


Mejor Actor de Reparto - Humilde frente al mar
(Independiente)
Sincero, terrible... esperanzador. Así es Humilde frente al mar, el segundo disco de Mejor Actor de Reparto. En carne viva, Mauro Duek -voz, guitarra y autor de todas las canciones- narra la pérdida de un ser querido con honestidad, voz quebrada y músculo post punk. Es difícil pasar el comienzo del disco sin pensar que es demasiado crudo. Pero se sigue, aceptando que somos una pequeña partícula al lado de inmensidades como la que ilustra la portada. Entre la fiesta -"6to C", "No hay que desperdiciar"-, el recuerdo -"Sola en la calle"- y el renacer del final -"Vas a venir"- se termina de visualizar que aun en el mar más oscuro, refleja el sol. Doloroso y necesario.


Roberto Monstruo - Las voces
(Independiente)
Una voz cavernosa, digna de Tom Waits, Lemmy o Mark Lanegan. Letras que parecen haber sido escritas por un criminal clase Z, entre el horror y el humor más ácido y peligroso. Guitarras como cuchillos filosos pero oxidados. El combo que ofrece RobertoMonstruo en Las voces es irresistible por su capacidad para contar historias de terror y amor con estribillos indelebles aunque corrosivos. Suena coherente y lógico su homenaje a Iggy and The Stooges en la canción homónima, pero sorprende con el estribillo de "Los rayos en los truenos", donde resuena... ¡"A little respect" de Erasure! En el fondo, sólo es un buen hombre usando su guitarra como si fuera un serrucho.


Palo Pandolfo y La Hermandad - Transformación
(S-Music)
Palo encontró la banda ideal para exhibir sus posibilidades estilísticas entre Esto es un abrazo, su disco anterior y este Transformación. La Hermandad se mueve hacia donde diga Pandolfo -atención, que hay muchas co-composiciones- y ahora la brújula los guía hacia un sonido aun más rockero, algo menos latino que en el intento previo. El disco cuenta con invitados notables del rock nacional que pasan casi desapercibidos (Ricardo Mollo, Hilda Lizarazu, Los Tipitos). Resulta lógico: ninguno está para descollar sino que se disponen a lo que la música pide. En "Un reflejo" está, quizá, la interpretación más desaforada y auténtica del año. Vital y optimista.


Saturno - Saturno
(Independiente)
Es inevitable repetir que la ciudad de La Plata tiene alrededor de un músico por casa y tres bandas por manzana. El caso de Saturno es misterioso: un puñado de amigos platenses compartió hace tiempo este disco por las redes sociales. Saturno es, al parecer, el seudónimo de Sebastián Rulli, uno de esos tantos jovenzuelos que empuñan su guitarra en la ciudad de las diagonales. Nada más se sabe de este ¿disco? desperdigado en Bandcamp sin data alguna. Pero escuchen esas canciones crudas ("Visión", "Es por amor"), algo desafinadas y rústicas, lúdicas y sufridas. No se sorprendan si, como canta el propio Rulli sobre el final, todos terminamos vociferando ¡es hermoso, esto es lo más!

Atrás Hay Truenos: poner el cuerpo y el bocho en acción

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En septiembre de 2016 vio la luz Bronce, el disco más enigmático, profundo y logrado en la trayectoria de Atrás Hay Truenos, grupo de músicos neuquinos que se asentó en la Capital Federal hace ya varios años. Bronce es además un álbum maduro y pensado, insinuante y elusivo, épico desde la sumersión. Desde la primera vez que lo escuchamos nos dibujó un gesto de sorpresa y admiración, y su calidad se mantiene mientras los meses se suceden: parece ser una obra de esas que atravesarán el tiempo sabiéndose perennes, invencibles.

Por eso esta charla con Roberto Aleandri, cantor, guitarrista y compositor del cuarteto que expandió su universo luego de casi tres años de experimentación, trabajo intensivo -al borde de la obsesión- en el estudio y resultados lógicos para con esa búsqueda maniática. Por si hace falta repetirlo, la siembra dio sus frutos.

Fue lógico, entonces, encontrar en Roberto a un tipo lúcido con quien hablar tres horas de corrido de un universo tan amplio, siempre en torno de la música de los Truenos: los procesos de un disco, la recepción del público, las colaboraciones externas, la entrega del cuerpo en pos de la obra, la idea de construir un circuito de música alternativa en todo el país. Ideas, buenas ideas. Y lo mejor: que se proyectan, pero también se llevan a cabo.

Aquí, la primera entrega de esa charla estimulante:

ZONA DE PROMESAS
Recién vuelven de una gira por el sur del país. ¿Cómo los tratan cuando vuelven a Neuquén, su ciudad de origen?
Neuquén está clavada culturalmente, es un desastre. Es la ciudad más grande de la Patagonia, pero no hay por parte del municipio de la ciudad ni por parte de Cultura de la provincia ninguna intención de fomentar la cultura ni de generar espacios. Todo lo contrario, cierran lugares. Nos costó muchísimo organizar la fecha para tocar allá, fue la última que confirmamos.

¿Tenían toda la gira por el Sur menos la fecha en su ciudad?
No había lugares: los teatros que hay en la ciudad estaban cerrados por todo enero. No sé por qué, es el momento en que más gente hay. Es realmente triste, porque no es así en las otras ciudades. Por ejemplo, en General Roca, ya hace dos o tres años que vienen haciendo el Rock al Río. También está el festival de San Martín de Los Andes, El Primer Color; el Prisma en Bariloche; y el Mucho Gustok en Meliquina, una localidad entre Bariloche y San Martín de los Andes.

Claro, hay un circuito de festivales ya.
En Bariloche no tocamos en el festival Prisma, pero nos organizaron una fecha los chicos de Mapache Records, que son varias bandas de allá. Hay una movida de rock impresionante. Las fechas estuvieron increíbles, hubo una onda... gente, predisposición, el arte cuidado. Y en Neuquén fue lo opuesto. Lo hicimos nosotros en un boliche, fue el único lugar que conseguimos y, como no pasa nada en la ciudad, mucha gente arrancó y se fue para los festivales. Nos fueron a ver a Roca porque era gratis, al aire libre, a la tardecita, al lado del río, con un supersonido...

Era más tentador el festival.
Claro. Nosotros buscamos la manera de generar algo en la ciudad que se una a todo lo demás, porque están pasando cosas increíbles en todas las ciudades del país, festivales que unen a bandas de todas las provincias. En diciembre tocamos en Santa Fe, en el festival Creciente Magnética: bandas de Rosario, de Córdoba, nosotros. Y está pasando porque hay gente joven con una visión, que quiere cambiar el mundo. Pero bueno, nuestra ciudad está atrasada 25 años.

¿Cuál es la razón por la que pasa eso?
Es la idiosincrasia del petróleo. Mucha gente vive del petróleo: hay mucho dinero para algunos y poco para muchos. Entonces hay una idiosincrasia del dinero, es bien oscura la onda. Y la cultura está relegada, obviamente. El estado provincial está concentrado en Vaca Muerta [el mayor yacimiento petrolífero de Argentina]. Cualquier cosa que se haga tiene ver con eso, para robarse todo y destruir todo. Viene sucediendo hace años. Hablamos con músicos de allá para forjar algo, decir “bueno, man, empecemos un pequeño festival, una vez al año”.

Y ¿hay un movimiento de bandas para poder hacerlo?
Sí, sí. La ciudad está creciendo mucho pero sigue siendo algo chico, igual. Tiene sus pequeños circuitos: hay muchas bandas de punk y de heavy metal. También una movida alternativa, más reducida, que es en la que nosotros entraríamos. Está el sello Jungla Discos, que empezaron hace poco. Ellos son los que están activando ese costado alternativo, por ponerle alguna etiqueta. Y con ellos es que queremos armar un circuito y llevar cosas de afuera también, para nutrir a la ciudad de cosas nuevas. Cuando yo era chico, cada vez que iba una banda de Buenos Aires era decir “vamos”, no importaba quien toque. Porque también, vos vivís en Neuquén, tocás tres meses y ya está: fueron tus amigos, alguno que otro más y se acabó. Es acotado el circuito, no es tan fácil.

No podés hacer tres shows por mes, por ejemplo.
Olvidate, una sola fecha y ya es bastante. Es mucho más difícil en ese sentido, por eso es importante nutrir a la ciudad de cosas nuevas. Para sumarse a la región, darle un contexto más grande. La misma banda puede tocar sola, después con una banda de otra ciudad... es fundamental.

Y a ustedes en particular, ¿les jugó a favor irse? ¿Los va a ver más gente cuando vuelven o no?
Ahora estuvo re tranqui, no fue mucha gente. Pasó lo que decía, que fue gente a San Martín y a otras ciudades. Pero antes de venirnos a vivir a Buenos Aires, nosotros tuvimos dos años fuertes. Habíamos tomado un teatro... no tomado ilegalmente (risas), sino que teníamos un lugar fijo, muy buena onda con el dueño, que era un muchacho del mundo del teatro, copado total. Y nos había dado bandera blanca para que hiciéramos lo que quisiéramos en un teatro hermoso. En esos dos años, 2006 y 2007, fue que llevamos a Él Mató, ahí nos invitaron al sello [se refiere a Laptra Discos]. Y en ese momento empezaron a ocurrir un montón de cosas cada vez que tocábamos: fiestas donde invitábamos gente a pasar música, bandas que traíamos de Buenos Aires (lo que también nos sirvió a nosotros de link para venir a tocar acá). Nos tomamos el laburo de empapelar la ciudad con afiches, toda una movida. Fue una pequeña ebullición que hubo en la ciudad, y el mejor momento nuestro allá. Recién después de eso nos invitaron de Mamushka Dog Records a participar del sello, del netlabel.

¿Ahora los miran de reojo?
Hay como un recelo. Como es tan chico todo, la gente imagina cosas raras. Por ejemplo: te ve que tocás acá en Buenos Aires y se piensa que vas a ir al programa de Susana Giménez (risas). Reniegan de algo que no existe, es un garrón. Por eso a nosotros nos cuesta un huevo ir a tocar a Neuquén ahora, es rejodido hacer una fecha. Porque son pasajes, un montón de dinero que hay que cubrir... e iba más gente cuando estábamos allá que estando acá, que sacamos los discos. ¡Estando allá no teníamos ni un disco! No sé, quizá cambie con el tiempo. Tal vez, con esta idea de unir todo, aunque sea desde acá empezar a formar algo allá. Porque es increíble, hay bandas impresionantes en todas las provincias, están todos viajando para todos lados, intercambiando, y allá no está sucediendo. Y es una pena porque se pierde lo que está pasando, porque hay grupos, está GiroAngular, que es una banda impresionante de electropop, o Vidafuego, ambas del sello Jungla. Y estaría buenísimo que ellos puedan venir acá porque allá no hay espacios, es acotado, y tampoco se puede cubrir que vaya alguien a tocar. La idea, entonces, es empezar por ahí, y presentar algo a Cultura del municipio o de la provincia para que apoye un poco. Sobre todo ahora, que Neuquén, Catamarca y Godoy Cruz (Mendoza) fueron declaradas ciudades culturales de este año por Nación.

Significa que el gobierno nacional les baja una plata extra para organizar eventos culturales.
Recibieron fondos, sí. En Neuquén ahora se hace la Fiesta de la Confluencia y va a tocar Kevin Johansen, no sé. Toda una lista de artistas [Turf, Airbag, Miranda!, Los Pericos] que pagaron con ese dinero, una fiesta millonaria. Es gratuita y la gente va, pero no es un espacio para la nueva cultura en absoluto. La cultura de la ciudad queda relegada por competo.

Esa idea está muy arraigada con la ideología de este gobierno, sobre “lo que funciona” y lo que va a pérdida.
Sí, y el gobierno neuquino está ligadísimo al gobierno nacional, con Vaca Muerta... firmaron unos convenios y van a destruir todo. Pero bueno, la idea es generar otra cosa, algo que pueda perdurar con los años para que las bandas -no nosotros en particular, cualquiera- puedan ir y venir. Que Neuquén entre en el circuito de la cultura nacional, que está hermoso: Córdoba, Santa Fe, Rosario, Mendoza, Mar del Plata, Tucumán, Formosa, Misiones... todos. ¡Somos la única provincia que está aislada!


PENSAR EL ARTE PROPIO DESDE LO AJENO
La tapa de Bronce es una obra de Ariel Mora, Variables. ¿De quién surgió la idea de incluirla?
Ariel es un artista plástico de Neuquén que está acá en Buenos Aires hace un par de años. Nos conocemos de allá, era la única persona que bailaba en nuestros primeros recitales en Neuquén (risas). El único que, creíamos nosotros, entendía nuestra música. Después nos cruzamos acá y se me ocurrió -durante el proceso de grabación del disco- sumar a alguien de afuera para eso. Los artes de los discos anteriores los había trabajado más Tito [Héctor Zuniga, el baterista]. Es diseñador y con su novia y su cuñada tienen armado un grupo de artistas plásticos. Pero la idea fue agrandar un poco más el universo de la obra, así como hay invitados que tocan otros instrumentos y hay más productores. Y pensé en Ariel. Se lo dijimos hace como dos años y enseguida se copó. Le habíamos mandado los demos, ni siquiera los temas del disco.

Y ¿qué eran los demos respecto de lo que salió del disco?
Unas versiones... (se ríe). Algunas canciones similares a lo que salió y otras, muy distintas. Pero bueno, quedó todo en stand-by dos años y nos juntamos antes de que saliera el disco. Hicimos unas reuniones con él para charlar, para pensar. Queríamos hacer algo simple, por idea de él, que es un artista de la cultura pop y maneja la simpleza. Pensábamos en algo que quedara, que lo ves y no necesitas que diga nada.

Bueno, es simple pero tiene un componente enigmático...
Sí, justamente, no hay nada que te cierre. Y como somos muy fanáticos de la obra de él y la conocemos, le propusimos que directamente fuera una obra lo que esté en la tapa, más allá de pensar algo. Nos trajo varias para elegir e hicimos las sesiones de fotos buscando, y la que quedó era una foto de prueba. Hicimos como 600 fotos sobre tres obras de él y ésa es la primera o la segunda que sacaron para ver la luz. Siempre es un momento crucial el del arte de tapa.

Y ¿le encontraron alguna relación a la tapa respecto de la música?
Yo lo pienso así: me parece bastante gráfico y muy correspondiente con la construcción sonora que tiene el disco, que es de capas. También tiene mucho que ver con nuestra primera grabación, aquel EP muy viejo que era medio gráfico y geométrico. Siento que las tapas están relacionadas: se une el principio y lo más reciente, lo que hasta ahora es el final.

¿Eso les pareció a todos o es una impresión tuya?
No, es más un flasheo mío, posterior a la salida del disco. No es que lo vimos desde antes ni fue una idea para decidir si era la tapa del disco o no. La decisión de la tapa, viendo el material que teníamos y todo, fue elegir lo que nos pareciera más bello y que no tuviera una unión tan sentimental o lógica con la música. Incluso con la misma música pasa eso.

REVISIONAR
¿Van mutando también las apreciaciones sobre la música?
Sí, totalmente. A mí me duele mucho escuchar la música que hago.

¿Te duele?
Sí, me resulta una tarea durísima escuchar mi voz. Pasa más por no gustarse. Yo no me considero ni un gran artista ni un gran cantante, más bien tengo una visión artística sobre mí... de fracasado. Lo veo más por ese lado, pero no lo digo por falsa modestia ni para generar lástima en nadie, yo me veo así y busco, quiero más todo el tiempo.

A la larga, ese inconformismo termina siendo el motor para crear.
Me cuesta la tarea de escuchar la música grabada que ya está en un disco, pero también lo hago porque me gusta revisionar lo que hice. Estoy constantemente escuchando demos o los mismos discos. Bah, no constantemente, pero les voy dando su lugar y pienso cosas. Me lleva de vuelta a lugares, a decisiones, a ambiciones que tuve en ese momento para que eso esté ahí. A veces se refuerza y a veces no y te quebrás, también: “podría haber cambiado algo”.

Bronce es un disco que contiene un universo amplio, encima...
Me pasa en este disco, pero menos. Porque me di el gusto, justamente por esta tarea de revisionar y estar atento a lo que hice antes. Para que no sea algo que ya está, que lo hacés y no importa más. No, lo hiciste y eso te va a seguir toda tu vida, o sea: vos grabás un disco y es para toda tu vida. Y para Bronce, tenía la decisión en mi corazón y en mi mente de darlo todo, tomar el tiempo que fuera necesario. Grabar la cantidad de veces que quisiera la misma guitarra, la misma voz. Cueste lo que cueste, no me importaba. Entonces eso de “se podría haber hecho esto así” sigue estando, porque llega un momento en el que decís “esto tiene que salir, se termina acá”.

En particular este disco, que les tomó casi tres años.
Sí, dos años y medio de actividad intensa. Y bueno, es como que costó también, pero pasó en menor medida y en otros aspectos. Creo que ahora tengo más consciencia sobre la composición de la música a la hora de ir a grabarla, algo que siempre fue más inconsciente. Son experiencias muy distintas, pero...

Pero respecto de lo técnico imagino que no tenés objeciones. ¿O sí?
Y... sí, porque tampoco sabés todo, vas aprendiendo. En este disco hicimos cosas que por ahí las veo y digo “uy, convendría haber esperado para esto”. Fuimos a premezclar a El Pie, un estudio hermosísimo pero bueno, es caro. Y tal vez era una tarea para bancarla un poco. Nosotros pensábamos que nos íbamos con el disco de ahí y no. Faltaba un montón. Pero por impaciencia... me hubiera gustado hacer eso al final del disco, mezclarlo en una consola, bien. Es difícil, es una gran película un disco.


BUSCAR EL SONIDO, PONER EL CUERPO
Encontré un dicho de Tito, en una nota vieja. Te lo cito: "solemos tenerle miedo al estudio, pensamos que cuando todo está tan organizado para hacer una determinada cosa, ésta no sale naturalmente como nosotros queremos". ¿Esa noción no cambió después de encerrarse en el estudio tanto tiempo?
¡Es una buena apreciación, sigue vigente! No cambió en absoluto. Antes pensaba que era como autoboicot o algo así, pero tiene que ver con nuestra naturaleza. Como conjunto funcionamos así, es necesario que las cosas fluyan de manera natural. Y en este disco, más allá de que tardó tres años, fueron tres años de esa búsqueda. Por eso también se tardó lo que se tardó, porque tuvimos un montón de sesiones de estudio donde por estar buscando un ángel que pasara en ese momento... no dijimos “hoy vamos a grabar este arreglo”. No. Fuimos, llevamos las guitarras y buscamos el sonido ahí. Buscando una sorpresa de la música, esa cuestión natural que es la que te enamora. Porque cuando vos escuchás un disco de alguien, o la música que te llega, esa música te sorprende, te cambia, te atrapa.

Bueno, acabás de decir que es “una gran película hacer un disco”.
A mí se me ocurre pensar en la grabación de un disco como en la filmación de una película, digamos. Porque es algo más profundo que ir a grabar un día... o no, hay discos que pueden grabarse en un día y ser mágicos. Es difícil saber cuándo una cosa puede ser de una manera u otra. Creo que la manera de saberlo es que la naturaleza lo presente así, estando en el momento, haciéndolo. Todo lo va dictando, si te gusta y te interesa, esa cuestión artística de que no sea algo... te di el ejemplo de las películas porque existen las maneras y los formatos de hacer un disco o una película. Desde lo técnico, desde lo artístico, hay diferentes maneras de hacer, y es difícil saber cuál es la tuya para un disco particular. Porque no va a ser lo mismo al grabar el próximo. O sí: no lo sabés hasta que estás ahí haciéndolo y estás atento a la naturaleza de los sonidos, al lado salvaje de eso, a lo inesperado.

¿Hubo mucho de inesperado esta vez? ¿De momentos reveladores?
Hubo muchos momentos reveladores que nos fueron llevando hacia lo que es Bronce. Como sacar una batería completa: tomar la decisión de decir “esta batería no va más”. Y de golpe, tener una canción que estaba completamente terminada y que vuelva a estar por la mitad.

Y ¿Tito que decía ahí?
Tito, el dueño de la frase, aceptó. Fueron tres años, entonces hubo varios momentos así. Y lo que hizo que el disco se terminara también fue llegar a un límite físico, mental. Y de sonoridades, de decir “bueno, el disco es así, ya está”. aceptar que esa era la obra. Teníamos ganas de pasar a otra obra para tener otra chance más. Porque te podés morir, es real eso: la música -o cualquier arte- mata gente.

¿Llegaron a un nivel de tensión complicado?
Yo sí, personalmente lo viví con mucha intensidad. Con todos los discos me pasa, siempre viví las grabaciones de discos así.

Bueno, te he leído decir que “en los discos se la pasa mal”.
(Se ríe). No quiero que sea tan... es así, es algo intenso hacer un disco. Entonces, las cosas intensas son muy bellas y a veces... no son tan bellas. Hay muchos días malos en la grabación de un disco.

No podés escapar de la cotidianidad de la vida.
Claro, y sobre todo cuando estás más tiempo. Es la primera vez que nos tomamos tanto tiempo para hacer un disco, así que experimentamos esto por primera vez. Llegó un momento en el que estaba volviéndome un poco loco. Siempre me había vuelto loco pero en este caso, mi cuerpo, más allá de lo mental, ya pedía. Porque no dormía, o me despertaba con las sesiones en la cabeza. Me sé todos los canales del disco de memoria.

O sea, escuchás el disco y podés ubicar todo.
Absolutamente todo, conozco absolutamente todo el disco. De hecho, ya empecé a laburar en un disco de remixes. La idea es que esté para este año, de cada canción una versión distinta. Sería remezclas y versiones, porque hay versiones también. Hubo un período que lo trabajamos con Juan Cruz Palacios oficiando de productor, fue todo un año que laburamos mucho nosotros dos. Nos juntábamos todos los días: armamos una nave con sintetizadores y un par de aparatos más, y estábamos internadísimos, no nos sacaban de ahí ni con la policía (risas). Era prácticamente todos los días de la semana. Y bueno, ya en ese momento lo visualicé, porque veníamos transformando todas las canciones y dejando versiones atrás. Se lo comenté a Juan y me dijo “por favor”.

El disco les dio material de sobra.
Hay aproximadamente 150 gigas de sesiones de grabación, lo cual es una barbaridad.

Y eso, ¿cuánto significa en canciones? ¿Entre 10 y 15 versiones de cada una?
Mirá, ponele que son las nueve canciones. En una sesión organizada y normal, donde tuvieras los archivos específicos de cada canción, tenés algo así. Un poco menos, entre ocho y 10 versiones o instrumentaciones distintas por cada canción. Hay que revisar el material, lo quiero hacer con tiempo.

¿No te pasa lo contrario, de querer sacarlo rápido después de trabajar todo este tiempo?
No me voy a enroscar tanto, la idea es que salga este año pero hacerlo respetuosamente, porque son tres años de trabajo. Buscar esa misma sensibilidad que se buscó en el disco, ese cuidado. Hay mucho material muy hermoso, que costó vida y cuerpo, que merece ser escuchado. Es algo que se puede compartir.

*Atrás Hay Truenos continúa presentando Bronce este sábado en Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875, CABA, más información acá). Sobre el show -que abrirán el ruso Julián Desbats y la excelente banda rosarina Mi NaveRoberto cuenta: “es una presentación especial y queremos hacer varias así durante el año. Estará invitada Rosario Bléfari y la banda está extendida a una versión con percusionista y con más músicos”. 

[Fotos de Atrás Hay Truenos por Carlos Castel y Maron Barberis (en vivo)]

Atrás Hay Truenos: el futuro ya llegó

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En un momento de la charla con Roberto Aleandri, cantante, guitarrista y compositor de Atrás Hay Truenos, el hombre vislumbró el papel diminuto con algunas anotaciones que quien escribe había llevado. Fue hacia el final, cuando el grabador yacía apagado en la mesa del bar. Pero la curiosidad de Roberto pudo más: quiso saber qué había quedado escrito y sin ser mencionado. Su discurso entusiasta hizo el resto y nos llevó a encender el aparato nuevamente.

Con ese fragmento del final -el descubrimiento de Neu!, fantástico grupo alemán que resultó un espejo en el que aquellos adolescentes neuquinos supieron mirarse; y la cita a una película de nombre curiosamente parecido al del grupo- empieza esta segunda y última parte de un diálogo rico en anécdotas y pensamientos (acá está la primera). Sobre la música propia y el arte ajeno (así dijo siempre Aleandri, el arte). Sobre el desarrollo continuo de las canciones y la producción de un disco. Sobre los sintetizadores, el instrumento estrella de su álbum Bronce. Sobre lo que vendrá, empapado por la ambivalencia entusiasmo por el presente artístico-desencanto político total. Y una probable salida que Simon Reynolds tacharía de pospunk: romper todo para empezar de nuevo.

LA SALVACIÓN SE LLAMÓ NEU!
“Conocerlos fue definir que uno podía hacer música. Y querer tomarse el atrevimiento de salir a tocar a un lugar o grabar un disco”, empieza Roberto cuando el grabador se reenciende. Y sigue.

¿Cuándo fue ese encuentro, te acordás?
Con Tito [Héctor Zúñiga, el baterista del grupo] tocamos desde 2003, más o menos. Esto fue en esa época, incluso antes de que fuéramos los Truenos. Ensayábamos con él y otro chico más, Maxi, un amigo que tocaba los teclados. Yo me vine a Buenos Aires a visitar a otro amigo -el Pato Rodríguez, vamos a darle el mérito- que vivía acá con varios neuquinos que no conocía. Y él tenía en su computadora 10 gigabytes de música bajados de internet, perfectamente catalogados. En ese momento era un montón para una computadora. Entonces me volví para Neuquén con varios CDs de mp3, entre ellos, Neu! y otros discos de Alemania de los 70; un montón de música. Y se los llevé a los pibes. Nosotros nos juntábamos a ensayar y siempre escuchábamos música, eran horas charlando y escuchando, como una terapia eterna. Y cuando llegamos a Neu! flasheamos, no lo podíamos creer. Fue decir “ah, boludo, tenemos una banda, estamos haciendo música”. Hizo que todo eso tuviera un sentido, le dio forma a algo que ni nosotros identificábamos que estábamos haciendo. Lo puso en un lugar en el que ya le podíamos decir a alguien qué hacíamos.

Podían citar una influencia.
Sí, y ni siquiera es que éramos parecidos a Neu! ni nada, no sé. Pero era la misma visión de la música y el arte, media hora tocando una nota y entrando en ese mundo sensible, digamos.

Esto no tiene nada que ver con Neu! pero lo anoté como una curiosidad. ¿Sabías que hay una película costarricense que se llama Atrás Hay Relámpagos?
¡No, ni idea! ¡Ya quiero contactar al director! ¿Atrás Hay Relámpagos, en serio? No, man, ¡ya hay que mandarles música! (Risas). Qué loco esto... me gusta porque siempre pensé que el nombre era medio enroscado, a mí nunca me gustó.

Pero ¿quién lo puso?
Entre todos, en una charla. Íbamos a tocar por primera vez y no teníamos nombre, y los organizadores querían hacer un afiche para promocionar la fecha. Era la gente de Domingos de Terciopelo, un ciclo de Neuquén hermosísimo, el más viejo que hay allá (tiene como 15 años). Se organiza con pacientes de salud mental del hospital y un domingo por mes tocan bandas: una onda bellísima, es lo mejor que hay en Neuquén.

¿Abierto al público o sólo para los pacientes?
No, abierto al público y autogestivo, no lo banca nadie. Pero bueno, volviendo al nombre, ahora mismo me pasa que no me gusta. Yo tuve algo que ver, no me acuerdo bien quién lo tiró. Fue así: siempre ensayábamos y grabábamos el ensayo con un aparato que le habían regalado a mi hermanito para su cumpleaños, un juguete que era como un gatito grabador. Tenía dos micrófonos, casetera, y grababa. Lo colgábamos de un ventilador en la habitación donde ensayábamos, grabábamos con eso, y después nos íbamos a la plaza a escuchar las tres horas de ensayo. Ni nos acordábamos de lo que habíamos tocado porque era todo sin parar. Y ahí pasó que una vez hubo una tormenta muy grosa, y en la plaza había toda una alameda gigante, muy vieja. Y bueno, nosotros habíamos fumado, estábamos sensitivos, flasheando, porque era una imagen impresionante... vino de eso, de una cuestión pictórica. Después, la primera fecha fue mágica. Nosotros pensábamos que nos iban a odiar por nuestra música de mierda, que nos iban a sacar cagando (risas). Teníamos sólo cuatro canciones, tocamos y nos hicieron repetir todo el set.

¿Duplicaron el show?
Hicimos dos veces la lista de canciones porque a la gente le pareció hermoso. Hay registro en video de ese primer recital, lo veo y todavía no lo puedo creer. Y bueno, a partir de ahí nos enamoramos de tocar en vivo y ya quedó el nombre. Aunque nos han llamado de mil maneras... Atrás Hay Trenes (risas). Ahora que veo que hay una película de nombre similar me gusta, significa que alguien más pudo haber pensado como nosotros y tiene un poco más de sentido.


LA CANCIÓN NUNCA ES LA MISMA
Aquí retomamos la charla al punto en que había quedado en su primera parte: el disco de reversiones de Bronce y las nuevas formas que toman las canciones con el tiempo, a riesgo de parecer... interminables. Roberto lo explica mucho mejor: “En el disco va a estar la versión cantada de Interminable, que ahora salió instrumental. Es una canción que ya tiene sus versiones -está en un Compipulenta-, pero para mí se sigue transformando y la sigo escribiendo. Quiero ver si logro llegar a la versión definitiva. Me gustaría sacarme esa canción de la cabeza y que quede registrada en el disco, como parte del Bronce.

¿Eso pasa con las canciones de este disco o con anteriores también?
También pasa con “Luna vieja”, de Encanto. La versión que tocamos en vivo es extendida, tiene todo un final nuevo con otra estrofa que me parece increíble y me hubiera encantado que esté en el disco. Quizá alguna versión en vivo pueda quedar o grabarse. Creo que ahora tengo más consciencia sobre una canción, cantar y decir algo, e ir a grabarlo. Justamente por eso, porque no es normal que pase que vos grabes una canción y la sigas extendiendo. Entonces, me gustaría tomarme más tiempo para la composición. Digo, más tiempo antes de grabar un disco que en el momento de grabarlo. Pero es algo que te digo y después no sé si lo voy a hacer (risas).

Ahora fue al revés el proceso.
Sí, fue totalmente inverso. Teníamos una idea cuando fuimos a grabar, para nosotros las canciones ya estaban desarrolladas y tenían principio y fin. Pero en todo el proceso, las canciones tomaron otro volumen, se expandieron. Y fue más difícil, por una cuestión de tiempo, de fricción, de todo, desarrollar eso durante la grabación. A mí se me hizo más difícil por los contextos: todo sale dinero y no podés estar probando tanto. A la vez, los estudios de grabación son hermosos porque son lugares para ponerle imaginación al trabajo, no tanto lo técnico.

Y con Bronce fueron a ION y se fascinaron.
ION es un lugar increíble, yo me enamoré profundamente. Nunca había estado en un estudio de esa magnitud, son lugares que están preparados para la música, para la imaginación, para la libertad. Fue una experiencia reveladora.

¿Lo próximo que graben va a ser ahí?
No sabemos todavía. Pero va a ser difícil no ir. Me intriga mucho cuál sería la próxima obra nuestra. Ahora, además del disco de remezclas, estamos viendo de hacer un disco de covers, un pequeño EP de canciones que nos gustan: tenemos una canción de Primal Scream, una de Suárez, una de los Perdedores Pop y otra de Lemonheads. Van a ser cinco o seis, y las queremos ir a registrar en vivo a algún estudio. Hay que darle forma a la idea, ese sería nuestro próximo disco. Lo de las remezclas sale seguro porque no requiere de ir a grabar. Y esto lo vamos a hacer con Willy [Ruiz, alias Doctora Muerte], el batero de El Mató. Escuchó el disco y nos dijo “quiero grabarlos”.

Les gusta trabajar con productores, ¿no?
El productor es una figura importantísima, porque realmente te da una visión que vos no vas a tener. Y es así, por más que vos tengas mil visiones. Para mí la producción tiene más que ver con lo artístico, no con lo técnico, eso se resuelve yendo a un buen estudio. El tema es la visión sobre el arte y sobre quiénes son los músicos, cómo se captura eso. El productor tiene que saber cómo son las personas y entender lo que uno quiere hacer. Ese aura, el alma, no sé cómo decirlo, es algo humano y también algo medio espiritual que hay que lograr que quede registrado. Es mucha tensión y no es un trabajo que pueda hacer cualquier persona. A mí me interesa que el productor sea músico, que toque en el disco y sea un integrante más de la banda. En este disco lo logramos, con Juan Cruz [Palacios] a lo último ya estábamos tocando, prácticamente. De hecho, tocó los sintetizadores en un par de shows nuestros. Para mí es así: no puedo ver al productor como alguien que dice no. Hay que ver quién será el próximo.

¿Les gustaría alguien en particular?
Juan Cruz y Félix [Cristiani] son dos chabones que hacen discos hermosos. Pero bueno, con ellos ya trabajamos. Me gusta [Ezequiel] Araujo, me parece que es un genio. No lo conozco, pero la otra vez vi una entrevista que le hicieron en un blog y me sentí en la misma línea de esto que hablamos. Y bueno, [Daniel] Melero me parece una bestia.

HOLA, SINTETIZADORES
Bronce es un disco meleriano, empezando por el desplazamiento sonoro que hicieron, de la guitarra al sintetizador.
Yo había usado siempre los sintetizadores de la compu. Y bueno, Félix fue productor de Melero. Es un animal, tiene una mente impresionante y sensible, y él toca mucho sintetizadores.Y de ir a su casa a tocar y grabar, me enamoré perdidamente del instrumento, que es fascinante. Eso quedó plasmado en el disco (se ríe).

¿Fue una idea de él?
En realidad no fue una idea de nadie, fue producto de estar ahí haciendo. Prender el sintetizador, probarlo en una canción, que pase algo y empezar a meterse. Teníamos la nave armada de sintetizadores, que también nos permitía grabar -sin ir a un estudio- al nivel de lo que teníamos de ION. Esto lo podíamos hacer cualquier día y a cualquier hora, porque manejás el volumen y no necesitás un equipo prendido al palo, como puede pasar con una guitarra.

Y ¿ves su uso como algo que va camino a convertirse en un patrón?
No te lo sabría decir. De hecho, ahora estamos tocando el disco con el formato de la banda más un nuevo integrante, Marto, Martín Villulla. Él toca los samples y sintes del disco, y obviamente, si lo próximo se compone con alguien que está tocando sintetizadores, el instrumento va a estar.

Pero por ahora la participación de él tiene que ver con el sonido de Bronce.
Sí, porque estamos presentando el disco. Aunque el deseo nuestro es que se quede, porque es un sol y es un músico increíble, toca muy bien. ¡Es la primera que tenemos un músico en la banda! (Se ríe).

¿Te referís a un músico con estudios más formales?
Que estudió, claro, que sabe muchísimo. Nosotros somos todos autodidactas. Y Marto estudió, hizo conservatorio, sabe muchísimo de teoría musical, de composición. De la academia. Lo mágico es que él se complementa a nuestro lenguaje mononota (risas). Fue un encuentro bellísimo, desde el primer día que ensayamos hasta hoy sigue siendo sorprendente. Entonces la idea es que se quede. Para el disco de remixes, él va a participar en la producción de “Interminable”. Le propuse que reinstrumentara un poco la canción, es sutil: sobre lo que tenemos grabado, agregar un sintetizador que toca en vivo y que acompaña mucho a la voz. Sería la única grabación que haríamos, y va a estar formando parte de la creación musical. Ahora, si me preguntás cómo va a estar instrumentada la próxima obra nuestra, es un misterio.


¿CRISIS? ¿QUÉ CRISIS?
El debate de al menos el último lustro de rock argentino gira en torno a una supuesta crisis. ¿Crees que es así? Y de ser así, ¿no es necesario para el rock estar siempre en crisis?
Me fascina la crisis en el arte, el arte es una situación de crisis. Estamos en un gran momento, la crisis es a nivel difusión-mercado. En lo que está llegando a la masividad sí hay una crisis artística horrible, no hay ningún mensaje nuevo para el mundo. Pero hay todo un movimiento de artistas nuevos, no solamente en el rock. Hay una manera nueva de hacer las cosas, de crear el arte, de mostrarlo, de llevarlo a cabo, de presentarlo ante otras personas. Tiene que ver con la autogestión, y me parece que es algo que no pasaba hace muchos años. También es un momento de superinformación para todo, no se puede terminar de abarcar qué es lo que está pasando porque hay demasiado y muy bello. Ojalá dentro de un par de años -o lo más pronto posible- eso pueda llegar a más personas, porque sé que es algo que se retroalimentaría, generaría más artistas. Siento al mundo de las artes menos hermético y más abierto. Por ejemplo, ahora se hacen recitales de poesía, hay miles. Cuando yo era más joven había muy pocos, y tenías que ser un iluminado o un estudioso, no sabías cómo llegar ahí. Lo mismo con la cultura del rock, es más transparente. Me parece que puede cambiar radicalmente las cosas.

Y ¿qué es lo que falla? ¿La responsabilidad es de los medios de comunicación, de los músicos, de quién?
Es una transición y hay muchas cosas que tienen que ver. El Estado es un factor importante en la medida en que fomente la difusión de artistas y brinde espacios. Porque es difícil organizar una fecha, todo cuesta, tenés más trabas que buena onda. Si diera una mano y regulara ciertas cuestiones, ya sería un paso hacia delante. Y creo que el mercado está regulado por algo viejo, está perdido. En la medida en la que entre músicos y artistas empiece a haber más lugares y más comunión, también se va a ir cambiando el mercado y la manera de consumir el arte. Va a llevar tiempo...

Uno ve algunas puntas de lanza. El éxito creciente de El Mató a un Policía Motorizado suele ser el primer ejemplo dentro del rock.
Ellos son una bandera, un estandarte de ese cambio. Para mí representan a la perfección esto que te estoy diciendo: cambiaron la forma de hacer las cosas, de transmitirlas. Y eso da esperanza, me lo imagino llevado a todo, no sólo en la música... en el mundo editorial, qué sé yo. No sé si uno la va a ver, ojalá, sería mi sueño vivir en un mundo como el que describimos. Quizá suceda dentro de 60 años. Y en este momento de la historia creo que puede ocurrir cualquier cosa. Yo no puedo creer que esta persona gobierne un país, no lo quiero ni nombrar. Entiendo que la corrupción existe y es estructural, pero están legalizando el robo en nuestra cara. Acá la gente tiene hambre, no hay laburo, es real: cierran los negocios, están cerrando comercios.

Bueno, recién hablabas de la importancia del Estado...
Es un paso para atrás gigante, yo venía sintiendo una evolución. De la cultura, del papel del Estado en la cultura. Hubo muchos espacios nuevos, pasaron cosas que no habían sucedido nunca. Por eso digo que en este momento puede pasar cualquier cosa, a veces cuesta ser optimista y uno termina pensando en la destrucción total. Que se pudra todo para empezar de vuelta.


*Atrás Hay Truenos sigue su ruta del bronce con dos fechas imperdibles este marzo. El viernes 10 se presentan en la Fiesta Hacele Caso a tu Espíritu, Volumen 7 y 1/2 junto a, por supuesto, Los Espíritus. El festejo tendrá lugar en Niceto Club (Niceto Vega 5510, CABA) a partir de las 23.59 (!). En tanto, el jueves 16 de marzo, desde las 21 horas, tendrá lugar la Noche Solar. Allí, los neuquinos animarán la jornada junto a Mi Amigo Invencible. ¿Dónde? En el Club Cultural Matienzo (Pringles 1249, CABA).

[Fotos de Atrás Hay Truenos por Medusa Azul]

Córdoba llama

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Anticasper, por Guido Grosso 

En el último lustro, la provincia de Córdoba se convirtió en uno de los polos de producción clave dentro del rock argentino. Como nunca antes, surgieron una cantidad de sellos y artistas que, búsqueda sonora y estética mediante, forjaron una movida que llegó al punto de ganarse su propio libro -Esto es una escena, compilación del periodista, músico y gestor Juan Manuel Pairone- con escritos sobre nada menos que 19 álbumes cordobeses editados entre 2012 y 2014.

Anticasper, Telescopios y Valdes son tres de las bandas que hacen fuerte a la movida cordobesa: los primeros ya como referentes indiscutidos hace años; los segundos como una de las promesas que empieza a cosechar lo sembrado con su imperdible disco El templo sudoku; los terceros, uno de los proyectos a explotar, recién estrenados (su debut homónimo salió a principios de año).

Por todo eso, Nico Garriga (Anticasper), Bernardo Ferrón (Telescopios) y Pancho Valdés (Valdes, claro) se prestaron a responder algunas preguntas.

¿Cómo describirían la situación local en este momento, con sellos que redujeron su actividad (Discos del Bosque) o directamente dejaron de existir (Ringo Discos) y a la vez muchas bandas surgiendo desde allá? ¿Quedó una estructura que sirve como punto de partida o pasa más por el entusiasmo de las bandas?
Nico Garriga: Estamos muy contentos y orgullosos con la escena cordobesa actual. Creemos que se encuentra en un gran momento musical. Hay muchas bandas nuevas que están laburando de una gran manera. Buenos discos, de gran calidad de audio, buenos shows y buenos trabajos de distribución y prensa. Si bien nuestro sello quedó en el pasado, ha sido una gran herramienta para Anticasper. Hay muchas ganas de hacer las cosas bien de parte de las bandas a la vez que Ringo dejó una estructura que nos sirve para nuestro trabajo como núcleo de banda.
En estos años hemos aprendido a ser más independientes de lo que éramos siendo Ringo. De alguna manera, la finalización del sello vino de la mano con el funcionamiento del trabajo autónomo de cada banda que formaba parte del sello. Creo que lo más rescatable de esta situación es que todavía existe el trabajo cooperativo y solidario entre bandas, más allá de si estaban en nuestro sello u en otro. Ahora estamos haciendo varias cosas a la par de Valdes y Telescopios y esto se da porque estamos en una situación parecida, porque somos amigos y buscamos lo mismo y porque nuestros managers también comparten cosas.

Bernardo Ferrón: Sin dudas hay un antes y un después en la escena de acá a partir de estos sellos que nombrás. En el momento en que empezó a pasar esto de “hay una escena de bandas de nuestra generación en nuestra ciudad” los sellos te ponían en la cara la data de “está pasando aquí y ahora” y ahí a bastantes músicos nos cayó una ficha grosa. El hecho de que ahora no estén tan manija como hace unos años debe ser por el desarrollo de cada banda en particular. No vemos como un retroceso eso, de hecho vemos cómo algunas bandas de esos sellos ya están con un pie puesto en algo un poco más mainstream, y eso ya es medio como empezar a curtir otra.
Más que por el entusiasmo de las bandas -que es súper necesario y vital-, pasa más por el trabajo de las bandas que por una “estructura”; estamos convencidos de que no hay una manera de hacer las cosas: hay millones de maneras y todas tienen que ver con cada proyecto en sí.

Pancho Valdés: La escena está en constante crecimiento, con una propuesta de bandas novedosa e interesante, y por más que sea una movida que tiene poco público cautivo es algo a lo que nosotros elegimos apostar porque también vemos que crece paso a paso. Personalmente, la estructura de Discos del Bosque nos ha dado un gran empujón para movernos como banda bajo el ala del sello, abriéndonos puertas en Buenos Aires o acercándonos a público de otros artistas. De todos modos, cada banda se autogestiona y busca crecer como proyecto con sus propias características. El laburo que llevaron a cabo los sellos en todo este tiempo ha sido asimilado por los distintos artistas.

¿Cuál creen que es la peculiaridad de la escena cordobesa, si es posible catalogarla como una sola? Visto desde lejos, parece haber una búsqueda estética a partir de un sonido pulcro, límpido, inclusive cuando se suben los decibeles.
NG: En Córdoba hoy existen muchas bandas que están produciendo muy buenos materiales y no necesariamente compartimos la misma movida. Pero si vamos a hablar de nuestro circuito y escena, encontramos una riqueza justamente en la pluralidad de géneros y sonidos que hay entre las diferentes bandas. Hay muchos discos que suenan bien actuales y “pechados” pero están en distintas estéticas. Por ejemplo, no es lo mismo el punch y la energía que generan los Claravox, que viene por un lado noise-experimental, a la que generan los Viaje a un Minúsculo Planeta, que tiene algo más clásico, con una gran técnica y ejecución, a la que generan los Valdes que son mucho más bailables y grooveros. Justamente en este amplio rango de propuestas radica el buen posicionamiento de la movida cordobesa hoy vista desde afuera. Siempre priorizando la calidad de las producciones con una gran identidad en cada banda.

BF: Capaz que lo que está bueno de acá es que todas las bandas hacemos música bastante distinta. No hay dos bandas que vos digas “mirá que parecidas que son”. ¿Catalogarla? Ni idea, de pronto si alguien de afuera escucha una banda de acá sin saber y dice “che que cordobés que suena esto”, mata. Eso habla como de una identidad y está buenísimo.

PV: La escena cordobesa más ligada al pop, que es el nicho en el que nos movemos, tiene como característica principal una cierta suavidad y sutileza a la hora de expresarse en términos de sonidos y melodías. Hay algo en toda esa variante de estéticas que genera calidez en el público, que se vuelve entrañable. Pero al mismo tiempo, esa sutileza no va en detrimento del power rockero. Eso no impide que haya shows potentes y bailables, es todo parte de lo mismo. Cuando salimos de Córdoba sentimos que la respuesta en el público también es positiva, y eso nos motiva a seguir creando y abriendo caminos.

Telescopios, por Joaquín Ferrón

¿Sienten que la cantidad de grupos que se instalaron en los últimos cinco años levantó la vara en cuanto a producción en todos los aspectos? Es notoria la preocupación por hacer algo de calidad, desde el arte de los discos hasta la faceta visual de los grupos.
BF: Y en el audio también. Si algo podemos decir de toda la música independiente es que de la manera que sea, sea la búsqueda que sea, los discos suenan cada vez más lindos. Obvio que eso en cierto punto te pone en un lugar, tenés que hacer algo que esté bueno. No por el hecho de estar a la altura y ya, sino porque posta que es re motivador tener a colegas haciendo cosas que nunca nos imaginamos que íbamos a poder hacer. Te hace reaccionar y activar fuerte.

PV: Pero más vale que se levantó la vara, papá (risas). Los grupos buscan superarse en cada nueva instancia creativa. Se nota el aprendizaje que se va generando entre discos propios y de compañeros de ruta, también en cuanto a calidad de shows, videos, diseño de arte, vestuario, luces.

NG: Seguramente cada banda tiende a esto a la hora de sacar nuevo material. Además de la necesidad de editar discos que suenen a la altura de la música moderna, es imprescindible complementar las producciones con shows completos, buenas ediciones físicas, trabajos fotográficos… De todas maneras lo bueno de ser independientes es que cada banda hace lo que quiere. No creemos que haya competencia entre las mismas. El nivel de las producciones de cada banda lo elige cada banda y esto es justamente ser dueño de tu propio trabajo. Desde Anticasper, le estamos dando mucha bola actualmente a los shows. Como cuando vas a ver una banda grande y salís con esa sensación de que ahí adentro se vivió de todo. Bueno, eso es lo que queremos generar en nuestros shows. Buen sonido, lo más fiel al disco, unas visuales que acompañen el viaje y te metan en la música, interacción con el público de manera lúdica y cercana, manejar momentos que suban y bajen en intensidad, por decir algunos ejemplos.

¿Tienen respuesta en los lugares donde se toca? Esa apuesta sonora, ¿es posible de llevar al vivo o las condiciones técnicas no avanzaron en Córdoba a la par de la escena?
PV: La verdad es que hay lugares que se la bancan más que otros. Nosotros al tener un show basado en un beat con subwoofer a veces nos tenemos que adaptar y bajar un poco los decibeles de graves, pero al fin y al cabo el resultado es óptimo. Somos músicos y estamos acostumbrados a adaptarnos. Además, al tener una propuesta sin batería acústica y con pistas tenemos menos problemas a la hora de hacer sonar nuestros temas como en el disco.

NG: Nosotros intentamos siempre tocar en lugares donde haya una técnica que responda a los requerimientos de las bandas en lo que refiere a pubs, boliches y salas. En Córdoba hay varios lugares en donde siempre encontramos buena respuesta, por ejemplo Belle Epoque, Casa Babylon y Paraguay. Son los lugares donde nos sentimos cómodos para dar un show. A la vez, últimamente, salen algunas fechas en bares más chicos, tipo cena-show, en donde no siempre se puede pedir todo lo que la banda necesita para su show en formato completo. Es por esto que también preparamos un set reducido y más abajo para poder ajustarnos a las condiciones de cada lugar.

BF: Nuestro desafío de ahora es ése, estamos en la búsqueda de un vivo que tenga lo que sentimos que tiene que tener. Y está medio jodido en general, es raro pero hay veces que sentimos que se llega hasta un límite. Y la mayoría de las veces ese límite no lo ponemos nosotros sino las condiciones que se presentan en determinada ocasión. Y todo bien, se encara para el lugar que haga falta para hacer el mejor show que se pueda en ese lugar. Hay productores que la re bancan y te ofrecen condiciones que están buenas para tocar y podes llevar tu propuesta y mostrársela a la gente como es. Y obvio, hay muchas veces que no se puede. Pero pasa en todos lados, no solo en Córdoba.

¿Y el periodismo? ¿Se abrieron más canales a la par, o se sigue necesitando de los medios grandes para tener otra llegada?
BF: Los canales que se abrieron a la par siempre se copan. Pero sin dudas necesitás de los medios grandes para tener otra llegada. Esos medios por ahí se copan también, y ahí es cuando te das cuenta que efectivamente hacen falta.

NG: Bueno, esto viene un poco de la mano al crecimiento también. Un poco es sí a las dos. Existen nuevos medios independientes que se involucran con la escena cordobesa y nos tiran una gran onda a las bandas a través de notas, entrevistas, agendas. Hay nuevas bandas pero también hay nuevas radios, revistas, blogs, portales, programas de TV, que hacen a esta escena. Ahora, en los que figuramos la gran mayoría de las veces no son medios mainstream. Es necesario para las bandas acceder a esta otra parte ya que es una gran ayuda para ampliar el alcance y el público. Lo curioso es que existen radios en donde no te pasan si no tocas un cover del tema de moda del momento, o si no sos “cool”, o si no te manejás con “gente importante”. A nosotros poco nos importa lo último. Creemos en la autenticidad de nuestro proyecto y creemos que gracias a esto es que no somos una banda más entre un gran montón de bandas que sí tienen alcance en estos medios y no nos gustan.

PV: Se abren canales en forma permanente que brindan espacios para que las bandas muestren su música, así como espacios que ya están hace años y se siguen sosteniendo. Pero la difusión a gran escala de los medios más renombrados sigue siendo clave. No faltan medios en Córdoba que brinden apoyo incondicional a las bandas, falta poder construir masividad, hacer llegar la música a más gente.

¿Con qué región del país se sienten identificados en cuanto a lo que sucede? En estos años se evidenció que hay varios polos por fuera de Capital que emergen con fuerza (Mar del Plata, Mendoza, Rosario, La Plata). ¿Les parece que en verdad es una gran “escena de escenas” y la búsqueda en el fondo es la misma?
PV: Nos sentimos identificados, más que con una región, con un grupo de músicos “exiliados”, nuestros amigos cordobeses que viven en Buenos Aires. Ellos transportan esa sensibilidad cordobesa a la Capital, lugar que pensamos clave a la hora de generar público a nivel nacional. Sentimos que hay una escena global que está subdividida en pequeñas escenas regionales y nuestra aspiración es hacer pie en cada una de ellas.

NG: ¡Nos sentimos identificados con la nuestra! (Risas). Por suerte hemos ido a tocar a todos esos lugares, menos a Mardel. Muy linda movida en todos ellos y lindas bandas también. Sin embargo, nos siguen conmoviendo más las nuestras: Telescopios, Valdes, Un día perfecto para el pez banana, Cintia Scotch, Viaje a un Minúsculo Planeta, Hipnótica, Berthex, por nombrar algunas. Igual, nos encantan algunas bandas de “afuera”: Morbo y Mambo, Mi amigo invencible, Diosque, Los Reyes del Falsete, Francisca y los Exploradores. Esto es una gran escena argentina de 2010, como supongo fue en su momento la movida del Nuevo Rock Argentino.

BF: La búsqueda es la misma. Tocar nuestras canciones y que nos vaya a ver gente tocándolas. Todo lo demás tiene mil formas, por suerte.

Valdes, por Rocío Yacobone y Romina Alterman

Pareciera que hay una retroalimentación entre los músicos de esta generación pero no tanto contacto con el canon del rock argentino. ¿Es así o esa influencia está sin ser bajada en forma tan directa? ¿Se ve y escucha más al colega y a los grupos de afuera?
NG: Bueno, no sé cuál será el canon del rock argentino, pero no creo que no haya miradas hacia atrás en las bandas actuales. Podes encontrar rasgos de Virus y Charly en Cintia Scotch, Illya Kuryaki en De la Rivera, Invisible en VMP, Manal en Anticasper. También juega el lado actual y de afuera, Café Tacuba en el Pez Banana, Javiera Mena en Valdes, Tame Impala en Telescopios y Neon Indian en L’Esec por nombrar algunas. Todos consumimos mucha música de antes y de ahora.

BF: Capaz que ahora se escucha al colega y se escucha al de afuera y al de antes y así. Es tan fácil tener acceso a tanta música que hay que es todo como un despelote divino. Hay veces que el canon ese que decís avala y hubo y seguirá habiendo momentos en que la bardea. Depende más de cada artista que de “los artistas” o el canon o el rock y eso. Algo hay acá, algo tiene que haber, alguien tiene que seguir haciendo música acá.

PV: Nosotros hemos escuchado mucho rock argentino “clásico” de más niños pero claramente nuestras influencias más directas nacen de la música negra, que es lo que nos une en este proyecto. Es cierto que nuestras referencias nacionales son más contemporáneas y, aunque todavía no tengan reconocimiento masivo, para nosotros forman parte de nuestro canon del rock y el pop argentino.

¿Cómo definirían su show en vivo? ¿Qué esperan cada vez que salen de Córdoba, donde más o menos saben cuál puede ser la respuesta de la gente?
BF: Justo ahora estamos armando un show nuevo. En nuestras próximas fechas en Buenos Aires lo vamos a mostrar por primera vez. Va a estar potente, ese es el plan.

NG: Estamos preparando un show bien arriba. Lisérgico, caliente y estridente. Queremos que la gente se quede manija con nuestra banda. Vamos a usar nuestras mejores armas humorísticas y escénicas para complementar lo musical. El show de Anticasper atraviesa varios momentos. Hay partes bolicheras y hay baladas. Hay vuelo y hay bajada a tierra para mover las pompis (risas). Creemos que la dupla con Telescopios puede funcionar muy bien en la escena porteña. Nos complementamos bien entre las bandas porque no hacemos la misma música pero sin embargo hay puntos en común. Esperamos un camarín lleno de guachitas y guachitos para después salir de joda… pero todos mayores de edad, por favor (risas).

PV: El show en vivo de Valdes es completamente groovero y bailable. Una mixtura entre el house noventero y la canción pop. Con una propuesta visual cuidada y laburada con el único objetivo de brindarle al espectador una experiencia. Cada vez que salimos de Córdoba esperamos dejar todo en la cancha. Llegamos a Buenos Aires con muchas expectativas y queremos que nos vea mucha gente y, sobre todo, que se diviertan con nuestra música. Puntualmente, los shows en el festival Aruma y en Sheldon van a ser únicos para nosotros, ya que por primera vez vamos a tocar con otros músicos, en formato banda (NdR: Valdes es primordialmente un dúo que completa el hermano de Pancho, Edu). Los invitados son Pablo González, en batería electrónica, y Hernán Segret, en bajo. Esas presencias le dan a la banda un sonido más orgánico, que es mucho más cálido y llega más al cuerpo. Va a ser imposible no dejarse llevar por las vibraciones y la conexión entre nosotros.

[Publicado en ArteZeta el 28 de agosto de 2016]

La música es del aire, 10 años

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Y sí, casi sin darnos cuenta, llegamos a los diez años de La música es del aire, lo cual constituye un delirio total. Mucho amor por la música, muchos momentos impensados cuando esto inició y el boom de los blogs de descarga aún era un fenómeno en boga que implotaría en un par de años.

Nosotros seguimos. Porque nos divierte, porque lo necesitamos, porque nos sale, porque entran decenas de miles de personas por mes a ver qué hay de nuevo aquí. Pasión, le dicen. Y se comparte entre muchos.

Mientras armamos la (gran) nota de festejo, aquí les va una pequeña selección de esta década ganada. Elegimos un post por año, aunque el comienzo nos dé más pudor que el presente. Muchas gracias a todos los que pasaron por aquí, y a los que siguen cayendo.

***

2007, EL PRIMER POST Sobre uno de nuestros discos favoritos de todos los tiempos, Marquee moon de Television, ¿la obra maestra de 1977? Lo que no imaginábamos era que años después tendríamos la oportunidad de ver en vivo a Tom Verlaine y los suyos. Y ¡dos veces!

2008, LA PRIMERA ENTREVISTA Un honor y un lujo total que la primera entrevista de este sitio haya sido con Flopa Lestani. Nos recibió es su casa, cebó unos 300 termos de mate y contestó todo con mucha onda. Hasta se paró a mirar su discoteca cuando le pedimos que rescatara sus álbumes favoritos. Pero por supuesto, nada podía salir tan redondo: un lado del casete virgen -sí, casete- falló, y hubo que repreguntar parte de la entrevista por mail. Salió en dos partes, ésta de acá y ésta otra.

2009, PRODAN ANTES DE SER LUCAUn recorrido por la vida de Luca Prodan antes de convertirse en el mito que fue (y es). Es decir, sus días antes de llegar a la Argentina y formar Sumo. Incluye una segunda parte con el testimonio discográfico de aquella vida pre banda, registrada en los discos Time fate love y Perdedores hermosos.

2010, ENTREVISTA A LITTO NEBBIACuando llegamos a esto ya no entendíamos nada. Un mano a mano con el maestro, y la excusa de charlar sobre el entonces recién editado box set homenaje al rock argentino (Una celebración del rock argentino). Por supuesto, ese fue el punto de partida para hablar de todo con Litto, algo que repetiríamos en un par de oportunidades en esa Disneylandia llamada Melopea Discos.

2011, AÑO DE ENTREVISTAS Es difícil elegir una, así que vamos con las tres por orden de salida. La primera charla fue con Pablo Vidal -líder de La Perla Irregular-, banda que entonces editaba su tercer disco, Rafael. Como es costumbre, la nota salió en dos partes (ésta y ésta) en las que Pablo contó aquel disco en detalle. A los pocos meses, llevamos a cabo un encuentro cumbre con el genio de arriba: Litto Nebbia recibió el álbum con alegría y luego convidó a La Perla con un puñado de shows a dúo (uno de ellos en el extinto bar del mismo nombre, fundacional para el rock argentino).
La segunda cita fue con Mariano Esain, mejor conocido por todos como Manza de Valle de Muñecas, quizá el gran productor del indie argentino (y un poquito más allá, también). En esta ocasión la cosa se extendióooo y hubo tres partes (una, dos y tres).
Y la tercera y última entrevista fue a Walas, líder de Massacre y otro batallador de años. Fue la charla en el ámbito más incómodo posible -en la camioneta de gira de la banda, a oscuras, a minutos de un show- pero salió bien y... sí, claro, en dos secciones, primera y final.

2012, UF CARUF DISCOS Este sello divino de La Plata tuvo un paso fugaz por el circuito de aquella ciudad y dejó una cosecha de artistas de lo más interesante (Lautaro Barceló, Laura Citarella, Ramiro García Morete y Pablo Matías Vidal, entre tantos otros). Los cuatro mencionados contestaron algunas preguntas por entonces, antes de la disolución de UC!, que no detuvo la marcha de sus miembros por diversos caminos -la música, el cine-, todos valiosos.

2013, 109 DISCOS DE ROCK ARGENTINO El proyecto más ambicioso y desquiciado en que se haya embarcado este espacio jamás. Se anunció en julio, se proyectó en septiembre, se desarrolló entre octubre de 2013 y marzo del año siguiente: casi 300 músicos, periodistas y allegados al rock argentino eligieron sus discos favoritos del rock local. Famosos, desconocidos, jóvenes, viejos, no sólo escogieron a partir de un listado infinito, sino que además muchos de ellos luego reseñaron los 109 discos más votados. Una medalla que nos podemos colgar: Pablo Schanton, Florencia Ruiz, Litto Nebbia, Eduardo Fabregat, Juan Manuel Strassburger y un etcétera interminable de genios -disculpen que no nombremos a todos; sí vale destacar que entre ellos está José Miccio, quizá el gran crítico en las sombras del rock argentino- pusieron su pluma a disposición de La música es del aire.

2014, LA MÚSICA ES DEL AIRE MUNDIAL Acontecía el Mundial de fútbol en Brasil, y fue la excusa perfecta para hablar del deporte más popular del planeta con cineastas, músicos, periodistas, docentes y un largo etcétera. Desde Marcelo Iconomidis a Julia González, pasando por Cucuza Castiello y Andy Cherniavsky, todos nos contaron su relación con el universo del balompié. La actuación de la Selección argentina colaboró para que esta sección especial se extendiera durante todo el Mundial, aunque nos quedamos con la espina,..

2015, MÚSICA ARGENTINA DEL SIGLO XXI Otro delirio encuestativo, esta vez un proyecto conjunto entre LMEDA, La otra y Patologías culturales. ¿El objeto? La música argentina toda, en particular la producida desde el año 2000. Y de nuevo, una selección de lo más diversa de toda la cultura argentina -bueno, sí, algo más ceñida al rock por una cuestión de cercanías- eligiendo y escribiendo sobre sus favoritos.

2016, MONO FONTANA Y FLORENCIA RUIZ Este dúo interestelar dio (regaló) su primera entrevista a La música es del aire. Músicos notables, personas amables, y en el medio de todo un disco precioso, Parte, que aún siguen presentando. Para no ser menos, la nota se desdobla entre este link y éste.

2017, TRUENOS DE BRONCE Es la última entrevista publicada en el blog y, aunque la perspectiva sea cercana, es sin dudas de las mejores charlas que hayamos tenido aquí. Roberto Aleandri, cantante y guitarrista de Atrás Hay Truenos, cuenta al detalle el proceso de composición y grabación del último disco de los neuquinos, Bronce. Imperdible (acá y acá).

[Pista para la nota de celebración: el protagonista ya tuvo una semana completa dedicada a su palabra en este blog]

La Música es del Aire, a la radio

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Buenas nuevas para La Música es del Aire. Desde el lunes 14 de agosto despuntaremos el hermoso y placentero vicio de la radio. Los amigos de Radio Atómika nos convidaron con tres horas -no una, no dos, tres- de sonidos elegidos exclusivamente por nosotros. Y no pudimos negarnos.

¿Qué habrá? No es necesario explicar demasiado a quienes conocen lo que hacemos aquí. Pero si usted está leyendo esto por obra y arte de la (bienvenida) casualidad, sepa que se encontrará con una extensa selección de artistas argentinos que no suenan en los grandes medios, mechados, sí, con algún que otro clásico de aquí, de allá y de todas partes. Todas las semanas relevaremos las novedades discográficas y, también, dedicaremos un bloque por emisión a sellos independientes de todo el país. Para completar, cada lunes habrá un musicalizador invitado, que tendrá a su disposición un bloque para hacer sonar, lisa y llanamente, lo que se le cante.

Te faltó decir la hora, capo. Ah, sí: de 15 a 18 horas, de tres a seis de la tarde, todos los lunes por radioatomika.com.ar. Si quiere (y puede) escuchar con su radiotransmisor, el dial es 106.1.

Quedan todos invitados.

Amor Elefante y Los Besos: el color oculto

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Escribí este texto con el objetivo de publicarlo en otros medios. Finalmente, sale por acá. Amor Elefante y Los Besos llegaron en 2017 a sus cimas discográficas a bordo de canciones emotivas, sutiles y de núcleo pop. Sin embargo, estos dos discos no prevalecieron en las encuestas con Lo Mejor del Año que pasó. Pero aquí están.

TELÚRICO Y GALÁCTICO
Desde el comienzo, Oriente, el nuevo disco de Amor Elefante, advierte lo que va a pasar. Está en la letra de “Disimulando” -“Me vas a ver prendida en llamas hoy”- pero también en la guitarra criolla y los juegos vocales. En el canto cristalino. En la precisión para decir y que sea solo lo justo y lo necesario. El cuarteto -Rocío Bernardiner en voz y guitarras, Rocío Fernández en voz y batería, Inés Copertino en voz y teclados y Andrés Merlo en bajo- giró por varios estudios entre el año pasado y este, con un objetivo indefinido. En 2016 había publicado VIISHNU, un EP de cinco canciones que, en teoría, iba a ser la primera mitad de un disco a completar luego con la otra parte de la naranja. Pero parece que el entusiasmo llevó la cosa más lejos. Tanto que les salió el mejor disco que haya hecho Amor Elefante a la fecha, desde que vio la luz su álbum homónimo hace poco más de un lustro.

Quizá sea el sonido, lozano, más pulido que nunca (ellas responsabilizan a Ezequiel Kronenberg -Rosal, Varias Artistas-, quien se encargó de la mezcla y la posproducción). Quizá que hasta la portada del disco, una colorida ilustración de Daiana Ruiz, transmite una sensación agradable. Pero lo importante son las canciones y la ropa elegida para vestirlas. Eso que insinúa “Disimulando”, algo así como una introducción solo a voz y guitarra, se expande luego en canciones de factura impecable: melodías recordables sin ser obvias -sí, en la música pop es un mérito, chicos-, instrumentación escueta y exacta según la canción lo pida; muchas voces en el sentido más humano y literal del término (relean la formación: cantan todas). Otro mérito debe ser la síntesis, y quizá también tenga que ver con el cambio en los consumos en esta Era de Spotify: son nueve canciones en 27 minutos, un tiempo acorde a la atención del público oyente.

Oriente es bailable y reflexivo, telúrico y galáctico. El éxito del disco seguramente radique en esas paradojas. No parece indecisión, más bien es un gesto provocativo y quizá hasta natural esa convivencia entre el folclore argentino y el pop ultra hi-fi. Así, podemos agrupar las canciones en dos bloques, aunque en algunas se den ambos factores a la vez. “Nadar” o “Estrella de mí” nacen o desembocan en sonidos argentinos pero tienen su pata pop resuelta con confianza, sin forzar. “Nadar” sería algo así como el primer movimiento folclórico en el álbum (es la segunda canción). Aparecen las percusiones y con ellas un aire de chacarera adornado por teclados oníricos; cuando se suma toda la banda se vuelve un pop viajado y trabado, como la letra, que tarda en resolver su historia (“Deja que tus sueños sean como el mar/ Que en la profundidad vos te encontrarás/ Y hallarás libertad”).


“Estrella de mí” funciona al revés. El aura telúrica viene anticipada por la mismísima letra (“Estrella de mi alma ven/ Quiero saber/ La luna se ha ido/ Y te veo bien) aunque se empieza por el pop arrebujado y luego se da tránsito a una ¿baguala? espacial, con juegos vocales efectivos (qué fácil se hace cuando en una banda cantan todos, y bien, y se distinguen las voces entre sí. Además, para la ocasión se suma la voz de Candelaria Zamar). Sorprende cómo, aun en un contexto musical ajeno, esos versos suenan a algo de acá. Una fusión precisa y reveladora y, tal vez, la mejor canción de un disco de excelentes canciones. Desarrollo instrumental y canto de tierra adentro. Para adentro y para afuera a la vez. Pop con cerebro (¡sí, se puede!)

En el lote del baile hay variedad: “No me inspira” debería ser el corte de difusión, es la canción más derechita de todas. Tanto que no tiene estribillo y se resuelve en una sola parte a la que se le adicionan elementos -arreglos de teclados y guitarra- con solos de guitarra como puentes. Ni siquiera la letra cambia, son siempre los mismos seis versos: “No me inspira nada / No me inspira no/ Y canto grave para hacer vibrar mi pecho/ Que se siente vacío/ Que no tiene suspiros/ Que no hace otra cosa más que hablar de vos”.

“Trópico” y “Me fui” continúan ese camino, aunque sean canciones bastante diferentes entre sí. En la primera, el suave-fuerte-suave atribuido a Nirvana es llevado a una canción más bien calma: entrecortada en los versos y, como dice el nombre, tropical en los estribillos. “Me fui” nos sitúa, al menos en el plano imaginario, en las playas del Caribe y con un trago en mano. Ambas canciones comparten, además de cierta cadencia, el honor de haber sido reflotadas para Oriente. Las dos fueron parte de VIISHNU y volvieron aquí: “Me fui” conserva la estructura, pero “Trópico” fue acortada y tuvo sus variaciones: el coro introductorio de la versión original -casi que el tema- quedó ahora como coda. La reestructuración le vino bien a la canción y muestra cuánto hubo de proceso en poco más de un año.

La frutilla del postre es “Qué raro que me siento”, la más honesta revisión que se haya hecho desde el rock a la cumbia argentina. Original de Mala Fama, se vuelve casi una suite psicodélica y coral. Otra vez, hay desarrollo y precisión. Que mantengan el género original le suma -no hay peor cosa que las reversiones ajustadas al intérprete- y es realmente gracioso el “sigo bailando para no llorar/ y escabiando para olvidar” cantado con esta brillantina melodramática. Parece que al mismísimo Hernán Coronel le encantó el resultado. Punto para Amor Elefante y premisa cumplida. A lo Virus: poner el cuerpo y el bocho en acción.




A BORDO DE UNA VOZ, LA VOZ
Si Amor Elefante practica la síntesis, qué decir de Los Besos y sus seis canciones en dieciséis minutos y pico. Alcanza para hilvanar otro disco de esos que debería figurar en todas las listas con Lo Mejor. Porque, aunque sea un EP -nunca sabremos dónde empieza la diferencia entre extended play y long play-, ¿cuántos lanzamientos traen seis canciones como estas? Posiblemente encontremos resultados similares en todas las grabaciones sueltas y “discos” que Paula Trama arroja por ahí, como si fueran diarios de domingo que quedan para siempre en los porches de casas abandonadas... o perlas  que se pierden en el océano internético, mejor. (Pista para despistar: puede encontrarse su música en varios usuarios-direcciones de Bandcamp, más de dos y menos de 10, alguno con discos repetidos pero diferentes portadas. También YouTube acrecienta su colección de canciones, versiones y diversiones).

Lo sabemos: Los Besos es una banda, y una de esas exquisitas, adictivas. Pero no por nada fueron primero Paula Trama y Los Besos y, ya con grabaciones a cuestas, solo Paula y Los Besos. En la transición a grupo que, ellxs mismos dicen, tuvo que ver con la forma en que empezaron a recomponer lo que llevaba Trama a los ensayos, persistía el nombre de la cantante y guitarrista. Y es que Los Besos -hoy sí, solo Los Besos- tiene en Trama a su figura descollante. La estrella más brillante de una constelación de músicos que lo tiene muy claro: en esa voz está el norte. Federico Fragalá (teclados), Sebastián Rey (bajo), Victor Rallis (trompeta y coros), Ariel Chisleanschi (batería) y Pablo Berardi (teclados; en el disco solo participa de “Offline”, pero ya es parte estable en los magníficos shows de la banda) están a disposición de, quizá, la más inspirada intérprete que tenga el pop-rock argentino -elija su catre favorito- a la fecha.

El canto de Paula se conecta a fondo con sus textos breves, románticos y picantes. No deja de sorprender cómo lleva la estructura de las estrofas, versos cortos, a veces una sola palabra, a la acción vocal: en ese detalle está su triunfo. “Dos cassettes”, la primera y oscura canción, funciona como muestra. Los vocablos se deslizan de forma tal que no se sabe dónde empieza y dónde termina cada verso. Su registro, además, le permite a Trama ir de interpretaciones más bien secas -como la del tema citado- a otras donde se desenvuelve, como en la magnífica “Offline”, una oda a la desilusión y la ruptura (para peor ¡ruptura virtual!, de esas que indica un cartelito en una pantalla). En “Helados verdes” también se da esa magia donde la viva voz redimensiona la letra. El juego entre bolsillo-vos-y-yo, la pausa milimétrica cada dos o tres sílabas. Una canción imperdible que encuentra en esta, su tercera versión, la definitiva.


“Pasito espectacular” quizá sea el pico interpretativo, o al menos el momento en que Trama y la banda -solvente y minimalista, pero bicha en los destellos- muestran todas sus facetas: la solemnidad soprano del comienzo, otra vez desolador (alcanza con cuatro palabras: “No era exactamente como pensaba/s”), la narración entrecantada, el tarareo inquieto (hasta pareciera que Paula se burla un poco de todos nosotros). Todo se disuelve apenas pasados los 120 segundos, donde Los Besos pasa de ser una orquestina jazzy a convertirse, de golpe, en un usina de pop derecho viejo. Hay otra estrella que pela su voz: es la trompeta de Rallis-cantaría el dúo Gattas-Sergi- y sus pinceladas impresionistas. Entre ella y los teclados se reparten los colchones de levedad donde flota el resto y, principalmente, la voz.

“Turmalina” es el cierre sombrío de un álbum que hace equilibrio entre el pesar y la alegría. El tema podría ponerse en la mesita de luz al lado de “Sangre fría” (Flopa Lestani, 2007) y acompaña en las teclas -porque las casualidades no existen- Inés Copertino, también coequiper de Paula en Susi Pireli. Litto Nebbia cantó alguna vez a Señora Vida y Señora Muerte. Aquí se despide a Señora Fantasía, mientras la protagonista se hace una pregunta tan poética como inesperada: “¿a quién le croarán los sapos en su estanque?”. Si escuchan este disco, no es de extrañar que intenten capturar algo de ese canto raro, anfibio y precioso.




*Oh, sorpresa. Aunque este texto fue escrito mucho antes del anuncio, vale recordar que el viernes 23 ambas bandas estarán tocando juntas en Xirgú Espacio Untref. Haciendo clic aquí, toda la data. Vayan.

[Foto de Amor Elefante por Denise Giovanelli. Foto de Los Besos por Catalina Bartolomé]

El Perrodiablo: “La banda nos salva la vida”

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Es jueves 24 de agosto y ya son casi las dos de la mañana (OK, técnicamente es viernes). Desde las 9 de la noche, Doma, Fran y Chaume hablan de su amor por el rock and roll y los sacrificios que debieron sobrellevar en 11 años de banda. Ellos tres, Jose y Lean son El Perrodiablo, la expresión más feroz de esa música en la República Argentina. Y hablan en serio, con convencimiento y pasión por lo que hacen, rock, pero siempre con roll. Se enojan, putean, se ríen de su suerte -“en Cosquín Rock se cortó la transmisión cuando estábamos tocando nosotros”, dice Fran- y rememoran con alegría genuina su paso por el festival cordobés, amparados nada menos que por Andrés Calamaro, un fan sorpresivo del Perro:

Doma: La fecha la armó él, su exigencia era tocar cubierto por una fecha donde tuviese algún vínculo con las bandas. De hecho, en su show agradeció a todos. Dijo "es mi primer Cosquín, y lo hice acompañado por amigos, como Babasonicos...". Fue nombrando una por una a las bandas -GuasonesLa Beriso, los Decadentes- y toda la gente estallaba. "Mi primo español, Leiva". Y de repente dijo El Perrodiablo y nosotros estábamos ahí: hubo unos aplausos perdidos, como que nadie junaba (risas). Encima viajamos con Pez, era parte del arreglo que a nosotros nos llevaran ellos. Y estuvo buenísimo, fuimos en el micro mirando unos DVDs de KISS. Hablamos de los Cadillacs, le preguntábamos a Ariel [Sanzo] si estaba cuando grabaron con Debbie Harry. Nos dijo, lamentándose, "me lo perdí, me perdí la mejor época de los Cadillacs". Debe ser un flash, ¿no? Ese debe ser el momento en el que el músico, tan profesional, vuelve a ser un poco amateur.

¿Ustedes desde dónde se paran ahí? Parece que disfrutaran mucho esas cosas.
D: Nosotros somos marcianos. Para nosotros esas cosas siguen siendo como un deslumbramiento, porque siempre hemos tratado de resguardar la alquimia del rock and roll inicial. Sabemos que todo es un basurero alrededor, pero tratamos de resguardar la parte que nos encanta de eso. Entonces, cuando pasan cosas así, como lo de Cosquín, o la primera vez que se subió Andrea Álvarez a tocar con nosotros, todo eso tuvo un significado muy importante. Porque tenía que ver con el encanto que resguardamos a las sorpresas que te puede deparar el rock and roll. En cambio, creo que para músicos más consagrados es difícil.

¿Las veces que se rozaron con ese ambiente más “profesional” vieron eso?
Chaume: Las ambiciones están en todos los niveles. A veces, hasta se comprende un poco más al nivel máximo del “negocio”. Pero con bandas chiquitas o gente del entorno, es una picardía que intenten replicar un modelo y se olviden de que estamos acá. Nosotros cinco nos juntamos a hacer la música que nos gusta. No sé si es lo que hoy se escucha, es lo que nos gusta. Juntarse en un garage, en una sala, hacer quilombo y pelar temas lo mejor posible y sin tanto objetivo... sí, nos encanta progresar y todo, pero cuando te ponés un objetivo que te hace torcer todo lo otro...
Fran: No especulamos musicalmente y tampoco con los contactos. No hay especulación en El Perrodiablo.
D: Y probablemente, los principales damnificados de no especular somos nosotros. Porque todas las bandas lo hacen; y comparto al 101% lo que dice él: o sea, yo estoy seguro que es mucho más entendible eso al nivel mainstream, donde los tipos se juegan construirse un nuevo departamento en Nordelta, que al nivel nuestro que ¿qué te jugás, llenar La Tangente? No lo vamos a hacer, no tenemos la fuerza para llenar un lugar de esos. No somos una banda convocante, somos una banda respetada, que es otra cosa. Y quizá, a la hora de criticarnos por cómo nos manejamos, es factible que recibamos muchas críticas en cuanto a no haber potenciado ese apoyo de ciertos lugares, qué sé yo, el apoyo de Andrés. Pero para nosotros, el vínculo con él excede lo musical, fue más rico en cosas que quedan para nosotros que en cosas que tengan que ver con "no, pero puta, no pudimos entrar en PopArt o no nos abrió la puerta a su discográfica". Nunca se lo pedimos, y cuando de él surgió algo siempre fue "sí, pero nosotros vamos a seguir siendo esto".
C: No nos acercamos para obtener algo, qué sé yo. Fue una cosa sincera, que se dio.

¿Siguen laburando solos, sin manager?
C: Todavía no encontramos a la persona indicada. Así que recibimos propuestas, estamos esperando que nos acerquen carpetas para analizar currículums (risas).

***

De repente, surgen en la charla los nombres de las dos bandas argentinas que están por pegar el salto, en plena transición del circuito indie al gran público. Por supuesto, hablamos deÉl Mató a un Policía Motorizado y Los Espíritus. Dice Doma:

-Lo de Él Mató es admirable. Pantro [guitarrista deÉl Mató] grabó el primer disco con nosotros, los primeros recis son con él, viajamos al interior de la provincia de Buenos Aires. Con Chango y los chicos nos conocemos hace un montón. En Argentina, para mí, el éxito de las bandas se determina porque justo ese limbo entre lo under y lo mainstream necesita una banda con determinadas características y alguien ocupa ese lugar. En su momento se necesitaba una banda que no viniese de un indie refinado, elitista, y fueron ellos. Ahora pasa con Los Espíritus. Y ese limbo empieza a ser codiciado, eso genera que las bandas pretendan alcanzar ese lugar.

¿Creen que acá eso funciona un poco por persistencia? Da la sensación de que si aguantás tocando 15 años, en algún momento se te da.
C: Yo, desde mi lugar, no lo pienso como que tenemos que aguantar o esperar. Ni pensamos en el éxito. Sí es cierto que hay casos que estuvieron mucho tiempo y tuvieron un salto de crecimiento.
F: Pasa que pocas bandas duran 15 años sin dar el salto. O sea: se separan antes. Por eso, retomando el tema del manager, es difícil explicarle a un tipo que no estamos buscando llenar Groove, no sé.
D: El tipo llega, nos ve, dice "uy, estos trajeron 100". Pero la siguiente vez "uh, trajeron 50 hoy". Y después vamos a Burzaco y dice "pero hoy acá vinieron 30".
C: Y lo siguiente que piensa es "¿cómo hago para que vengan 300?".
D: Y es una rueda, porque "¿cómo hago para que vengan 300?". Entonces, empezás a ver qué hacen las otras bandas para meter 300 tipos. Y ahí empieza:“cambiá un poco la imagen, cambiá un poco la música”. Y bueno, después el que fuiste vos, que se juntaba a tocar porque le gustaban los discos de los Stooges empieza a decir "no, esto es muy Stooges, no lo hagamos". Y ahí ya violentás la idea inicial, con la que yo descubro el rock, que es la libertad. Poder encontrar un lugar donde vos sos vos y no tenés que explicarle a nadie nada más que eso, que estás siendo vos mismo sin ataduras en ese momento, porque el rock and roll nació para eso, para mí. Si lo que hago es ir encorsetando la idea a las reglas establecidas para que esas reglas establecidas me digan "bueno, ya las obedecí todas, ¿dónde está el resultado?", ahí la búsqueda musical queda postergada.
C: Eso sí lo perseguimos con obsesión. Hay tipos que están mirando los números y la forma de hacer todo eso, nosotros nos centramos en no olvidarnos de por qué nos metimos y qué nos gusta de la música y del rock. Entonces es abrir mentes, y entrar a un lugar y tal vez no ser bienvenido. Pero tiene que pasar algo, sobre todo cuando tocamos en vivo, no es pasar una lista de temas y listo, nos vamos.


¿Les molesta que todavía haya lugares donde tocan que no entienden esa dinámica de la banda, o que Doma baje del escenario a cantar con el público?
D: Cuando tocamos en vivo es una liberación, un estallido, y todo estallido genera esquirlas. La ilusión siempre es que la esquirla sea la que te conmueve, pero hay gente a la que le asusta ver un vivo con semejante nivel de libertad. Y no entiende y se traba. Y es bastante hinchapelotas que después de tantos años de tocar haya gente que todavía no entienda eso y no entienda ciertos límites. Me parece que muchas veces son errores de producción. Y no hablo solamente del productor, sino del lugar que aloja la fecha. Los sonidistas que laburan ese día tienen que tener un mínimo de idea sobre lo que va a suceder porque hoy tenés información al alcance de la mano por donde lo mires. Y me parece que ese nivel amateur o semiprofesional que muchas veces hay en la producción a bandas como nosotros les sigue saliendo caro. Porque te quieren bajar el sonido, o te quieren tocar los retornos, o te quieren hacer salir de una manera en la que vos no te sentís cómodo. Piensan que les vas a romper todo.
C: Por eso, en los lugares donde organizamos las fechas nosotros, nuestras Ceremonias, sabemos que es gente que entiende más o menos de qué va la música que hacemos. Lamentablemente, somos bichos raros, por más que hace un montón que tocamos. Por eso rancheamos en Pura Vida, en La Plata, y en Club V acá en Capital, porque conocemos quiénes están del otro lado y ellos nos conocen. Nos sentimos respetados y es mutuo. A veces está la confusión como que entramos a cagarnos en todo, en el laburo de ese tipo que puso un bar. Y no, muy por el contrario, respetamos, vamos, hacemos la nuestra... pero no todos lo entienden así. Por eso está lleno de bares que te ponen cualquier cosa.

Además, ustedes no rompen nada.
D: No, pero ponele que algún día se puede romper. La idea no es romper, yo tampoco quiero romperme cuando toco. Y sin embargo, cada dos por tres aparezco con cortes que no sé de dónde vinieron. Me rompí una rodilla cantando... nadie salió ileso de la banda, en muchos sentidos.
C: El otro día fui a guardar la guitarra y tenía un hachazo, se le voló un pedazo de la parte de atrás del diapasón, no sé cómo pasó. Se puede seguir tocando, pero se perdió una parte no sé en qué momento: son cosas que suceden.
D: A mí me gusta ver fotos de recitales porque en ese momento estoy pensando en otra cosa. Estoy en un torbellino donde no me detengo a pensar"bueno, no, esta es la parte del show en donde yo saco una armónica del bolsillo". Es fantástico, porque vos ves que la rueda vuelve a pasar por el mismo punto. Porque nos pusimos como convicción que el rock and roll es libertad: si eso es que un tema dure 45 minutos, va a durar 45 minutos; y si es irnos de un escenario bardeando al lugar en el que fuimos a tocar, lo vamos a hacer. Y soy el primero en saber que son más las puertas que se cierran que las que se abren siendo así. Pero aun cuando nos vayan a ver 25 personas siendo así, para mí es un elogio, porque quiere decir que no le dimos la mano a lo que no queríamos. Por eso tenemos una banda. Y por eso la banda nos salva la vida, nos da un sentido. Yo vivo en una situación de incomodidad permanente con el mundo en el que vivo, tengo una sensibilidad en la que todo me rompe soberanamente las bolas y no me puedo hacer encerrar, no soy un emo. Entonces salgo como puedo, mi manera es ser un cinturón de explosivos. Y me parece que el éxito, nosotros nunca... no vamos a tener éxito (se ríe).

O su éxito es este.
D: La supervivencia. Haciendo esto pudimos sostener 11 años de una banda que hizo una música con la que muchas veces nos corrieron por izquierda y por derecha. Por derecha, porque era "demasiado exagerado, demasiado crudo, que no se entiende". Y por izquierda nos corrían por el género, porque nosotros nunca nos atamos a eso: nos abrimos y nos mezclamos con todos. Entonces nos decían "pero no son del género este". Y llevamos un rock que acá han hecho contadas bandas a lugares donde no llegaba, a gente que ni sabe quiénes son los New York Dolls. Y esto no lo inventé, esto me lo dijo un tipo que vino: "a mí me gustan los Redondos, pero ustedes hacen un rock and roll que está muy bueno, no lo conocía". Todo lo que hicimos se generó de tocar, tocar y tocar. Somos agradecidos, pero fue duro. Yo me pongo reloco cuando digo esto que voy a decir, y ¿sabes qué? Estoy contento de ponerme reloco. Pero la música que nosotros hacemos cuesta un montón hacerla, es mucho más fácil encerrarte en un grupo de diez personas y tocarse las pijas festejando la misma música entre los diez. En cambio, nosotros fuimos y nos paramos en escenarios donde esta música era completamente ajena. Hicimos la del Yeti. ¿Sabés cómo es la del Yeti?

A ver, contame.
D: Es como si un alpinista sube a un monte, no sé, al Everest. El alpinista sube a hacer cumbre y bajar. Y un día sube y se le aparece el Hombre de las Nieves, el Yeti. Y cuando baja dice: "fui a hacer lo que hacemos siempre, a subir la montaña, y se me apareció el Yeti. Yo creía que no existía, pero está ahí arriba. Ahí arriba hay algo". (Sus compañeros ríen). Así es El Perrodiablo, fuimos a lugares donde esta música no estaba, o estaba en el quinto renglón. Y la música que nosotros quisimos hacer no la encerramos en un gueto, entonces la llevamos a lugares donde nos vieron y les pasó como al alpinista. Por eso nos cortan el sonido en los shows, porque dicen "¿ves? Esta mierda existía, yo pensaba que esta mierda la habíamos extinguido, pero está viva. Mátenlos. Mátenlos". Por eso digo, con el corazón: valoramos a todos los que nos dieron lugar. Ahora, los primeros en recibir las palmadas y en recibir los balazos siempre fuimos nosotros.
C: Esos lugares donde nos cortan el sonido y nos echan del escenario a patadas es porque estamos haciendo las cosas bien. Porque de esos lugares hay que irse así, no había otra manera.
D: Elegimos mantener la banda en este estado de combustión constante aunque a veces se acerque gente y se queme. Lo que pasa con el rock and roll es que fue generando nuevos brazos. Uno es el marketing, otro la distribución de la música, o las redes sociales. Y es legítimo y necesario aprender a manejar esas herramientas. El problema es que cuando vos pensás que el rock and roll es solo el marketing o es solo la red social, no... el rock and roll es la raíz a partir de la cual esas ramas se extienden. No podés pensar que el árbol son las ramas. El rock and roll es el árbol y la rama sin el árbol no es nada. ¿Sabés que es? Leña para el fuego.


El último disco aún no salió en físico, ¿va a salir?
D: Tomamos una decisión a partir de cosas que vimos en la escena del hip hop norteamericano y del inglés, que tienen una especie de hip hop que le llaman rhyme. Vimos cosas que encajan con el momento que nosotros queríamos encuadrar. No es ningún invento revolucionario pero básicamente, ante este tiempo transcurrido, decidimos que sacar discos físicos pagados por nosotros es un abuso de guita. Y no hay un público de 2 mil o 3 mil personas que esté esperando. Entonces es mucho mejor que nos volquemos hacia otro modo de producción: poder grabar más, poder hacer cosas de calidad y estar subiendo dos o tres veces al año simples con lado A y lado B.
F: Aparte eso de sacar un disco cada dos años es algo inventado por la industria como para poder sacarle guita al producto, le dan tiempo. Si fuera por eso... KISS sacaba dos discos por año. Pero nosotros no pertenecemos a la industria.
D: También pensamos en hacer mixtapes, recopilaciones de temas que han quedado de distintas etapas y meterlos ahí. Eso también lo tomamos de la cultura del hip hop. Estamos conectados permanentemente en cuanto a cómo hacer para que la banda mantenga una vigencia, porque a los 20 años salir a tocar y estar fresco no es un mérito, es una obligación. A los 40, como tenemos nosotros, que tu banda sea fresca es un mérito de la concha de la lora. ¿Sabes la cantidad de músicos retirados que vimos en el camino?
F: Y no es que no podés hacer las dos cosas, podés hacerlas. José es médico, él (señala a Doma) es periodista, él (Chaume) es diseñador gráfico.
D: Lo que pasa es que la música duele a veces, también. Porque hay otras cosas donde vos no comprometés una sensibilidad, y en la música vos ponés una sensibilidad muy grande. Y cuando eso recibe algunas cachetadas, es denostado o malinterpretado -y no necesariamente por la crítica-, duele. Siempre digo lo mismo: nosotros somos músicos... aunque no me gusta decir músico, porque es muy artista. Somos rockeros.

Pero sos músico también, no le dejes la música a los demás.
D: Es cierto. Somos músicos de rock and roll, y lo somos las 24 horas del día. Las otras cosas las aprendimos a hacer para esa otra parte de la vida, de sobrevivir en base al dinero y tratar de sufrir lo menos posible. Las hicimos para poder conservar el fuego y la esencia de ser músico de rock and roll. Entonces, el que lo lee al revés malinterpetó, leyó mal. Nosotros no somos como Bruno Díaz, que es todo el día Bruno Díaz pero para pelear se viste de Batman. Nosotros somos como Superman, que todo el día es Superman y para poder sobrevivir en la tierra se viste de Clark Kent. No es que somos todos oficinistas y nos juntamos y decimos "eh, dale, un poco de rock". El que lea eso tiene mala leche o mala interpretación. En mi trabajo hay gente que se quiere matar porque quiere comprarse el auto. Y a mí no me interesa, porque prefiero grabar un disco. Volviendo a eso, necesitábamos reencarar para adentro cómo íbamos a sacar discos o temas. Porque el disco, para afuera, se carga de un dramatismo que no tiene. Son nueve canciones que captan el momento de la banda ahí.

Y lanzar de a tres canciones le quita todo ese dramatismo, ¿lo sienten así?
C: Sí, además estás más cercano, porque siempre se da como un desfasaje. Cuando salís a presentar un disco, vos lo compusiste hace mucho y lo grabaste hace bastante. Entonces ya estás haciendo cosas nuevas. Y con este método sería más lo que está pasando en la banda ahí, en el momento.
F: Cuando tuvimos listo este disco, La otra dimensión, medio que nos dimos cuenta de que estábamos realmente solos. Fue decir "¿qué, nos vamos a quemar la cabeza para editar un disco?". Siempre lo digo, pero de El espíritu, que fue el disco que más repercusión tuvo, tengo un placard lleno en mi casa (risas).
D: Mucha gente dice "no, porque el primer disco, el de la calavera..."¡Era el tercero! (Risas).
F: Ahora no es un placard igual, bajó un poco. Como yo manejo la feria, la guardo en mi casa, la llevo. Y de ese fui recargando al bolso, así que fue bajando. Pero hubo fechas donde lo pusimos a 10 pesos.
D: Llevamos diez Espíritus a 10 pesos y se fueron. En eso subyace una de las células terroristas más latentes de la banda. Es como él dice, ¿para qué vamos a seguir los pasos de la industria si nosotros nos cagamos en la industria?. De eso nos burlamos, por eso ponemos los discos a 10 pesos. Los últimos años no solamente por burlarse de la industria, sino también por entender el lugar y el momento en el que estamos más allá de lo declamatorio. Y nosotros sufrimos eso de verdad: en los cortes de entradas, en no poder sacar un disco (porque veníamos editando todos). Lo sentimos en cómo tenemos que movernos para ir a otras provincias... estamos yendo por el Paty y la Coca. Y vamos recontentos, ¿eh? Porque es como un viaje de egresados, nunca nos vas a ver volviendo de un viaje diciendo"no, qué mal, no pudimos traernos seis lucas". Pero lo hicimos porque esa gente lo agradece cuando vos vas. Entonces, desde los hechos, sufrimos este momento del país pero además respondimos. Y empezamos a hacer recitales gratis. Es nuestra manera de decir"muchachos, no tenemos que replicar el mainstream. Hagamos lo que se nos canta el culo, si esta es una dimensión aparte. ¿Para qué vamos a ser iguales al mainstream?". Ojo, ahora apareció ese afiche falso del Lollapalooza... (risas). Y no somos boludos, sabemos que tenemos un perfil para ese festival, sabemos que lo que falta es que ese lugarcito les quede vacío y uno diga "che, está esta banda, viste...". No me voy a vestir de falsa modestia: nosotros somos una banda a la altura. En Cosquín, los dos jefes de escenario vinieron y les dijeron a los chicos "los felicito, yo pensaba que esta clase de rock no se hacía más". No es que decimos "este rock tiene que ser consumido por las 10 personas que conocen todos los simples de los Stooges", no. Este rock hay que ponérselo a la gente en la cara y decirle "¿conocen al Yeti? Acá está".
F: Me encanta la metáfora del Yeti (risas).
D: Es que para mí es eso. Ese es un poco el lugar de la banda, y a mucha honra. La banda nunca se planteó grandes cambios estilísticos, lo que quiere hacer es canciones de rock and roll. Algunas tandas serán más de una manera, otras, más de otra...

¿Y cómo se hace para refrescar eso? Porque con las bandas que tienen un estilo tan marcado, la respuesta suele ser "es lo mismo de siempre".
D: Es mucho más fácil y está mucho más instalado a nivel periodístico pegarle a una banda de rock and roll que a una banda de pop por hacer todos discos iguales. A mí me encantan los Smiths, me encanta Morrissey y me parece un crack Johnny Marr como solista. Pero si me pongo la discografía de los tres (enfatiza): son-todos-iguales. No hay diferencia con la discografía de AC/DC, se repitieron a cagar.

En el caso de ustedes, tu forma de cantar cambió notoriamente respecto de los primeros discos.
D: Sí, a mí el vivo me dio muchas herramientas. Pero es como pedirle a [DaveMustaine que haga un disco de hip hop. Hay que tener herramientas para meterse adentro de lo que es el rock and roll y desglosarlo. Y saber que T-Rex no es igual a los Dolls, y que los Dolls no es igual a MC5, ni MC5 a Iggy Pop.
F: Para mí hay cambios notorios entre disco y disco. Lo que pasa es que los que nos acusan de eso no escucharon todos los discos. Si esperan que les peguemos un reggae... no va a pasar. Nosotros no inventamos nada pero tenemos una identidad, escuchás y sabés que es El Perrodiablo. Entonces, pedirle a una banda que logró tener una identidad -que no todas las bandas la tienen- que esté cambiando constantemente es al pedo, porque no lo va a hacer.
C: Meternos en eso es muy complejo. Nosotros somos músicos, para nosotros es un mundo que tiene un montón de diferencias y matices. No somos músicos de conservatorio, somos músicos de oído y tocamos de oído. Escuchamos discos y ya te digo, reconocemos a Chuck Berry de Little Richard, sabemos quién es quién. Si los demás no se dan cuenta, que investiguen.

¿Se pasan mucha música entre ustedes?
D: Desde siempre. Pero hará tres años, hicimos hincapié en una palabra que pertenece a una música que vos decís "sí, pero ustedes no tienen nada que ver con eso", que es el groove. Se lo tiene más ligado al funk, al soul, pero nosotros entendimos que dentro de un rock rabioso y cabeza y que pasa como una podadora, vos podés tener un groove. Y podés tener un elemento rítmico, casi te diría bailable, dentro de esa motosierra. Y lo re exploramos, y lo hacemos yendo a las raíces, escuchando a Otis Redding, a War, escuchando hip hop, y escuchando Brant Bjork. Otros músicos que hacían rock y tomaban esos elementos.
F: Capaz lo escuchás, te lo muestro y no tiene un pedo que ver. Pero algo hay.
D: Y vos me decís "¿cómo va a venir de Otis Redding si esto va volando?". Pero va volando y te estoy llevando. No te estoy llevando solamente a patadas en el culo. Para mí esa es la virtud de la banda, nosotros no llevamos a nadie al estado de euforia y catarsis que son los recitales nuestros a patadas en el culo. Lo llevamos grooveando, aprendimos que a la furia se le podía meter el matiz de mucha música negra que nosotros escuchamos, un montón y desde siempre. Cacería tiene un groove de blues duro que La bomba sucia no tenía. Y La bomba... tiene una cosa descarnada y caótica, que también está bueno. Son cosas que se han ido complementando. En los primeros discos tratamos de traer la llama de la furia inicial, el caos, porque a nosotros el caos nos recabe. La clave es traer lo que sirve de cualquier música a la tuya, no reproducirla igual. Nosotros no creemos en la reproducción por imitación, no nos atrae. Por eso también fue más largo el camino, porque no encajamos en una góndola premeditada.

¿Cómo se llevan con su ciudad? Hay una visión idílica de La Plata que muchos músicos de allá se encargaron de desbaratar.
D: Yo creo que durante muchos años, en La Plata, a alguna gente se le metió una cultura bastante elitista, que decía que todas las bandas tenían que tener un determinado perfil. Y de nosotros se dijo que éramos una respuesta al indie, cuando nunca fue así, al contrario. Fue circunstancial, apareció el indie y aparecimos nosotros. Surgimos en 2006, haciendo consciente algo inconsciente, como una respuesta a esa cosa elitista, conservadora y curada de La Plata como expresión musical. Los productos de la ciudad tenían que salir con determinados matices... y salimos nosotros, que ¿sabés qué somos nosotros? En una ciudad donde el principal empleo es ser empleado del Estado, el obrero de Manchester en La Plata es el empleado estatal. Y nosotros somos ese obrero, que reaccionó haciendo una música que dice "todo es una mierda y merece ser destruido". Y encima: vamos a destruirlo y en el medio nos vamos a divertir, porque esa es la parte. Nosotros decimos"todo es una mierda", pero mientras esto arda nosotros vamos a estar como vikingos, bailando. Y fornicando en el medio del fuego (risas). Igual, ahora conseguimos reconocimiento de otros lugares. Desde Pura Vida y los puravidenses, desde Casa Unclan, desde muchas emisoras radiales que se fueron haciendo su lugar. Y en algún punto, con todo el respeto por la clase obrera, como buen peronista, nosotros como empleados públicos somos un poco el obrero de la ciudad industrial. Lea es empleado del correo, Chaume y yo somos de la universidad, Fran trabaja en la imprenta del gobierno de la provincia, donde hacen los carnets de conducir...

¿Y notan una diferencia entre el público de Capital y de allá? ¿Pasa lo que en Capital, que el público deja un hueco enorme adelante del escenario?
D: Hay algo que me resulta relindo y me gusta, y marca el lugar que siempre tienen las mujeres y los pibes en la sociedad: las que muchas veces vencen esa cosa del hueco en los shows son las pibas. Y si es de día, los niños. Para nosotros es contención desde un lugar que si vos lo ves, decís "no, pero es reajeno, porque es un rock muy masculino". Nada que ver. Son los primeros que te pierden el miedo y saben que vos no vas a denigrar ni hacer cualquiera. Eso lo vimos hace varios años y nos pareció sarpado, porque sabemos que al rock and roll se lo emparenta con una cosa muy masculina solamente por la fuerza y la cosa potente. Hay una foto buenísima, de Cata Moncal, en el Teatro Argentino de La Plata, en la que una nena se me acerca y viene a chocarme la mano. Y es loco y lindo que ese hueco lo rompan las mujeres y los chicos. En general son los que mejor entienden las cosas.

***

Hacia el final de la charla, Doma agrega un dato que desconocíamos a toda su verborragia:

-Yo nací en Costa Rica, soy hijo de exiliados. Mis viejos se fueron con la dictadura y volví en el 83, cuando se terminó. Así que vine con seis años, a hacer la primaria. Tengo muchos recuerdos y durante mucho tiempo pensé que eso no me había afectado. Y es inevitable, cambia un montón tu visión de las cosas y es muy duro. Porque no podés dejar de pensar que de alguna manera había un futuro para vos en otro lugar también. Es reloco, volví este año a Costa Rica y la flasheé. Creo que es la primera vez que lo pienso, la primera vez que lo saco para afuera. Había un futuro alternativo, como cuando las películas vienen con dos finales. No es que me pesa, pero está la mosca zumbando.

¿Mirá si terminabas tocando otra música?
D: Estaría tocando las tumbadoras con una camisa floreada. Yo estoy feliz acá, pero sé que en algún punto el porqué me lo dio música: nos conocimos con el Chaume en tercer grado de la Escuela 102, fue empezar a escuchar discos desde los 11 años. Y a partir de ahí toda esta historia de ir metiéndonos en la música.

Entonces, cómo no creerle al Perrodiablo cuando hablan del rock and roll como aquello que es: lo que les salva la vida.



[Publicado en indieHearts el 7 de septiembre de 2017. Fotos por Martín Santoro]

La Música es del Aire - Radio, segunda temporada

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Hoy regresa al dial La Música es del Aire - Radio, la versión radiofónica de este blog. Luego de 17 programas el pasado 2017 -casualidades-, este año iremos por más en el dial de Radio Atómika. Nos debemos subir la temporada pasada, lo que haremos a la brevedad (téngannos paciencia, el tiempo no sobra como quisiéramos).

Como ya sucedió, todas las semanas relevaremos las novedades discográficas y, también, habrá un musicalizador invitado, que tendrá a su disposición un bloque para hacer sonar, lisa y llanamente, lo que se le cante. Hoy empezamos el año con las elecciones de Gastón Massenzio, solista argentino que acaba de editar un nuevo disco, Niebla, donde profundiza su matriz dramática, a banda completa y llevando su canto a otro nivel (algo de eso nos contó acá hace un tiempo).

Ya saben, la cosa es entre las 16 y las 18 horas, de cuatro a seis de la tarde. Pueden probar en www.radioatomika.com.ar/en-vivo/ Y si alguno está cerca de (o en) la república de San Martín, intente con su viejo radiotransmisor. El dial es 106.1.

Allí los esperamos, quedan invitados.

LMEDA - Radio #18 (09/04/2018)

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Se fue el primer programa del año. Gastón Massenzio hizo las veces de musicalizador y recibimos el año con rock de aquí y allá, mucho de lo editado en 2018 y algunas perlas argentinas de los años 80.
Aquí la lista de temas que sonaron, por si no conocen alguno. La imagen que ilustra este post es la portada de 4:59 AM Club, realizada por Daniel García. El excelente nuevo disco de la banda rosarina Sucesores de la Bestia se escucha aquí y acá. No se lo pierdan.

Al final de la lista, el programa completo para escuchar.

Sucesores de la Bestia– 4:59 AM Club
Belle & Sebastian– The same star
Niños Envueltos – El interama del amor
Yo La Tengo– Shades of blue
El Estrellero– Medalla

Amor Elefante– Estrella de mí
Goat Girl– Throw me a bone
Shaman y Los Pilares de la Creación– Govinda
Jack White– What’s done is done
Jazmín Esquivel– Ansío Los Alpes

Man Ray– Perdiendo tiempo
Los Pillos– Conversaciones con la hierba
Fricción– A veces llamo
Celeste y La Generación– Los poetas de Latinoamérica
Don Cornelio– Patearte hasta la muerte

Monday– Pink moon
Jimena Lopez Chaplin– Invencible
Gastón Massenzio– Modelo
Haley Heynderickx– No face
Eels – Sweet scorched Earth

BLOQUE INVITADO: Gastón Massenzio
Pájaro de Fuego y Mariana Bianchini– Inacción vegetal
Los Mundos Posibles – La guerra del Japón
Lu Martínez– El calor
Mi Amigo Invencible– Piñas
Pol Nada– Canto a la paz

Gang of Four– Damaged goods
Norma– Cuerpo
The Slits– Instant hit
Isla Mujeres– Asesina
Mission of Burma– That’s when I reach for my revolver

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