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Palo Pandolfo: Místico tiene que ser un hombre de acción

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Seguimos tildando los objetivos en la lista de deseos de La música es del aire. Este era uno de los grandes anhelos: tener un buen rato, mano a mano, al maestro Palo Pandolfo. Todo empezó en febrero, cuando junto a Oscar Cuervo, Maxi Diomedi y Martín Farina entrevistamos a Palo en el marco de Antojo (programa veraniego de La Tribu que pueden escuchar acá). Poco después de esa charla furiosa, en la que Palo con una sola pregunta disparó para todos lados, quedó concretada la propuesta para el músico argentino que mejor comprende mística y política.

Entonces, pasó algo similar a lo sucedido en la radio: visité a Palo en su casa de Ituzaingó y, con una sola pregunta-disparador, el hombre volvió a demostrarme que es un charlador tremendo. Intenté no repetir los temas que se habían tocado aquella vez (o al menos, que no repitiera conceptos) y Pandolfo me lo hizo fácil: casi sin querer armó un recorrido histórico por toda su carrera, desde Don Cornelio hasta hoy.

Luego de su tremendo show del viernes pasado en Niceto y antes de su presentación este sábado 25 en Rosario, va la primera parte de esta enorme y extensa charla. En qué cambiaron su música y su vida desde que se mudó a la zona oeste del Conurbano; sus trabajos en otros rubros; por qué se separó Don Cornelio; la fiesta menemista y los amigos freaks; su reescucha de Espiritango, Maderita y más. Con que lo disfruten la mitad que nosotros nos alcanza. Y esto es sólo el comienzo:

ESTARÉ A DONDE SALGA EL SOL 

Quiero arrancar con una pregunta geopolítica, si se puede exagerar. Geopolítica de acá, de este lugar, el Oeste. ¿Cómo y por qué llegaste? ¿Y en qué creés que afectó a tu música?
He hablado bastante de esto y no quiero repetirme. Pero bueno, voy a repetirme un poco porque las causas que tengo en la cabeza son más o menos las mismas: en el '94 me fui de Capital, todavía era la primera presidencia de Menem, un momento de bastante jolgorio en la Capital Federal. Yo recuerdo bien los shows de Los Visitantes en la primera época: el objetivo era llegar a las 7 de la mañana a un kiosco para comprar Chandon, porque salía 7 pesos el Chandon helado. Y lo tomabas en la calle, del pico, a las 8 de la mañana.

El show duraba hasta el otro día.
Los shows empezaban tarde y era bien decadente la cosa; toda esa época, si se quiere. A todos nos gusta un poco la decadencia, como hablábamos hace un rato [en el desayuno]: Messi versus Maradona, el Maradona dionisíaco, orgiástico, que a todos nos seduce. El principio del placer: la música se aplica al principio del placer. Hacés música para eso, luego querés emocionar y vivir pero hay una cuestión de sentirse bien y sentir ese éxtasis musical. Yo la pasaba bien en ese momento.
Hasta el ’92 -que fue el año en que salió el primer disco de Los Visitantes- hacía otros laburos, pero cuando me contrataron de Trípoli pedí licencia en la empresa que laburaba. No recuerdo si esto ya lo conté.

En las notas que leí contabas algo pero no en profundidad. Sí decías que habías dejado la música por un tiempo.
No, no dejé la música, lo que dejé fue “el negocio del rock”. Dije esas palabras: “el negocio del rock no es para mí”. Ya en el ’89 había empezado a laburar de otras cosas y, ojo, antes también había laburado. Apenas terminé la secundaria empecé a laburar -¡ibas con el diario a buscar laburo!- y conseguí laburo en una encuestadora de ILVEM, para vender cursos. Salía a encuestar gente pero en realidad era una falsa encuesta (risas). Era una engañapichanga, para que al que caía en esa “encuesta” después le enviaran un vendedor que le hacía la cabeza para venderle el curso. Una pesadilla, laburé un año ahí.
En el ’86 estaba trabajando con un amigo que fabricaba consolas, potencias y equipos de audio. Soldando circuitos y qué sé yo. Y en el ’87, cuando la compañía nos pide un contrato para Don Cornelio [se refiere a Berlin Discos, el subsello de EMI que los fichó] dije “voy a grabar un disco, ya está, no laburo más”. Tenía 22 años. Pero no se ganaba guita con Don Cornelio. Yo vivía con mis viejos y cuando fui a SADAIC la primera vez, cobré plata que para mí era una fortuna. Por ahí eran cuatro mil pesos de hoy pero para mí era una fortuna total.

No tenías que mantener nada ni a nadie.
Nada, entonces para mí era “uhhhh” (hace un grito fiestero) y estaba como loco. En el ’89 me independizo, alquilo una casa, cerca del final de Don Cornelio. El último año de la banda decido irme de mi casa, tenía 24 y a fin de año cumplía los 25, ahí alquilé en Alberdi y Olivera, cerca del Parque Avellaneda. Tenía un entrepiso, entonces hicimos ahí lo que fue la sala de ensayo de Los Visitantes: Don Cornelio se disuelve en enero del ’90, de común acuerdo entre todos los miembros de la banda. Dijimos “ya está, esto se terminó” y nunca entendimos bien por qué. Aunque hay causas, boludas y circunstanciales (risas).

¿Cuáles fueron esas causas?
Yo quería tocar a fin de año en Babilonia para empezar el primero de enero del ’90 tocando a las 4 de la mañana, esas cosas orgiásticas que te decía: dados vuelta, que tocábamos como el orto (risas). Y una parte de la banda no quería, quería estar en paz, festejar Año Nuevo con su familia... No tenía ganas de estar saliendo a las 4 de la mañana para tocar con estos dementes. Que en este caso éramos yo y Federico [Ghazarossian] Él estaba en la misma.

¿Sólo ustedes dos querían hacer la fecha?
Sí, ¡por eso hicimos la banda, Los Visitantes! Queríamos seguir con el hedonismo y con la fiesta pero sobre todo con la experimentación, ¿no? Porque éramos bastante oscuritos. Entonces: ya en el ’89 tenía que pagar el alquiler de mi casa y empecé a trabajar con un amigo, Sergio Bondar, que murió en el ’96 de SIDA. Era compañero mío de la secundaria y después hicimos una banda en la que yo tocaba el bajo, Julio Madurga, una banda muy postpunk, bizarra pero genial, paralela a Don Cornelio (y que duró más o menos del ’88 al ’92). Era como una panacea, yo estaba chocho con tocar el bajo y salir del rol de cantante. Sergio era un iluminado, murió de SIDA porque éramos los chicos malos...

Qué increíble suena ahora decir “murió de SIDA”, porque hoy es raro que alguien muera de SIDA y pasaron sólo 20 años.
Fue el momento aquél, donde empezaron Miguel Abuelo, Federico Moura, Freddie Mercury. Y bueno, Sergio Bondar. Él era un poco más joven que nosotros pero estábamos en esa misma historia, aunque digamos que yo siempre fui un poco más reservado que Sergio. Si bien era loco y qué sé yo, no era un extremista de la droga como él. Yo hacía lo que todo el mundo hacía, el tema es que ellos se picaban y yo nunca lo hice. Un ángel me decía “no” y cuando quise hacerlo el propio Sergio me dijo “no, no, hoy no”.

Te protegió.
Sí, me protegió, obviamente. Era mi amigo, mi hermano. Y a lo que iba es que con él empezamos a vender sánguches en esa época. Él había alquilado en Cabildo y Roosevelt y salíamos por ahí: comprábamos los panes, las piezas de fiambre, hacíamos pollo. También tartas de cebolla y queso, ensaladas, bandejitas. ¡Con canasta por Cabildo a vender sánguches! Estuvimos dos años así.

¿Alguien te reconocía? Porque Don Cornelio había logrado su fama.
Siiii (acentúa y se ríe fuerte). Aparte habíamos hecho dos videoclips. Y sobre todo el primer disco, había tenido mucha difusión. Me colocó a mí, hoy, hasta acá. Por ese año ’87 yo estoy haciendo esta nota con vos: me puso en la órbita del rock nacional.
En fin, con Sergio íbamos por Cabildo y en la avenida hay o había miles de disquerías, galerías y negocios de rock. Entonces ahí me reconocían. Un chabón me dijo una vez: “¡pero vos sos Palo!, ¡¿qué hacés acá?!”. “Tengo que pagar el alquiler, laburo de esto” (risas). Era un delirio, imaginate laburar con Sergio que era un freak. Laburábamos el mal, éramos el mal encarnado. Y por supuesto que era todo muy divertido.

Me imagino, trabajar en la calle abre el anecdotario.
Sí, y tuvimos un par de malos momentos. Una vez un puchero se nos puso malo porque no lo pusimos en la heladera y lo vendimos igual; un chabón nos puteó (risas). Cosas de la gastronomía, digamos. Después nos deprimimos un poco, era un momento crítico pasada la hiperinflación, la Argentina estaba muy mal económicamente. Entonces agarré y empecé a buscar otros empleos. Para cuando armamos Los Visitantes, en el ‘90, tenía un trabajo en Essilor, una importadora de lentes, de óptica francesa. Teníamos que grabar el primer disco, pedí licencia y no me la dieron, entonces me fui a grabar el disco... subrepticiamente, digamos. Le pedí a un compañero, “cuidame a la tarde” porque yo era el jefe de expedición. Había entrado como cadete por agencia pero como venía muy laburante y tenía mucha calle, enseguida me hicieron efectivo. El que era jefe de cadetes se fue a hacer pulido de lentes: no quería saber nada con la calle, los motoqueros, los cadetes. Entonces me pusieron a mí en su lugar y ¡todo lo que salía de la empresa a las ópticas pasaba por mis manos! (Risas).

¿Y cómo le fue a la empresa?
Bien, veo que Essilor sigue por ahí. Todo esto porque me echaron (risas), porque abandoné el puesto de trabajo dos semanas a la tarde. Cuando no me dieron ese permiso para grabar Salud universal dije “me voy igual”. Y el francés que era el gerente general se enteró, me llamó y me dijo la frase célebre de mi vida: “Pandolfo: lentes o música” (risas). Entonces yo le dije “bueno, poniéndolo así…”. Me paré, le di la mano y me sentí despedido. Como estaba efectivo y fue antes de la ley de flexibilización laboral, me re indemnizaron. Y con esa plata dije: “¿y ahora qué hago? Tengo un disco, tengo Los Visitantes, vamos a hacer un videoclip. Ya está: tengo que ser la prensa, el manager y las relaciones públicas del grupo”.

¿Y te mandaste con eso?
Y me dediqué a eso, fui el manager de Los Visitantes al principio, hasta que encontramos otro amigo, un loco freak. Me monté como manager, como ahora con La Hermandad. Es algo que siempre hago porque no puedo parar, me gusta laburar y tengo que hacer algo. Además de las canciones hay otras cosas para hacer, hay que moverse y no hay nada mejor que “hágalo usted mismo”. Ojo, igual está bueno tener un ayudante, un socio, un manager, me encanta. Pero tiene que ser alguien del amor, que esté trabajando arte, canciones. Si no siente pasión, amor y vibración por eso, te garca. O sea, no hay términos medios. Tiene que tener amor por la causa y transmitir, cuando sube la banda al escenario tiene que vibrar y estar emocionado como si fuera un músico más. Es uno más, sino no sirve. Por eso yo me fui sacando de encima gente que me estaba cagando, eran tibios o garcas. Uno me garcó en los últimos años. Pobre.

Hasta tenés compasión por él.
Sí porque me da pena, es penoso porque queda mal. Pero pará, voy a volver a cómo llegué acá, estoy haciéndote toda una descripción del momento aquel para poder saltar hasta al Oeste.

Dale, sigamos con el recorrido.
Los Visitantes ensayábamos mucho, tres veces por semana en ese entrepiso de la casa de Alberdi. Y teníamos una vinoteca a dos negocios de la casa, El Solitario: si buscás en el primer disco de Los Visitantes, está en los agradecimientos [la vinoteca aparece mencionada entre Revista Lanzallamas y Pablo Schanton] Cuando le llevamos el disco al Gallego, el dueño, se lo pusimos y vio que estaba ahí... ¡Se emocionó tanto! Y yo también, ahora me pasa lo mismo, me emociono, boludo. El tipo se puso colorado y dijimos “ahhhhh” (pega un grito indescriptible que nos hace carcajear a los dos). Hace mucho que concebí el concepto de que “comercio es amor”. Digo, que se entienda: un buen almacenero de barrio da amor. El comerciante es un chabón que está en relación con el otro, de toma y daca, una relación amorosa. De esa emoción que nos agarró con el dueño de la vinoteca, dijimos “hay que hacer algo, vamos a hacer algo”. ¿Y qué hicimos? Un recital en la calle.

Esto sí lo has contado, es muy gracioso.
Sí, y lo repito porque es muy anecdótico y divertido. Entonces, con una caja de vinos, la policía nos puso un patrullero. Cortamos avenida Alberdi, en esa época la ruta 3. Una avenida doble mano ¡y un viernes a las 8 de la noche, con tránsito pesado! (Risas). Armamos un quilombo infernal. El Club Alvear, un club de Floresta que estaba por ahí, nos dio un escenario. Y los otros comerciantes, que eran todos amigos, pusieron plata para alquilar el sonido. A todos les iba a hacer bien porque la heladería podía vender helados, el almacén iba a vender no sé qué carajo... y Vinoteca El Solitario puso una mesa con una rubia que daba vino espumante para degustar. Gratis. O sea, era un sueño (risas). Era la fiesta menemista en su máximo esplendor, si querés, con perdón de todos nosotros (más risas).

Y se anticiparon a la era de los megafestivales sponsoreados.
No, bueno, tanto no. El primer show que vi en mi vida en el ’79 estaba auspiciado por Chocolates Crico (risas). Siempre hubo sponsors, sino no hubiera existido nada. Woodstock fue algo bastante raro porque fue bastante independiente y sin sponsors.
A nosotros nos sponsoreó toda la cuadra e hicimos el recital, que fue justo enfrente de la puerta de casa. Cuando terminó el show, abrí la puerta y me metí. Pero quedó abierta, era un pasillo largo al fondo y se sucedió como un continuum performativo. Hay un actor del teatro neoyorkino que hace obras con performance: el tipo se lleva el público a su casa y continúa la obra ahí. Performance pura, bien ritualística.


Acá te pasó lo mismo.
Claro, pero esto tenía cola. Con el tiempo, en el ’93, la gente por ahí aparecía a las 3 de la mañana y me tocaba el timbre. Había un continuum de locura y llegaba gente rara. Digamos que empecé a sentir esa densidad. Yo era muy sociable y lo sigo siendo, con mucha calle y mucha noche, estaba en todos lados y no tenía un carajo que hacer. Vendía sánguches en la calle, imaginate. No me importaba nada, la calle es mi ámbito. Y tenía muchos amigos freaks: el Basu, que venía de San Justo, un basurero. Los Visitantes era una banda muy de la impronta popular, teníamos muchos amigos criminales, gente del bajo mundo pero de una nobleza diferente, quizá. Igual, criminales más o menos amables, no asesinos (risas). Bueno, había algunos narcos también (más risas). Toda esa cosa de la noche que era bastante sabrosa. Yo soy de las personas que se sientan en el colectivo en el último asiento y aparece un linyera todo mal, herrumbrado, patético, desagradable...

Y se sienta al lado tuyo.
Y se sienta siempre a mi lado. Y siempre, siempre, entabla conversación. Desde chico me pasó, desde que tengo memoria, ¡tengo un imán para toda esa gente! Y cuando estaba en la calle y era de Don Cornelio y Visitantes, que era como el dios del punk y qué sé yo, tenía todos amigos así. Quería que todos mis amigos fueran así. Y entre toda esa gente estaba Adrián Cayetano Paoletti, los chicos de El Lado Salvaje, Todos Tus Muertos, los artistas del underground. Estábamos todos en esa línea, volcados a la calle.

No eras el único.
No, claro. Pero toda esa densidad empezó a pesarme en un momento. También, vivir sobre una avenida de tránsito pesado a San Justo, era todo como “pshhhh” (hace un ruido metálico, estruendoso). Un ruido infernal, de camiones. Y algo en mí dijo “me tengo que ir”, fue una voz que siempre tengo, yo siempre me digo cosas. Entonces me tomé el tren Sarmiento, bajé en Castelar, pregunté dónde había una inmobiliaria y me dijeron “acá a la vuelta está Corigliano”. Fui, dije “hola, qué tal, quiero alquilar una casa”, me atendió Corigliano, “tengo un chalet, tatatá”, me lo mostró esa misma tarde y le dije “listo, lo alquilo”. ¡Alquilé la primera casa que vi en Castelar! (Risas). A Los Visitantes nos había ido bien en esos años, tocábamos mucho en vivo y ganábamos algo de plata que se repartía en partes iguales. Éramos una banda muy democrática.

Entonces, tu primera parada en el oeste fue Castelar.
Sí, Castelar, eran todas casitas lindas, chalecitos. Contra todo este personaje que te estoy definiendo, un chabón que vendía sánguches en la calle y era amigo de los criminales, de repente alquilé un chalet en Castelar. Esto fue en 1994.

Castelar, además, es una localidad muy tranquila. Aún hoy lo es.
Sí, aparte… cheto, si querés. Bueno, es contradictorio, lo entiendo, pero me parece interesante la contradicción. Aparte mi generación era posthippies, yo empecé con mi primera banda en el ’78, es decir, en la década del ’70. Éramos setentistas, estábamos con el pelo largo y queríamos ser Color Humano. De alguna manera, desde que te ibas a tu primer viaje en carpa, la cosa era “me tengo que ir a vivir a El Bolsón, me tengo que ir a vivir a El Bolsón…”. Y nunca me fui a vivir a El Bolsón pero fui a vivir a Castelar y tenía pasto, planté un ceibo, tenía una huerta, hice tomates. De alguna manera, con un remanente hippie. Y ahora vivo acá, en este parque maravilloso (señala) y planto árboles, soy experto en lo que es plantas, soy un jardinero natural. Antes estuve 15 años en una quinta en Puente Gnecco, en Paso del Rey (Moreno), donde también planté millones de cosas. Siempre está eso y creo que hoy por hoy, haciendo una salvedad histórica en la charla, sigue siendo muy vigente el concepto de lo autosustentable, la vida en la ecología. Se mezcla la izquierda con lo hippie en la ecología social, un concepto moderno de decir “cada familia tiene un fondo, un gallinero, una vaca comunitaria, leche orgánica”. Una revolución ecológica para salir de las formas de producción dominantes. Es un tema vigente todavía.

Y en el medio de tu mudanza estaban por hacer Espiritango.
Claro. Yo me escapé de la ciudad y fue bastante raro, nadie lo entendió de lo que es el mainstream del rock. Y justo en el ’94 yo grabo Espiritango acá, en Del Cielito. Fue rarísimo porque nosotros no elegimos el estudio: Trípoli Discos quiebra -cosas raras- y es absorbida por DBN, que elige que grabemos ahí [en la contratapa del CD se vislumbra el logo de Trípoli tachado, al lado del de DBN]. Entonces me mudo al Oeste y grabo acá el disco, fue extraño. Del Cielito todavía pertenecía a Castelar en esa época, ahora es Ituzaingó. Y Espiritango sale disco del año, nos va bien a nivel opinión pública pero a nivel shows seguíamos más o menos con lo mismo. Muy indie todo, éramos nosotros con nuestro manager los productores en Casa Suiza, el manager era un hermano, un loco. Hicimos el disco en vivo En caliente...

Que es crudísimo.
Tá, pero está bueno, muy ensayado. Ensayamos un mes seguido todos los días y está muy producido porque lo hicimos con Mario Breuer y Pichón Dalpont, todo súper profesional.

Capta un gran momento de la banda. 
Boludo, el otro día escuché Espiritango. Alguien lo linkeó en Facebook y por algún motivo no empezaba en el primer tema [“La musa”], empezaba en el tercero [“Patada sucia”]. Me gustó que empiece así. Y de repente escucho y empiezo a sentir una adrenalina, unas palpitaciones… Empecé a sentir unos subidones, o sea, me sube todo como “ay, boludo” (habla excitado, nos reímos). Claro, yo estaba prendido fuego, no es joda. Con los años, había puesto al disco en un lugar blando y nada que ver. Me acuerdo de un par de sensaciones y momentos puntuales que te quedan grabados pero, con el tiempo, me queda un tema u otro. Tiene tantas canciones, es un disco tan diferente y variado, que hay cosas que no me gustan...

Y con el tiempo te queda sólo esa parte que no te gusta, quizá.
Sí, te quedás con eso, lamentablemente puede pasar. Igual no soy muy resentido de mi pasado, al contrario, lo amo. Sobre todo por el ejemplo de Spinetta, que siempre fue tan resentido con su pasado. Yo no quiero ser así, amo todo y me encanta en serio. Y el otro día me encantó Espiritango, me re cabió, mal, ¡me gustó más que nunca, boludo! (grita enfervorizado). Porque yo entraba en un infierno en un abrir y cerrar de ojos. Vocalmente, la voz. Venía como “nananá” (susurra) y de golpe “yeahhh” (grita aún más fuerte que antes). En el ’94 fue que se pegó el tiro Kurt Cobain, ¿no?

Sí, abril del ’94.
Bueno, el otro día pensé y ¡tiene que ver con el grunge! No es que estábamos tan en otra, que éramos relocos.

Hay un par de hardcores, por ejemplo.
Tiene hardcore y rock alternativo, “Mecánica ciudad”. O “Noche oscura” [se refiere a “Villa Domínico”], que es bien grunge, tipo “chanchan-chán” (imita el riff de guitarra). El espíritu que más atraviesa el disco me parece que es el del rock alternativo. Aunque está “El ente”, que me parece un plomo: la canción me encanta, la versión del disco me parece horrible. Hubiera preferido que sea todo hardcore, nos quedaba bien. En “El ente” estoy... “Inocencia encerrada en una espiral ardiente…”. Un boludo (risas). Ahora lo hago bien, ahora canto bien eso porque tengo ductilidad, puedo hacer hardcore o tango. Tengo todo ese hardcore adentro y muchas otras cosas más, en ese momento no tenía tanta cintura. Hice cosas que... Qué buena reflexión, nunca había pensado esto que estoy pensando en voz alta: de alguna manera cagábamos más ancho que el culo. Igual Espiritango salió disco del año, pero no es que la banda estalló, para nada. Estalló artísticamente mi vida y hasta ahora sigo haciendo temas de ese disco, como “Gris atardecer”, que me encanta. Y a La Hermandad le sale mucho mejor que a Los Visitantes, la rompe La Hermandad.

¿Y con “El ente” qué hacés?
“El ente” también lo hago porque me parece una canción que me trascendió a mí mismo, digamos, gracias a que Calamaro la grabó; también la canté con él un día en el Ópera. Y la gente la canta, la canto y todos cantan. Yo me pierdo en ese tipo de cosas, entonces aprovecho y la toco de vez en cuando. Pero es bastante depresiva para mí, un tipo “buscando la verdad que sea rentable”. Es muy crítica, está bien, me parece bien. Me deprime pero igual la hago, me la banco (risas).
Todo eso fue  el año en que me mudé y bueno, los cambios empiezan a operar. La pregunta era qué me pasó a mí con esa transformación geográfico-política, y qué le pasó a mi música.

Sí, a vos mismo como tipo, en el fondo. Y hasta como cantante, qué sé yo. Creo que sos uno de los cantantes más singulares de la historia del rock argentino. 
Está bien (se ríe). Tengo mucha ductilidad, mucho rango, mucho movimiento. Puedo ir a todos lados.

Movimiento y carne viva, siempre.
Lo he asumido. El vivo mío, nuestro, es un lugar en el que no se sabe qué puede pasar, yo mismo lo siento. No es que sé que el show empieza y termina de tal manera, en algún momento me atraviesa un rayo feroz y me vuelvo loco, me termino tirando en el piso, me pasan cosas. Creo que eso es lo que busco y no es que lo busco conscientemente, lo busco de manera inconsciente. Igual tiene que ver con Pescado Rabioso, con el éxtasis. O con “Twist and shout” y Lennon gritando como una bestia loca, sacada (lo imita): toda esa cosa del grito primal me interesa. Pero bueno, pará: “Estaré”. Eso es lo que me pasa. Compongo “Estaré” en ese paraíso de Castelar, con tomates. Eso es lo que me pasó, “Estaré”, que es como una gran obra de mi vida, con que yo levanto muertos. Si yo tengo que ir a cantar un tema ante 100 mil personas en la Plaza de Mayo con las Abuelas, cantó “Estaré”. Y quedo bárbaro porque es combativo, alegre, dramático, furioso, esperanzador, tiene todo.

Y tiene la naturaleza del lugar.
Sí, es ecosocial, ecosocialista. Y aquello de que el sol entra en una cuna y en la prisión [“como la cálida luz/ que entra en la cuna y en la prisión”]. O sea, el sol les pega a tu hijo y a un preso que quizá es asesino. Estamos todos bajo ese mismo sol, es muy socialista el tema. Y hippie, y hasta punk porque ¿por qué la cuna junto a la prisión? Son imágenes fuertes. “Estaré” me parece un gran tema y es lo que pasó en ese movimiento, empecé a componer desde otro lugar, seguro. Hice “Que se abra Buenos Aires”, ¡que es justamente lo que hice yo! Yo me abrí de Buenos Aires y entonces digo “que se abra” (risas), “que abra bien las piernas”.

Qué tonto, ésa no la había pensado.
Todo esto pasó y es un poco Maderita, ya incluso el nombre... Maderita, viste, “sssss” (imita, creo, el sonido de brasas). Aparte “Que se abra Buenos Aires” habla de todos estos personajes que te decía.“Pelea el pueblo demente”: son todos mis amigos estos, los freaks y qué sé yo; “perdiendo todos los dientes” porque están todos refisurados, ¡se les cae la vida, viste, hechos mierda! (Risas). “Con religiosa anarquía”, hay una observación de todos esos personajes que te contaba al principio de la charla, que con muchos somos amigos aún hoy. Adrián Cayetano Paoletti, por ejemplo, volvió y está a full. Lo invité a leer en la presentación de mi libro de poesía La estrella primera, que fue en la Biblioteca Nacional. Entre otros amigos estaba Adrián leyendo un puto poema, ¡25 años después! Con algunos nos encontramos y todavía no lo podemos creer.

Sobrevivieron varios...
¡Algunos sí, por suerte! (Risas). Todo este proceso que te digo está muy claro con el tiempo y en la distancia, ahora a la perspectiva. Pero en el momento no sabés qué está pasando: vos vas, vas y vas.


*Palo & La Hermandad se presenta este sábado 25 de abril en McNamara (Tucumán 1016, Rosario). Anticipadas en Sarmiento 780. Reservas: 3413-298189.


[Fotos de Palo & La Hermandad, por Fernando Manino Dachdje]


SEMANA PANDOLFO: Sigo tu voz, Intuición

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Se demoró pero aquí está: la segunda parte de la charla con el maestro Palo Pandolfo. Leerán en el título de esta nota las palabras "Semana"y "Pandolfo" juntas. Se ve raro pero es lo que es: desde hoy hasta el viernes verá la luz toda la palabra de Palo, una parte por vez. Es decir, la nota más extensa publicada jamás por este sitio (que, saben los lectores, no es precisamente de andar abreviando...). Por tiempos de desgrabación y por extensión total no podíamos publicar la nota entera en una parte, pero todos ustedes podrán seguir el hilo de la charla de comienzo a fin, apenas recortada por "temas", así entre comillas porque a partir de un solo tópico nos fuimos al infinito y más allá.


Y se va la segunda. Empezamos por el saludo Obama-Castro y llegamos a un tema que Palo no puede pasar por alto: sus años cocainómanos, cuándo paró y por qué quiere contar la posta sobre la merca (que incluye razones de corte histórico). Arranca hablando él, inspirado e imparable: con ustedes, Palo Pandolfo.


EL FIN ES EL PLACER, LA MONEDA ES EL ENGAÑO

…Ahora yo tengo más perspectiva del presente también, por la edad y por la experiencia. Por la prueba y el error. Es bastante científico el momento mío, estoy muy cientificista.

De hecho te leí decir que la vida empieza a los 40.
Bueno, pero eso lo escuché decir, es un refrán como “Al que madruga, dios lo ayuda”.

En las notas me pareció que lo decías por tu experiencia personal.
(Susurra y señala) Por ella [se refiere a su mujer Verónica]. Yo a ella la conocí a los 38 y a los 40 nació la nena. Ella es una persona que a mí me cambió la vida, Verónica. Es una maestra, aparte de ser mi compañera me enseñó mucho. La conozco en un momento expansivo mediumínico-chamánico en mi vida, había conocido mucha gente, me había divorciado hace un año. Esto fue en 2003, tenía 38 e iba a cumplir 39 justo a fin de ese año.

Año de cambios...
Sí, es el año de Néstor [Kirchner], digamos. Y ahora es el mismo año, pasaron 12 años y es el año de la cabra. La cabra de madera, esto es lo lindo: este es un año maravilloso, creo, pase lo que pase, no importa. Más allá de todo. Lo que decíamos antes [en el desayuno]: Obama-Castro. O sea, hay una reconciliación histórica tras 50 años de misiles apuntándose mutuamente, una tensión global densa. ¡Y ahora se dan la mano! no es un hecho menor en la historia del mundo que Cuba y Estados Unidos se den la mano. Nos han comido la cabeza desde antes de mi nacimiento, yo creo. Nací y ya estaban con la guerra, supuestamente, Fría.

Toda nuestra vida estuvo el bloqueo.
¡Toda nuestra vida en tensión! Y uno diciendo “no, pero Cuba es divino”. Bueno, pero San Francisco también tiene su gente. Uno tiene amor por esa parte de Estados Unidos: tenemos una perspectiva más psicodélica nosotros, nos gusta todo. Tenemos una posición política pero de alguna manera, también, una apertura que es más trascendente a la política. Igual llega en un momento en el que te ponés, o yo por lo menos me pongo, muy político. Y soy un poco… Trato de mantenerme siempre del lado del espíritu, de lo artístico, de lo espiritual. Creo que si el mundo pudiera entender la trascendencia de cada pequeño acto... Si yo buscara la revolución la buscaría desde lo espiritual, siempre. Como decir: sepamos que cada pequeño acto que vos hacés tiene una trascendencia en el universo que te va a responder a vos y se te va a volver en contra. Como el concepto de la reencarnación, del karma. La ley del karma: cada acto que vos hagas va a tener una consecuencia en el universo y va a volver. Vos estás fluyendo en esa marea de energía, entonces: cuidemos nuestros actos porque nos van a repercutir a nosotros por puro egoísmo. No es que yo quiero ayudarte a vos porque soy bueno y a vos te veo mal: te voy a ayudar porque vos me vas a ayudar a mí, nos vamos a ayudar mutuamente. Siempre el acto que yo haga me va a volver, y si tirás mierda, te vuelve mierda. Y si tirás un papelito te va a volver un papelito, te va a volver en la oreja y vas a ser un sordo (se ríe). O sea, de alguna manera, entender ese funcionamiento del cosmos me parece una boludez, pero evidentemente no nos resulta muy fácil porque estamos todo el tiempo pasando por encima de los demás y tirando mierda, como comportamiento global en la ciudad de Buenos Aires. 

Pareciera el comportamiento habitual en las grandes ciudades.
Sí, volviendo al tema de lo geopolítico y de moverse de la ciudad. Creo que sigue siendo uno de los ejes de mi pensamiento, ponele, con perdón de la palabra (risas). Yo estoy en contra del pensamiento, prefiero la intuición y buscar la sabiduría del cuerpo ¿no? Pero bueno, uno piensa. Y creo que siempre el posthippismo, el ecosocialismo, son “bueno, ¡salgamos de la ciudad!”. ¡Y hasta salgamos del Gran Buenos Aires, también! 

Es una idea que está impregnada en el rock argentino esa idealización del campo.
¡Sí, sí! (Enfatiza). “Vamos al bosque, neeena” (canta y se ríe). ¡El Flaco odiaba ese disco! (Risas). Pero es genial, “La búsqueda de la estrella”, mata; está lleno de milagros de la composición de Spinetta. Y todo lo que es Miguel Cantilo, que vive acá a la vuelta y es uno de los primeros en venir acá. Él sí se fue al Bolsón, él lo hizo: en la contratapa del disco [se refiere a Conesa de Pedro y Pablo] estaba, las fotos esas de los hippies con chalecos de lana, de cuero crudo, como desnudos pero con un chaleco de animal crudo... Con esos rulos rubios era un príncipe Miguel.
Y bueno, de alguna manera Los Visitantes, qué sé yo. Quiero cerrar esa parte de la charla y llegar a algún punto, aunque igual el punto es bastante luctuoso porque llega el ’99... Lo bueno del ’99 es que nace mi primera hija, mi hija mayor. Ahí hago un clic en mi vida. Digamos, en el ’94 me fui de la Capital y me fui depurando en el ’95. Tuve un gesto con la banda muy fuerte: decir “bueno, no vamos a tomar más merca”.

Ahí pararon.
Paramos.

Te fuiste de Capital y al poco tiempo hiciste eso. Hiciste una doble limpieza.
Al año y medio dije basta. Basta de salir así a los escenarios porque era un delirio salir siempre así, algo en mí me dijo que no daba. Pero recién pude terminar con la merca (lo dice susurrado, muy bajo) en el ’99. 

¿Cuando se separaron?
Sí. En julio del ’99 fue el último show y mi nena nació en septiembre. Yo ese año ya había dejado, dije “listo, ya está, basta”. Fueron doce años, del ’87 al ’99.

¡Don Cornelio y Visitantes, digamos!  
Sí, sí. Bah, no, Don Cornelio es del ’84. Desde que grabo el disco: en el disco yo empecé a tomar porque era como una ley, un gaje del oficio. Es lo que hacían todos los que estaban grabando el disco con nosotros. Es más, era: “tomá”. Fue casi una obligación, no había manera de no hacerlo. Me tenía que ir a mi casa y... no se podía, era imposible.

Era tan común como tomar mate.
¡Exacto, era como tomar mate, muy bueno! (Risas). Y estaba bien visto en ese momento. (Vuelve a susurrar) Che, boludo, esto es importantísimo: hablando de política cruda y geopolítica, el jueves... Tenemos un grupo de yoga con un instructor hace 10 años, siempre con el mismo chabón, los jueves. Viene acá, antes era en la quinta de allá, son 10 años de disciplina. Vienen algunos amigos, somos un grupo divino que practica yoga, qué sé yo. Y el otro día estábamos hablando con el instructor, que es un pibe más grande que yo (56) y es un sabio: él trajo a Eduardo Mateo a la Argentina, fue productor. Es un chabón de prensa, del rock, de la militancia de los ’70... Y ahora es un dios, un gurú. Y me dijo (susurra): “el que introdujo la cocaína a nivel narcotráfico en Argentina, ¿sabés quién fue?”. ¿Sabés quién fue, Santiago? (Se ríe y deja una pausa suspensiva). Galtieri. Leopoldo Fortunato Galtieri. Hay una foto en el Clarín con Luis García Meza, un boliviano, subiendo a un avión, abrazados. Eran milicos bolivianos, ¡narcos! Y la foto es la tapa del Clarín ¿viste Clarín cómo es, no? Estaban poniendo en la tapa el principio del fin de la cultura argentina. Del espíritu. Anunciándolo: el fin del espíritu. El otro día me encontré con Mollo, que también vive acá cerca. Y me dijo algo genial: “la cocaína te va comiendo el espíritu hasta que no te queda nada”.

Eso lo dice Héctor Starc también, que se ve en los ojos de la gente que toma.
Claro, porque aparte son categorías espirituales. Trae una categoría equivocada, trae demonios. El tema es que Galtieri (susurro) introduce la cocaína en Argentina. Y él con el vaso de whisky va a Malvinas tomando merca, o sea... Qué sé yo. Yo siempre que hago notas me digo “no voy a hablar de la merca” porque los pendejos toman y yo quiero que los pendejos vengan y compren entradas. Porque siguen tomando. Y yo me siento como un viejo decad... los pendejos deben pensar que soy un viejo decadente, aburrido, esa es mi paranoia. 

¿Vos decís? ¿Por haber dejado?
Por hablar y estar bajando línea de “la merca esto, la merca aquello”. Porque pontifico o soy moralista, soy un reprimido, no sé lo que pensaran. Pero termino hablando siempre de la merca, ¡es una obligación moral que tengo ahora! (Risas). O espiritual si querés, más que moral. Y ahora que me enteré esto, que Galtieri fue el introductor acá, directamente ya estoy con los botines de punta. Ahora voy a ir más adelante y en contra, es como una misión. De alguna manera la conocí y lo digo desde adentro, la tenía que conocer para poder comunicar algo.

Y pensar “mirá cómo entró esto, era parte de un plan siniestro”.
Era parte de la locura asesina y geopolítica y de alguna manera la DEA estaba, el servicio antidroga de Estados Unidos. Ellos lo que hacen es manejar, como en Colombia, todo el quilombo. Que es esa guerra civil, supuestamente revolucionaria: al final es pura guerra de narcos con diferentes potencias. Porque Colombia sigue siendo el gran productor de merca para Beverly Hills y para todo Estados Unidos. Sigue todo el mercado fuerte de una guita que no paga impuestos y que es una fortuna. 

De hecho, el partido de Maradona de ayer que comentábamos hace un rato, ¡¿no era por esto?! [El Partido por la Paz que se jugó el 10 de abril]
¡Sí, por la paz en Colombia! Con Los Visitantes paramos con todo ese tema de la merca. Nos contrata Universal en el ’96, estallamos, tocamos ante 30 mil personas en Argentina Vivo pero igual la banda... las bandas que empiezan a triunfar en ese momento son las bandas que adhieren al reviente. Y se consolida el rock chabón que son gente tomando merca y gritando algo en el escenario. Ahora entender lo que está bajo el aura del Galtieri es como decir “ya está, ¿viste que tenía razón, boludo? La merca es mala”. Y no lo digo yo, lo dice la gente del barrio pulenta de acá, la gente pulenta real lo dice. Te fumás un faso, tenés tu planta, estás feliz, te tomás una ginebra, qué sé yo... Pero la merca es mala, los chabones que saben lo dicen. Y de alguna manera, bueno, Argentina está como... es uno de los puntos críticos. Me parece que falta gente como yo, aunque suene medio egocéntrico, me gustaría que más gente tome este discurso. Que se anime a decirlo. Nadie lo dice, no escucho a nadie. ¿Vos escuchás a alguien hacer un discurso anti-merca claro y público?

Más bien te diría que no.
¡Yo tampoco, boludo, estamos en el horno! 

Sigue siendo cool...
No, eso creo que no. Para mí no es cool. Todos mis amigos cool no toman, como Alfonso Barbieri, Tomi Lebrero.

Pero no está esa condena de la que hablás, a eso me refiero.
No oralmente. Pero si cualquiera de nosotros, que somos amigos y somos un grupo muy grande de gente copada, divina, que tiene inquietudes, saca un saque...

Y te dicen “No, salí de acá”.
Directamente no te llamo más. Está remal vista ahora. Antes estaba bien vista, si yo en el ’87 venía y te decía “querés un saquecito” vos me decías “uy, qué bueno…”. ¡Qué cool! Era cool y aparte era de la alta sociedad, o de la clase media-alta. Hoy por hoy la gente bien, de la vanguardia, incluso la gente de clase media y la gente común no toma. Hay gente que la tiene más clara pero no todos y sigue siendo un gran negocio, sigue estando el paco, la merca. Evidentemente cambió el concepto, los chicos cultivan plantas con sus padres, el cultivo está muy de moda, se debate la despenalización. Lo que sí me parece es que hay poca gente de mi generación tomando la bandera de decir “chicos, esto no”. Vamos a buscar un San Pedro, hay un montón de cosas bárbaras para ponerse del orto. Si querés, experimentar hacete unos brownies, unas galletitas, ocho horas reloj. Sin químicos porque la industria... Igual, hoy por hoy está llevado a la alimentación también, yo ahora compro cuando compro comida industrial… 

Es que está relacionado todo.
De alguna manera con ver a la industria como un enemigo de la naturaleza, de la vida.

Bueno, de hecho se da una importante discusión política y social al respecto. Con la instalación de Monsanto en algunos países sudamericanos.
¡Sí, con Monsanto, exacto! Que es una cosa tremenda, dantesca, contaminante, sórdida del orto, hija de puta. De alguna manera están ahí. Hay una gran oposición a Monsanto, es casi vox populi que contamina y no hay forma de pararlo, eso es lo que me parece terrorífico. Hay cosas peores pero ese tipo de cosas son de las peores. Porque digamos, por ahí si vos te le plantás a Monsanto finalmente vienen los aviones yanquis y te bombardean. No sabemos qué hay atrás de Monsanto, si está el ejército inglés o Estados Unidos; hay como relaciones de los capitales globales con lo armamentístico y, si vos te hacés el loco, te bombardean. Está esa paranoia, ese aviso. Hay que ver si se hace o no.

 Vos decidiste dejar de tomar un año y pico después de estar acá, no es casual.
¿Viste Siddhartha? Es un camino espiritual de la vida, la vida ethos. El Buda es nosotros, cada uno de nosotros es un Buda si querés, un camino. Y bueno, tenés la posibilidad de llevarlo hacia la liberación, hacia la expansión total; o quedarte atrapado en fantasmagorías y cosas endemoniadas. Pero falta, falta un poco de honestidad, incluso gente importante del rock: del Indio Solari para abajo nadie dice nada, no hicieron el clic o sienten culpa o toman o algo. Me parece que hay que hacerse cargo.

Quizá por lo que decías antes que te pasa a vos mismo, de que no se los acuse de caretas y demás. A los shows del Indio sospecho que mucha gente va con cierto ánimo de “liberación”. 
Sí, puede ser. Ojo, igual también va gente que va con niños, no todo es así. Hay una reformulación. Pero está esa parte de ritual báquico, que es comprensible. Yo lo que planteo de un show de La Hermandad también es lo mismo, entiendo que la onda es activarse, ir a ponerse del orto con lo que uno quiera. Yo con el yoga, si respiro diez minutos determinada respiración quedo loco, solo (hace la respiración). Levanto la energía y estoy como “boooing” (imita un sonido de rebote). No necesito nada ya.



[Fotos de Palo por Fernando Manino Dachdje. Pertenecientes a los rodajes de los videoclips "Más que humanos" y "Madre computadora"]

SEMANA PANDOLFO: Y en el deleite ser

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Segunda entrega de nuestra Semana Pandolfo, tercera parte de la charla con Palo. Ya pueden ir conectando los fragmentos si les resulta necesario. El que avisa no traiciona: en el ordenamiento por subtemas, ésta sección quedó como la más breve de todas. Ello no significa que no sea uno de los segmentos fuertes de nuestro diálogo con el cantor (más bien todo lo contrario: leerán a un Palo muy crítico de la clase alta y de las confrontaciones estúpidas, un tipo que nos invita a todos a reconocer nuestras miserias y sincerarnos). Prohibido impacientarse si se lee rápido, en especial porque saben que en pocas horas podrán seguir con lo que resta.

[Para los rezagados: la PRIMERA PARTE y la SEGUNDA]


HASTA CUÁNDO SEGUIRÁS LLORANDO SIN PARAR

-Argentina tiene un problema, un problema de la psicología social: hay una sociedad escindida un poco en sí misma. Por ejemplo, están los “chetos” y los “negros de mierta”, por empezar. Esa es la formulación uno. Los de Capital versus los de la provincia de Buenos Aires, Gran Buenos Aires; los del Interior versus los de Capital, “porteños de mierda” (risas). Los de Santiago contra los de Córdoba. Como no conozco tanto el mundo más allá de leer historia… pero en Argentina, para situarnos en nuestro lugar hay mucho de eso, todo el tiempo uno contra el otro y, además, lo que se dice “pobre contra pobre”.

Te terminás matando con tu vecino.
Por un pedazo de alambrado. Ni hablar de la clase alta, que están como perdidos. Están solos y tristes más allá de la redundancia del “niño rico con tristeza”. Hay cierta depresión en eso de estar siempre en contra de la fiesta.

Y la situación política pareciera generar eso en la clase alta argentina.
Mucha desnudez de sus bajezas. No pueden ver la alegría en el otro y menos en el “negro”“De mierda”. Porque son muy racistas. ¿Viste que hablar de un error propio parece que fuera bajar la guardia? Yo creo que es al revés: si nosotros asumimos nuestras falencias, no hacemos otra cosa que potenciar nuestras virtudes. Es ser más fuertes, eso es freudiano, si querés: veamos qué nos pasa para ser mejores. Por eso yo hablo y hablo, me interesa la charla y las notas, expresar algo para meter un poco el dedo en la llaga, a ver qué pasa. No seamos tan necios, se puede. (Susurra) ¿Viste que hay algo en Argentina como redundante, siempre-la-misma-historia, que tiene todos los climas, tiene todas las geografías, tiene minerales, tiene océano, tiene el campo? Todas las riquezas que el ser humano puede pedirle a una tierra, Argentina las tiene. Y aparte tenemos la mezcla de razas, que justamente es lo interesante, las múltiples inmigraciones y los pueblos originarios con su sabiduría ancestral, muchos de nosotros podemos abrazar esa sabiduría. Hay un potencial tremendo pero también algo que falla en nosotros porque estamos siempre con la cola de paja con Estados Unidos. Como si fuéramos inferiores. De chicos lo argentinizábamos, veíamos el “made in USA” (lo dice como se lee) y decíamos “ahhhh” (simula sorpresa). De hecho, hoy si compro una guitarra tiene que ser “made in USA” porque si no, no compro nada.

¿Lo seguís haciendo?
Sí, obvio, soy un ser que vive acá. Lo que pasa es que un lutier te cobra el triple que comprar una guitarra Gibson USA. Y la compro acá, a un chabón que las trae en avión: hace 20 años quería una Gibson SG. Obviamente, somos gente que está dentro de este universo y tenemos las mismas flaquezas, yo no me siento aparte. Lo aclaro a propósito, no es que yo hablo del pontificio: yo también tengo una Gibson USA y la amo, ¡es lo máximo, la adoro! Es tremenda (se ríe). Pero bueno, hoy por hoy si a vos te dicen industria china o industria argentina, decís argentina toda la vida. Pero si dice industria USA capaz elegís USA. Se puede revertir eso, pero tenemos que hablar de cómo y por qué estamos en este estado, viste que hay mucha negación y nadie termina diciendo cosas claras. Los políticos hablan en sentido figurado, hasta Cristina, que tiene un discurso político tan elaborado y genial (ojo, igual ella es bastante directa). Pero ella no es anti-imperialista como Evo Morales, el más honesto es Evo. Tiene la capacidad de la raza de no tener que comérsela doblada. ¿Viste la carta que escribió a los poderes europeos, de toda la plata que le debe Europa a Bolivia? El saqueo histórico.

¡El saqueo que vienen haciendo hace 500 años! 
¡Exacto! Eso es buenísimo, yo voy por ese lado: digamos verdades, tratemos de llegar al hueso de la cuestión. Está bien, si un gobierno como el kirchnerismo se pone al hueso directamente lo voltean, estuvo casi a punto de caer varias veces...

El fin de ciclo que anuncian los grandes medios desde 2008, por lo menos.
Y es bastante moderado, no es una ultraizquierda. Es bien moderado si querés. Siempre digo lo mismo (susurra): Néstor y Cristina tocaron la campana en Wall Street, son netamente capitalistas, les encanta el negocio, la producción, el desarrollo. Son desarrollistas, quieren la industria. Él fue un gran negociante con YPF durante los ’80 y los ’90. No es Evo Morales, no entiendo por qué se asustan tanto con el kirchnerismo estos giles de goma (risas).



Y, porque veníamos de algo muy distinto...
Sí, como Galtieri. Que decían “ay, es civilizado, Estados Unidos, la civilización”. Son rebárbaros, reignorantes; aparte es sabido que el pueblo, la mass media estadounidense, es reignorante. ¿A quién le gusta? El prototipo yanqui es un gordo boludo que no entiende nada, con la cerveza... Que vive en una burbuja y no sabe dónde queda Estocolmo, no sé. Son ignorantes. Acá en Argentina tenemos una cultura en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán. Ellos son una sociedad cerrada, apestan y por eso son tan violentos, porque tienen mucho miedo. Les meten cualquier pastilla y se la comen y están haciendo guerras y reventando países. Hay que poner en duda a Estados Unidos, aunque a la vez, al mismo tiempo, seamos repsicodélicos de San Francisco; amo la cultura de Nueva York, No New York, Lydia Lunch, me gusta Miles [Davis] y todo el jazz en general, [Francis Ford] Coppola y todo el cine.

Parece inevitable que esa contradicción suceda.
Lo importante es decir “bueno, hay cosas que me gustan pero esto, todo esto, no”. Separemos la paja del trigo. No seas tan (susurra) pelotudo. Si no, sos un pelotudo yanqui y te la metieron a vos también. Que estás en Buenos Aires, sentado en un departamento en Ayacucho y decís “ahora me voy a Miami” y te encontrás con todos tus amigos allá... ¿Por qué no se quedan en Miami y no vuelven más, para qué están acá? ¡De última quedate allá! Pero si estás acá, veamos qué se puede hacer: somos todos hermanos, somos una nación. Te guste o no. Hay que ser pragmáticos, poder decir “bueno, si yo a vos te ayudo por ahí te saco bueno, te voy a tratar de ayudar”. Obviamente, dentro de toda esa clase hay un montón de gente divina. Gente que apadrina chicos, que está toda su vida atrás de una familia; hay un montón de gente que es cristiana en el mejor de los sentidos, que ve al otro como un hermano. Hay un material humano para construir algo más interesante.
Igual, yo hace mucho que veo que la clase alta tiene ambiciones cortas, metas cortas. Ese es el problema. No dicen “vamos a ser ambiciosos, ambicionemos un poco, vamos a invertir”. Su ambición es guardar la plata en el banco HSBC en Suiza, nomás. ¿Por qué no traes mil millones? Y hagamos un polo industrial acá, viste. Sean poderosos, digan “nosotros somos la clase alta”. ¿Por qué no pueden tener ambiciones altas? De decir “vamos a hacer un supergasoducto, vamos a hacer un puente a Colonia porque nos encanta ir”. Qué sé yo, ¿por qué no hacen obra?

Para ellos mismos.
¡Obvio! Para ser ellos los grandes señores. Si sos un gran señor, ejecutalo: sé un noble. El noble tiene que demostrárselo a sí mismo. ¿Si no para que sos rico? Si estás deprimido, tenés que tomar Alplax todo el tiempo, te vas a Miami...

Vivís asustado de que te puedan afanar...
Con mucho miedo y aparte, odio. Llenos de odio porque odian la alegría, odian al pueblo, odian al negro, odian esto, odian lo otro. Bueno, está ¿para qué? ¿Para qué te sirve el poder, dónde está? Cuestioná un poco. Hay tanta hipocresía, tanta mentira, por eso de alguna manera yo me ensucio en la merca para decir “se puede hablar con la verdad”. A mí nadie me vino a buscar para matarme porque hablo en contra de la merca, ¿por qué no podemos decir las cosas que generalmente pensamos? ¿Por qué nos cuesta tanto decir la verdad? ¿Estamos ocultando todo el tiempo algo? ¡Basta! Es agotador (risas). Es lo que yo pienso, desde que soy chiquito pienso lo mismo, eh. Siempre pensé igual, siempre estuve como diciendo “¿por qué es tan violenta la calle, por qué hay tanta violencia?”. Si estamos bárbaro, si somos divinos. Tenemos la pelota de fútbol, tenemos a Charly García... ¿Qué más se puede pedir?


[Las fotos son gentileza de Fernando Manino Dachdje. Fueron tomadas durante el rodaje del videoclip de "Madre computadora"]

SEMANA PANDOLFO: Escucha mi sonido, amor

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Nos acercamos al final de la Semana Pandolfo. Esta vez, Palo empieza hablando de los rockeros y su relación con la política: el camino nos lleva a los Redondos y la fiesta (para comprender mejor el concepto, bien vale leer la parte anterior de la charla), Charly García y sus novedades, V8 y su pesadez incomprendida por el público de rock en épocas de dictadura... 

A partir de ahí, Pandolfo analiza el momento actual del rock argentino con buenos ojos. Mirada que el hombre ahondará en el capítulo final de esta charla, a publicarse en unas pocas horas. Eso: imperdible. 

[Querido rezagado: aquí está la PRIMERA PARTE y la SEGUNDA ¡y la TERCERA! de esta nota. Léala completa y va a comprender mejor]

PALO POLÍTICO

Vos siempre tuviste muy fuerte ese costado político, además de tu costado místico. En el rock argentino, si bien hay excepciones, hay cierto temor a expresar una opinión política jugada, incluso hoy.
Sí, aunque con el kirchnerismo eso ha cambiado un poco. Pero es lo que te decía: nos cuesta ser honestos, estamos como envueltos en una nube de pedos, de engaño. No sé si tiene que ver con... Yo siempre encuentro la raíz de todos los males de Argentina en Buenos Aires (risas). Soy muy crítico. De hecho, es el Río de la Plata del Potosí: en el 1500, 1600, sacaban por barco la plata y el oro del norte de Bolivia y se llevaba (hace un chasquido con los dedos) de acá para Europa, saqueando el tesoro de los incas y demás. Y Buenos Aires cobrando impuesto, o sea que estaba hecha para eso: la hicieron para el curro del afano, estaban afanando y estos afanaban...

¡Afanaban del afano!
¡Afanaban del afano! Por ahí está el perdón del que le roba a un ladrón pero... ¡Es una falacia ese refrán! (Risas). Volviendo a lo de Galtieri: el puerto narco que hizo fue en Rosario. (Enfatiza) ¡La bajaban en barco, igual que la plata del Potosí! Para llevársela a Europa y para llevarla a su red de narcos. Por eso Rosario es el narcosocialismo. Pero no es el narcosocialismo, es el narco a secas. Galtieri instaura en Rosario... Te lo dejo a vos, ¡investigalo, boludo, la concha de tu hermana! (Risas).

Y yo que creía que venía a hablar de liso y llano rock and roll (Más risas)
Es que la música la grabo y la escuchás, ¡qué más vamos a hacer! (Risas). Igual podemos hablar de música todo el día, yo me encuentro con músicos y...

Lo decía en chiste igual, por supuesto que me interesa tocar otros temas y es lo que estamos haciendo.
Es que para mí el rock abre cabezas, es para eso. ¡Si no para qué me sirve! Está el éxtasis, me rectifico: el éxtasis me sirve. Y me sirven los shows del Indio, me gusta, lo veo bien. Me gustaría que se pueda hablar de las cosas buenas y malas del rock. Me gusta esa comunión de gente volcada a un show, a flashearla... Igual, poniendo los puntos sobre las íes, decir “bueno, pero estaría bueno observar ciertas cositas”. No quiero ponerme del lado de enfrente, no quiero estar en ese lugar, no quiero ser yo el que venga a bajar línea a los demás. Yo quiero plantear dudas, discutir, opinar y ser uno más de un montón. No quiero venir a pontificar porque me aburre, tampoco soporto a la gente que les dice a los demás lo que tienen que hacer. Si no, bueno, me haré pai, cambiaré de rol: me haré brujo y ayudaré gente, para eso me dedico al chamanismo. Pero dentro de todo, soy un cantor popular y después de criticar a la oligarquía que odia la fiesta... Yo no odio la fiesta.

Son cosas que, desde adentro, quizá no se discuten tanto. Ese es el punto.
Mirá: un día volvía de Ayacucho -estaba haciendo shows medio perdidos en el Interior- y tomé un micro a las cuatro de la mañana. Y subo a un micro en el que había toda gente desmayada durmiendo, tirada, y pensé “qué loco”. Porque subí en la ruta, en el medio de una parada, me subió el productor tipo “acá, acá”. Yo estaba con la guitarra y uno se despierta, me mira así y me dice “¡¡¡Palo!!!”. ¡El primero que se despierta me grita en el medio del micro! ¡¿Qué es esto?! (Risas). Después había una vieja toda rocanrolosa con una remera argentina desconchada, unas minitas divinas... ¡Venían de Tandil, de ver al Indio! ¡Estaban satisfechos! Estaban desflorados, los habían garchado pero estaban bárbaro. Lo que vi me dio una ternura... Me dio mucho amor esa gente, te lo juro.

Toda esa movilización.
Todos volviendo unidos en ese micro, desflorados. Me sentí bien tratado por ellos (risas). Fue un momento en que dije “qué grande el Indio, boludo”. Me dio mucha ternura, como un amor piadoso, de decir qué bueno esa comunión. Desde el vamos, cuando los Redonditos dicen “salgamos de la ciudad” tiene que ver con lo que estoy diciendo yo: ante ver el infierno, la muerte en las comisarías, el latrocinio, el acabose, vamos a sacar un show afuera. La vieron. Es un gran gesto revolucionario, porque no sé si hicieron muchos más. Pero de alguna manera salir de la ciudad y hacer eso me parece algo bastante ritualístico performativo de esencias. Es bastante interesante porque mucha gente que no sale se va a Mar del Plata, a Punta del Este, a Bariloche y a Miami. Porque también al Indio va a verlo mucha gente bien.

Claro, para ser así de popular te tienen que ir a ver todos.
¡Sí! Es interclasista, atraviesa todo. Siempre lo hicieron y es maravilloso, y de alguna manera es admirable. Ese gesto de salir de la ciudad, vivirlo en carne propia, tomarme un micro perdido a las 4 de la mañana y que te sorprenda. Porque al principio yo no entendía y cuando entendí que toda esa gente venía de ver al Indio en Tandil dije “es buenísimo”, me encantó en serio. Vale como aclaración de mi ser criticón porque también algo bueno veo en todo el movimiento del rock argentino, si no me pego un tiro (risas). Yo siempre fui muy defensor del rock argentino, escuchaba los Beatles y rock nacional, después pasé a Zeppelin, Yes y todo lo demás.



ROCK ARGENTINO: HAY MELODÍAS EN MIS OJOS

Sos muy fan de García-Spinetta.
¡Sí! Y más: Almendra, Sui Generis, Pappo’s Blues, León Gieco, Arco Iris, Vox Dei, Color Humano, Aquelarre.

¿Y hoy? En las entrevistas hablás de lo que vos llamás La Nueva Vanguardia (Lucio Mantel, Tomi Lebrero, Lisandro Aristimuño y un largo etcétera) aunque decís que te gustaría que tuvieran un poco más de rock and roll.
Tiene que ver con lo que estamos hablando, es como decir “bueno, paremos un poquito con el rock and roll”. Porque el rock and roll se convirtió en Cromañón. Entonces es una reacción humana bastante natural esto de decir “cool, tranquilos, cantemos canciones”. Es una consecuencia de todo el rock chabón, decir “basta, nosotros no queremos aguante-aguante-aguante”. La cultura del aguante. Los Redonditos, La Renga y Los Piojos pero también el mismo Charly García. ¡Basta! (grita). Igual a Charly lo amo. Un paréntesis de Charly, hablando de música: lo que hizo con Viudas e Hijas de Roque Enroll (menciona la serie de Telefé Viudas e Hijos del Rock and Roll como si fuera la banda). ¿Lo viste? La última canción de Charly García: “La máquina de ser feliz”.

Sí, ¡Oscar Cuervo estaba como loco!
¡Yo también! (Risas). Escuché la canción en internet, alguien lo linkeó y así como caí en Espiritango caí en eso. Y es tre-men-do, ¡tremendo, boludo! (grita). Es oscuro como la mierda, sórdido, inteligente, pícaro. Hay contradicción: es crítico porque es una burla atroz a todos nosotros y a él mismo. Oscura y genial. Lo amo, lo amo mal a Charly.

¿Y de los nuevos, me decías?
Ahora creo que es un estallido de multiplicidades, de bandas... Creo que es el mejor momento del rock argentino. Así, dicho mal y pronto.

¿Sí? ¿Desde siemp--?
(Interrumpe) ¡Desde siempre! En diversidad. Y en esa diversidad, hay calidad. Veo una diversidad como nunca imaginé. Aparte, la gente puede pasar de ver Carajo a ver Miranda! No quiero irme de mambo pero creo que el público está abierto, el joven no está tan rep… antes en los ’70 era “este es una mierda”, había un puterío y estaban todos en contra de todos.

¡La verdulería completa para Los Encargados en BARock!
En los ’80, todo mal: la dictadura encarnada en el rock nacional. La gente agresiva contra la diferencia, pegándole al diferente. Horrible. Igual vi V8… ¿lo viste alguna vez en internet?

Bueno, a ellos también les tiraron de todo en BARock.
Hay cosas de V8 en internet que, ponelo cuando puedas, te rompe la cabeza. Es realmente adrenalínico, está todo mal, es reheavy metal. Y en un mega festival están ellos ahí tocando, “Destrucción” creo que se llama el tema (canta).

Sí, es su clásico. Nunca me puse a ver videos de ellos pero el disco en el que está es algo así como el puntapié inicial del heavy argentino.
Claro, yo no conozco los discos, los conozco ahora con los videos pero nunca un amigo trajo un disco. Te decía, era un mega festival,  entonces toca V8, termina... hay siete heavys cantando, la cámara está desde el público. Y era clásico de esa época, termina y se escucha que uno grita “¡abajo!”. ¡Para que se sienten! (Risas). Había que estar sentado, el que se paraba... “¡Abajooo!” (Imita). Gritaba un boludo, un mediocre de clase media, un empleado boludo (risas). Lo odié, me puse remal porque yo estaba ahí, me dio vergüenza de pertenecer a eso. Era muy típico de los '80 en la época de la dictadura ir a festivales y que estuviera ese “abajo”. Bueno, boludo ¡parate, qué abajo! ¡De pie, stand up, wake up! (Risas).

Hace poco dieron Prima Rock en Incaa TV y se veía eso. Estaba tocando Nito Mestre con el Negro Rada...
Sí, y qué vas a hacer, con esos tenés que quedarte sentado (risas).

¡Bueno, pero también tocaba Dulces 16, ponele, y pasaba lo mismo!
Sí, era un chiste, obvio. Pero acá estaba tocando V8, imaginate, lo más pesado que se hizo en Argentina, la banda icónica del aguante metalero, una descarga de energía tremenda. Tiene que ver con estas cosas que estamos hablando, con las contradicciones, con ese miedo a la fiesta, esa cosa de ocultar, de no mostrarse. Igual, ahora estamos en otro momento y yo creo que es un gran momento de la cultura. Hay que avanzar hacia la verdad y hacia el descubrimiento y hacia el poder ¿no? Que es el fondo de todo: el poder.


[Fotos: gentileza de Fernando Manino Dachdje]

SEMANA PANDOLFO: Seremos más que humanos

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Semana Pandolfo: último bloque. Esta es una de las alegrías máximas en los ocho años de La Música es del Aire. Contar con la palabra de Palo Pandolfo en semejante extensión y profundidad no es cosa de todos los días ni en blogs ni en grandes medios, que en su mayoría recorta las entrevistas a su mínima expresión.

Dos horas de charla intensiva, tan rica que llegamos hasta aquí: Palo cierra el show profundizando su link con las bandas nuevas del under (elige sus favoritos); nos cuenta de su proyecto tecno junto a Daniel Gorostegui, compañero de andanzas en Don Cornelio y Los Visitantes; y cómo llegó a contactarse con S-Music, la compañía que editó su último discoEsto es un ABRAZO. En algún momento tenía que terminar... Lo disfrutamos mucho.

[La charla completa, aquí abajo. Que se diviertan los recién llegados:
PARTE UNOPARTE DOSPARTE TRES y PARTE CUATRO]



TODOS SOMOS EL ENVIADO

¿Y a quiénes destacás de toda esa movida nueva, tan amplia?
A Viva Elástico. Me gusta mucho la frescura del primer disco y en vivo me parecen geniales, los vi en Niceto y me parecen increíbles.

Bueno, Ale Schuster es deudor de tu forma de cantar...
Sí, pero yo los conozco a ellos, estuve y hablé. Y él tiene un amigo mayor, o un hermano, que de ahí escuchó The Cure... Escucha mucho Bowie y todo eso, canta así porque tiene las mismas influencias que teníamos nosotros en ese momento. No es que escuchó tanto Don Cornelio, escuchó las mismas músicas que escuchaba yo. Lo hablé con Alejandro.

Yo escucho el primer disco de Don Cornelio y...
(Interrumpe) Porque yo le afanaba mucho a Echo and the Bunnymen, The Cure, Bowie y todo eso, quería cantar así. Es lo que se usaba en esa época, como Cerati. Él también tenía esa marca, cada uno desde su lugar, Cerati como algo más pop y yo algo más postpunk, más enraizado en esa línea oscura.

Más duro y más oscuro.
En el primero, en el segundo ya era como el Joy Division argentino, el acabose, no sé qué carajo era. Es inclasificable.

Ahí tu forma de cantar cambió, como si hubieras dicho “ahora soy otro” respecto del primer disco.
Fue un quiebre. Porque no quise saber nada, no me gustó el primer disco de Don Cornelio en ese momento. Ahora lo amo pero en ese momento me resistía porque me parecía muy maricón. La palabra era esa, maricón. Eso es muy del rock nacional, me tiro piedras a mí mismo: “ay, maricón”. ¿Qué maricón? ¡Re maricón! ¿Y qué? ¡Me chupa un huevo! Porque hago lo que quiero.

Aparte es algo muy personal, yo lo escucho y no me parece un disco blando.
Era mi impresión. Lo que pasa es que yo cambié en ese momento porque empecé con el virulo y con el alcohol. Igual me hizo bien ese cambio, porque es un camino a recorrer. Es el camino deseado ese de decir “ah, no, esto no”: la gente que se queda agarrada a sus propios éxitos me parece muy decadente, muy mediocre. Y más los grandes artistas que, te gusten o no, decís “¿siempre hace lo mismo?”. Para mí eso es lo interesante de mi carrera, está todo resumido en los discos de Don Cornelio: un cambio radical en un año y pico. Es lo que yo les pido a los demás: ¡cambien! (grita). ¿Cuál es el problema? Si la vida es transformación, cambiemos. Siempre vas a seguir siendo el mismo, vas a atravesar etapas... Como decir “a mí me gusta la birra y yo siempre soy así, yo tomo birra en la esquina”. Bueno, está bien, tomá birra pero un día tomate un té con una señora a ver qué pasa, si total... (Risas). Son experiencias. No tenés que estar tomando siempre birra en la esquina, ñeñeñeñe (parece imitar al Pomelo de Diego Capusotto). Basta, eso me parece conservadurismo en el fondo, conservar lo que tenés y no querer largarlo por miedo a dar un paso... “En el país de Nomeacuerdo/ doy tres pasitos y me pierdo”, diría María Elena Walsh. ¡Vamos a ver qué pasa!

Volviendo a las bandas nuevas ¿qué más llamó tu atención?
Crema del Cielo me gusta, los vi una vez en La Plata y dije “¡guau, boludo! ¿qué es esto? ¡Me encanta!”. Vi buena parte de un show en el primer Ciudad Alterna que se hizo, yo estaba también haciendo unas cosas. Ese día vi a Mostruo! y dije “mirá Mostruo!...”. Toda esa línea me gusta: en La Plata está lo mejor, es lo máximo. Todas las bandas de La Plata son buenas me parece, tengo esa sensación. ¡El Mató mata! Los vi acá en Ituza, fui a comprar helado y vi que había algo en la plaza a la tarde y pregunté. Y eran ellos, entonces le dije a Vero “aguantame un rato que voy a ver a El Mató en la plaza y vengo” (risas). Y los vi y bieeennnn, boludo. El indie nacional está bárbaro y hay un montón de bandas. Como Fútbol o esas bandas de rrrock (enfatiza) así como experimental, bandas raras. Hay muchas bandas bizarras, de rock medio extremo, lo que no hay es bandas bailables, me parece, de tecnopop y demás. ¡Tengo un proyecto de tecno! Lo traigo a propósito de esto.

Algo de eso nos contaste en la radio.
El dúo con Daniel Gorostegui. Este año nos tenemos que reencontrar, él estuvo medio borrado en las vacaciones porque es marplatense y labura en enero y febrero allá, ahora abrió un restorán, entonces nos tenemos que encontrar. Hacemos uno o dos ensayos más y a partir de estos próximos ensayos vamos a grabar. Es cuestión ir y grabar porque queremos sacar un disco.



¿Los temas ya los tienen?
Tenemos nueve. Y hay dos en puerta. Quiero que sea bien bailable, bien ochentoso mal. Que es nuestra estética básica.

¿Algo similar a lo que hiciste con Leo García? Ese toque electrónico y guitarras acústicas.
Sí, lo que pasa es que Dani es un emperador del tecno. Tiene un estudio que ocupa todo esto (señala) con su equipamiento. Va a ser más retro-tecno porque Leo es un new age total, tiene todo en un cosito así; Dani toca sintes, tiene cajas de ritmo, baterías electrónicas, secuenciadores. Y es un sonido bastante vintage-tecno genial. Él es un dios de lo tecno, siempre lo fue, es uno de los primeros tecnos de acá. Estaba Daniel Melero y Daniel Gorostegui, eran los tecnos iniciáticos de mediados -y de antes- de los ’80. Cuando llegó a la sala de Don Cornelio decíamos “guau, ¿qué onda?”. Nos rompía la cabeza. Es un poquito más grande que yo, tiene un par de años más. Y tiene toda una cultura musical: él hizo la disquería en El Living, es un melómano, un experto, un sabio de la música global.

¿Eso puede salir este año?
Espero que sí, este año ya está muy avanzado y tengo muchas cosas que hacer. Porque también estamos demeando el próximo disco de La Hermandad y quiero ponerle fecha de grabación. Si no pierdo el año. Quiero que salga en 2015.


UN PALO EN S-MUSIC

El disco con La Hermandad lo editó una compañía. ¿Cómo es el trato que vos tenés con Sony, S-Music?
S-Music no es Sony. Es una compañía argentina: distribuye Sony, es un arreglo que tiene Alejandro Varela [presidente de S-Music] con Sony pero él es la compañía. Él con un montón de gente linda que trabaja ahí, son un sello discográfico argentino y ellos bancan los discos. Al próximo lo va a tener que bancar él... (Risas).

A eso iba. Entonces ¿hay exigencia en cuanto a tiempos, por ejemplo?
No, no, yo soy el que exige. Varela es… ¡Varela es lo máximo!

¡No parece de una discográfica, digamos!
No, es una de las personas más queridas del medio. Es muy apreciado porque es honesto: él está editando a Liliana Herrero, Javier Malosetti, Ruben Rada, Sambara. Edita música, le gusta la música. Por ejemplo, yo produje un disco de una banda de Del Viso, Desagüe Varela. Me lo pidieron, me insistieron y accedí, lo hice con mucha pasión (me puse a full, hasta las pelotas). Y le llevé el disco de la banda a Alejandro, le encantó y entonces lo editaron con el sello. Con [Guillermo] el Turco Chiodi pasó algo similar.

¿También le publicaron el disco?
Sí. El Turco es un gran compositor y amigo mío y también es muy amigo de Ignacio Montoya Carlotto. Toqué el último 24 de marzo con Ignacio, allá en Olavarría, me invitó porque él siempre hizo marchas de la memoria allá ¡antes de saber que era quien era!

Es increíble eso, el tipo ya tenía esa militancia.
¡Sí! Y dijo “siempre toqué acá y en este momento expansivo tengo que estar acá”. Fue un éxito total, había miles de personas, fue bárbaro. Y te decía, el Turco e Ignacio son íntimos amigos y estábamos los tres ese día. Terminamos todos en la casa de Ignacio, que es un divino: fuimos a comer unas empanadas después del show a la Casa de la Memoria de Olavarría e Ignacio dijo “después vamos a ir todos a casa, tengo un litro de Etiqueta Negra”. Entonces fuimos y nos tomamos un litro de whisky (risas).

¿Lo liquidaron?
¡Sí, lo liquidamos! (Risas). Y tenía una ginebra europea, o sea que bebimos con Ignacio, divino. La persona que te invita a beber a su casa para mí ya es amigo, así que somos amigos ahora. Y el Turco me había invitado tiempo antes, el año pasado, a grabar en su disco. Fui, cuando me invitan a grabar si puedo grabo aunque no conozca al que me convoca (ojo, a él lo conocía de antes). Siempre aprendés algo en un estudio cantando con alguien, es un ejercicio y una experiencia, yo voy a estudiar y a aprender. Entonces le dije “loco, dame el master cuando lo tengas y se lo voy a llevar a Varela”. Se lo llevé a Alejandro, le encantó y lo editó. O sea ¡le llevo cosas y las edita! ¡Un día voy a hacer un subsello en S-Music!

Y, si seguís así no sería nada raro.
Y bueno, con mi disco de alguna manera pasa eso: lo piloteo yo, él no me dice nada. Yo le digo “quiero hacer un disco loco, pim, pam”. Soy yo el que le pone la presión a él, es al revés.

¿Vos llevás, mostrás y sale? ¿O él decide algo en el medio? ¿No sugiere nada sobre las canciones, por ejemplo?
No, no, nada que ver. Él es puro respeto, puro amor. ¡Al contrario! Me pregunta él a mí, me toma como un… Me respeta mucho como artista. Te repito: le llevo cosas y las edita, o sea, el chabón confía mucho en mi criterio. A Esto es un ABRAZO lo hice yo independiente con Goy Ogalde y Charlie Desidney, lo produzco y banco. Y me lo encontré por Twitter a Varela.



Vos hiciste eso más de una vez ¿cierto? De mostrar un disco en las compañías para ver si alguna lo quería publicar. De hecho, te quedó un disco inédito.
Sí, Intuición. Aunque nunca se grabó el disco, es una demo para llegar a  un disco, para mostrar. Y eso lo bancó DBN, ellos dijeron“che, vamos a hacer un disco”. Cuando les mostramos eso nos dijeron “faltan temas comerciales…”. Fue en el 2002. Lo subieron a internet y es una especie de disco pero no: es una demo pero forma como un proyecto.

¿Y por qué quedó ahí eso?
Por eso, porque esta gente bancó la demo pero después dijo que no. “Metetela en el culo a la demo” me dijeron, más o menos. Yo ya me había ido de DBN para ese entonces pero ellos quisieron ver qué había, se bancó la demo pero como no les gustó fue un “matate”. Y no, “matate vos, chau”. Y nos fuimos.
Con Esto es un ABRAZO me dije “hago un disco y lo llevo terminado”. Antes de montarme yo, que soy el manager y hago esto, hago lo otro... Hago todo. Tuve varias reuniones con la UMI y tenía todo listo para hacer el disco independiente. Soy amigo de Cristian Aldana, tengo una reonda con él, es mi amigo hace veintipico de años porque es fan de Don Cornelio y Los Visitantes, venía a todos los shows y estaba siempre en el camarín con nosotros. Era una banda de freaks y él estaba siempre limpio, ahí, de adolescente. Pero antes de cagar tan ancho dije “voy a ver si lo muestro un poco y si alguien lo fabrica, lo edita... y me alivia la vida”. Porque si no iba a estar atrás de una película total porque no tengo un socio o un manager, lo iba a hacer yo. Ojo: reconocí un poco mis limitaciones pero iba a las compañías teniendo todos los papeles listos para ir y editarlo por mi cuenta, lo iba a hacer igual. Y con Alejandro pasó que llegué a su oficina, lo pone y me mira y dice “esto es para la radio”. Era “Soy el sol”.

Ya estaba el disco en orden y todo porque ese es el primer tema.
Ya estaba el disco terminado, “tomá, escuchá”. Y el chabón dijo “es buenísimo” y lo recompró. Quiero decir, lo editó, no es que lo compró, el master sigue siendo mío. Pero dijeron “sos una licencia”. Y siguió avanzando todo, hicimos los videos de “El leñador” y “Más que humanos”, ahora filmamos el de “Madre computadora”; más dos videos que grabamos en vivo en el Auditorio Oeste (“Dame luz” y “El ángel del suburbio”). Yo venía de Ritual criollo que no tiene un solo clip ni una sola nada y acá del mismo disco tenemos cinco materiales audiovisuales, me parece un golazo. Y también contrataron a Cecilia Crespo que ahora ya trabaja en S-Music, una mina que tiene mucha experiencia e hizo una prensa muy buena. Creo que fue mi mejor campaña de prensa, incluso mejor que Universal en su momento (aunque fue buena, en el ’96, con Maderita y toda la plata de una multinacional).

¿Estás contento con la respuesta que tuvo el disco?
Es impresionante el desarrollo de Esto es un ABRAZO. Me está yendo bien. Yo creo que es la banda igual, todo para mí pasa por esa energía. Y la banda es de verdad.


* Palo & La Hermandad se presenta el sábado 23 de mayo junto a Nuestro Crimen y Desagüe Varela. La cita es en el Centro de Servicios de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Juan María Gutierrez 1150, Los Polvorines. Entrada libre y gratuita.
En tanto, el sábado 13 de junio se presenta en el Teatro de la Cova (Avenida del Libertador 13900, Martínez). Entradas a la venta en www.tuentrada.com y en el teatro. Más data en palopandolfo.com.

[Fotos gentileza de Fernando Manino Dachdje]

Maxi Prietto: “La música es para adentro”

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-Che, que papi está hablando boludeces…

Maxi Prietto le habla a Esmeralda, su beba de cinco meses que llora de a ratos exigiendo presencia paterna. La trae desde la pieza al comedor y, tras el alimento salvador, Esmeralda vuelve a su cuna (bueno, la lleva el padre) y se duerme. Maxi le mintió: la charla en su casa de Villa Crespo transcurre de tema en tema y, sin querer queriendo, vamos del flamante proyecto Prietto a sus inicios en la música (en verdad, Prietto es su proyecto solista y lo más añejo de su carrera, esta vez reformulado a banda). De boludeces, nada.

La vida musical de Maxi abarca a Norberto el Ruso Verea, su ídolo radial; a Mónica Melo, una profesora del secundario que lo marcó para siempre; a Oscar Alemán y el folclore argentino, descubiertos tarde pero seguro. Y a sus propias criaturas: los discos caseros e iniciáticos, su metejón con el bolero, sus trabajos en el cine. Por supuesto, en el recorrido también aparece Prietto Viaja al Cosmos con Mariano y Los Espíritus, los grupos con que Prietto, el hombre, se erigió como una de las voces más interesantes, escurridizas y desprejuiciadas del rock argentino de la última década.

La charla empezó por el final o, mejor dicho, por lo que se viene: la inminente presentación de Prietto, el grupo, en la vigesimotercera edición de ese hermoso festejo del rock de abajo, el bienllamado Festipulenta. De ahí, al cosmos:

Vas a estar tocando en el Festipulenta como Prietto, tu banda más reciente. 
¿De qué se trata?
Estamos armando una banda nueva, hacemos algunos covers de boleros y también estamos haciendo un tango, “El día que me quieras” de Gardel; y canciones mías viejas. La formación es Damián Manfredi en contrabajo, Miguel Tennina en teclados con unos efectos medio locos, el Pipe Correa, que es el baterista de Los Espíritus y yo, que toco la guitarra y canto. Estamos muy contentos por cómo está sonando, aunque no sé cómo presentarlo… ya lo van a escuchar (risas).

Para el Festipulenta, la de ustedes va a ser una propuesta muy particular, que alguien pele un bolero ahí no es habitual.
Puede ser. De hecho no estábamos en cartel desde el principio, nos invitaron porque se cayó Fútbol y bueno… es lo que estamos haciendo. Al que va medio manija de rock y descontrol, no sé qué le va a pasar con nuestra música. Me va a tirar con algo (risas).

Esos tiempos se terminaron, me parece. ¿Te pasó alguna vez que te revoleen cosas?
No, que me revoleen algo no. Gritos sí: una vez que tocamos en México con Carla Morrison y Enjambre, dos grupos que allá son muy exitosos, nos engancharon en esa fecha a Prietto Viaja al Cosmos con Mariano. Abrimos y la gente al principio todo bien, pero después se impacientó… ¡Sáquenlos a estos dos! (risas). Además, después escuché los grupos y la música de ellos no tenía nada que ver con la nuestra. Pero bueno, fue una experiencia.

¿Con este proyecto están pensando un disco ya? ¿O la idea por ahora es tocar?
Estamos grabando acá en casa con unos micrófonos que tengo, grabamos un ensayo y algunos temas me gusta cómo suenan. Como Miguel trabaja de sonidista, vamos a juntar los micrófonos de los dos para armar bien todo y grabar acá, en vivo. Siempre está bueno grabarse para escuchar y develar un poco de qué se trata el proyecto, está bueno saber dónde terminan Los Espíritus y dónde empieza esto.

¿Te pasa recién ahí eso de develar de qué se trata, cuando escuchás al grupo en una grabación?
Sí, lo pienso así: es como para un actor cuando se ve filmado, capaz cree que está haciendo algo pero cuando lo ve, ve realmente lo que está dando. Y capaz en este proyecto pensás que no da para hacer algo muy rockero y así te das cuenta que sí tiene lugar eso, o que ya está pasando. Entonces tenés que poner los micrófonos y grabar, y no trabajar más en algunas canciones. Para no pasarte de rosca también, porque a veces, si tardás mucho en grabar algo, queda sobreensayado. Depende del proyecto, pero en este caso tiene que haber un porcentaje grande de frescura, son casi-baladas, canciones en las que tiene mucha presencia la letra y la banda está ahí, acompañando. Es difícil la parte en que es bastante silencioso todo, tiene que estar muy cuidado.

¿Hay una fecha tentativa para el disco, o preferís no arriesgar?
Es que todavía no sabemos bien de qué se trata, no tenemos cerrada una lista de canciones. Con el disco de boleros que saqué [La última noche] quedé disconforme. Lo hice en enero de 2013, estaba en Capital sin nada que hacer, tenía ganas de estar de vacaciones, hacía calor… y para tratar de pasarla bien acá se me ocurrió grabar boleros porque estaba escuchando eso todos los días. Me propuse grabar un tema todos los días y subirlo a internet: escuchaba un par de canciones, sacaba alguna que me gustaba y la grababa. Pero no me lo tomé como si estuviera haciendo un disco, era una especie de juego; algunos me gusta cómo quedaron y otros no tanto. Entonces estaría bueno grabarlos otra vez y con una banda. Lo mismo me pasa con casi todos los discos solistas que hice, salvo en Casay Casa II que hay una especie de producción; en los demás es todo muy espontáneo. Siempre me gustó eso, pero ahora me gustaría rescatar algunos temas, armarlos con una banda y darles un lugar, un respeto que no les di.

¿No te conforman en cuanto a producción o en cuanto a ejecución?
En cuanto a todo. No es lo mismo tocar una canción por primera vez, grabarla y no volver a tocarla nunca más... Tiene esa frescura de más (risas). En el momento ni pensaba en eso porque era lo que hacía en los ratos libres que no tocaba con Mariano [Castro], eran canciones que no tenían cabida para tocarlas con él. Ahora veremos cuáles quedan de ésas, tampoco creo que agarre muchas. Hay que ver qué es lo que puedo hacer dentro de eso y a partir de ahí, sí, componer más desde esa temática. Por ahora estamos ensayando “Ay, corazón”, “The error blues”, “Días de sol”, pero estoy seguro de que el disco va a salir. Además, no creo que sea un disco que tenga mucho proceso, va a ser grabado en vivo. Suena todo tan medido que no va a estar sobrecargado.

¿Y como cantante, cómo te llevás con eso de que la voz esté tan al frente?
Es parte del sonido. También estamos haciendo la “Tonada del viejo amor” de Eduardo Falú y tiene una letra que está bueno que esté en primer plano. Igual siempre traté de hacer eso, en los discos con Mariano la voz también está muy al frente, de otra manera y con mucho más volumen. Tratamos los dos de que no haya que escuchar muchas veces un tema para entender la letra. De hecho, el volumen de la voz a veces está en niveles exageradísimos en la mezcla. En ese momento nos pareció que era lo que iba, lo correcto. Bah, un gusto nuestro más que lo correcto.

¿Cómo hacés para ir llevando todos tus proyectos?
Con Mariano hace rato que no estamos tocando, el último show que hicimos fue un Zaguán. Y eso es menos tiempo de ensayos, de fechas, de mezcla de discos...

¿Y por qué se dio así, tocar tan poco con Mariano? No es por mala onda entre ustedes, supongo.
No, pasa que él está en otro momento de su vida en el cual no tiene tanto tiempo para esto, yo soy más manija. La idea era tocar de vez en cuando y lo estuvimos haciendo, pero en un momento eso me empezó a aburrir porque yo quería juntarme para hacer canciones nuevas. Y eso llevaba a que tuviéramos que ensayar más, entonces quedó todo ahí y en algún momento se retomará. Ahora estoy con Prietto y con Los Espíritus; más algunos laburos que me salieron, música para películas y cosas así.

¿Tus trabajos son exclusivamente con la música?
En este momento sí. Hace unos años arranqué con cosas así, a partir de La araña vampiro: Gabriel Medina, su director, fue el que nos metió en esto. Quiso que hiciéramos la música con Prietto Viaja al Cosmos con Mariano. Y el año pasado -o el otro, no me acuerdo- hizo una miniserie de trece capítulos. Ahí hice toda la música yo, fue un montón. Le di como 75 tracks, una locura: fue un trabajo muy intenso porque me decía “para esto necesitamos esto, para esto otro, esto; acá todo esquizofrénico, acá una música perturbadora, acá algo romántico”. O había una escena en la que el padre de un personaje estaba escuchando música clásica y me pedía que hiciera algo con un piano. Entonces tuve que hacer un montón de cosas por primera vez, estuvo rebueno. La serie se llama Buenos Aires bajo el cielo de Orión. Todavía no me dijeron por dónde va a salir, va a estar en internet pero saldrá por algún canal de aire.

¿Ahora estás con algo?
Después de eso, Martín Piroyanski me pidió que hiciera un bolero para una película que se llama Abril en Nueva York y compuse la canción en base a lo que él me dijo. Y ahora estoy haciendo la música para una película que es medio para adolescentes, futbolera. Actúa el Ruso Verea.

¿Sos futbolero o nada que ver?
Ahora no, cuando era chico me gustaba, jugaba en Chacarita. Pero en un momento leí una entrevista a [Luis] Islas, el arquero de Independiente (yo era de Independiente) y le preguntaban qué opinaba de Deportivo Español, creo. Y al leerlo me di cuenta de que él no era hincha de Independiente, parecía que era de Deportivo Español. En mi inocencia, creía que los jugadores eran hinchas del cuadro en el que jugaban, entonces cuando me enteré de eso me enojé y dije “se van todos a la mierda los de Independiente, ¡que se vayan a cagar!” (Risas). Al mismo me tiempo me compraron una guitarra y empecé a tocar: chau fútbol. Bastante radical lo mío, podría volver a ver un partido de vez en cuando.

Igual para la película no era necesario que fueras fanático, va por otro lado.
Obvio. Flasheé porque está el Ruso Verea. Cuando empecé a tocar la guitarra tenía 11 años, él estaba en La Heavy Rock and Pop y era mi ídolo. Lo escuchaba todo el tiempo porque siempre conocía grupos nuevos y en esa época no había mucha data de metal, entonces para mí era sagrado: todas las noches (estaba a las 12, creo) cerraba la puerta de mi habitación y los ponía. O escuchaba Hermética, Sepultura, me encantaba eso. La cosa es que venía Sepultura a tocar acá, yo quería ir y mi vieja me dijo que no me iba a llevar: “si conseguís a alguien que te lleve, vas”. Justo vino una amiga de mi hermana a visitarla a casa -mi hermana es cuatro años más grande que yo-, y la piba cayó con el novio, que tenía una remera de Megadeth. Entonces yo le dije “ey, che, ¿cómo va, todo bien? ¿No querés llevarme a ver a Sepultura?” (Risas). Y el chabón me dijo que sí, así que fuimos. Cuando terminó el recital, la banda se fue antes de hacer los bises y yo me fui para el fondo a tomar un poco de aire. Llego al fondo y me dicen “che, ¡¿vos qué haces acá solo?!”.¡Era el Ruso, mi ídolo! (Risas). “¡Eh, qué hacés Ruso!”, le dije, y el chabón me agarró y me sentó con ellos, estaba con otra gente de la radio o de grupos, no sé. Yo no lo podía creer. Estuve ahí, en las rodillas de este tipo…

¿Viste el resto del show con él?
No, cuando salieron a tocar lo empecé a patear como diciendo “bueno, bueno, arranca el recital”. Y él tiró “claro, cómo va a querer estar acá sentado en las rodillas de un viejo, quiere ir a ver el show. Este pibe va a ser rockero” (risas). Esa historia me quedó grabada y ahora que estoy con la peli, tengo que hacer la música emotiva de unas escenas en las que él está alentando a su equipo, me parece muy raro. Esta película es la ópera prima de Mariano Fernández y Gastón Girod, a ellos les conté la historia pero al Ruso no lo conocí (risas). Por suerte salen algunos trabajos así.

¿Y con Los Espíritus ya tienen material para otro disco, cierto?
Con Los Espíritus estamos a pleno, tenemos muchos temas. Calculo que vamos a grabar en abril, se va corriendo la fecha porque ya teníamos la lista y aparecieron un par de temas nuevos, míos y de Santi [Moraes], que cayó con dos o tres que están buenísimos. Entonces nos dijimos “estos temas tienen que estar sí o sí, ¿para qué vamos a ir a grabar ahora?”. ¡Espero que en algún momento dejemos de hacer canciones! (Risas).

Lo que decías de grabar todo en su momento para que no se terminen sumando cosas. Sino no terminás más, o cambia mucho lo que tenías en un principio.
Había una frase de Tom Waits que decía que las canciones eran “como llevar agua con las manos” al estudio porque si no las grabás rápido, cuando llegás no te queda nada de eso que tenías. Acá se tiene un concepto de las producciones más careta, un concepto del pop y de la música que para mí es aburridísimo, esa cosa de controlar todo: están todos obsesionados con lo profesional, lo que está bien y lo que está mal. Me parece que hay una especie de moral rockera que poco tiene que ver con el rock. Yo me siento mucho más identificado con el punk, aunque me guste hacer muchas baladas: me gusta la balada porque me parece que es algo que me sale naturalmente y no tengo historia con eso. Pero cualquier cosa que hago tiene una especie de raíz punk, aunque sean boleros. Porque la verdad… no tengo ganas de tocar punk (risas).

Es más un concepto que un género en tu caso.
Para mí es una ideología, me quedo con toda la parte de estilo de vida. Empecé a tocar en grupos a los 14 y recién me empezó a interesar lo que hacía a los veintipico, toda la otra etapa para mí era como ir con mis amigos y hacer quilombo. Como algunos se juntan y van a jugar al fútbol, a mí me gustaba ir y hacer canciones con dos o tres acordes (los que sabíamos). Después inicié una búsqueda personal, de hacer canciones que dijeran cosas que yo quería decir y que no siguieran los patrones de los géneros. Porque cada género tiene sus lógicas y sus morales: los heavys no van a hablar de cosas femeninas; los punks no van a decir que de vez en cuando toman Coca-Cola. Cada cual dice su chamuyo, y en realidad somos chabones que viven en una ciudad y hacen cosas bastante básicas y normales.

De hecho, está la anécdota de tu viejo cuando le llevaste tus primeras canciones, de viajes en el tren y demás…
Me dijo que yo era un derrotista (risas). Le dije “qué querés boludo, viajo en tren todos los días a trabajar a Florencio Varela, están todas las ventanas rotas, veo nenitos de cinco años sin ropa”. Para mí era muy chocante todo. De hecho, eso quedó en canciones que nunca se mostraron, un disco que se llama Vía Temperley que ni siquiera está subido a Bandcamp y que en las versiones que yo tengo algunos temas saltan porque se me rompieron los CD, y como había pasado el tiempo no me reconocía ni la voz. Nunca me dieron ganas de regrabarlo. Pero en ese momento yo estaba sorprendido porque pasaba de tocar punk a tocar con un tecladito de juguete -que era lo que había en mi casa- y una guitarra criolla, para no tocar la eléctrica y despertar a alguien a la noche.

¿Te grababas de noche mientras todos dormían?
Sí. Estaba contento porque iba a la escuela nocturna. Fui muy mal estudiante: hice turno mañana, turno tarde y turno noche (risas).

Y no quedaban más, si no hubieras ido al turno siguiente (más risas).
Claro. Entonces a lo último mi viejo me dijo “mirá, loco, tenés que trabajar y no vas a estar estirando esta cuestión de la secundaria”. Hice el último año en la nocturna, trabajando de día: ahí empecé a hacer esas canciones que se pegan más a todo lo que hago solista, lo que está en el Bandcamp. Mi viejo me pagaba 15 pesos por día, en ese momento era un montón porque la Quilmes salía 2 pesos y yo lo único que quería era comprar cerveza (risas). Vivía con mi vieja acá, mi viejo vivía en Berazategui y tenía la distribuidora mayorista en Varela. Les vendíamos a los buscas, a los repartidores, los que vendían en los trenes, los que se ponían un kiosquito… Ahí me empecé a curtir, porque acá era medio nene mimado y allá tenía que plantarme con tipos que no te querían pagar; todos quieren pasarte por encima. Pero aprendí mucho de la vida real.

Fueron dos revelaciones en simultáneo, la de esa vida real y la de las canciones.
Sí, fue así. Nunca quise ir a la secundaria, no me aportaba nada. Lo único bueno que me pasó fue tener a Mónica Melo, una profesora de literatura que nos hacía leer cosas alucinantes. A Charles Bukowski y más: Henry Miller, Raymond Carver, Ítalo Calvino, Antonio Tabucchi. Hacía cosas que estaban fuera de programa. Nos dio un fragmento de un poema de Bukowski pero como yo pegué una onda especial con ella y tenía un interés, me decía “de éste leé esto”, entonces yo iba y compraba los libros que me recomendaba. Me re abrió la cabeza. Y lo otro que pasó fue que ahí conocí a Santi, mi mejor amigo y con el que ahora hicimos Los Espíritus. Esto fue en el secundario de la tarde. Lo mejor fue el turno noche, un nivel de impunidad absoluta: eran todos chorros, barrabravas (risas). Había gente grande, me hice amigas que tenían 50 años, era muy divertido. Me quedaron algunas materias colgadas de ahí, igual nunca necesité el título secundario porque sabía que no quería estudiar ninguna carrera.

Sin embargo estudiaste música, después.
Gracias a mi viejo, estuvo buenísimo porque cuando estudié música me cambió la cabeza. Iba a la Escuela Popular de Música del SADEM. Fui dos años, hasta que una semana me pudrí de todos los profesores, tuve varios desencuentros y me fui. Pero me gustó porque rompió esa fantasía de los géneros, empecé a entender la composición y a darme cuenta de que había canciones de grupos punk y de los Beatles que tenían los mismos acordes, las mismas cadencias; me di cuenta de que en el folclore y en el rock había estructuras que eran las mismas, aunque después haya arreglos o instrumentos que van en uno y no en el otro. También descubrí el tango, el jazz -a Django Reinhardt, a Oscar Alemán-, y todo eso me abrió la cabeza, me abrió una puerta gigante. Y destrozó todos esos mitos con los que justificaba los gustos que tenía, que eran simplemente gustos. En ese momento, capaz leía que Lou Reed y los de la Velvet Underground no sabían nada y decía “entonces yo tampoco tengo que saber nada”.

Además eso es mentira. John Cale, por ejemplo, estudió música y tocó con músicos minimalistas como La Monte Young.
Y además es una estupidez. A los periodistas les gusta escribir ese tipo de cosas, crean realidades a partir de eso… y crean generaciones de forros que no saben tocar una mierda (se va tentando hasta no poder hablar más). ¡Entre los cuales estoy yo! (Carcajadas). Cuando estudié me rompieron un poco ese mito y, más importante que eso, me di cuenta de que no sabía nada de música: no sabía cómo estaban hechas las escalas; no sabía quién era Bach; no sabía que además de las 12 notas que usamos en Occidente podía haber muchísimas notas más, que entre Do y Do sostenido también hay un montón de notas. Cuando empezás a darte cuenta de eso no hay mucha diferencia entre Madonna y Megadeth (risas). Las reglas son las mismas, las podés combinar para el lado que vos quieras pero lo más importante de todo es lo que vos querés decir. Ésa es la gracia: decir lo que vos realmente tengas ganas porque es un sentimiento tuyo que no podés dejar afuera de eso que considerás “tu obra”. Estudié dos años nomás, ojo.

Dos años es un montón, se puede aprender mucho.
Sí, entendí de qué se trataba la cosa. No es lo mismo agarrar la guitarra y sentir que estás perdido adentro del instrumento, que decir “bueno, yo agarro este acorde y a partir de este acorde puedo ir para allá”. No sabía las relaciones, ahora es lo que más me gusta. Cuando me puse a sacar “El día que me quieras” -siempre me gustó- vi la cadencia de acordes y la letra que le pusieron y es una animalada; si escuchás las versiones originales y cómo están grabadas, es tremendo.
Igual hay otro síndrome de los músicos: hace poco vi un video de una cantante, no me acuerdo quién era, que arrancaba con solos de todos los músicos. Solo de violín, después de bandoneón, después de piano y recién ahí cantaba ella. ¿Quién quiere escuchar un solo de todos esos salames porque estudiaron en no sé dónde? ¡Respetá la puta canción! (Risas). En ese sentido sí entiendo eso de decir “no aprendas de más”, aunque no creo que sea gente que aprendió de más: son sesionistas. Hay tipos que, como son buenos lectores de partituras, los llaman sobre la hora. Los contratan y tocan. Me parece que subestiman las obras que están tocando y lo que sale es una poronga total que les da de comer. Todo bien, pero estás tocando una canción que hizo un chabón... En ese sentido prefiero a tres pibes tocando la música más desorganizada y caótica pero que la están pasando bien, que esos súpervirtuosos. Son peores, porque si se supone que sabés tanto y no te preocupa lo que estás haciendo…

Significa que en realidad no sabés nada.
Mientras más sabés, más responsabilidad tenés. Y hay un montón de esos, están siempre en el ámbito del jazz, del tango. Cuando empecé a estudiar me dio curiosidad ese ámbito, pero son lugares donde la cerveza está más cara, donde toda la gente está repaqueta, donde no pasa absolutamente nada. Me siento mucho más identificado en el ambiente del rock, más afín. Aunque ahora eso está cambiando por suerte, hay lugares donde tocan bandas de jazz y no está esa frivolidad. Es que si lo pensás ¡en el jazz son todos una manga de drogadictos, de heroinómanos! ¡Son peores que los rockeros! (Risas). Ves a los músicos serios de jazz y pensás en los que lo inventaron, eran todos negros que se iban de joda y se la pasaban tocando de bar en bar, tenían una vida súper bohemia y nocturna. Por supuesto que estudiaban y se dedicaban a su instrumento, pero por una pasión.

No para demostrar.
Es que la música es para adentro, no es para afuera. Las armas son para afuera, los instrumentos son para uno mismo: lo hacés porque te gusta. Si lo transformás en un trabajo sin agregarle esa parte fundamental… Otra de las cosas que me enseñó Mónica Melo y me quedó grabada desde esa época fue sobre el trabajo: nos mostró una foto de un tipo que había ganado el Premio Pulitzer. La foto era de un nenito que detrás tenía a un animal que parecía que se lo estaba por comer; el pibito ya estaba desnutrido. Nos contó que el tipo ganó el premio y al tiempo se suicidó: se sintió culpable por estar haciendo una carrera con algo así, porque el pibe se murió de verdad y él sintió que debería haberlo ayudado [Nota: la historia es la de Kevin Carter, fotógrafo sudafricano que ganó el Pulitzer en 1994 por su foto La niña y el buitre. Kong Nyong, el nene sudanés que aparece en la foto, murió en 2007. Sin embargo, en aquel entonces muchos medios lo dieron por muerto y criticaron a Carter por no rescatarlo]. A raíz de eso, Mónica nos pregunto qué era para nosotros el trabajo: ¿un trabajo es algo por lo que te pagan; o es algo que vos viniste a hacer a este planeta? Nos hacía esta pregunta porque éramos adolescentes y nadie te hace esas preguntas a esa edad, te subestiman. Ella te preguntaba eso y ya no pensabas “ay, quiero ser cajero”, “quiero ser doctor para ganar un montón de plata” (risas).

En ese entonces ya tocabas.
Sí, ahí ya tenía dieciséis o diecisiete años. Ya sabía lo que quería hacer pero me flasheó que la palabra “trabajo”, siempre relacionada al dinero y a enriquecerse, de pronto fuera algo nutritivo que podía servir también para ayudar a los demás. Que sea tu función, qué es lo que vos podés dar. Más allá de lo que te decía antes -que la música es para uno- también tiene esas consecuencias. Me pasa cuando veo una película y están descuartizando a una persona con una sierra eléctrica durante media hora... ¿Cuál es el propósito de mostrarle eso a este mundo? Ya tiene eso fuera de la pantalla todo el tiempo. Es jodido, hay muchos dilemas dentro del arte, porque tampoco podés estar pensando todo el tiempo en qué cosas no decir para no ofender. Eso ya sería una locura.

Y a la vez está la supervivencia. Vos ahora tenés una hija y de alguna manera sabés que tenés que trabajar para ella... Se sabe de músicos que dan un giro a su carrera porque les empieza a ir bien y pasan de tener cierta búsqueda a quedarse en un lugar seguro.
Eso es un bajón, pero hay cosas en las que vos ponés la firma y cosas en las que no. Nunca les diría a Los Espíritus “che, hagamos esta canción porque me parece que va a pegar” si es un tema que no me gusta. Eso no tiene cabida dentro de la propuesta del grupo. Pero si me pagaran por componerle un hit a otro tipo, para que lo cante él, capaz me resultaría muy gracioso (se ríe). No creo que nadie me pague para que yo haga eso porque las casas las construyo todas torcidas (risas). Pero si me hicieran la propuesta, haría unas letras... Sería un desafío bastante bueno, me gustaría hacer música para cajeras que tuviera alguna especie de contenido. Igual hay bastante de eso y la gente agarra lo que quiere.

En una nota te preguntaron qué talento desearías tener y contestaste “Estaría bueno aprender a cantar algún día”. ¿Por qué? ¿Tiene que ver con encontrar una voz propia o con una cuestión más técnica? Pareciera que ya encontraste tu voz.
Sí, es verdad... Pero yo no me considero un buen cantante ni en pedo, estoy lejos de serlo. Fue un poco en chiste, lo que importa en realidad es poder hacer que esa letra que escribiste, que la forma en la que pronuncies, haga que las palabras suenen. Y eso, cuando escucho las grabaciones de Los Espíritus, de Prietto Viaja al Cosmos con Mariano, creo que está bien hecho. El asunto es que no pego una nota (risas). En las partes en las que hay que hacer ciertos arreglos vocales, te la debo (más risas).

¿Te gustaría mejorar en cuanto a la técnica?
Sí, mínimamente, para no estar tan al límite. Es algo a lo que me cuesta darle importancia, estoy acá en casa tocando la guitarra todo el día, pero sólo canto cuando ensayo y cuando toco. Es muy raro que cante, como viví mucho en departamentos… recién ahora me estoy soltando un poco.

También insistís en no repetirte y tratar de evitar tus propios lugares comunes. ¿Por eso el nuevo proyecto?
Claro, por eso mismo estamos buscando esta formación para después poder decir lo que queramos decir con un sonido en particular. Con Los Espíritus, después de tanto tocar ya tenemos una idea de cuál es el sonido; con este grupo la idea es generar otro clima para desarrollar otro tipo de lírica. Ojo, eso también corre para Los Espíritus: el segundo disco va a ser distinto al primero, van saliendo cosas nuevas y van virando para algún lugar en particular, sólo que podés imaginar por la forma de tocar de cada uno cómo van a darse ciertas cosas, aunque la base de la canción esté yendo para otros lados. Por suerte, somos todos muy abiertos a recibir lo que se trae.


[Publicado en indieHearts el 13 de febrero de 2015]

Florencia Ruiz: “La música debe nutrirse de una vida luminosa”

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Celebrar quince años de discos, canciones y amigos no es cosa de todos los días. Florencia Ruiz lleva ese tiempo grabando discos y compartiendo melodías con sus compañeros de andanzas, de la vida, de la música. Con ellos y, principalmente, con ella, su gran compañera, podremos encontrarnos mañana 25 de octubre en el Centro Cultural Caras y Caretas (Sarmiento 2037, Capital). La celebración se titula así, “Quince años de música”, y los amigos (anoten que son varios: Mono Fontana, Ariel Minimal, Andrés Beeuwsaert, Alejandro Franov, Julián Gándara, Elizabeth Ridolfi, Flopa Lestani, Rosario Bléfari, Jerónimo Izarrualde, Juan Fracchi, Agustín Balbo, Marcelo Lupis, Ignacio Margiotta y Eduardo González Ahumada) irán marchando para acompañar una velada que suponemos extensa y emotiva.

La reciente salida de MA, el disco pensado para editarse en Japón como retrospectiva de su carrera; la última gira por el país oriental, que incluyó la experiencia de llevar a Julián, su hijo de dos años; la música como construcción y en el curso de la vida cotidiana; lo que se verá en el show de mañana… De todo eso hablamos con Florencia, natural, sincera, profunda, misteriosa. Como su música.

¿Cómo es armar un show repasando todo lo hecho en tantos años?
Un show así implica muchos costados a los cuales nunca miré, es nuevo para mí. Por ejemplo, necesitás un asistente, es importante porque son muchos músicos y la idea es que el show vaya. Hay distintos sets, la idea es intercalar y no permitirte caer en un pantano, y eso implica que esté todo ordenado. Para mí el show es indivisible a contar una historia: todos los que van a venir aparecen en ella. Es lindo que vengan a compartir, es algo de la amistad que me resulta muy sanador. Entonces el show tiene que tener eso de poner primera y darle... Se va a grabar, para tenerlo.

¿Con planes de edición?
Por ahora, para tenerlo. Sacamos un disco en vivo en Japón, eso ya está. Yo quería que fuera en vivo de verdad, sin retocar, entonces les dije “bueno, si quieren sacarlo es así, déjenlo así”. Si en la foto estamos despeinados, estamos despeinados (risas).

Además, la formación que armaste para la gira era distinta a la que tenés acá.
Nada que ver. Para mí es otra música, la canción es la misma pero la música es otra. En ese sentido es interesante; además tener un disco editado en Tokio tiene su valor.

No deja de ser una rareza, aunque para vos tocar en Japón ya sea casi una costumbre. De hecho, MA lo armaste para los japoneses ¿cierto?
Sí, el disco en realidad lo hice para los japoneses pero después surgió que saliera acá también, fue iniciativa de [Carlos] Villavicencio y yo dije “bueno, dale, vamos a hacerlo”. Resultó una buena decisión. Creo que está bueno arrancar por ahí, viste cuando decís “quisiera empezar a escuchar a Fulanito, ¿cómo hago?”. Son siete discos ya… Puede que escuches Luz de la noche, el último, pensando que quizá se acerca más a lo que hago en la actualidad. Pero escuchar todo el otro costado también está bueno. En MA cada canción representa un año, entonces escribí algo sobre ese año, sobre esa canción o sobre la grabación; y por qué elegí cada canción. Igual en el show no vamos a tocar el disco entero, elegimos otras canciones y tengo una banda que se adapta a lo que está grabado.

¿Cambiaron los miembros de la banda o son los mismos que te venían acompañando?
Está Jerónimo Izarrualde en batería, que fue quien grabó en Luz de la noche; y trajo a su compañero guitarrista, Agustín Balbo (tocan en la Orquesta Los Amigos del Chango). Después siguen Juan Fracchi en bajo y contrabajo y Eduardo González Ahumada en teclados. Y todos los invitados. Vienen Andrés Beeuwsaert, con quien haremos los temas de piano; Alejandro Franov, con quien haremos los temas más volados y climáticos... Y bueno, con el Mono Fontana y sus músicas del más allá (risas), haré un set. También viene un compañero de años, Julián Gándara, un cellista que hace mucho toca con Charly García; con él compartimos toda una época de limbo, de Mayor a Luz de la noche. Hay algunas canciones que tienen coros, que son de Rosario [Bléfari] y Flopa; viene [Marcelo] Lupis, claro… Él vino a Japón pero ahora se dio que al elegir el repertorio necesitaba un guitarrista, entonces había que encontrar otro sonido. Y Agustín es bastante más chico pero tenemos muchas cosas en común (siempre había tocado con Nacho [Margiotta], que va a estar también). Y bueno, Julián [Semprini] -el baterista- no podía venir porque tenía otro show, así que convoqué a Jerónimo y él trajo a Agustín: estoy muy contenta con la banda, empieza el ensayo y se me dibuja una sonrisa. Esta vez quiero sacar los arreglos tal como están en las grabaciones.

Todo un trabajo…
Se trabaja mucho desde la construcción porque lo más difícil es construir, siempre. Una casa te la tiro abajo en dos horas, pero hacerla lleva dos años. Lo que decía de los pianos: yo quería tener un momento con piano porque siempre suelo encontrar en ese dúo de piano y voz un algo, un clima. Y el Mono no es eso, tampoco lo es Ale y tampoco era Edu. Y sí es Beeuwsaert. Y lo lindo es que ellos están recontentos de que haya cuatro pianistas.

Entienden que es una necesidad. Porque cualquiera de los cuatro, desde lo técnico, podría tocar lo que se va a tocar. Pero cada uno tiene su estilo.
Claro, técnicamente cualquiera lo podría hacer. Ahí está el asunto: a veces uno tiene algo para dar y otra cosa no le sale. Tiene que estar la persona justa, eso es la música: la diversidad. Que todos tenemos un lugar pero donde está nuestro lugar. El conflicto es cuando queremos abarcarlos todos. Necesito que haya una camaradería y una predisposición afectiva muy fuerte con la música. Quise que esté Julián para hacer honor a la historia nuestra y a su vez porque sé que con él suena tu canción y sabés que al tipo le encanta y está ahí. Cuando querés hacer sonar una música se necesita todo un laburo y una interacción. Creo en eso.

Y en tu música se nota que no se puede tocar cualquier cosa, hay aire…
Creo que recién ahora, después de quince años, entendí un poco cómo es armar un grupo. En mi caso no quiero que se generen conflictos, y ése es un defecto muy grande porque capaz termino diciendo “bueno, dejalo que haga el solo” y en el tema equis no había un solo. Estuve revisando mis discos y casi no hay solos. En Luz... dejé para el final las guitarras, quería que toque Ariel [Minimal] entonces le dije “dejame que armemos todo el disco y después vos hacés lo tuyo, que es solear y dejar tu huella donde la canción lo reclame”. Tocó en tres canciones y su aporte es tremendo. Ahora, si quiero tocar esas canciones necesito que haya un guitarrista: Agustín empieza a hacer el solo de “El futuro, flor” y yo tengo ganas de llorar porque es tremendo verlo ahí, “wahhhhh” (imita un sonido de guitarra eléctrica).

¡Llorar para bien, aclaremos! (Risas).
Para bien, de emoción por lo que suena eso, que no es lo mismo que un solo de cualquier otro instrumento. Ese tema es pesado y tiene que ver con una resignación: “qué vas a hacer, así va a ser el futuro, sabelo”. Estaba muy bajoneada, me fui a laburar y me puse el guardapolvo, cosa que nunca en mi vida hacía... “Yo no puedo ver tanta soledad/ tanta indiferencia” ¿entendés? Me dije que si yo no podía hacer algo grande por el futuro iba a empezar por lo micro, aportando mi granito de arena.






















¿Creés que ese pensamiento se traslada a tu música?
Mirá, espero que sí, de corazón. Armando MA escuché entero Correr, que es mi disco más personal porque lo hice en casa, con mis tiempos y muchos invitados. Y me dije “fa, qué bueno que está entrar en esos mundos”. Viendo los invitados, noté que todos siguen siendo amigos. Y lo llamé a Migue [Mr. Miguelius] y le dije “che, quiero que vengas a tocar”. Y me dijo “no, no quiero ir a tocar ¡quiero ir a escuchar!”. Me emocionó esa situación de estar, de compartir, de aportar como sea. Eso es lo que considero valioso, y creo que algo de eso puede quedar. Por eso me cuesta cambiar de banda; pero tengo que pensar en la música, en el fondo es lo más sagrado. Yo quiero estar en la música. Quizá me trastornó un poco la experiencia japonesa, de tantos días y tanto laburo.

¿Esta última fue la gira más larga que hiciste allá?
Sí, cincuenta días, un solo día libre. ¡Y el niño! (Risas). Pero se portó muy bien, la verdad que la-rom-pió. Tuvo un par de escenas al final de la gira: se ponía la mochila y me decía “bueno, mamá, ¿cómo puedo hacer para ir a mi jardín?” (Risas). Y yo le decía “no, hijo, hoy no va a poder ser, hay que esperar”. “¡¿Pero cuándo?! ¡Me tomo el avión!” (Más risas). Así que el próximo año iremos menos días. Ya armaron la gira, viste cómo son ellos...

¿Y cómo llevás eso de saber que todos los años girás por Japón?
Eso me gusta, porque ahora ya sé que el año que viene ese mes no estoy. El tiempo pasa muy rápido, entonces te vas organizando. Este año toqué veintidós veces allá, más otras tres o cuatro veces para prensa y cosas así. Y después, las clases que tuve que dar... Acá no lo hago ni en cinco años (risas).

¿Cómo funcionaba lo de las clases?
Daba clases en jardines de infantes, con Tomohiro [Yahiro, el músico japonés que integra Dos Orientales junto a Hugo Fattoruso] de traductor y con la música de idioma universal: nenes chiquitos con la cabeza así, abierta. Me venía bien porque lo llevaba a Julián a las escuelas… Para los nenes él era un E.T.

¿La reacción de él cuál era? 
Tomohiro me acompañó a parir, entonces para él es natural, todo el tiempo vienen amigos japoneses acá y él está acostumbrado. Su primera gracia fue hacer “cara de chino” (risas). Tendría seis meses, le preguntamos “¿cómo tiene la cara Tomohiro?” y cerró los ojos (más risas). Después no la hizo más, porque no es que lo hacía como burla, Julián ya tiene naturalizado el hecho de las razas. Aparte te morís de la risa porque le preguntás “¿y esto quién te lo dio?” y te contesta “unos amigos míos japoneses” (risas).
Lo de las escuelas estuvo bueno, fuimos a una escuela rara: estaba llena de piletas, fuentones, bañaderas, unas pelopincho. Y los pibes se sacaban la ropa, se metían. ¡Ellos mismos se secaban y se cambiaban al salir! Nenes de tres años, ponele. Me daba un poco de miedo y él estaba agarrado de las piernas al principio, pero lo mandé a jugar.

Más allá de tu miedo, tenías que sacarle esa inseguridad a él.
Claro. Son escuelas libres que quieren criar a sus hijos de otra manera, eso lo banco. Aparte, después no lo vi más: ya estaba en una salita con una nena que tenía una caja llena de alimentos de plástico y Julián le decía “ahora pasame la lechuga”. ¡Y la nenita se la pasaba! (Risas). No sé cómo hacían para comunicarse.

Increíble. Sabés que vas a seguir yendo, y que vas a ir con él por mucho tiempo.
Espero que sí y espero cada vez ir mejor de lo que fui. Primero, íntimamente: con mayor poder de decisión y con ganas de estar más en contacto con un plan copado japonés. Por eso quería ir a dar clases en un jardín, ver cómo era, que Julián fuera y absorbiera un poco de esa situación. Sobre todo porque las escuelas a las que fuimos eran budistas y él va al Mariano Boedo.
Pensándolo, creo que ahí es donde pisé muchas veces el palito: yo necesito que la música sea algo para compartir y a veces la música no es algo para compartir. Ahí está el verdadero secreto.

¿Y qué es la música, una necesidad personal?
La música es una necesidad; pero te lo digo desde el punto de vista de la dedicación. A partir de todo este racconto de cosas sí te digo que en todos estos años en los cuales me decidí a hacer música y a grabar no tuve nunca el tiempo necesario para mi música, para mi obra. Porque hice muchas cosas, les dediqué mi tiempo a otras actividades que me resultan muy importantes. Y creo que algo de eso hay que aprender: yo fui madre y me dediqué a mi hijo porque el tiempo pasa  rápido. Bebé va a ser sólo una vez y pasear por la plaza, cantarle una canción y jugar con él… Es ahora.

Igualmente todo eso va a repercutir, va a estar en tu música.
Sí, aunque hay cosas que no puedo ni quiero hacer porque prefiero estar en casa jugando. Formar una familia es una decisión, y tenés que tener la heladera llena, la torta, la ropa ordenada, la casa bien… Ahí está el asunto: cómo uno quiere vivir. Si salgo a la calle y una vecina me pide que la ayude con algo no le voy a decir “señora, lo lamento, se me ocurrió una idea y tengo que ir a grabar” (risas). No: la voy a ayudar. Yo quiero vivir para mi música pero siento que la música debe nutrirse de una vida copada, luminosa a todo nivel. De hecho (mira el reloj)… vamos a buscar a Julián, sino van a decir “la madre rockera que no viene a buscar a su hijo” (risas finales).


[Publicado en indieHearts el 24 de octubre de 2014. Fotos de Victoria Schwindt]

Dom La Nena: soy de cualquier lugar

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"Cuanto más viajo, menos sé". ¿Era Harrison el que dijo la frase? Bueno, no importa, lo importante es la frase y no el autor; en este caso y siempre. Pero viene bien si hablamos de Dom La Nena, seudónimo de Dominique Pinto, música de origen brasileño que anduvo de aquí para allá toda su vida, repartida entre viajes y estadías en su país natal, Francia y Argentina, principalmente.

No haré un racconto de su travesía por este mundo (para eso hay unas cuantas entrevistas dando vueltas, mucho más interesantes que una enumeración aquí) pero algo es innegable: la música de Dom refleja su condición de dama errante e inquieta. Como asevera aquel clásico de Los Gatos, es de cualquier lugar y va a cualquier lugar. Su disco Ela (2013) es un primer paso encantador: atraviesa universos dignos de una artista de mundo (poco tiene que ver esto con el pop marketinero global, ojo) que chupa influencias de aquí y allá, y a la vez es tan transparente que cautiva a los segundos de darle play (sospecho que no fui el único que compró al instante).

¿Qué hay en Ela? ¿Qué hay en Soyo, su disco-continuación publicado hace meses? Una cantante suave e hipnótica, una trama que la envuelve sin tapar ese susurro que horada de a poco, con sus respiraciones y su pronunciación delicada. "O vento" es un ejemplo letal de esa amalgama: cuerdas-tornado interviniendo precisas, exactas, descriptivas. Porque si se escucha con atención, el sonido puede describir más que las palabras, mucho más. "El silencio" es otra muestra de un rotundo triunfo tímbrico: los instrumentos no se meten porque sí, porque queden lindos. Esa comunión resulta clave para estas canciones construidas desde la pequeñez y la ¿melancolía?

***

Charly inmortalizó para siempre aquello de que "la alegría no es solo brasilera". OK, pero la melancolía tampoco lleva la etiqueta made in Argentina. Es notorio en ambos discos de Dom (y en el caramelo editado entre ambos, el EP Golondrina) ese tono casi de despedida en versión Indio Solari: dolor dulce. Como si el desarraigo, en el caso de Dominique una elección que reafirma a cada paso y cada melodía (entonces... ¿es desarraigo?) se impregnara en la canción, convirtiéndola en el soundtrack ideal para cualquier película de viajes, abrazos de bienvenida, partidas a un nuevo destino, arribos, salidas, nuevos amigos y así, en un continuum que para La Nena ya cuenta 25 años.

Ni siquiera es necesario comprender lo que dice para tener esa sensación (Pinto canta en portugués, español y francés). Hasta en los temas con huella más brasuca ella imprime un misticismo entre amable y tímido; que no es lo mismo que ingenuo. Aunque el desparpajo de ser una niña se le note ("Sambinha", "La nena soy yo").

Ahí se entrevé lo de artista de mundo: a la manera de Daniel Melingo, pongámosle, que puede ser tanguero reo, hi-fi, cosmopolita y parisino, Dom abre su álbum de viaje y en una página está la samba, en la otra la chanson, etcétera. Todo con aires de y no en el compartimento esperando quien busque con seguridad algo predeterminado o estático. A contramano del borramiento de matices regionales que la industria musical imprime a sus grandes actos, Dominique bebe de aquí y allá, siendo ella misma quien dibuja y desdibuja sus referencias para que salga lo que sale: cuando empezó a componer, lo ha dicho, no esperaba que le salieran estas canciones. Porque ni siquiera esperaba que le salieran canciones.

Hay quienes aseguran que esta es la era del mestizaje, y puede que tengan razón. Pero para eso es menester ir y volver e ir. Ella, además de hacerlo bien lo hace a conciencia (canta, despreocupada, "no tengo casa"). Desea parecerse a las golondrinas y allá va: dando vueltas al mundo y buscándose. Ojalá que no se encuentre nunca, así está bien.


[DOM LA NENA presenta SOYO hoy viernes 12 de junio a las 21 horas en SANTOS4040 (Santos Dumont 4040, Capital Federal). Entradas en Alternativa Teatral.
El sábado 13 hará lo propio en Ciudad Vieja (17 y 71, La Plata). Las entradas anticipadas se consiguen en La Disquería (54 casi esquina 8). 
En tanto, el domingo 14, a las 19 horas, Dom cierra su gira argentina nada menos que en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, Capital Federal) y con entrada gratuita (se retira 2 horas antes del concierto)]

Mostruo!: “En este disco ya somos nosotros y nos hacemos cargo”

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Se acabó. O al menos esta vez, no iba. El monstruito verde que engalanaba todas las portadas de los discos de Mostruo! desapareció de la primera plana en Profunda desorganización, el cuarto larga duración de los platenses. Ese detalle es consecuente con el rumbo que tomó la música del cuarteto en el álbum publicado a fines de 2014, una de las producciones más sólidas del año pasado y sin lugar a dudas su mejor registro a la fecha.

Lucas Finocchi nos recibe en un recreo de su trabajo en FM BitBox y la charla, en una tarde (todavía) calurosa, recorre algo del pasado pero mucho más del presente y de lo que vendrá. Profunda desorganización trae novedades más allá de las canciones: es el debut de Gabriel Ricci en el bajo, en lugar de Federico Mutinelli. Además, es el primer disco en que el grupo trabaja bajo las órdenes de un productor, Alfredo Calvelo. De allí a las ganas de profesionalizar su andar parece haber un solo paso. El mismo -o un poco más corto- que aquel que aleja a La Plata de Capital Federal, esa ciudad tan enorme e inabarcable, todavía una incógnita para Mostruo! ¿Más? La búsqueda estética de la banda, la composición grupal, las dificultades para decir que no a tantas propuestas amables… El trabajo de cuatro tipos (Finocchi, Ricci, Kubilai Medina y Luciano Mutinelli) que no viven de esto, pero sí para esto: tener una banda que sacuda escenarios a base de canciones bellas y fuertes. Lo logran pero aún quieren más, porque saben que el monstruo es grande y por eso ya no entra en la tapa.

Lo primero que sorprende del disco es que no esté el monstruo característico. ¿Cuál es la explicación para el cambio?
Nunca hacemos las cosas demasiado conscientemente, no hubo una charla filosófica ni nada por el estilo. Sí nos pareció bien a todos, de entrada, que esta vez no estuviera el monstruo en la tapa. Después, analizándolo con el disco hecho -y comparándolo con los otros-, me parece que el monstruo en algún punto era un alter-ego nuestro, una especie de personaje que ya no está. En este disco ya somos nosotros y nos hacemos cargo, no necesitamos esa figura.

Sin embargo, la tapa tampoco es una foto de ustedes.
No, porque tampoco creemos que seamos lindos… (Risas). Ningún disco de Mostruo!, salvo uno, tiene fotos nuestras en el librito. Para mí es mucho mejor que el disco sea una obra de arte, aunque una muy buena foto también pueda serlo. Pero el dibujo es el concepto que más nos gusta. Y nosotros no somos de lookearnos ni nada de eso. Nos han dicho “no toquen vestidos igual que como trabajan” y la verdad que no nos sale, no le ponemos mucho a la imagen nuestra como personas, entonces tampoco tiene sentido hacerlo para el disco. De hecho, nos re cuesta hacer fotos…

¿Lo sienten como una deuda o sale así y está bien?
Yo no, nunca entendí la música desde ese lugar, aunque entienda que la cultura rock tiene mucho de eso. Pero nuestra forma de vincularnos con el rock es más desde la música, desde la canción. Hay quien lo hace así -Neil Young, por ejemplo, aunque hay montones- y también está Bowie, que tiene talento para hacer las dos cosas. Creo que nosotros no y tampoco hay una búsqueda nuestra en ese sentido: yo no tengo nada que decir con mi imagen, no es algo que maneje ni un lenguaje que entienda. Por eso buscamos que el que lo hace sí tenga algo que decir y sepa cómo: las fotos que nos sacan Vicky Schwindt, Fernando Massobrio y Manuel Cascallar están buenísimas porque ellos son buenos fotógrafos y saben lo que hacen. Lo mismo con cada tapa que hace el Chulo, Juan Soto, sabemos que él va a hacer una buena ilustración. Aprovechamos a los amigos talentosos para manejar esa parte. Tampoco lo pensamos tanto, se va dando: volviendo al caso de la tapa, hubo un acuerdo con el tema del monstruo para avisarle al Chulo que no lo hiciera. Hizo un par de pruebas y terminamos con las medusas.

¿Por qué fueron las medusas?
A él le vinieron las medusas y nos gustaron. Tuvo esa visión, medio de [Hayao] Miyazaki, por ese lado más japonés. Y nos gustó porque tenía que ver con la cosa enmarañada y enroscada que tiene el disco. En algún punto este es un disco súper introspectivo, muy de la neura. Entonces, esa imagen de un animal que no se entiende bien qué es o cómo es quedaba bien. Además, la medusa también brilla en la oscuridad y las de la tapa tienen algo así como una luz que no entendés bien de dónde sale. Todo cerraba, más como un acercamiento poético, porque no tiene una explicación muy lógica.

Sí parece que el disco tuviera cierto hilo narrativo. ¿Eso se fue dando…?
(Interrumpe) ¿En el sentido de “principio a fin” decís?

Sí, en cuanto al orden de las canciones y lo que cuentan, que parece una historia. No sé si son todas canciones de la misma época o no.
El orden lo pensamos bastante. Hay algunas canciones -“Profunda desorganización” y “Vas a llorar”- que son más viejas y fueron las que terminaron estructurando el disco. Después hay otros temas como “El costado tierno” o “Resiliencia”, más nuevos. Los del Kubo, “La soledad” y “Perdí”, también son de otra época, los tiene hace un montón. Digo “los del Kubo” aunque los temas son de todos, se terminan cerrando y nos los quedamos los cuatro. Y no, el disco no está pensado como una continuidad aunque, al estar compuesto desde lo que nos pasa en cierto lapso de tiempo... Bueno: en esa época nos pasaba esto.

Las letras parecen hablar de una ruptura y la reconstrucción a partir de eso, un divorcio o lo que sea. 
Hubo algún divorcio pero me parece que son etapas de la vida también, dejar atrás cierto romanticismo. Hubo un cambio de formación en la banda, que desde que nació hasta que se fue Muti fue una, y ahora es otra. Éste es el primer disco con Gabo y sí, es un quiebre porque la banda es otra. Nosotros funcionamos como grupo y cambiar un integrante era un riesgo porque no sabés cómo puede salir. Y terminó saliendo bien pero hubo un duelo que hacer respecto de lo anterior, que se hizo y un poco está en el disco. Porque en una banda uno pone mucho del deseo y de lo lúdico. Cuando a eso hay que sostenerlo y aparecen los roces, empezás a tener otro vínculo: ése es un duelo también, más allá del cambio de integrante. El de decir: “bueno, esto también es un laburo”, que si bien tiene que ver con algo que te gusta es un compromiso grande y exige mucho. Entonces tenés que redefinir qué querés vos de esto y dónde te parás, porque no podés seguir actuando como si tuvieras veinte años y tampoco podés estar quejándote todo el tiempo.














Mantenerse en el tiempo es lo más difícil.
Sí, porque la condición de independiente uno la elige y la acepta, o no. Pero es lo que hay, entonces tampoco podés andar llorando. Sí hay que asumir que cuesta, uno labura de otras cosas y a veces la banda te demanda un montón.

Es un trabajo más, con la pequeña diferencia de que no da plata…
Exacto. Entonces, cuando además de no darte ganancias deja de darte satisfacción, ya empezás a cuestionarte algunas cosas. Por eso hubo una especie de reconversión, de redefinir un montón de aspectos.

¿Pensaron no seguir, o tampoco fue para tanto?
No, ni llegamos a pensarlo porque además nunca paramos de tocar. Lo fuimos haciendo mientras el Muti se estaba yendo, porque tampoco se fue mal. Por ahora no estuvo ni cerca esa conversación.

¿Y en qué creen que cambió más la banda a partir del ingreso de Gabriel?
Hay como un intento de profesionalización o de perfeccionamiento del sonido, de la producción. Algo que ya venía desde Perfecto, el disco anterior, y que ahora se profundizó un poco más. También tiene que ver con que hacemos esto porque nos gusta, entonces queremos hacerlo bien, ya no nos da lo mismo cualquier cosa. Vino por ese lado: estamos tratando de sonar mejor, de arreglar más los temas. Y el disco en ese sentido funcionó porque fue una apuesta a eso y salió bien, creo.

Y fue la primera vez que delegaron todo a un productor, Alfredo Calvelo.
Fue la primera vez que entregamos completamente el mando de algunas cosas, no de la composición pero sí de los arreglos y de la producción. Ahí hubo un aprendizaje, también.

¿Y hubo mucha lucha con Alfredo? Porque los arreglos son detalles compositivos. ¿O le decían que sí a todas sus propuestas?
Sí, algo de eso hubo, obviamente, porque tampoco era una cuestión dictatorial. Tuvimos algunos momentos tensos (risas) pero también está bueno porque en algún punto esa situación te obliga a defender una posición y a poder argumentar, entonces el resultado termina siendo mejor de lo que era. Desde mi experiencia personal me costó soltar, y aprender a soltar también te permite crecer, en todo sentido (en la música también). Entonces Profunda desorganización sirvió para eso, y el resultado a mí por lo menos me tiene conforme.

¿Lo volvés a escuchar después de un tiempo y decís “tenía razón Alfredo”?
Sí, en algunas cosas pienso que sí y en otras no tanto, pero eso pasa siempre porque ahí ya entra el gusto. Lo que sí creo es que él llevó al disco a un lugar, conceptualmente, que lo empiezo a entender más con el paso del tiempo, porque por ahí uno está muy metido dentro de una canción o de un arreglo y hasta que podés tomar distancia te cuesta. Un disco tan laburado en el estudio, además, después no es fácil de tocar. Hay temas con tres o cuatro guitarras y tenés que elegir, pero con los meses de ir tocándolo se va armando el vivo y en algún punto te olvidás cómo está en el disco y queda esa versión para tocar.

Igual el vivo siempre es distinto, hay cosas que en vivo ganan potencia.
Sí, nosotros en vivo somos de conectar mucho. Nunca vamos a pecar de pechofríos pero sí a veces de pasarnos de rosca. Ese es el riesgo, ensayamos para lograr un equilibrio aunque apostemos a prendernos fuego tocando porque si no es así, no pasa nada.

¿La profesionalización que buscan contrasta con los lugares que hay disponibles para tocar? 
El año pasado tocamos cerca de 40 veces, o sea, dos o tres veces por mes, a veces cuatro. Y como venimos de tres años de tocar mucho, ahora queremos parar un poco… Pero los próximos meses tenemos un montón fechas, siempre nos pasa lo mismo (risas). Queremos cuidarnos un poco también.

¿Cuidarse de qué?
Cuidarse del cansancio. Porque organizar todo es un quilombo. Queremos producir mejores eventos, porque si te salen fechas de tocar, tocar y tocar, te vas olvidando de que está bueno tener una puesta. Es un intento, al menos, porque tampoco sabemos hacerlo (risas), aunque vamos mejorando algunas cosas con los años; pero tampoco somos productores. Con el tiempo hay que aprender a decir que no a algunas cosas, pero es difícil porque a la vez las propuestas te dan ganas. Si fuera por mí, preferiría tocar mucho y que la música fuera mi único trabajo. Bah, no sé si preferiría eso (risas) pero si tocar mucho implicara también una relación más laboral, supongo que lo podés bancar mejor.

¿Tienen laburos por fuera de la música o trabajan en cosas relacionadas?
No tan relacionadas. Yo estoy acá y en Radio Universidad, pero aunque tenga relación con la música, la radio es otro lenguaje. Después Kubo es diseñador gráfico, Gabo sí tiene más que ver porque es técnico de sonido y Luli trabaja en la Facultad de Veterinaria, nada que ver. Hay una fantasía con la música, supongo que se puede vivir de ella pero tenés que tomar otro tipo de decisiones, o estudiar más o dar clases. Acá vivir de la música no es una realidad... Es una inversión que hacen las propias bandas con los años. Después de tocar 15 o 20 años, llegás a cierto movimiento.

Bueno, ustedes en La Plata mueven una cantidad de gente considerable. Está bien, tocan hace diez años…
Son diez años de tocar, no es fruto de la casualidad. A la gente le tiene que gustar también, obvio. Y el boca en boca termina siendo casi siempre lo único que funciona, alguien que le diga a otro “che, vamos a ver a esta banda que está buena”. En La Plata hay varias radios que nos pasan, hay otro circuito, entonces algo se va a generando y somos agradecidos de lo que pasa allá. Es un micromundo, un universo cerrado en sí mismo que te juega a favor pero a la vez es difícil salir de ahí, te acostumbrás. Si tenés una banda y querés tocar, La Plata es un buen lugar. Tanto que en este tiempo hubo algunos chabones que se fueron a vivir a La Plata ¡para armar su banda allá! Y yo les digo “¡boludo, te vas a cagar de hambre!” (Risas). El objetivo no es estudiar en La Plata sino ir a armar una banda, lo cual me pareció rarísimo (más risas). Después las canciones tienen que estar, qué sé yo…

¿Y en Capital, les cuesta romper esa barrera todavía?
No sé cómo funciona acá, no lo entiendo. En algunos lugares la pasamos muy bien y después por ahí no pasa nada. Después de Cromañón hubo algo que cambió y que todavía sigue roto: nosotros arrancamos justo en 2004, hubo algo a partir ahí que cambió en Buenos Aires. Y también me parece que hay una generación de gente que no va a recitales de bandas chicas.

¿Decís que la gente escucha a las bandas pero no las va a ver?
Sí. Yo con mi sueldo no puedo venir a ver a una banda en Buenos Aires, es muy caro, en La Plata la entrada sale un cuarto de lo que sale acá. Además, al no haber canales de difusión, la gente escucha las radios que le llegan. Y en las grandes radios no te pasan a ciertas bandas; en La Plata sí, hay dos o tres radios que están buscando cuál es la banda nueva. Antes aparecía una banda y era un evento, salían Los Piojos o Viejas Locas y los medios vendían la novedad. Ahora por ahí hay una banda que está buenísima -El Mató, ponele- y sabés que cuando suena es porque hay un operador que lo deja. Todo pasa más por internet y cada banda se tiene que hacer su propia difusión y su propio público. En una ciudad tan grande hay que aprender a manejarse con eso, es muy difícil encararlo porque no sabés adónde tener que ir y adónde no. Capaz que alguno la tiene más clara pero nosotros estamos averiguándolo.

Ustedes firman todos los temas en grupo, alguna vez dijiste no estar de acuerdo con los derechos de autor. ¿Por qué decidieron que los temas sean siempre de todos? 
Esa fue una decisión que tomamos en el primer disco y la sostenemos. Tiene que ver con una creencia de que el laburo es colectivo. O sea, yo compongo un montón de canciones, Kubo también, y se podría plantear “éstas son mías, éstas son de Kubo y éstas son de todos” porque están esas tres variables. Pero la verdad, a la hora del concepto del derecho, uno firma -porque no es que firmás para decir “la hice yo”- por el deseo ulterior de cobrar, eventualmente, algo. Y si bien cuando compongo una canción hay un momento en el que trabajo un poco más que el resto, después todo el laburo es parejo en general. Cuando deje de ser parejo vemos, pero el concepto es que todos ensayamos, todos aportamos cosas a la canción y entonces termina siendo algo de los cuatro. Lo que pasa es que culturalmente tiene más valor la letra, pero es igual de importante la línea de bajo.

¿Y cada uno compone su parte?
Sí, claro, después podemos opinar o sugerir, pero ahí cada uno está componiendo. Para el derecho de autor, para SADAIC, el importante es el que escribe la letra y por eso se lleva la mayor cantidad de la guita.

Otra cosa que te leí decir es que cuando estás mal componés una canción y cuando estás bien hacés un asado...
(Interrumpe) ¡Y lo sostengo! (Risas). El arte es para sublimar, y la sublimación es lo que nos evita ser psicópatas y salir a matar gente por ahí. Entonces es una manera de transformar la realidad. Si estoy angustiado, tengo opciones: o me pongo a morfar, o me duermo una siesta, o hago un tema. Cuando hago un tema o escribo algo, por lo general después me siento mejor. El vínculo que tengo con hacer canciones tiene que ver con eso: no las hago para conquistar el mundo (risas), las hago cuando me siento mal y para sentirme mejor. Y por lo general son medio bajón porque salen desde ese lugar de angustia. He tratado de componer desde otros lugares y…

¿No te sale?
¡No me gusta lo que sale! (Risas). Es un poco eso: cuando estoy bien me da más ganas de joder que de escribir una canción. Esas otras canciones las tiene que hacer Jorge Serrano de Los Auténticos Decadentes, aunque en algún punto también sean medio neuróticas las canciones de él. Pero ahí no me hallo; quizás algunos temas sean más arriba pero mi vínculo con la composición es otro. Ojo, tampoco trabajé nunca de compositor, no sé cómo sería si en vez de trabajar en la radio trabajara todos los días haciendo canciones.

¿Lo harías?
¡Si me pagan, sí! Una vez compuse para Valeria La Ferrara, alias Valeiro Gorgori, una chica de La Plata que me gusta mucho cómo canta. ¡Pero es una desorganizada y nunca grabó el disco! También hice temas con amigos, ahí sí sale una cosa más lúdica porque si es para otro estoy más relajado, más tranquilo.

Para cerrar, ¿cómo va a ser la fecha del sábado?
El show es parte del ciclo De la Radio al Escenario que organiza Eduardo Fabregat a partir de su programa Rebeldes, soñadores y fugitivos. Va a ser la primera fecha del ciclo y lo inauguramos dos bandas de La Plata, así que estamos contentos: tocamos nosotros y Sr. Tomate. Después, vamos a tocar el 11 de abril en La Plata, con Güacho;  el 17 en Benito Juárez; de ahí vamos para Necochea el 18, nos llevan los chicos la Agrupación IndieGesta. Y volvemos a La Plata para el cumpleaños de Radio Universidad: va a haber un festival, se presentarán algunos libros y demás. Lo que te decía: queremos parar un poco pero todo lo que nos ofrecen está bueno… ¡Y terminamos diciendo que sí! (Risas finales).


[Publicado en ArteZeta el 26 de marzo de 2015. Fotos de Victoria Schwindt]

Florencia Ruiz y una miniatura artesanal

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Me decidí y aunque es difícil para mí afrontar cierta soledad, en paralelo con el nuevo disco de banda + invitados grabaré mi primer álbum sola con la eléctrica. Lo hago para Japón pero estoy pensando en destinar 100 discos para quien quiera tenerlo aquí en mi patria. Es un mini CD con 7 nuevas canciones, de bella edición.
¿Algún interesado/interesada?
Así estoy hoy, en la construcción total. Siempre alimentando a mi cabeza que no para y agitando el aire... ¡Cariños!

***

Así como amo las verdulerías, nunca me gustaron los bancos y son solo 100 discos los que tengo destinados para Argentina. Por eso quiero hacer todo personalizado, como siempre. Sé que algunos de los interesados están en el interior, ¡ya iremos resolviendo ese tema! Para los de Capital y Gran Buenos Aires y viajeros les propongo encontrarnos en los próximos shows (no es necesario quedarse ni el precio del disco incluye entrada).
Sábado 18 de julio (preventa) que me ayudará a realizarlo.
Sábado 8 de agosto (entrega) que me dará mucha alegría de compartir.
Todo en El Quetzal. Guatemala 4516. 100 pesos por disco.
Como les dije es un disco de edición artesanal, un MINI CD con 7 nuevas canciones grabadas sola con la guitarra.



Mi amiga Luciana me diagnosticó a mis 16 años: tenés una vida muy hippie y un pensamiento muy punk. No sé si sigo así (creo que no) pero me guardo su reflexión forever.
Como cada viernes vuelvo a mi notiflOr. Tuve algunas consultas sobre el disco nuevo y la modalidad para adquirirlo. La cosa es así: hay dos shows antes de la gira por Japón. 18 de julio en Banda y el 8 de agosto con Mono Fontana, ambas en El Quetzal. El que quiera asegurarse una copia del disco, puede acercarse al Quetzal, allí abonar e ingresar en el listado de discos con dueño. El 8 de agosto se retira pero si alguno no pudo ir, lo que sea, yo se lo guardo, soy de palabra. Los shows son independientes a esta movida.
Por otro lado estoy pensando en hacer un show para los 100 alentadores que tengan el disco, será al volver de Japan, pero dependerá de la convocatoria de preventa. Yo seguiré tocando siempre y haciendo canciones y discos pero mucho mucho más contenta si me acompañan en esto.
Vivo en el mundo donde todos estamos siempre apurados y donde todo es a un clic de distancia pero antes de bancarizarlo todo ¿intentamos en persona? ¿suena muy hippie?

***

7 cartas invisibles se llama el disco que grabé sola con la eléctrica y con un público muy especial y espacial. Se registró completo y pronto estará subido en la web. Haré la preventa del disco el día 18 de julio en El Quetzal y se podrá retirar en cualquier show de los próximos 20 años. Para quienes no puedan acercarse el 18 y quieran el disco me escriben o se acercan a algún show, puedo habilitar una cuenta pero no es lo que más quisiera. El motor de la preventa es poder fabricarlo lindo lindo y que haya un pedacito de cada uno de los que apoyaron esta movida en el disco.
Un fuerte abrazo y ¡que sigan llegando cartas!

***

Todo esto que leen aquí arriba lo cuenta Florencia Ruiz desde su página de Facebook. Como cada uno de sus movimientos, lo observamos y reaccionamos. Esperamos ese disco, por supuesto lo compraremos: hay pocos músicos en este país con el rigor musical de Ruiz, con tanta conciencia y tanto amor por lo que se hace. Que canten y toquen así, que escriban y compongan como ella lo hace, con esos resultados, ¿no? Discos imprescindibles como Mayor y Luz de la noche, gemas que no cualquiera.

Este sábado 18 de julio a las 21:30 será su única fecha de banda en 2015, y además la oportunidad para asegurarse 7 cartas invisibles, canciones a voz y viola, algo en lo que suele salir bien parada al momento del vivo. "¡Preventa del disco en solitario y repertorio de banda totalmente nuevo! Antes de Japan y con la emoción a flor de piel... siempre invitados todos a compartir".

No digan que no les avisamos.


[Fotos de Federico Caruso]

El Mató a un Policía Motorizado: un largo camino al cielo

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Santiago Barrionuevo habla sobre el constante ascenso de El Mató a un Policía Motorizado. Giras y reconocimiento internacional para una banda que une generaciones.

EL MATÓ: DIEZ AÑOS DISCOGRÁFICOS
Viernes 4 de julio de 2014, Colegiales, Buenos Aires. El Teatro Vorterix alberga a miles de jóvenes enfervorizados que poguean y cantan las canciones de un quinteto de ya no tan pibes de La Plata: desde arriba -el lugar tiene un entrepiso- se ve cómo chocan púberes quinceañeros con algunos más grandecitos y llama la atención una chica (o un chico, no llega a distinguirse del todo, tengo testigos…) que está vestida/o con un ambo, como si hubiera escapado de la guardia para ver al quinteto de ya no tan pibes. Desde abajo, el calor se siente mucho más y la potencia de la banda, también. El Mató a un Policía Motorizado, esos cinco flacos simpáticos que están sobre el escenario, hace días regresaron de una exitosa gira europea. La semana anterior retomaron su trabajo en el país con dos shows en Córdoba (ambas fechas en Casa Babylon) pero luego de este show capitalino partirán hacia la tierra donde nació el rock and roll: Estados Unidos.

Volvemos a Vorterix. La gente celebra el comienzo de casi todas las canciones y aunque el mencionado calor del lugar ayude a encenderla, lo que más prende entre los presentes son las canciones de La dinastía Scorpio, el disco que El Mató editó en 2012, último dentro de su colorida y sónica discografía. Podríamos elaborar una teoría que afirme que cuando una banda está en estado de gracia, en su momento, la gente festeja las novedades; cuando no, la gente pide las viejas. El Mató representa el caso uno: aunque también sean festejadas las canciones más antiguas (que las hubo aquí y en Córdoba: “Diamante”, “Guitarra comunista”), las más coreadas son las nuevas.

La charla con Santiago Barrionuevo, el bonachón artista también conocidocomo Chango Motorizado (voz, bajo -por ahora- y rostro del grupo) arranca en Córdoba. Santiago es el autor de todas las canciones de la banda y el diseñador de las tapas de los discos, además. El factótum, diría con seguridad Charles Bukowski. En los camarines de Casa Babylon, previo al segundo show cordobés del grupo, literalmente debajo del escenario del pub y mientras la banda prueba sonido, el autor explica por qué volvieron a tocar canciones de su primer álbum: “El 29 de julio sale La dinastía… en Estados Unidos. Lo saca el sello Nacional Records, que se dedica a lo latino-alternativo, editó a Los Fabulosos Cadillacs y Manu Chao pero ahora se quiere abrir un poco más a esta movida guitarrera... o como se defina lo que hacemos nosotros (risas). Pero además, se cumplieron 10 años del primer disco y la gente de Limbo Starr, el sello de España, quiso hacer una edición en vinilo. Entonces, para festejar un poco eso, estamos tocando un par de canciones viejas que por suerte fueron celebradas, algo que a veces no sucede tanto”.

-Yendo a esos diez años, se nota que hay muchas bandas que surgieron después de ustedes y tienen una influencia notoria de El Mató. Las mismas del sello LAPTRA, en el norte Tus Monitores, lo que pasa con Bestia Bebé en Buenos Aires. ¿Estás de acuerdo?
-Puede ser... No estoy muy atento a eso pero seguramente hay una afinidad en general, en la música. No sé si es una influencia directa o que tenemos los mismos puntos de partida a la hora de componer y hacer música con esas bandas.

***

Santiago se desmarca aunque no deje de ser notable que El Mató a un Policía Motorizado es una de las bandas del underground más escuchadas por sus propios colegas y -aquí está la diferencia sustancial- por un público más que numeroso. Definitivamente, dentro de la escena alternativa, ésa de guitarras fuertes y estribillos noqueadores, El Mató representa a los niños que ilustran la portada de La dinastía Scorpio: los ganadores que alzan sus trofeos, sonrientes y felices. Ninguna otra banda de la generación '00 parece poder competirles en esto de trabajar al rival y luego sentarlo de culo en el piso con un buen estribillo-trompada.

La charla cordobesa prosigue, inevitablemente, en la senda de su último disco, ése que lleva un nombre que el Chango se rehúsa a explicar en cada nota que da (ésta no será la excepción, sepan disculpar…).

-Hubo mucha producción en La dinastía… ¿En el disco que viene repetirán?
-No sé si con un “productor”, pero sí con la metodología de ir a grabar las canciones a un estudio antes, hacer maquetas o demos. Antes eso era directamente el disco, se laburaba en el estudio casero y ya quedaba, no íbamos a otro estudio. Cuando se nos ocurrió ir a ION, que es un estudio grande y caro, supimos que lo mejor para ahorrar tiempo era preparar bien las canciones antes y llegar al estudio con las ideas claras. En La dinastía..., Eduardo Bergallo fue inicialmente el ingeniero de grabación y después nos mezcló. En ese proceso de trabajo, él hacía de productor por momentos, pero por lo general producimos los discos nosotros. Está bueno delegar, dejar que el productor empiece a ser un miembro más de la banda y piense alternativas, pero no encontramos a nadie que nos inspire ganas de hacer eso. Eduardo ahorraba caminos porque la tiene clara en todo lo que refiere a grabación y mezcla, en eso nos ayudo muchísimo y estuvo bárbaro trabajar con él.

-¿Cuál fue su idea principal para el disco?
-La idea de él fue que grabemos todos juntos para captar la esencia del vivo, algo que en los discos anteriores capaz estaba más chiquito. Era simpático eso, éramos como dos bandas, una en estudio y otra en vivo. Después, para la mezcla él ya tiene su estructura de trabajo y se alejó un poco de esa idea de que suene crudo, ahí quizá fue el momento de discutir para dónde apuntar todo. Y quedó algo intermedio que me gusta mucho.

***

El bloque cordobés se cierra con un tema candente en los últimos tiempos de El Mató: el Chango sufrió la rotura del tendón de Aquiles jugando al fútbol y eso derivó en una reformulación temporal del grupo, con el tecladista Chatrán Chatrán (Agustín Spassoff) pasando al bajo y Santiago ocupándose sólo de la parte vocal. Tanto en los shows de Casa Babylon como en Vorterix, Barrionuevo retomó su papel de bajista pero, sobre el cierre del set, cedió el instrumento de cuatro cuerdas para ocuparse exclusivamente del mic. De todas maneras, no se convence de abandonar el bajo, aunque resultó cómico verlo bendecir las cabezas de los fieles en Córdoba y Buenos Aires con su micrófono, como si fuera un Papa Francisco del rock.

-¿Le estás escapando al bajo?
-No, se me cortó el tendón de Aquiles y no podía tocar; en realidad no quería tocar sentado, era triste (risas). Igual fue triste cantar sentado, pero era más triste hacer las dos cosas (más risas). Empezó a tocar el bajo Chatri y mi novia Morita hacía los teclados. Me gusta eso de cantar y escucharme bien la voz sin tener que andar pensando en el bajo, es mucho más cómodo. Aunque me da un poco de vergüenza estar ahí solo con el micrófono. En la última gira no toqué el bajo casi nunca y todo ese momento donde me enfoqué en la voz fue un aprendizaje. Ahora que estoy de vuelta al bajo eso quedó, me sirvió para escucharme mejor. Sin bajo, hay una conexión más directa con la gente y motivás más a que el público se encienda.



LA GIRA QUE NUNCA TERMINA
Salimos de Córdoba y retornamos a Colegiales. Cuando el show del Teatro termina, no hay más que cruzar los pasillos-pasadizos que nos conducen a los camarines... Como buenos camarines, están atiborrados de gente. La fervorosa reacción del público, lo que quedó por charlar de las giras que fueron y las que serán y el éxito de la banda dentro de la crítica de rock nos llevan a arrancar por el final. Saludamos al Chango y, enseguida, continuamos desandando La dinastía... y el futuro:

-Pasaron casi dos años desde la salida del disco y la gente ya canta las canciones como si fueran clásicos. ¿Qué te hace pensar todo lo que pasó después de La dinastía Scorpio?
-Fue el disco que más respuesta tuvo. Cuando una banda saca un disco, creer que vas a llegar a una especie de unanimidad es raro que pase. Ahora el disco se editó en México y España, pudimos girar por lugares donde nunca habíamos estado como Perú, volvimos a México y a Estados Unidos; volvimos a Brasil que es un lugar al que fuimos varias veces. De alguna manera es como que vuelve a nacer el disco, en algún lado del mundo está comenzando. Y el domingo [6 de julio] nos vamos de gira a Nueva York, Los Ángeles y después México, va a ser un poco la presentación del disco allá.

-¿Cómo es volver a presentar algo que ya presentaste?
-Está buenísimo porque son canciones que trabajamos mucho. Estuvimos más tiempo que con otros discos, se mezcló con las dos giras que hicimos por España y eso de alguna manera hizo que pateáramos para adelante la grabación. En su momento se acortó el presupuesto, porque lo que teníamos guardado para el disco lo tuvimos que usar en la gira. Y la gira fue todo a pulmón, tuvimos que hacer un gasto groso, que en realidad fue una inversión porque después sirvió para volver. ¡Y cuando volvimos la segunda vez estaba todo pago! (Risas). Cada gira que hacemos es mejor, tenemos la suerte de volver con algo, poder invertir y comprarnos cosas.
Me causa un poco de gracia que cuando leo entrevistas de bandas nunca hablan de estas cosas: tiene poco glamour hablar de que una banda tiene que pelearla. A nosotros nos costó comprar nuestro primer instrumento cuando éramos chicos, no es que veníamos de familia... Tampoco lo digo para quejarme, es lo que nos tocó.

-Pasa que por lo general se da una imagen de banda de rock más glamorosa…
-Sí, y tener una banda de rock es algo caro. Capaz, si armás una banda de folklore es más barato comprar una guitarra criolla que una guitarra eléctrica, pero una banda de rock implica tener guitarras eléctricas, equipos, cables, baterías... Nos sigue costando. Pero todo bien, porque disfrutamos ver cómo con nuestro propio esfuerzo y nuestras propias canciones llegamos a esos lugares, que eran extraños en algún momento y ahora son un poco más comunes. Todas las cosas fueron sucediendo con un poco de suerte, mucho trabajo y el cruzarnos con gente buena onda. Cuando uno tiene buena energía se encuentra con gente que también la tiene y pasan estas cosas.

-¿A qué lugar fue sorpresivo llegar? Ustedes tocaron en Alemania, por ejemplo.
-Eso fue muy raro. Cuando tocamos en Francia o en Alemania, estaba la barrera del idioma que es lo más difícil. El público es una mezcla de curiosos que salen a la noche a ver bandas y muchos latinos que se mezclan: argentinos que están viviendo allá o gente a la que les llegó; en España la verdad que tuvo mucha repercusión la banda y capaz tocás en Francia o en Alemania y van ahí. Me acuerdo de que tocamos en Berlín y vino un chico de Croacia que se presentó y nos contó que buscando en Internet le gustó la banda. Croata-croata, de verdad (risas). Nos dijo “lo más cercano que van a llegar es Berlín, así que me tomé un avión para verlos”. ¡Se tomó un avión para vernos! Eso fue muy loco. Después nos llegan muchos mensajes de gente de Inglaterra, de Holanda; hay un grupo de polacos que hacen un festival y son fanáticos de El Mató, intentaron llevarnos allá varias veces pero nunca pudimos coordinar. Eso es lo más increíble: llegar a un lugar donde el idioma es otro. Lo primero que nos pasó, así, fue en Brasil. La primera noche que tocamos fue en un festival de San Pablo y la gente cantaba todas las canciones.

-¡¿Cantaban todos los temas?!
-Sí. Esto fue la primera vez que fuimos, en 2007, creo (ya fuimos como diez veces). El chabón que organizaba nos dice “bueno, vamos a hacer un festival, va a tocar ésta banda, ésta otra, -todas bandas brasileras- y… van a cerrar ustedes”. Y nosotros “no, pará, es la primera vez que venimos, ¡no nos conoce nadie acá!” (Risas). Y el tipo insistió: “Cierran ustedes”. Llegó el final de la noche, se hizo tarde, y subimos al escenario pensando “acá no va a haber nadie”. Veíamos que la gente estaba dispersa... pero de golpe se llenó, vinieron todos para adelante a vernos. Había argentinos, locura, la gente cantaba todo. ¡Pedían canciones: “¡toquen 'Chica rutera'!”! Todo en una especie de portuñol (risas). Y nos llegan muchos comentarios de gente que va de vacaciones a Brasil, que pregunta si conocen bandas argentinas y les contestan “Fito Páez y Él Mató a un Policía Motorizado” (risas).

-Insólito.
-Ahora que vamos a Estados Unidos, también es raro. Por más que haya mucha comunidad latina, que la gira se vaya a apoyar un poco en eso… Tocamos en un festival que se llama Latin American Music Conference (LAMC), la idea del festival es mostrar lo alternativo, no lo que llega allá (Ricky Martin, Chayanne y todo eso).

***

Al rockero argentino promedio la sigla KEXP no le dirá demasiado, y es lógico. Pero la visita de El Mató a un Policía Motorizado a Estados Unidos incluyó una parada histórica para el grupo. KEXP es la radio de rock alternativo más famosa del planeta, con base nada menos que en Seattle, la ciudad de Nirvana y Jimi Hendrix. Por sus estudios pasaron leyendas indie y grupos actuales de lo más destacado: desde Pixies y Stephen Malkmus (Pavement) hasta Spoon, The Hives o Arctic Monkeys. A mediados de julio fue el turno de los platenses: se transmitió un set de cuatro canciones que fueron grabadas por el grupo en Nueva York (“Mujeres bellas y fuertes”, “Chica de oro”, “Yoni B” y “Más o menos bien”, todas de La dinastía…, un buen muestrario del sonido actual del grupo). Nos contaba Santiago horas antes de partir que “justo en esa semana que tocamos allá van a hacer unas jornadas en Nueva York. Como vieron que tocábamos en el LAMC nos invitaron y obvio que les dijimos que sí. Tuvimos un poco de suerte, porque ir a Seattle hubiera sido toda una movida”.

-¿Los pone nerviosos una situación así o disfrutan el momento? Si bien es tocar en un estudio, a la vez sabés que estás en una radio con mucha llegada...
-Sí, igual creo que se graba y se pasa después, no es en vivo-vivo. Hemos tocado en vivo en radios y más allá de la carga emotiva que tiene, para nosotros en el momento que estamos tocando es lo mismo estar ahí que estar en un estadio. En mi caso, cuando más gente hay, más relajado me siento porque todo se pierde más. Y cuando hay diez personas, los miro a los ojos y pienso “ése de ahí me está mirando” (risas) y me pongo más nervioso.



EL MAINSTREAM, LOS MEDIOS Y NOSOTROS
El Mató se perfila como uno de los pocos grupos que puede establecer un crossover social significativo, es decir: que los escuchen los que escuchaban rock chabón a comienzos de la década pasada y que los sigan escuchando los “alternativos”. Su música parece ideal para los amantes del indie más crudo, pero sus melodías circulares, además, abren el juego radial. A pesar de ser una banda celebrada por el grueso de la crítica, resulta difícil verlos en la tapa de una revista (es recordada su aparición en la portada de Inrockuptibles allá por 2008, cuando cerraron su trilogía de EPs con el soberbio Día de los muertos). El propio Santiago comprende, sin embargo, que la dinámica de los grandes medios de rock en Argentina se reduce a otros… intereses.

-Son una banda muy alabada por la crítica, ¿cómo se llevan con eso?
-Acá hay mucha cultura, entonces te prestan atención cuando la banda ya se hizo popular o masiva. Por ejemplo, la última vez que hice una nota con Rolling Stone era tipo “nota a La Beriso que tocó en el Luna Park, nota a equis que también llegó al Luna...”, como si lo masivo generara una legitimación de las bandas y a partir de eso, “bueno, ahora sí, sale en la Rolling Stone”.

-A la larga, fortalecen el consenso de bandas que ya lo tienen.
-Exacto. Y se pierde la curiosidad, que es: me gusta una canción y voy a escribir sobre esa canción que me gusta. No importa si van 10 personas o van 10 mil. Y eso me parece normal acá porque es a lo que estoy acostumbrado, pero me llamó la atención cuando empezamos a ir afuera, que aunque no nos fuera a ver nadie (risas) nos hacían notas de los medios más importantes, como El País o Rockdelux, una revista española dedicada al rock alternativo. No éramos muy populares ni conocidos, pero a ellos les pareció que estaba bueno lo que hacíamos, que valía la pena hablar de nosotros. La esencia del periodismo, ¿no? Algo te llama la atención y te inspira a hacer una nota. Y acá no pasa, sobre todo en los medios más grandes. Por suerte hay un montón de medios alternativos que le dedican espacio a bandas que lo merecen. Igual hemos salido en los medios grandes... ¡No me quejo, eh! (Risas). Pero siento la obligación de exigir más espacio, sobre todo por la calidad de un montón de bandas nuevas que están haciendo algo que es muy original, muy fresco y que tienen cosas para contar y renovar un poco la música.

-¿Por ejemplo? Vos siempre mencionás a las bandas de La Plata, ¿ves bandas en todo el país?
-Un montón: ahora que venimos de tocar en Córdoba, somos muy fans de Claravox; a los chicos de Atrás Hay Truenos los conocimos en Neuquén, ahora se mudaron a Buenos Aires. Nos pareció genial que pibes de un lugar tan lejano estuvieran buscando lo mismo que nosotros y nos hicimos muy amigos enseguida, por tener esas coincidencias. Y así con un montón de bandas, en Capital y Buenos Aires hay muchas: Las Ligas Menores [según un tuit de Santiago de hace días, “la mejor banda del mundo”] Bestia Bebé, Los Reyes del Falsete, Viva Elástico... Lo que más me gusta es que tienen mucha personalidad. No se suben a una fórmula que está sonando en la radio, hay una búsqueda natural de hacer música que a ellos les gusta y se ve en su arte. Eso me enamora enseguida, por más que no esté la reivindicación de los medios: no se puede negar que es auténtico lo que hay ahí. Desde chico fui así, las bandas que escuché fue porque me conmovían, no porque estaban de moda o en los medios.

-De hecho, leí por ahí que no te gustan los Redondos.
-Es cierto. Lo que me gusta de los Redondos es que generaron algo desde un camino diferente, eso me parece revolucionario. Porque la gente sabe, y alguien que quiere formar una banda en especial, que hay miles de caminos para optar. Pero que ése está. Lo importante es que se entienda que hay muchos caminos que uno puede tomar cuando tiene un proyecto artístico, mientras sea libre: si quiere firmar con una compañía grande, si busca eso, está bien; si quiere ser independiente, está todo bien. Hay que ver los ejemplos de bandas que hacen cosas diferentes y a partir de esos caminos llegan a lugares inesperados. Alguno pensará“para hacer un estadio hay que firmar con una compañía”, pero los Redondos no lo hicieron, y aún así lograron lo que lograron. Entonces se rompe un estereotipo: eso es lo más importante.

-¿Y cómo ves la escena mainstream del rock argentino, lo que suena en la radio?
-Para mí está perdida. Las pocas veces que escucho la radio -y de casualidad, porque no pongo las radios tipo FM más populares- siento que es como si estuviesen todos producidos por la misma persona. Como si Las Pastillas del Abuelo estuviera producido por el mismo de No Te Va Gustar... Y no está muy bueno. En otras épocas no era tan conservador el sonido. Soda Stereo, Virus, Los Cadillacs, eran bandas mainstream pero cada una tenía su búsqueda, y ahora parece todo igual, con una falta de riesgo y una chatura total, súper estancado y conservador. Y la respuesta de los medios a eso es la nada. Pero bueno, existe Internet, existen medios alternativos y también está la curiosidad de la gente de buscar la salida: eso cambió mucho porque hay muy buena música.

-Y a ustedes, ¿los tentaron alguna vez de una compañía? Sería lógico porque les va bien acá y afuera. Lógico en cuanto a la lógica de las compañías, claro...
-Sí, nos llamaron un par de veces, de una compañía grande. Y la verdad que no nos interesa, estamos bien así, teniendo el control total de todo lo que hacemos, de nuestros tiempos. Hacemos nuestros discos cuando se nos canta el culo... Si no es compartir tu producto con alguien, esas personas van a ser dueñas de tu arte, también. Y van a exigir cosas porque están invirtiendo en vos. Te van a pedir, “bueno, ahora queremos que…”.

-Saques un disco el año que viene.
-Ponele. Nos han contado historias de bandas muy importantes -no de pibitos que podían ser manipulados fácilmente- que no podían tocar temas nuevos en vivo hasta que no saliera el disco. Ellos tenían que salir, ¡y ya había una restricción sobre lo que tenían que hacer! Entendemos que está bueno para muchas bandas tener a una compañía que esté atrás tuyo y te ayude en un montón de cosas. A muchas bandas les fue útil, a Babasonicos...

-Se me ocurre Massacre, también.
-¡Sí, obvio! Una banda de culto, que tenía una mística propia, firmó con Pop Art y supongo que siguen haciendo lo que quieren, no es que cambiaron su actitud. Y se les dio después de muchos años de trabajo en el under. O bandas arriesgadas como Victoria Mil que sin una compañía atrás, capaz era apostar a algo que tenía muchas chances de perder. Pero bueno, que cada uno elija lo que quiera. Nosotros sabemos que lo nuestro es arriesgado, que no nos pasan en la radio ni en la tele, en ningún lado pero... Somos felices.


[Publicado en Rock Salta Nº21, enero-febrero de 2015. Fotos: Agustina Cornejo.
Entrevista en Córdoba por Alejandro Wierna y Eduardo Pece]

Al lado del fuego, con Vida Calesita

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La gente de Fuego Amigo Discos despide el ciclo Al lado del Fuego. Ciclo que transcurrió durante los cuatro sábados de este julio que se va en Roseti (Roseti 722). La cita será el 25 del corriente, en cuestión de horas, con las presentaciones de los mendocinos Limón -¡su último show!- y Amor Elefante.

Vida Calesita, programa radial del que participo con asiduidad, recibió una gentil invitación de parte de Mariano y Fernando, los capos del sello: cumplir funciones de DJ durante esa noche. Hablando en castellano, estaremos con Luján Gambina, la conductora del envío, pasando rock argentino bueno y nuevo (y quizá alguno más viejito) antes de que arranque todo, en el medio y al final, junto a los chicos de Indie Hoy.

Además de las bandas y la música que llevemos, habrá feria de discos (el sello tiene un catálogo tremendo) y remeras, exposición fotográfica de Anna Pantano y Sofía Gómez, y el fanzine Barco en el ascensor (que hacen Soledad Manrique Goldsack, Rocío Heine y Mercedes D'Angelo) repartiéndose por ahí.

Las puertas abren a las nueve de la noche, los shows empiezan a las 10 (milagrosamente puntuales). La entrada sale 70 mangos. Llevamos buenas canciones y, para que el dios de las guitarras no se ofenda, quizá pasemos una tuya, Pappo. Así nos perdonás por apretar botones un rato...


*Repito por si las dudas: cierre del ciclo Al lado del Fuego, con Limón y Amor Elefante. En Roseti (Roseti 722), a las 21 horas. Entrada: $70.

Francisco Slepoy y su Reptil: atravesando el Impenetrable

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En el texto sobre Almendra 2 que escribiera para este blog, el marplatense José Miccio describía al disco conocido como el doble de Almendra diciéndolo un álbum “tan propio de su época como arisco a la elucidación histórica” a la vez que afirmaba que aquel disco “obedece sólo a los caprichos del arte: usa las palabras -y las cuerdas, y los parches- de todos para hablar el idioma de ninguno”.

La cita resultó ineludible después de escuchar por primera vez Reptil, el proyecto más reciente de Francisco Slepoy, músico chaqueño que se suma a la lista de Talentos relativamente jóvenes que están llevando al jazz argentino al infinito y más allá. Lista en la que podríamos incluir a diversos grupos y solistas como Marco Sanguinetti, Octafonic, Escalandrum, Fernández 4, Sales de Baño, Alan Plachta y un largo etcétera (por no ser un cultor en profundidad de la escena, es probable que se me estén escapando de las manos otros tantos talentos igual de valorables). Músicos, todos ellos, que plantan bandera sin ocultar las raíces. Músicos, también, que crecieron al calor de otros géneros y lo hacen notar. De hecho, es injusto catalogarlos en el jazz: no necesitan del amparo de ningún género.

Pero volvamos a Reptil, el disco y Reptil, el trío, que además de Slepoy en guitarra y canto con armónicos, completan Lucas Goicoechea en saxo alto y Andrés Elstein en batería. Antes, la última pista acerca de esta fuga sonora la dará el propio Francisco: “Cuando armé Reptil me parecía que si lo llamaba Francisco Slepoy era siempre el mismo proyecto y cambiaban los músicos. Creo que los músicos con los que armo los proyectos son determinantes para la música que resulta y que cada proyecto merece un nombre propio. Por otro lado se daba esto de que algunas cosas nos sonaban muy rockeras y me parecía divertido ponerle nombre de banda de rock”.

***

Las palabras de todos, el idioma de ninguno. 

La formación de Reptil puede decirse convencional, en tanto no hay instrumentos que rompan con cierta estructuración clásica de un grupo (sólo les faltaría lo grave). Pero si le damos este disco a un escucha promedio de música pop, saldrá horrorizado a los 30 segundos. Seguramente denueste lo que se escucha y, entre la impaciencia por encontrar de donde agarrarse, deje en evidencia lo contrario: Reptil, lejos de replicar fórmulas, nos recuerda que la música es inasible. Cuando creés que va para allá, se escapa hacia el otro lado. Como con Cortázar, Messi, o las películas modelo Memento (no debe ser la primera), lo que sucede con Reptil es que inicialmente uno no sabe muy bien qué está leyendo, porque la historia está rota, o la cuentan de a muchos a la vez, o hay escenas perdidas, o hay apariciones y fugas, o el tiempo se rebobina y luego se adelanta. Pero no se puede dejar de leer, ver, escuchar: hay que llegar hasta el final. Sí, sí, señores, estamos ante el disco más impredecible que escucharemos en 2015. Pero como con Cortázar, Messi y esas películas pastiche, hay resolución.

El trío comandado por Slepoy toma, sin dudar y parafraseando nuevamente el mágico álbum del Almendra, el camino difícil. Dificilísimo. "Uno podría componer algo de 2 o 3 minutos, con estrofa- estribillo-estrofa con solo de guitarra en el medio, porque es lo que le gusta a la gente. ¿Pero qué pasaría con las creencias, las ideas, la militancia? Yo trato de hacer una música fiel a mis creencias e ideas con la ilusión de poder compartirla con la mayor cantidad de gente posible, pero con la certeza de que no le va a gustar ni interesarle a todos, como tiene que ser", le dijo el guitarrista chaqueño a El Bondi.



Desde el comienzo del disco hay un despliegue sonoro que juega a dos puntas: la construcción de un entramado hipnótico a partir de estructuras mínimas y, a partir de ahí, la improvisación -¡demencial!- donde el trío lleva al extremo las posibilidades de sus instrumentos. Podría llamársele improvisación por saturación. Si el saxo de Goicoechea arranca amable en Reptil, el tema de apertura, y la guitarra arpegia sin parar, el uno llegará al clímax , chirriante, en el límite de lo tocable; la otra arremeterá en una incursión riffera pesadísima. De ahí, la implosión y volver a empezar, construyéndolo todo nota por nota, otra vez. Un diálogo en el que los silencios -eso que a veces incomoda tanto- son la estrella, el aire y la puntuación. Los parches de Elstein siguen el juego hasta que llega el unísono.

Altura y duración es igual de inquietante. Como su nombre lo indica, parece un experimento montado sobre esos dos parámetros, entre el tintineo de los platos de la batería, los acordes ¿random? de Slepoy y el saxo susurrado... Hasta que de golpe aparece una frase en común, todo se eleva y vuelve a bajar, o mejor: llega un solo de batería al límite de la exasperación, "acompañado" por una guitarra muteada. Parece tocado en el espacio exterior... o adentro de un lavarropas.

Y qué decir de la textura agónica y gaseosa de Neptuno: sí, es otro planeta. Pueden notarse las capas pero está prohibido separarlas. Si cae una, caen todas. Aquí hay otra gravedad, entre las notas tenidas y el continuum de esa resonancia adictiva e inquietante del canto con armónicos (si, eso que parece una cabra tocando la flauta traversa de Ian Anderson a 6 mil kilómetros de altura es una voz humana, se los juro por Diego Milito). Cuando la música borronea el tiempo no hay con qué darle: ahí hay un triunfo.
Y Neptuno es trance puro, un viaje interminable de placer confuso.

Reptil I es un laberinto. Fíjense si se animan a entrar y logran salir.

***

Altura X duración VI lleva la experimentación sonora a niveles dignos de la música contemporánea. Es una pieza para guitarra preparada, tocada a seis manos (o sea, los tres miembros de Reptil). A Daniel Melero le encantaría ese combo de miles de ruiditos devorándose entre ellos como si fueran loops que compiten por sobrevivir a la edición o, mejor, de la desintegración. Si aparece un nuevo Pac Man, aquí tiene servida la banda sonora.

Discos como este son revitalizantes porque redoblan la apuesta en la búsqueda de un sonido inaudito. Y no "el sonido" en cuestiones meramente técnicas, queda claro por lo dicho que la búsqueda es tímbrica, textural, y logra disolver los límites entre cada instrumento. Ahí está la clave de Reptil: cómo se desintegran algunas nociones que se nos clavan en la cabeza (la guitarra suena así, el saxo asá, se tiene que tocar de esta manera). El yeite es romper con los yeites, a niveles descomunales. Hasta en Stratocaster, que asoma como el momento más "convencional".

El broche de oro no podría llamarse de otra forma. Casi a la manera del "podrán imitarnos pero igualarnos jamás", Reptil te lo dice así: Nunca lo lograrás. ¿Se acuerdan de los Who rompiendo sus instrumentos al final de los shows? Bueno, acá se rompe la música en 8 minutos de caos que, vaya sorpresa, se resuelve en un fade out acompasado.

Anímense. Y escuchen con atención y paciencia: el idioma de ninguno podrá comprenderse. Porque parece imposible pero el Impenetrable se puede cruzar.



*Reptil se presenta hoy, viernes 31 de julio, a las 22:30 horas. La cita es en Señor Duncan (Avenida Rivadavia 3832, Capital Federal).
En tanto, el viernes 21 de agosto se presentará junto a Sales de Baño en Circe (Córdoba 4335, Capital), a las 23.30 horas.


[Fotos de Reptil por Catu Hardoy]

Niños Envueltos: "Nos gusta lo que nos da escalofríos"

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Me debía esta nota hace rato. Niños Envueltos es un suspiro en la escena underground de Buenos Aires, un poco de aire cálido entre tanto indie chispeante: el grupo apuesta a la canción donde las tensiones van por otro lado y no se crece desde la pisada de un pedal de distorsión sino desde la suma, de a poco, de todas las partes (al clásico guitarra-bajo-batería ellos le agregan vientos, teclas y cuerdas varias).

Hace dos años recibí su disco debut, El último casette del parque, un poco por casualidad (amigos en común con miembros de la banda). Desde entonces, tenía sentido hacer el contacto y hablar con Tonga, la peculiar voz que susurra las siete canciones de ese último casette que se pasa volando en poco más de 20 minutos encantadores. Charlamos del disco que ya empezaron a concebir, de cómo funciona la composición dentro del grupo, el innegable influjo de cierto pop británico (en particular, Belle and Sebastian) y la insólita denuncia de una compañía discográfica que dio origen al nombre de su único álbum a la fecha.

LA REDENCIÓN DEL CASETE

Empecemos por el final. El último casette del parque ya tiene casi dos años, ¿están en el proceso de armado de un nuevo disco?
Sí, estamos preparándonos para grabar dentro de un par de meses. El fin de semana pasado nos fuimos con los instrumentos y equipos a la casa de un amigo en Villa Domínico, estuvimos sábado y domingo ahí en su cuarto grabando los demos. Las canciones ya las tenemos y los arreglos están casi todos, ahora más que nada estamos buscando el sonido que queremos para cada tema.
Después del recital de hoy vamos a dejar de tocar por unos meses para poder terminar de armarlo, grabarlo, mezclarlo y todo eso.

El debut parece perseguir un concepto ligado a la niñez/adolescencia. ¿Ese costado conceptual en las letras es algo que intentarán repetir o sucedió un poco de casualidad?
No me había dado cuenta de lo que me decís,  pero nos lo han dicho varias veces, puede que suceda por el nombre de la banda, por la forma de cantar y porque el disco arranca con “La feria”, que es una canción que nació un poco inspirada en “El oficio de ser mamá” de Macaferri & Asociados.

Digamos que fue casual, entonces.
En realidad, salvo el nombre del disco, el resto sucedió todo por azar, elegimos las canciones que más nos gustaban en ese momento.  Pero sí, en el próximo disco queremos repetir el método y que el azar disponga. Nosotros vamos a estar de acuerdo con él.

¿Es cierta la anécdota de que te denunció una compañía por vender grabaciones de shows en vivo en el Parque Rivadavia (y de ahí viene lo de “el último casette...”)?
Es cierta, sí. Grababa los recitales y los casetes los vendía los domingos en la feria de música del Parque. Con esa plata iba a ver bandas y me compraba discos, lo hice de los 17 a los 23 años, que fue cuando una multinacional me denunció.

¿Cómo te llegó la denuncia?
Mandaron un allanamiento policial a mi casa y justo mi tía entró al edificio mientras buscaban testigos en la puerta, así que se enteró y nos avisó por el portero eléctrico (risas). Cuando entraron revisaron todo, vaciaron los placares y dieron vuelta los colchones buscando las grabaciones. No las encontraron porque mientras ellos subían por el ascensor, con mi hermano las llevábamos por la escalera a lo de mi tía que vivía dos pisos más abajo (más risas).
Igualmente agarraron catorce CDs copiados que había entre los discos de mi hermana y armaron la causa. Me hicieron ir a declarar varias veces a Tribunales, una ronda de reconocimiento y un juicio oral. Todo muy absurdo. Me declararon culpable y me dieron la probation, una libertad condicional por un año con asistente social todos los meses, tenía que ir y convencerla a la señora de que no iba a volver a delinquir (risas). De ahí viene lo de El último casette del parque.

Increíble. ¿Planean editar nuevamente en ese formato, o aquella vez la idea de editar en casete vino ligada sólo al nombre del disco? ¿Son fetichistas?
No planeamos editarlo en casete. En realidad, del primer disco sólo hicimos trece casetes para regalar a algunos amigos, los regrabamos arriba de algunos que me habían sobrado del parque. La confusión viene por el nombre del disco, pero en realidad lo editamos en CD y también puede bajarse gratis en el Bandcamp.

Ahora muchos grupos están volviendo a editar en casete y también en vinilo. ¿Les interesa esa posibilidad o es inviable por los costos?
Nos encantaría editar los discos en vinilo porque nos gusta como suena y quisiéramos tener las tapas grandotas, pero sale muy caro y no se puede.



CON QUIÉN TOCAR, CON QUIÉN ESCRIBIR

Quizá sea una visión equivocada, pero pareciera que en el under argentino predominan bandas más cercanas a lo noise que al sonido que ustedes proponen. ¿Lo sienten así, les cuesta encontrar bandas para armar fechas?
También pienso que predominan más esas bandas, algunas nos gustan y otras no, pero lo mismo nos pasa con las que tienen un sonido más acústico o folk, creo que eso no depende tanto de la forma sino más bien de la esencia. A nosotros nos gusta lo que nos da escalofríos. Pero igual no nos cuesta encontrar bandas para compartir fechas, si las armamos nosotros tratamos de tocar con bandas con las que nos sentimos cómodos por alguna razón.

¿Cómo llevás la composición a la banda? Porque componer para un septeto te obliga a pensar de otra manera el lugar de los instrumentos en una canción. En algunas notas contaste que las canciones del disco debut fueron saliendo a la vez que el grupo se armaba...
Y... a mí las canciones me salen tocando acordes con la acústica y cantando arriba, dejo que salga solo, sin pensar, como la escritura automática pero con melodías, palabras, algunos papa papas y turu turus. Si encuentro algo que me gusta lo sigo hasta que se hace una canción y lo que llevo a la banda es eso, se las canto con la guitarra.

Pero hoy que la formación ya está afianzada, ¿el proceso de composición es el mismo o se piensa desde antes el espacio para cada uno?
Para armar el disco que estamos por grabar nos estuvimos juntando bastante fuera de la sala con Franchi (el guitarrista) y Fede (el baterista), Franchi es quien hace la mayoría de los arreglos, sobre todo las orquestaciones o partes melódicas y Fede tiene el ritmo en la sangre, mucha musicalidad y una cabeza muy curiosa. Entre los tres nos complementamos muy bien. Después los temas los terminamos en la sala tocando todos juntos y vamos cambiándolos mucho hasta que todos sonreímos. Así que cada uno aporta algo, siempre.

Una de sus bandas favoritas es Belle and Sebastian. En unos meses van a estar tocando en Argentina, ¿qué darían por ser la banda invitada?
Nos gusta mucho Belle and Sebastian, sí. Sobre todo sus primeros 4 discos y los EPs de esa época. A ellos podríamos darles abrazos y cariños. A los que organizan el recital plata no les podemos dar porque no tenemos, no sé, ¿Dejamos que se queden con toda la plata de Sadaic? (Risas). ¿Sabés con quién tendríamos que hablar? ¡Yo igual con que no pongan de nuevo a abrir al exbaterista de Catupecu Machu estoy conforme, eh! (Risas finales).


*Hoy jueves 6 de agosto a las 22 horas, Niños Envueltos se presenta junto a Franny Glass (Uruguay) en Club Cultural Matienzo (Pringles 1249, CABA). Entrada: $50.

Para ver: Las Margaritas del Chancho

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Mientras finiquito detalles de dos entrevistas que tendrán lugar en este blog -una con el grupo Ciruelo, la otra con Jorge Pistocchi, fundador, entre tantísimas otras cosas, de la revista más importante en la historia de la cultura rock en nuestro país, Expreso Imaginario- concreto esta recomendación que me debía hace unos cuantos meses. Para ser más precisos, desde la charla interminable con Palo Pandolfo.

Se trata de un interesante, divertido y ¿pedagógico? proyecto 2.0 del blog Chancho Piluqui, comandado por Javier Stickel, donde a través de una serie de videos se documenta cómo Javier descubrió a sus grupos y solistas de rock y aledaños favoritos. El emprendimiento lleva el nombre Las Margaritas del Chanchoy un subtítulo que define con pericia lo que se ve: "un recorrido espacio-temporal subjetivo a través de las huellas que han dejado las músicas en mí".

Las Margaritas del Chancho retrata a la perfección aquella época no muy lejana -aunque hoy la velocidad se mida en microsegundos-, cuando conseguir un disco era buscar con desesperación en todas las disquerías de la ciudad, donde la información no abundaba y conocer la historia de un grupo llevaba lo que conseguir su discografía completa y leer/escuchar varias entrevistas, en tanto que las "nuevas" músicas podían conocerse a través de algunos canales de televisión (¿se acuerdan? Había algunos muy buenos como Solo Tango o Music Country, espacios que Javier referencia y reverencia; no hablamos de MTV). Visto desde la actualidad de Spotifies, Bandcamps, YouTubes, Wikipedias y torrents, resulta entrañable. (Aunque la máxima que asegura que en internet está todo es falsa de toda falsedad).

La selección de grupos y solistas, además, parece tener poco de antojadiza: el mencionado Pandolfo, Pequeña Orquesta Reincidentes, Nick Cave, Regina Spektor, Gabo Ferro, Morphine e inclusive algún que otro artista que hasta estos videos (me ruborizo) ignoraba, como Loción Migré y Jorge Lazaroff (por cierto, estoy en campaña para conseguir los discos del cantautor uruguayo). Música popular en el borde.

Este es el canal donde pueden ver todos los videos. No se los pierdan.

Ciruelo: para las almas sensibles

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Hará tres años, leí a Andrea Alvarez -presumo que en Facebook- elogiando a un grupo que había visto en la calle. Llegó a la casa emocionada y escribió que son buenísimos, que tocan muy bien, que las canciones son hermosas, qué lástima que no me podía quedar mirándolos, o algo así. Al poco tiempo pasó algo similar con mis amigos Maxi Diomedi y Oscar Cuervo: palabras bondadosas, los mismos destinatarios. En ese preciso momento, busqué y encontré El año de la cosa, hasta entonces su único disco.

El año pasado completaron su breve discografía con El vientre de la ballena, y ahí paré la oreja de forma definitiva. La banda, ya lo dice el título de esta nota, es Ciruelo. Un trío -Manuel Eguía en voz y guitarra, Tiago Vega en bajo y Toto Ciccone en batería- que pule sus canciones hasta sacarles el mayor brillo posible, mientras hace equilibrio entre sutileza y distorsión. Melodistas y minuciosos, versátiles pero no inaccesibles: es difícil no rendirse ante sus encantos.

Por eso nos debíamos una charla con ellos, y fue Manuel quien se encargó de despejar algunas dudas respecto de los dos discos que editaron a la fecha, su trabajo como acompañantes del uruguayo Alejandro Balbis, las bandas con que sienten una afinidad spinetteana y el futuro inmediato del grupo, que incluye una presentación en horas en el Club Cultural Matienzo. Esto hablamos:

EL ARTE DE HACER DISCOS

Para El año de la cosa grabaron todos juntos en el estudio y El vientre de la ballena se grabó en partes. Ya pasado un tiempo considerable de la salida del disco, ¿cuál de los dos métodos prefieren? ¿Sienten que el resultado final fue muy distinto según el procedimiento?
Sin dudas fue diferente el resultado. En el primero teníamos esa energía que hizo que elijamos registrar las cosas que sucedían cuando tocábamos juntos. El otro fue pensado más en frío, con más conciencia de la canción que del toque únicamente. De hecho previamente lo maqueteamos por completo antes de entrar al entrar al estudio. Fue más concienzudo. No te puedo decir cuál prefiero más, porque eso tiene que ver con el momento en que lo decidís y lo hacés. Con la sintonía del momento.

O sea que también sería difícil saber en qué plan puede ir un próximo disco...
Hoy acá, pensando en esto, sólo te puedo decir que un tercer disco lo grabaría en vivo y con una superbanda, que sé yo ...

Otro cambio que hubo entre un disco y otro fue el de formación. ¿Cuánto mutó la composición de las canciones con el agregado de los teclados? ¿Tuvo relación directa con la forma de grabar ambos discos o sólo con la búsqueda de otro sonido global?
Se va planteando la idea de cambiar, de probar otras cosas, para eso estamos. Ya habíamos grabado un disco en trío y en vivo, con esa cosa cruda y directa. Evidentemente al componer contando con un teclado relajás una parte importante que no pesa sobre la viola, sobre toda la banda te diría, pero es más evidente en la guitarra ese factor de complemento. Y esto pasa a la hora de componer, de arreglar y de grabar.

¿Y son de componer mucho o todo sale cuando el álbum se proyecta a consciencia y con un plazo?
En los dos casos fue diferente el tema de la composición, por varios motivos. En El año de la cosa juntamos composiciones mías que venía arrastrando de años y unas pocas que hice para la banda. En El vientre... pasó que la gran mayoría de los temas se hizo para el disco y en ese proceso cruzamos material con Tiago, es decir yo traía una música y él le ponía una letra o él me tarareaba un pedazo de música y yo la terminaba y le metía letra. Hay varios temas en ese plan y alguno que quedó afuera del primer disco también. Para lo que viene veo algo más en el plan del último disco, pero todavía hay muy poco.

ESTUDIAR, ACOMPAÑAR, TOCAR

¿Qué estudios musicales tienen? En el rock a veces hay un prejuicio bastante estúpido para con el que “toca bien” o sabe leer partituras, como si estuviera mal. ¿Ustedes son autodidactas o tuvieron algún tipo de formación académica?
Tuvimos de las dos cosas, un poco y un poco. Pasamos por conservatorios de música popular y mucho por profes particulares. Pero nuestra formación tiene más que ver con la calle, en el sentido musical obviamente. Con escuchar discos todo el tiempo, con tocar con gente diferente, solos en el cuarto arriba de discos que nos mataban, y entre nosotros mucho. Yo creo que ahí está la papa. Lo otro es importante, pero como dice un amigo “en la academia podés aprender todo menos lo importante”.

Son músicos versátiles, se nota que pueden tocar mucho. A la vez, pareciera que tratan de dejar en cada canción lo mínimo indispensable. ¿Es tan así? ¿Cuánto les cuesta “sacar”? 
No creo que podamos tocar mucho como vos decís, tal vez exista una versatilidad en el sentido de géneros y estilos de toque, pero no tanto en virtuosismo del instrumento si es que a eso te referís.

A eso iba, a esa versatilidad. ¿Y les cuesta ese trabajo de limpiar?
No es que cueste sacar. A la hora de vestirla lo que hay que aprender es a ver la canción vacía, despojada… Eso es lo más difícil.

¿Cuál de todas las ventajas de tocar con el uruguayo Alejandro Balbis -Tiago y Manuel forman parte de su grupo- les gustaría tener con la banda? ¿La tranquilidad de no tener que pagarse el disco ustedes? ¿Tocar en escenarios con otra infraestructura? 
Sin dudas que todo lo que enumerás es preferible. Tocar con Balbis es un placer, tocamos canciones que nos gustan con gente amiga y que se toma las cosas muy en serio, la pasamos realmente bien... ¡y ganamos guita! (Risas).

En alguna entrevista han contado que tocar para las audiencias de Balbis, más numerosas, les hizo perder el nerviosismo antes de tocar. En la música de Ciruelo, ¿cuánto influye el trabajo que hacen con él?
Influye en nuestro laburo en el momento en que ves como se hacen las cosas desde otro lugar, con una perspectiva profesional. También a la hora de arreglar, nos sirve pasar por ese proceso con canciones ajenas, digamos, se ve desde otro lugar esa instancia, con otro filtro. Con menos ego, al menos para mí y eso siempre suma.

Es inevitable preguntarles por Spinetta, por el influjo que tiene su música en la de ustedes y porque suelen homenajearlo en vivo. ¿En qué otros grupos actuales notan esa afinidad por el rock argentino “de autor”, ligado a la tradición Spinetta/García, que en ustedes se sienten como dos faros?
Martin Reznik y La Filarmónica Cósmica ChauCoco! son ejemplos que se me vienen a la cabeza ahora. Sin embargo, Spinetta  y Charly dejaron algo tan grande que me parece imposible pensar siquiera una influencia directa en la música de nadie...

¿Preparan algo especial para el show del sábado en el Matienzo?
Dado que tengo una mano fracturada, tuvimos que acomodarnos a esa situación. Vamos a tocar en formato superbanda, no sólo por lo de mi mano sino por unas ganas que teníamos desde antes. Batería, bajo, guitarra, teclados, coros... una bomba. A la estructura habitual de Tiago en bajo y Toto en batería se suman Lionel Padrevecci en teclados y guitarra acústica, Sebastián Baró en guitarra eléctrica, Juliana Manoukian -que abre el show- en teclados y Sofía Castellano en coros. Yo voy a poner mi voz nada más. Respecto de la lista solo te adelanto que vamos a tocar El vientre de la ballena entero y en orden y casi todo el otro disco más alguna versión.













*Ciruelo despide El Vientre de la ballena el sábado 12 de septiembre en el C.C. Matienzo (Pringles 1249, CABA). Entradas anticipadas: $50. En puerta: $70.

Jorge Pistocchi: Rebelde me llama la gente

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Esta nota espera su publicación hace meses, como si hubiera necesitado cocerse a fuego lento. Para que se den una idea, todo empezó allá por marzo cuando un amigo me avisó que Jorge Pistocchi, el creador de la revista de cultura rock más importante que hubo en nuestro país, había vuelto a las andadas. Una amiga de él -de mi amigo- fue la conexión, ya que acompaña a Jorge en su nuevo emprendimiento, bendecido por el mismo nombre de aquella revista clave: Expreso Imaginario. El contacto se hizo rápido, tanto que el encuentro con Pistocchi fue en abril.

En el medio, en este blog se sucedieron otros pendientes y el extenso y tremendo diálogo en el hoy Centro Cultural Expreso Imaginario quedó relegado. A Jorge también le pasaron cosas: estuvo un tiempo internado, con algunas nanas que por suerte se van de a poco. No era conveniente que la nota saliera en ese momento y se ensanchó la espera; tampoco había necesidad de apurarse, igual.

Ahora sí es momento de publicar nuestro encuentro con Jorge, sucedido en el barrio de La Boca, ahí donde el nuevo Expreso Imaginario y su radio hallaron espacio en un caserón-conventillo (el proyecto comunitario toma forma de a poco, mientras la radio puebla su programación). Pistocchi se largó a hablar casi como hiciera Palo Pandolfo también por esos días y para este espacio: con tipos charladores y que la vivieron se hace fácil, y Jorge sí que las pasó todas. Por eso, nuestra charla fue muy rockera pero movió otras fichas, no hablamos (casi) nada de todas sus experiencias como fundador de un puñado de revistas de rock y sí de cómo llevó la imaginación del Expreso a la acción, en diversas actividades comunitarias que nos traen hasta esta mutación de su creación más emblemática. En el medio se encontrarán con una historia de lucha que suele soslayarse en sus entrevistas y en nuestra charla se tornó eje.

Se va la primera parte, pero esto no termina aquí: dos horas de charla intensiva y llena de anécdotas no quedarán en este único post... Hay mucho por contar.

A LA BOCA POR LA PATERNAL

Empecemos por el final. ¿Cómo llegaste acá, a La Boca? ¿Y por qué se te ocurrió reformular Expreso Imaginario como centro cultural?
Cómo llegué a La Boca es una larga historia que si querés te la cuento. Me tendría que remontar al fin de las revistas. Yo durante los ’70 saqué varias publicaciones. Empecé escribiendo en la revista Pelo, saqué Mordisco en el ’73, ’74; después en el ’76, Expreso Imaginario, en el ’80 Zaff!! y en el ’81 Pan Caliente, que fue la última revista que saqué. Hicimos un festival muy grande, son todas cosas que seguro las sabés mejor que yo [es historia conocida la única participación de los Redondos en un festival].
Posteriormente, armé con otra gente una especie de comunidad, medio parecido a esto, pero con mucha más gente tal vez, en una casa muy grande que alquilamos. Fue un proyecto distinto, queríamos hacer una editorial pero terminó en otra cosa. Eso fue en La Paternal, un lugar que hicimos en el ’84 que se llamó Centro Cósmico La Paternal y duró hasta el ’90. Era una casa muy grande que habían alquilado unos amigos míos, y donde me propusieron hacer una revista. Yo había quedado con una materia pendiente, después de los muchos problemas que tuve con las publicaciones que saqué, que me robaron los títulos del Expreso Imaginario, etcétera, etcétera, y quería seguir haciendo una publicación.

¿Era un lugar grande?
Sí, una casa más o menos parecida a ésta, pero con muchas más habitaciones, un patio gigantesco, galpones. Cuando nos quisimos acordar, a las pocas semanas se nos coló todo el mundo y entonces al final dijimos “organicémonos comunitariamente, una redacción acá va a ser imposible” (se ríe). Y fue una experiencia muy linda porque lo hicimos, nos organizamos, había muchos chicos entre los míos y los de los amigos, como diez. Y armamos una cooperativa de trabajo, pintábamos paredes, hacíamos trabajos diversos, con lo que más o menos cada uno sabía. Decoraciones, lo que viniera. Teníamos una caja en común -que acá la tenemos también- y con eso pasamos seis años con varios... (Recuerda y se ríe) con varios incidentes, algunos de cierta gravedad. Se generó un ambiente muy heterogéneo, entonces pasamos de hippies de El Bolsón a muchos heavy metals.

Estaban todas las tribus ahí. 
Todas, sí. Venían los V8 en un principio, que después, en esa casa, se transformaron en Hermética. Hacíamos unos asados muy grandes a los que venía la gente más diversa que se te pueda ocurrir: gente muy lumpen, muy marginal, y por ahí intelectuales y hippies. Pero convivían todos. Te cuento más o menos cómo llegué acá a La Boca, viste...
























Está bien, contá todo lo que haga falta, tenemos tiempo.
Y esa experiencia fue fantástica, armamos una cooperativa de alimentos, una cooperativa de trabajo, también se hicieron las primeras reuniones de estudios orgánicos, que después tuvieron gran desarrollo pero ahí nacieron, las primeras reuniones se hicieron en mi casa. Y hacíamos cosas para los chicos, era una experiencia muy intensa, porque cosas que habíamos incorporado teóricamente a través de las publicaciones... Eso de que nos interesaran los temas comunitarios no influía en la práctica, en nuestras vidas. Y acá sí. Ya te digo, era un grupo muy numeroso de gente, muchos chicos de los que nos teníamos que hacer cargo. Había chicos que eran bravísimos (risas). Se hacían conciertos, venían bandas heavy a tocar.

¿Y qué pasaba cuando iban las bandas de heavy? Porque había todo un cruce ahí.
No, había una convivencia porque cada uno tenía algo que aportar a los otros, y aparte yo ya venía con mucha curtición de antes, así que estaba todo bien.

Lo pienso porque los temas del primer disco de V8 eran “basta del morral”.
Sí, claro, pero digamos que había un lugar que yo les rescataba porque también había todo un movimiento que se había ablandado a mi entender. Quiero decir, que ya era una pose, el pelo largo ya estaba asumido, era todo medio decadentón, reiteraban todas las formas burguesas dentro de la música. Entonces, te cuento exactamente qué pasó. Yo conocí a unos pibes que hacían rock pesado en los ’60, ’70, y un día se apareció Carlitos Cohen, que fue batero de Pappo, estuvo en La Máquina, con toda la cuestión del heavy metal. Y Palito, que era un firestone, que eran como las barrabravas del rock, les decían los firestones, usaban pantalones chupines y eran terribles, terribles...

¿No eran una especie de versión previa de lo que después fueron los stones o rollingas?
Eran fanáticos stones, eran pesados y eran plomos de casi todos los grupos. Porque aparte había que ser plomo de un grupo en esos momentos... eran medio guardaespaldas, bravísimos. He visto a uno pelearse contra más de diez y se la rebancaban, ¿eh? En una villa, me encontré caminando por Rivadavia con Pajarito Zaguri y me dijo que tocaba, que lo acompañara. Y era en una villa en la loma del orto (risas).

Era un show sorpresa, para vos (risas).
Fuimos, con este pibe Palito y otro que se llamaba Comanche como plomos. Y en la villa le empezaron a gritar “puto” a este pibe, porque tenía el pelo largo, se vinieron como diez. No se le podían ni arrimar. La cuestión es que con este pibe Carlos apareció en la casa Palito, hasta entonces el lugar era más bien de hippies, intelectuales. Los fines de semana había muchos chicos y él tenía una cuestión muy especial con los nenes, era como el superhéroe de ellos (y era pesado de verdad). Un día nos peleamos porque vino medio zarpado, entonces él se quedó medio mal porque me apreciaba, y vino otro día y me dejó una nota: “quiero festejar mi cumpleaños con mi familia y amigos”. Le dije que sí... y los amigos eran V8. Ahí lo conocí a Ricardo [Iorio, claro] y a los demás, me cayeron muy bien y fui a ver un show por San Telmo y (se ríe) me impresionó lo que pasaba, era una energía tremenda. Lo sentí como una fuerza que se había perdido en la música porque al principio, en los sesenta, llevar el pelo largo o hacer música no era fácil, te rechazaba todo el mundo. Viene al caso otra anécdota de Palito que siempre cuento. Una vez, charlando, me pregunta “¿sabés por qué se puede usar el pelo largo en Argentina?”. Le digo que no sé, que supongo que empezamos a evolucionar. Y me dice “gracias a nosotros”. Y yo le retruco, ¿por qué gracias a ustedes? Porque era cierto que antes era difícil, no sólo por la policía, la gente te agredía también, te decían “eh, puto”.

Hasta que ellos empezaron a fajar a todos.
No, lo que hacían era lo siguiente: cuando pasaban los camiones, los carros de basura, que eran los más heavys, estos se les subían al pescante y les ponían una navaja en el cuello y les decían “qué te pasa?”. Entonces, según él, se empezó a correr la bola del “no jodas a los de pelo largo” (carcajadas).
Pero lo interesante del rock and roll es que reunió grupos socialmente muy diversos, porque estaba desde Tanguito y Miguel Abuelo que venían de la villa hasta Miguel Cantilo, que venía de la alta sociedad.

Y se terminó yendo a vivir a El Bolsón, después.
Claro, lo que quiero decir es que todos de alguna manera eran marginados de sus clases sociales, por eso encontrabas de todo y esa diversidad era muy rica. Después cuando se asimiló, y sobre todo después de la guerra de Malvinas, que todo el mundo quería tener una banda de rock, había una aceptación, tus viejos te compraban instrumentos para ver si la pegabas, cuando antes todo el mundo te rechazaba... Ahí se ablandó. Los músicos de éxito empezaron a tener guita, sus coches, su casa-quinta, entonces quedó muy poca gente dentro de lo que podríamos decir una resistencia cultural. Y estos pibes realmente lo eran. Por supuesto que la gente que los bancaba, también. Pero tenías que ser de verdad, no podías ir con mucho verso.
En fin, después hubo algunos problemas con la casa, como te decía antes, y medio que se nos pudrió el lugar. Todo esto tiene que ver con mi venida a La Boca, ¿eh? Porque si no, no se entiende. Se fue encadenando toda una cuestión muy increíble, porque después de todo el lío nosotros queríamos seguir pero no nos quisieron renovar el contrato... Entre la gente que paraba ahí estaba un flaco con mucha plata, Joaquín Amat, un tipo multimillonario en ese momento, que era una especie de loco de la familia. Era arquitecto, hicimos muchas cosas juntos porque venía a filmarnos, armamos varias obras en el Centro Cultural Recoleta, como La Revancha de América, que fue muy interesante (creo que fue ya para el ’92). Y cuando me quedé sin lugar donde vivir, él tenía muchos problemas con la familia y nos había pasado algo muy interesante que si querés te lo cuento, que tiene que ver con el metal...
























AMAT: LUCHANDO POR EL METAL

Vos contá todo.
Es una experiencia muy increíble. El padre de él tenía una de las fábricas textiles más grandes de acá. Una fábrica de nueve hectáreas, inmensa, trabajaban mil obreros y fabricaban 700 mil metros de tela mensuales. ¡Desplegabas las sábanas mes por mes y llegabas a Córdoba!
Nosotros teníamos un taller con herramientas, soldaduras, y hacíamos trabajos para afuera, con eso nos manteníamos. Y él viene un día y nos dice “en la fábrica tenemos un tallercito, tiene herramientas...”. Le preguntamos qué tenía y nos dijo que tenía de todo, tornos, balancines, máquinas de serigrafía para estampar las sábanas... La fábrica quedaba en Monte Grande, le dije si me llevaba y me dijo que sí. Resultó que el tallercito tenía una manzana. Yo había ido al colegio industrial así que algo sabía, y era un lugar alucinante. Cuando vuelvo al Centro Cósmico, Ricardo, que era muy fierrero... Y tenía mucha capacidad organizativa, era un tipo que tenía del viejo esa cosa heavy pero de verdad, porque el viejo era capo del Mercado del Abasto, que es un lugar pesado. El viejo era muy duro y Ricardo era terrible, se peleaba con él y le tiraba piedras al padre, un tano de esos calabreses, tremendos. Entonces le digo, “che, sabés que apareció un lugar impresionante, con una maquinaria fantástica y donde se puede hacer de todo”. Porque el muchacho este, Joaquín, me dijo que podía usar todo siempre que fuera el resto del día que en la fábrica no se trabajaba.

¿Y volviste con Ricardo?
Claro. Y cuando caímos en el taller, con toda una banda heavy metal, los obreros nos vieron llegar y no lo podían creer (risas). Porque entramos pisando firme, vieron que íbamos sin mameluco y todo el mundo empezó a ir sin mameluco.

¡Rebelaron a todos!
Sí, incluso nos empezamos a hacer muy amigos de la gente y teníamos proyectos de hacer una especie de centro cultural ahí, teníamos muy buenas ideas porque Ricardo es un tipo muy activo. Empezamos a ir, comíamos con los obreros, la pasábamos bien, y Ricardo empezó a recuperar los espacios ociosos, porque eso era una manzana que tenía muchas casas como ésta, abandonadas. Ya de la dirección, cuando empezaron a ver que llegábamos nosotros todos los días se pusieron del tomate. Y nos mandaban gente para espantarnos, nos tiraban cualquiera, decían que robábamos y era mentira. No sabían qué hacer para rajarnos.

¿Y el viejo de Joaquín no hacía nada?
Mandaba la gente pero los tipos eran unos tarados, viste. Y nosotros éramos muchos más, Ricardo tenía a todas las bandas de Lavallol, teníamos más fuerza que ellos, como ejército éramos mucho más poderoso nosotros (risas). Un día, apareció una habitación llena de telas, en perfecto estado pero cubierta de polillas y demás. Entonces le dijimos a Joaquín, “che, ¿con esto qué hacemos?” y nos dijo “úsenla ustedes”. Empezamos a juntar la tela para llevárnosla pero los de la fábrica avisaron, se corrió la bola. Y nos mandaron a un ingeniero que era como el pesado de todos ellos, hijo de un comisario. Estaba Ricardo solo, y el tipo va con cinco muchachos que eran todos amigos nuestros, pero los lleva y dice que las telas tenían que ir para la fábrica. Y Ricardo le dice: “mirá, loco, esto nos lo regaló Joaquín Amat, y el otro “qué Joaquín Amat ni Joaquín Amat, esto lo llevamos allá”. Y Ricardo le dijo “mirá loco, acá estamos por amigos de Joaquín, no por ortibas como vos”; el tipo se puso verde porque era como un pesado, entonces lo provocó y le tiró “acá no te vengas a hacer el loco porque sabés lo que hacemos...” y Ricardo le clavó un dedo en el pecho y le dijo “yo a vos... yo a vos te voy a liquidar” (risas). Y se lo decía en serio, ¿eh?
A Joaquín se le armó toda una situación densa, entonces... Te cuento esto porque en el ’90 me quedé sin lugar donde vivir, entonces él me dijo “venite que tengo un lugar desocupado en esta fábrica”. Que ya me tenían, ¡era como Freddy Krueger para ellos!

¡Y encima te llevaba a vivir!
Fui con mi mujer, con mi pareja, y dos hijos míos que tenía de antes. Termotanque alucinante, baño perfecto, él me adaptó una casa de esas tipo chorizo, viejas, pero muy linda, con galería cubierta. Ahí estaba perfecto. Cuando los tipos me vieron llegar de vuelta y a vivir ahí, se querían cortar las venas, no lo podían creer. Entonces empezaron a ver cómo rajarme. Una noche me cayeron cinco tipos de seguridad de la fábrica. A las cuatro de la mañana me mandaron la patota, abrieron el portón y se encuentran a uno de mis hijos que era renoctámbulo, jugando solo a esa hora (risas). Se encontraron con eso cuando venían a patotearme, y yo salí en calzoncillos y les dije “señores, ¿qué desean? ¿Ustedes son de portería?”.“No, nosotros somos de otra división”. “Ah, bueno, buenas noches”, y les cerré el portón en la cara (risas). Y al otro día fui yo mismo a la fábrica y lo enganché al tipo que nos los había mandado, me dijeron quién era, pero él me dijo que no había sido. Ahí me quedé durante seis años y con los obreros armamos una cosa muy linda, hicimos una cooperativa de alimentos. Ellos tenían una efectividad fantástica porque eran laburantes, a las seis de la mañana arrancaban.

Había todo un movimiento organizado, digamos.
Sí, fue un lujo la cooperativa de alimentos que hicimos. Y ya tenía toda la experiencia del Centro Cósmico, además. Incluso hicimos cosas muy grandes como invernaderos, tenía tipos brillantes que sabían hacer de todo, eran artesanos formidables, muy inteligentes e ingeniosos. Tipos que podían soldar en cualquier metal. Y se reembalaron, hubo un par que fueron directamente al INTA y diseñaron un sistema tan impresionante que le ganó después licitaciones a Israel, que eran los más capos en el tema. Esto siguió hasta el ’95, que la fábrica quebró y yo me quedé viviendo solo ahí.

¿Quedó ese cementerio gigante ahí y vos ahí, libre?
Libre pero con faja de clausura y que me iban a rajar en cualquier momento. Joaquín estaba destruido porque había pasado de ser millonario a la miseria absoluta. No era gente de comercio, eran industriales, buena gente. El padre era un catalán muy inteligente, porque tenías que llevar adelante eso... se tomaba una botella de whisky por día, el viejo, pero manejaba todo.
Toda la familia se las tomó, y él arrastraba los pies. Yo le dije “loco, este es el momento de resistir”. Visto desde la provincia era muy terrible porque lo que estaba pasando en poco tiempo dejó afuera al 50 por ciento de la industria argentina, entonces quedaron millones de personas en la calle, sin servicios sociales, sin nada.

Aparte me imagino que en Monte Grande la gente de los alrededores trabajaba ahí.
Era toda una zona industrial que murió de golpe. Realmente me dolía por la gente, más que por mí, yo no tenía problemas porque soy un superviviente, me tirás en cualquier lado y sobrevivo, pero los que habían laburado toda su vida y se levantaban a las cinco de la mañana para ir a trabajar... esos tipos quedaron en pelotas. Muchos se morían de infartos, otros se suicidaban. En la ciudad había una pasividad total ante lo que pasaba, acá venías y era todo una nube de pedos con la plata dulce. Yo pensaba “están destruyendo al país”, en la provincia era una guerra; entonces mandé a mi familia, a mis hijos, con los abuelos. Y dije “yo de acá no me voy”, que me vengan a buscar por la fuerza, si me puedo resistir, voy a resistir. Porque era indignante lo que pasaba, lo digo yo que nunca trabajé para un patrón: ahí te dabas cuenta que si había un sistema que no funcionaba, la gente se iba a la mierda.


*Nos avisan los chicos de la Radio Expreso Imaginario que este sábado hay actividades: se celebra la primavera en el Expreso -Olavarría 664, La Boca- con música en vivo, exposición artística, proyección de cortos en el marco del Festival de Cine Under -que se estará desarrollando todo el fin de semana en distintas sedes del barrio- y, por supuesto, radio en vivo.
Más información en Facebook y en el sitio oficial de Expreso Imaginario.

[Fotos, gentileza de Sofia Oillataguerre]

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Hoy Jorge pasó a vivir en toda la realidad que su cuerpo deja atrás. Sigue construyendo desde el corazón de todos los que amándolo tengan el coraje y la alegría de amar la vida como él.

***

A mi amigo Jorge.
Extraordinariamente la capacidad de sobrevivencia de la especie humana nos muestra cuán indescifrable puede ser el final de una vida. Solo esta misma encapsulada en energía agotable pero transformadora, puede hacer que aquello que pensamos se nos escapa, se quede, o vuelva luego de algún viaje en forma de sensaciones y emoción.
Jamas daría por terminada la lucha quijotesca de mi amigo Jorge Pistocchi. No precisa más que una mueca de su picardía o una mirada sonriente para poner límite a lo que decimos.

Hay algo allí de misterio dentro de su intensa racionalidad, que nos juzga siempre. Jorge se nombra a sí mismo como un espíritu rebelde, desde aquella patada a quien lo cuidaba en un conventillo hasta la terquedad noble de sus principios. Desde chico no se cansó de vivir tratando que eso valga la pena. Y así lo fue, el viernes estuvimos charlando como casi siempre de historias, filosofía y actitudes y fueron éstas que tomaron nuestras palabras y formaron los relatos, nosotros sólo escuchábamos.
Querido Jorge, no existe más que el día a día y en el hoy sos la misma totalidad de espíritu que la del pibe que caminaba por la Plaza de Mayo en aquel 1945.
No hay final posible, la transformación es y será combustible de algún Expreso imaginario, en el que siempre estarás conduciendo.
A disfrutar la vida TODA, ella es, ahora y para siempre, tuya
Chau amigo.

Ambos textos publicados hoy en la página de Facebook del Expreso Imaginario (el segundo no tiene firma). Hasta siempre, Jorge, gracias por todo (y por ese rato).

Gonzalo Gamallo, compañero y guerrero

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A esta altura de la vida, la tecnología e internet -y de este mismísimo blog, por qué no- da la sensación de que todos nos conocemos con todos. Al menos, eso parece suceder a la hora de charlar con músicos y allegados, descubrir que tenemos amigos e ideas en común y que todo está más cercano de lo que marca las propia distancia. Un caso que me sirve como ejemplo de esto es el de Gonzalo Gamallo, músico al que descubrí gracias a, precisamente, un amigo compartido. Gonzalo es fundador y el principal compositor de dos bandas que mueven la aguja y tensan el nervio de la escena porteña como pocas: La Joven Guarrior y Los Niños y los Locos.

Luego de llegar a los dos primeros discos de La Gloriosa JG por recomendación del amigo, el grupo editó Las invasiones inglesas, disco que recibí en mano de su propio prensa (en otro acto que fue obra de la pura casualidad: contacto, oferta, recepción y nuevamente encantamiento). Escribí unas líneas del disco entre los álbumes destacados del año 2013, fui a testear bondades en el vivo y quedé maravillado con esa multitud deforme: la de arriba y la de abajo del escenario. El teatro y la canción, la improvisación y la melodía, una verdadera fiesta sin venta de humo -o mejor, con la necesaria- y con mucho vuelo y gracia.

Pasó el tiempo y Facebook mediante, empecé a recibir mensajes en el chat de la red social a nombre de un tal Caja de Goma. Hablamos de música varias veces, sin saber demasiado quién era quién, hasta que un día, Caja me dijo yo soy El Pastor de La Joven Guarrior. ¡Ah!

¿Cómo se cierra el círculo? Con más música, por supuesto. A comienzos de este año me llegó la consulta, otra vez desde Caja de Goma: ¿querés escuchar el disco solista que hice? ¡Claro, mandamelo ya! Y me encontré ante el precioso y entonces inédito Paralelo, disco solista que Gonzalo Gamallo, El Pastor, terminó de cranear en el tiempo libre (mucho) del trabajo grupal en un crucero: fueron seis meses arriba de un barco. Lean la nota y sabrán los detalles, por supuesto. 

El tenor confesional, entre lo político y lo acústico del disco, mueve el piso desde el primer play. Canciones como “Lo que hubiera sucedido”, “Centenario” o “Vacaciones largas” no pasan el aire desapercibidas sino que paralizan, inquietan, brillan, susurran directo al oído. Hay pocas sensaciones más movilizadoras que la primera vez de una gran canción y de esas sobran en este disco. Por todo esto, después de tantas vueltas, era hora de una charla con Gamallo. Como suele suceder en este espacio, sin que el tiempo y los caracteres nos corran: con la excusa de Paralelo, uno de los discos más bellos que parirá 2015 por estas tierras (es insólito que aún no tenga su edición física) pero también, con la necesidad de hablar cara a cara con Gonzalo para... ¡comprobar que era de carne y hueso!

Ahora sí, nos conocemos todos.

PARALELO, PARA MÍ

¿A Paralelo lo pensaste como disco desde cero o son canciones que se te fueron apilando de distintos proyectos y llegado el momento dijiste “estas canciones van juntas”?
Un poco sí es así... es largo. La Guarrior nació como un proyecto paralelo, de hecho es un proyecto paralelo a Los Niños y los Locos, que es mi banda más antigua (tiene como once años ya). Se dio en un momento de saturación con el rock, viste... yo soy violero también, y venía con el mambo de que no quería hacer más solos de guitarra, estaba anti-rock. Eso sumado a un enamoramiento adolescente por la guitarra criolla, porque de pendejo toqué siempre con guitarra eléctrica y a partir de los dieciocho, cuando terminé el colegio, empecé a estudiar música más seriamente y me enamoré de la guitarra criolla. De chico escribía; empecé a hacer canciones, y todo eso que no entraba en Los Niños porque era una cosa de música más argentina o de canciones con criolla, inocentemente apareció La Guarrior. Empecé a juntarme con El Gasista y con los primeros guarriors...

¿Ustedes se dicen así, por los apodos que tienen en la banda?
Sí, sí, a algunos más que a otros. A mí me dicen más bien el Goma, los pibes no me dicen Pastor.

En Facebook estabas como Caja de Goma, ¡hablábamos y yo no sabía que vos eras vos!
Caja de goma era un blog que yo tenía; tardé en entrar a Facebook, no quería. Y después mi hermano me dijo “dejate de hinchar las bolas, necesito una mano con la banda, ayudame”, él me abrió la cuenta. Con el celular me pasó lo mismo... Y con Paralelo también me pasó un poco lo mismo: la banda tomó su propia vida, tiene sus propios tiempos y su burocracia, ya no soy el único que compone. Digamos, quedó un poco ajena a mis caprichos, a que yo traigo doce temas y hacemos el disco. Y por otro lado, tenía ganas de hacer una cosa intermedia entre lo que es la impronta acústica de La Guarrior y mi gusto por el rock eléctrico. Quería grabar algo distinto y caprichoso, hacerlo solo, como a mí me pareciera. Un disco solista, ¿no? Una serie de canciones que fueron quedando cajoneadas, tienen edades diferentes.

Son de distintas épocas, entonces.
Sí, hubo todo un... A ver, yo tengo unos discos como piratas, hechos solo, los tienen algunos amigos. Del primero de esos discos que yo grabé [ahora me da un poco de vergüenza cómo cantaba en ese momento y no los paso más, responde ante mi mangazo] muchos temas terminaron en Semana santa, el primer disco de La Guarrior. Y otra tanda de 10 o 12 temas de esos, algunos, cayeron en el segundo disco, La conquista del desierto. Otros quedaron y salen ahora. Ese grupo de canciones había quedado de un segundo disco pirata, que se llamaba algo así como La moto de soltero del Pastor, o El Pastor y su moto de soltero...

Ya estaba lo del Pastor.
Sí, El Pastor, El Gasista y El Pochoclero llegamos a tocar antes que La Guarrior, antes de llamarnos así. Después estaba El Vietnamita y éramos los cuatro, así nos llamábamos. Un día, jodiendo, salió La Joven Guarrior, empezó a quedar y quedó. Lo de los personajes ya viene de fábrica, a mí se me ocurrió que el cantante era el pastor. A los dieciocho años me pareció gracioso, a esa edad en la que uno está en contra de la iglesia, ¿viste? (Risas). Me parecía divertido y en un principio las canciones de Semana santa tenían cierta temática, me interesaba hablar de la publicidad, de la religión, era una obsesión. Y bueno, está ese grupo de canciones y otro tándem que compongo en el crucero, cuando me fui a laburar a un crucero seis meses. Con la mitad de La Guarrior tenemos una banda de laburo, de covers, y nos fuimos seis meses a trabajar a un crucero. En un momento de pobreza empezamos a tocar en el subte y toda esa locura que empezó ahí terminó en un crucero.

¿Cómo llegaron a lo del crucero?
Vimos una convocatoria en Alternativa Teatral y fuimos. Ganamos el casting, tocamos para los dos jetones de la empresa y quedamos. Cuando vimos a la banda que estaba antes, dijimos “bueno, ya está”, porque tocaban rebien y tenían una mina con unas tetas así (risas). Pero bueno, con los pibes tenemos algo...

Ustedes ya tenían toda la cosa teatral.
Sí, claro, esto fue con La Guarrior existiendo, mientras grabábamos el último disco. De hecho, apuramos la grabación de Las invasiones inglesas porque nos íbamos al crucero. Y bueno, laburar en un barco es tener mucho tiempo libre, mucho. Éramos la banda del bar, teníamos que tocar cumbia, rock, y el pasaje eran argentinos, o sea que los turistas eran todos de acá. Empezábamos a laburar a las once de la noche, todo el día estábamos sin nada que hacer... O dormías hasta las ocho, que a veces pasaba. En toda esa zozobra, me copé con una serie de canciones que tenía a medio hacer, porque a las canciones las dejo, no las apuro ni las termino rápido. Leí alguna vez una nota de Leonard Cohen donde decía que las letras son importantes y no hay que apurarlas.

Nada menos Leonard Cohen...
Sí, un monstruo. Y ese es el lugar que les doy, para mí son importantes y por eso no me apuro, las escribo todo el tiempo que las tenga que escribir. Un día encontrás una estrofa, al año siguiente otra, o llegás a grabar y decís “tal palabra no va”.

Pero ¿en el crucero te salieron algunas de las canciones que terminaron entrando en el disco, o ese fue el momento en que dijiste tengo que juntar estas canciones que están guardadas?
Me pasaron cosas personales antes de irme al viaje. Fuertes, perder seres queridos... tuve unos años de mierda, muy movilizadores para mal, así que ahí apareció por ejemplo “Lo que hubiera sucedido”, las canciones más sentidas. Esa, puntualmente, la terminé en el crucero. Era una canción que quería escribir, fue la primera vez en mi vida que me pasó que quería escribir una canción: sobre esta historia, sobre esta persona.

Es una historia real, entonces.
Sí, es el exmarido de mi mamá, que fue como... yo tengo a mi papá pero viví muchos años con él, El Negro había sido monto y las historias que te contaba eran increíbles. Después se murió en otras circunstancias, tristes y penosas, pero había algo ahí. A la vez, descubrí que poner un personaje en una canción te ayuda a decir cosas, digo: lo hacés decir cosas; no me había topado con esa situación, siempre era más en primera persona, esa cosa de la vida de uno. Con los personajes te podés poner en otro lado e incluso los ponés a decir barbaridades que quizá pensás y no las podés decir. Ojo, tampoco creo que sea casual que casi todos los temas estén en primera persona, es un material muy personal. Tiene una parte política de la cual era más cómodo hacerme cargo solo que pretender que los guarriors estén de acuerdo con que no hay que mirar series yanquis. Qué sé yo, yo lo digo medio en joda pero... (risas). Por otro lado, el crucero me dio una plata que me permitió grabar porque, si no, no hubiera podido grabar el disco nunca.

¿Lo grabaste inmediatamente a la vuelta del crucero?
No, pasó un tiempo. Igual ya lo tenía decidido y me dediqué a demear y a organizar la cosa, porque tengo un montón de ocupaciones. En el momento que empecé a grabar lo laburé más pero como todos los discos se te extiende un montón, terminás tardando un año. Además, lo hice con Tino Moroder, que es amigo, recién abría su estudio y no nos corría el tiempo, él se recopó. Nos entendimos muy bien dentro del caos mental que tenemos, porque no fuimos derecho, no grabamos ordenadamente las cosas. Lo que sí sabía es que quería hacer un disco así, con una parte de canción folk-rock, o como le quieras decir; quería poner más rock and roll, que fueran cuatro los rocanroles como el de “Voy a bajar al pueblo”. Pero me quedé sin nafta, se me estiraba mucho la grabación.

¿Los tenías y preferiste guardarlos?
Sí, con los rocanroles yo tengo... Digo, los tenés así, después los termino. Necesitás la base y la melodía, yo por lo menos; lo más lindo es el solo de guitarra. Había algo de lo estético que yo quería de tener rock and roll en el disco. Me gusta mucho, amo a los Rolling Stonesmal, empecé tocando rock barrial, tuve mi banda y quizá, si la hubiéramos pegado, hoy sería un guitarrista de rock and roll (se ríe).

Querías hacer esa reivindicación.
Claro. Sinceramente, creo que lo que más me gusta es el blues y el rock and roll. Ahora que salió el disco de Keith Richards, es una bomba atómica... y volvés a los Rolling Stones y cada día me alejo más de los Beatles y todos esos cornos...

¿Te cansa un poco? Justo tengo una remera de los Beatles (risas).
No, los amo igual, soy fanático, pero siento que no envejeció tan bien la música de ellos... sí los primeros discos, justamente la parte de rock and roll. La parte de los cornos y los violines es como que parece más Sandro o Raphael que lo que terminó siendo el rock después de que apareció Jimi Hendrix, que fue otra cosa y tuvo que ver con otras cosas. Igual creo que es culpa de George Martin toda esa superproducción exagerada que tienen algunos discos. En fin, volviendo, quería buscar un punto de contacto entre todos mis intereses musicales, creo que finalmente eso son los discos solistas.

¿“Memoria imprudente” también es una historia real, aunque más cotidiana?
Es una letra medio surrealista, toda una situación muy de porro, una cosa que se va volviendo confusa porque empieza hablando de Moria pero después aparecen las lesbianas. Finalmente no dice nada, termina diciendo “toquemos en Cemento”.

Igual se entiende la ironía.
Particularmente, el disparador fue escuchar a Moria Casán hablar por la tele, eso sí es verdad. Estaba sentado, fumando, viendo a Moria y, te digo la verdad -el otro día se lo decía a mi suegro-, yo escribo una frase de Moria, te la pongo como si la hubiera dicho Nietzsche y lo crees. Después digo lo de las series yanquis y... yo no entiendo a la gente que mira esas series pero está bien. Me rompe un poco las bolas esa actitud de... son progres, re de izquierda, están en contra del gobierno, de la minería, pero después están viendo como cocina merca el chabón de Breaking bad, no sé. No creo que estemos asistiendo al momento donde ese aparato culturizante que es Estados Unidos... no creo que no lo estén haciendo, tiene que estar ahí eso. Igual en la canción viene desde el prejuicio y desde la humorada. Pero creo que el disco habla un poco de esa falsa moral de la clase media, hay varios temas que se refieren a esa hipocresía.

Está “Vacaciones largas”, el tema de “las dos plazas”. ¿Cómo es que dice?
“Qué raro me sienta saber que hay dos plazas”. Yo creo que el campo nacional y popular tendría que estar unido, ¿no? La verdad no lo entiendo, me da tristeza. “Ahora viene la izquierda”, todos los últimos años fue así, es una cosa que no entiendo y además cuando era chico no era así y nunca fue así. Se ve que cuando hay un demonio en el gobierno es más fácil que estemos todos juntos, cuando estaba Menem estábamos todos contra Menem. Hasta Lanata te parecía macanudo, todos creíamos en Lanata, Andy Kusnetzoff y Pergolini. El disco hace varias menciones a esa moral de la clase media. Son pensamientos míos y... me sentí más cómodo quemándome solo (risas). Muchos amigos me dijeron que con “Vacaciones largas” se sintieron interpelados. Es algo que pasa, la gente se va de viaje ocho meses y viene acá y te quiere hablar de “la pobreza en Latinoamérica” y vos decís “dale, si te fuiste de vacaciones...”. Te estás sacando fotos, no sé. Hay un doble discurso ahí.



LA JOVEN GUARRIOR, EL TEATRO Y VANGUARRIOR

Decís que la mirada política está muy presente en estos temas, sin embargo los discos de La Joven Guarrior tienen su bajada también, quizá no tan directa pero sí irónica para con ciertos personajes como el prototipo de estudiante de Puán o el que se trae “tomates hechos en Holanda”. También está Marrón...
Sí, pero está sobre todo en los conciertos, donde indudablemente hablamos mucho de política y somos una banda... No te digo “comprometida” porque no estamos comprometidos con la realidad (risas), pero que hablamos de la misma, sí. Pasó en uno de los últimos shows en Uniclub que era el fin de semana del balotaje porteño y nosotros hicimos un falso debate entre Larreta y Loustau. Fue increíble lo que empezó a pasar con la gente: nos empezaron a tirar cosas porque algunos querían que dijéramos que votaran en blanco y nosotros, obviamente, no íbamos a decir jamás eso. Pero era muy gracioso porque yo tenía unas pibas adelante, en las primeras filas, que me putearon de arriba a abajo y a la vez con buena onda. Había un clima antibanda, lindo.

Fue un debate de verdad y a la vez no se dio una situación tan violenta.
Fue un poco violento, nos tiraban latitas de cerveza (risas), al Perro Nuevo le tiraron una en la cara y se recalentó (más risas). Yo veía todo y pensaba “la gente está picante con el tema”. Me encantó también que nos puteen y esa cosa no tan condescendiente con la banda, se generó una especie de diálogo con el público que se da muchas veces. Creo que hay cosas de La Guarrior que tenés que completar cuando ves a la banda, que le falta la guitarra eléctrica y la distorsión. Y eso también pasa con lo ideológico y lo que tocamos.

Creo que es una banda que cierra la idea cuando la ves en vivo.
Sí... buenísimo, yo siento que es un poco así y que pasa algo, hay un ida y vuelta con la gente. Creo que es algo que nuestro grupo humano tiene: logramos interpelar, romper el hielo, eso que si estás muy tímido no sale. Es algo que tienen los cantores viejos, no sé si alguna vez viste a Larralde; una vez lo vi a Ricardo Vilca en Jujuy y fue increíble cómo el viejo entre tema y tema contaba un cuentito. Larralde capaz está veinte minutos hablando y ni toca.

¡Y cuando toca te cuenta otra historia de veinte minutos! (Risas).
¡Claro! Pero hay algo que quizás tiene que ver con el palo más teatral que nosotros tenemos, gente que tiene ese training; yo por ahí no soy tan desenfadado como los pibes pero sí me apasiona, me encanta el teatro, es una gran conjugación de lenguajes y es interesante el trabajo de la música. Como músico es casi una colimba porque tenés que tocar con una precisión total, no podés ni afinar, sólo tenés que tocar lo que tenés que tocar, no hay margen para probar si tal pedal quedó bien. No hay improvisación, aunque hay todo un laburo en el que sí, probás. Pero es lindo porque en general no sabés qué va a pasar con la obra cuando te vienen con el proyecto. Ahora hicimos una obra de nadadores, Crol, de la que yo hice la música pero no quise estar en el escenario. Quería probar con dirigir a la banda.

Ahí son varios de La Joven Guarrior, ¿no?
Sí, excepto el tecladista, que cayó Gonzalo Pastrana, un buen actor que además toca bien. Porque está mi hermano Lautaro [Zé Pequenho] que sí es actor, pero Andrés [El Gasista] e Iván [El Nuevo] son más músicos, necesitábamos un poco más de soltura en lo teatral. En fin, lo que te decía: te caen con el proyecto y te dicen “bueno, Gonza, hagamos una obra de nadadores...” y vos decís “¡¿qué?!” (risas). Y te juro que siempre es así y hay algo muy de la fe, de hacerlo, confiar y bancarse el proceso que es largo y es arduo.

¿De qué va Vanguarrior? ¿Puede adelantarse algo?
Hace bastante tenemos ganas de hacer este show. Quizás la gente piensa que somos unos hippies que tocan la guitarra criolla pero en realidad nada que ver. No soy el único que tiene mil bandas y con el mambo de la música electroacústica, los monotrones, algunos de los pibes son muy especialistas. El Líder de los Wichis, que con nosotros toca la quena, tocaba con Leo García e hizo ambient muchos años. Él es pianista, profesor de piano de conservatorio... y en La Guarrior toca la quena (risas). Esas son las cosas que pasan en la banda (más risas). Y la idea venía por ese lado que tiene que ver con la música electrónica y la música electroacústica, de jugar con filtros y hacer algo medio noise. Después el concepto se amplió un poco y vamos a hacer como una gran parodia de lo que es el arte posmoderno. Va a haber un grupo de danza -que vamos a ser nosotros, obviamente-, la Vanguarrior va a estar tocando; filmamos una película de cine arte, extremadamente pretenciosa, espectacular. La apuesta es que sea una pequeña Bienal de Arte Posmoderno.

Hay mucha producción.
Es un show en un teatro y nos lo estamos tomando como una fecha muy importante. Es nuestro primer teatro, nunca vendimos tantos tickets (risas) y queremos ver qué pasa. Nuestro plan de este año era no tocar y hacer un teatro en junio, ponele, y al final terminamos tocando un montón. Hay una situación de conquistar el público que a nosotros nos viene muy bien y de tocar tanto en Capital quizá ya no pasa porque la gente nos conoce, pero vamos a San Miguel y tocar “Marrón” tiene sentido. Ese plan cambió porque surgió lo de Uniclub, la Fiesta Nacional, y fue un desafío tremendo. Llamamos a bandas que nos gustaban, pudimos tocar con Sergio Dawi -yo no lo podía creer- o traer una banda de Rosario y después ir para allá... pero ahora paramos unos meses para hacer este teatro y preparar todo lo que había que hacer. Además, la banda tiene un palo más climático y lento, algo que en los discos se nota mucho y como los recitales son más arengadores... Imaginate lo que era Uniclub: 100% demagogia (risas). No hay lugar para el clima, a las 3 y media de la matina la gente ya está muy borracha para que le toques una balada, hablan encima. En cambio, en el teatro se da la situación inversa, vos tenés toda la atención y hay que aprovecharla bien, conquistarla.


*La Joven Guarrior presenta Vanguarrior hoy a las 21 horas en la Sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037, Capital Federal). Entradas: $100, en TuEntrada.com y en la boletería del teatro.

[Fotos de Gonzalo Gamallo por Jorge Giorgio -byn- y Andrea Gaetano -color-]

Gonzalo Gamallo siempre dice la verdad

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Ballotage de Gonzalo Gamallo en La música es del aire. O bien, secuela de aquella tarde soleada del sábado 17 de octubre regada por café, charla intensiva mediante. En esta segunda vuelta del diálogo con El Pastor no hay vencedores ni vencidos, en la otra vuelta no hace falta decir quién queremos que gane...

Por lo pronto, vale destacar que lo que leerán abajo está enfocado más en sus bandas que en Paralelo, el debut solista que abordamos en detalle en la primera parte de esta charla. Entonces, bien cuenta GG en qué andan hoy Los Niños y los Locos y La Joven Guarrior, lo que podríamos denominar sus dos proyectos principales (entre otros tantos satélites).

Además, para la oreja de la dama y el oído del caballero: qué ve de nuevo y bueno Gonzalo en la música argentina actual, en qué ayuda que el gran mercado no dé bola a lo under, cuánto cuesta vivir de la música; y lo importante de estudiar y no ser un cachivache.

Lean y disfruten, está permitido.

LOS NIÑOS Y LOS LOCOS

En alguna de nuestras charlas me dijiste que Los Niños y los Locos era tu banda bastarda. ¿Por qué?
Sí, porque para mí Los Niños es una banda terrible... y es mi primera banda. Yo pensé que iba a ser un músico de rock y distorsión toda la vida, aunque a mí me gusta un montón de música que podría ser la razonable que esté en La Guarrior. Pero la verdad yo de pendejo era fana de Zeppelin... Me gusta el rock. ¿Viste que los músicos que estudian mucho dejan de escuchar rock? Yo no, yo escucho otros palos, me gusta el jazz, amo el tango y toco mucho [de hecho, forma parte del trío Tangodelic y conforma un dúo de guitarra y voz junto a Gino Arazi] pero sigo con el rock. Y bueno, con Los Niños pasó lo que te contaba al principio: empezamos como power trío, muy pulenta... con Edu [Baeza] el bajista, tenemos esa sociedad desde los catorce años, estuvimos sin batero como 7 u 8 años hasta que apareció Manu [Lugea]. Laburando solos, con batería electrónica, componiendo. Una cosa muy de pendejo que vas a jugar a la casa de tu amigo, él tenía la portaestudio, yo llevaba la viola y qué sé yo, nos enamoramos de la música así, juntos. Él ahora es el bajista de Pollera Pantalón, además, terrible bajista, tiene un peso, un sonido... Y es trombonista en La Guarrior.
Y bueno, con Los Niños veníamos muy bien, en 2007 nos habían elegido Banda del año en Loca Bohemia, un lugar en el que tocábamos muy seguido y nos amaban, los patovas, el dueño, todos (risas).





















¿Tocaban seguido ahí?
Prácticamente tocábamos una vez por mes ahí, habíamos logrado dejar de pagar, porque ellos querían que toquemos y nosotros estábamos medio cansados de eso de pagar, un día les dije “basta”. Los Niños sufrió el post Cromañón, los pocos lugares, creo que Capital durante un tiempo dejó un poco el rock, o el rock dejó de estar en Capital, no sé bien cómo fue.

Se “acustizó” un poco el asunto en cierto momento.
Los Niños igual tienen esa cosa que tienen ciertas bandas... de que la gente no va a ver rock. Lo que puteó Minimal con Pez durante años, es la típica banda que todos vienen y te dicen “che, loco, espectacular, me encantó” y no vienen nunca más (risas). Todos nos dicen lo mismo “qué banda que tienen, espectacular”, pero después no vuelven, entonces uno piensa“nosotros no hemos sabido mover bien a la banda”, no sé. Pero es un grupo que labura, nosotros ensayamos y estamos con medio disco nuevo ya hecho. Hay una química para componer que es única y especial, realmente componemos tocando los cinco, es así y es muy mágico, es una cosa muy horizontal, de verdad, y hay un espacio donde las ideas de cada uno valen, siempre; aparece la forma en la que cada uno toca lo que se le canta y todo funciona.
Nosotros tenemos un palo de jazz-rock instrumental, ponele, o de funk...

Igual es fuerte, es más rock que jazz.
Sí, sí, creo que Los Niños tienen una lógica de jazz que quizá está más clara en el primer disco que en el segundo, en el segundo quisimos ser más sintéticos. Y el concepto es jazzero desde la improvisación y desde la música instrumental, para mí lo que hacemos es un laburo desde la forma de la música, es un trabajo formal, nuestra clave es cómo vamos armando la música, para nosotros tiene una lógica clarísima.

Hay todo un proceso.
Sí, ni hablar. Este material que estamos armando siento que recupera el espíritu más jazzero del primer disco. Con Los Niños yo trato de evitar saber para dónde va la cosa, porque con La Joven Guarrior o en Paralelo mismo, yo tengo el tema y ya sé para dónde puede ir.

Es el lugar donde rompés con lo otro.
Sí, yo ahí puedo llevar una melodía de guitarra, o algo, y lo que te devuelve la banda es otra cosa, transformada por mis compañeros. Y para mí es impresionante. Creo que seguimos juntos pese a que ni tocamos mucho en vivo ni nos acompaña el público (risas) porque para nosotros lo que pasa es muy fuerte. Y es un espacio muy lúdico, también, es una banda muy divertida en vivo, suelen pasar cosas graciosas, hay algo del absurdo, trato de que las letras de Los Niños sean algo muy naif, no trato de que tengan una carga muy humana, algo de lo que por ahí hay en La Guarrior y en Paralelo, sino que trato de que sea otra cosa.

Y mantener ese costado de improvisación y ruptura.
Sí, para romper un poco con esa cosa de vago que tiene a veces el músico de rock. Me parece bueno tratar de moverse el piso. Y por eso también es bueno estudiar, escuchar música, leer. Estudiar es muy importante, no por nada Mollo llega a los cincuenta cantando así: es porque el chabón se lo propuso. Y eso que a mí me gusta más cómo cantaba antes, pero lo veo cómo está cantando a esa edad y pienso “es un capo”.





















RESPETAR A LA MÚSICA

En el rock siempre está ese debate sobre perder la espontaneidad al estudiar.
Y está esa de “qué necesidad tenés de estudiar canto si igual te vamos a ir a ver”, pero no, esa cosa del amor propio, de cuidar... Para mí tiene que ver con el respeto a la música: nosotros, los músicos, estamos en el mundo para hacer sonar a la música bien. Nuestra función social es esa, creo. Hay que preocuparse por el sonido, no podés tocar hecho un cachivache, dado vuelta, salvo que seas Charlie Parker y puedas hacerlo porque tocás bárbaro. Pero yo lo veía a Charly hace unos años y era una cosa... Si lo comparo con Spinetta, creo que Charly le ha faltado más el respeto a la música que el Flaco, se permitió ser un cachivache en el escenario y como algunas personas se lo festejaron lo siguió haciendo. Pero vos ves el show de presentación de Clics modernos, en el Luna Park y no puede ser lo bueno que es, es Radiohead. Es maravilloso todo: cómo canta, los temas, las cosas que dice entre los temas; de golpe queda solo con el piano y es alucinante. Él lo tuvo eso, tanta fama le pegó mal.

Sí, tal vez su caos personal...
Bueno, pero manejalo, vieja, dale, ¿qué, te manejó la merca? Ojo, yo lo amo a Charly, lo amo, pero creo que Spinetta fue absolutamente íntegro como artista.

Creo que ese aspecto es una diferencia que marcaba el propio Spinetta entre ellos dos. Que con Charly no pudo hacer el disco que iban a hacer por ese costado caótico.
A mí me gusta que suene bien, que esté bien, a veces eso lo sufrís. El otro día vi algo de La Guarrior en la tele y no me gustó cómo sonábamos, capaz era algo de la tele misma pero yo era autocrítico igual. No es que sea perfeccionista pero sí soy muy exigente. También porque creo que es lo que tenemos que hacer. Es importante que los músicos respetemos a la música, lo que la música nos da se lo tenemos que devolver. Dale algo vos, si no es muy injusto: si ganás plata con la música comprate una mejor guitarra, pagate un profesor. Lo que valoro de las bandas cuando las veo es ver si laburan o no, no si “me gusta”.






















EDAD DE ORO Y NOVEDADES GUARRIORS

¿Y con quiénes te pasa de ver eso?
Me parece que estamos en un momento zarpado de la música y creo que la crisis de 2001 tuvo algo que ver, mucha gente estudió música. Yo justo tenía dieciocho en el 2001 y para nosotros era... Mi viejo quería que fuera a la facultad y no había manera de que él me convenciera porque eso no me aseguraba nada. Todos veíamos el desastre y pensabas “si me gusta tocar la guitarra, voy a tocar la guitarra, si ahora igual no voy a laburar ni de guitarrista, ni de actor, ni de nada”. Hoy en día la situación es distinta porque si estudiás ingeniería te dan una beca, no sé. Es otro país, por eso uno a veces no entiende a la gente que no se da cuenta. En fin, proliferaron los estudiantes de música, lo cual hizo que los músicos seamos mucho más abiertos; tenés muchos músicos que tocan muy bien y en todos los palos. Hay gente que, de hecho, toca todos los palos.

¡Como vos, que tocás todos!  
No, ponele, a los pibes de Duratierra, que ahora están tocando folclore, yo les conozco bandas de rock, y así hay un montón de grupos que me gustan. El disco de Nahuel Briones está buenísimo, el de ChauCoco! me gustó mucho, Surales para mí es lo máximo, Vero [Bonafina] hace unas canciones de la concha de la lora. Ayer estuve con el de Los Espíritus que recién sale y tiene una onda bárbara, es una música que a mí me encanta, ese rock and roll atorrante. Los chabones tocan eso y tocan eso, y me recierra. Locos de Nacimiento está buenísimo también, su último disco está muy bueno, tienen una base tremenda... Es rock, es barrial pero muy volador. En el disco grabaron muchos temas con tres guitarras y como soy amigo de ellos me invitaron a tocar en vivo para hacer esa tercera guitarra cuando lo presentaron. Salió bien y entonces estoy yendo seguido. Como el mainstream no nos da pelota, eso favorece al arte.

Es que ya hay una escena completamente separada del mainstream.
De hecho, la música comercial de esta época es un desastre si la comparás con otras. Los Bee Gees son alucinantes; o Michael Jackson, que lo detesto pero era un monstruo. Y esa espalda que nos da el sistema creo que nos ayuda a cagarnos en todo, favorece al arte porque la verdad no nos corre nadie. No se trata de pegarla y estar en el programa de Tinelli.

A la vez es difícil para los músicos vivir de la música.
La Guarrior está en esa situación en la que necesita generar dinero, sí. Se trata de que el proyecto se empiece a sustentar porque cuando empiezan a pasar los años, te vas poniendo viejo y necesitás vivir de algo. Y creo que a una banda le viene muy bien que vos te puedas dedicar exclusivamente a eso. Si yo pudiera conseguir guita para que todos los de la banda podamos ensayar todos los días... volvemos a lo anterior. Uno con el amor llega hasta un lugar, se va generando una mezcla de expectativas y necesidades, si vos tocás para gente necesitás más y mejores equipos, instrumentos. Y la música es un metier de mucha plata, digo... los fierros de la batería salen un huevo. Y a veces ves que llega La Guarrior y no tienen funda los cajones, tenemos la percusión en un cajón de frutas, ¡y es una banda que ya lleva gente! Estamos corriendo la coneja, yo voy a ser papá, entonces necesitamos que el proyecto se consolide, no es pegarla. Es lo que decía antes: cuando la música te da, vos le devolvés. Y cuando la música no te da, inevitablemente las bandas se van separando.

¿Ya están en proceso de nuevo disco?
Sí, lo tenemos que hacer, estamos en un momento de cambio. Ahora estoy tocando la guitarra eléctrica, por ejemplo. Creo que es el momento de cambiar porque cambiar es bueno, “cambiar por cambiar, nomás”, como dice la canción. Además, la trilogía de la historia ya está cerrada, en eso estamos de acuerdo todos. El material sustancialmente es parecido, como somos una banda que no tiene género vamos visitando todo ininterrumpidamente. La idea de cambio viene por el lado de lo tímbrico, veremos qué pasa. El gran yeite del que hace canciones, me parece, es la ropa que vos le ponés a cada tema. No sé, Spinetta: los temas de él son iguales de Almendra para acá, más allá de las letras en esencia es lo mismo, lo que sí fue cambiando fue la instrumentación a lo largo del tiempo. Nosotros veníamos tocando con guitarra criolla y cajón, ahora queremos pasar a guitarra eléctrica y batería, veremos si el resultado es muy parecido o no. La eléctrica ya está en los shows, la situación lo fue pidiendo porque fuimos sumando músicos y público, y ahora que estoy tocando con una fila de cinco caños, con la guitarra criolla no podés pasarlos. Terminás tocándola muy fuerte y suena feo.

¿Los temas para el disco nuevo ya los tienen?
Sí, hay un 70%. Y siempre tengo algún tema cajoneado que puede salir para cubrir. Tenemos ganas de grabar algo más tanguero, bien, tomándolo en serio. En esencia, no va a haber grandes cambios desde lo que es la composición, sí subir un poco tímbricamente, me parece que a todo el mundo le viene bien, nos va a refrescar y poner en una situación nueva. Yo quiero que haya teclados pero los pibes no quieren, así que no sé si me voy a salir con la mía (risas). Son visiones que vamos discutiendo, por lo pronto esperamos hacer un buen disco y veremos qué pasa.


*La Joven Guarrior anuncia la última edición de la Fiesta Nacional de la Guarrior para el viernes 20 de noviembre a las 23:55. La Fiesta tendrá lugar en Uniclub (Guardia Vieja 3360, CABA), con Grupo Ganjah como banda invitada.
En tanto, el sábado 28 del corriente, Los Niños y los Locos se presentará junto a Los Maruchos en Mamerta Espacio Cultural (Lavalle 4080, CABA), próximo a inaugurarse.

[Fotos: gentileza de Andre Gaetano]
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